Bill Gates (XI)

 

BILL GATES (XI)

 

Agricultura

 

Si hubiera que elegir la empresa supervillana más famosa de los últimos treinta años, quizá Monsanto (el gigante de las semillas y productos agroquímicos originario de la ciudad de San Luis, en Misuri que adquirió Bayer en 2018) quedaría por delante de Microsoft.

 

La reputación conflictiva de Monsanto, ganada a pulso, tiene que ver por una parte con el poder de monopolio que ejerce sobre nuestro sistema alimentario, y, por otra, a su intento de controlar hasta el código genético de la vida misma. Durante las dos últimas décadas, un porcentaje importante del maíz y la soja cultivados en EEUU han contenido rasgos genéticos propiedad de Monsanto, el más conocido de los cuales es Roundup Ready, que hace referencia a la inmunidad de esos cultivos respecto al herbicida Roundup: los agricultores pueden rociar los campos de forma indiscriminada con herbicidas químicos para eliminar las malas hierbas y sus cultivos sobrevivirán gracias a la modificación genética. Esto supone un gran beneficio para los granjeros en cuanto a mano de obra, ya que se ahorran el duro trabajo de arrancar las hierbas a mano o bien de intentar fumigar selectivamente las plantas nocivas. Sin embargo, el uso creciente de productos agroquímicos ha suscitado preocupaciones relacionadas con el medio ambiente y la salud humana, que es una de las razones por las que la mayoría de los países, incluida gran parte de Europa, no cultivan OMG(organismos modificados genéticamente).

 

Por otra parte, el uso de los OMG resulta caro, de forma que, para que sean rentables, suelen usarse en general en explotaciones agrícolas de gran tamaño. Los agricultores plantan enormes extensiones de monocultivo de maíz o soja, aplican fertilizantes químicos y contratan a empresas de fumigación para cubrir los campos con Roundup, cuyo uso se ha disparado tras la llegada de los OMG. Todo esto ha constiuido un buen negocio para Monsanto, que no solo vende las semillas transgénicas Rounup Ready, sino también los herbicidas Roundup utilizados con ellas.

 

El poder de mercado que ejerce Monsanto ha llegado a las explotaciones agrícolas también de otras maneras. Cuando los granjeros compran semillas transgénicas, firman acuerdos técnicos que restringen su uso.

 

Monsanto cuenta con un ejército en la sombra de investigadores privados y agentes que se mueven por el corazón de EEUU para infundir el miedo en las zonas rurales. Los granjeros los llaman “la policía de las semillas”.

 

Monsanto ha generado controversia también en lo que respecta a sus intentos de influir en el campo científico. La Universidad de California en San Francisco dispone de una biblioteca en línea con documentos que detallan parte de esa influencia. En 2013 la firma se puso en contacto con diferentes científicos y les sugirió que escribieran artículos con directrices basadas en los temas de debate que la empresa les había proporcionado. Algunos de estos profesores lo hicieron, sin revelar el papel de Monsanto en la gestación de los textos.

 

La Fundación Gates se ha convertido en una valiosa fachada para las ambiciones de la industria, un rostro caritativo para una agenda corporativa.

 

Gates y Monsanto promovieron el objetivo común de introducir los OMG en África. “En este momento, la mayor superficie de tierra cultivable del mundo que se encuentra infrautilizada está en Äfrica”. Bill Gates dijo: “Está bien que la gente de las naciones ricas, bien alimentadas y con explotaciones agrícolas productivas, rechace el uso de los OMG. Pero no se les debería permitir que impongan sus preferencias en África”.

 

Tecnólogo autoproclamado, su religión verdadera son los OMG, y ello a pesar del escepticismo de numerosos expertos ante el beneficio que esa tecnología pueda realmente aportar a los pequeños agricultores del África subsahariana a los que se dirige la fundación.

 

La fundación pretende controlar todo el proceso de aprobación excepto el sello final de aprobación. Está aformando a los científicos africanos que regularán los OMG; preparando los estudios científicos que revisan; incluso interviniendo en los mercados para garantizar la disponibilidad de los OMG.

 

La institución ha invertido 6.500 millones de dólares en diferentes proyectos agrícolas, y ello incluye ser el principal donante de varias de las organizaciones más destacadas que operan en el continente en ese ámbito, entidades que parecen y se sienten africanas y que a menudo llevan la palabra “África” en su nombre. Estos organismos afines, como la Alliance for a Green Revolution in Africa y la African Agricultural TEchnology Foundation, parece funcionar de la misma manera que lo hicieron en su día los grupos tapadera utilizados por Monsanto: promoviendo la agenda de su patrocinador mientras, en paralelo, declaran ser independientes, o bien moverse a partir de bases científicas, o estar a favor de los agricultores, o estar dirigidos por africanos.

 

La ambición de gates de introducir los OMG no es más que uno de los puntos del orden del día dentro de un esfuerzo más amplio por industrializar la agricultura africana, haciendo que las explotaciones sean más productivas y rindan más mediante un mayor uso de los llamados insumos: productos químicos, fertilizantes, nuevas semillas e irrigación. Se trata de un proyecto que el magnate ha emprendido en estrecha colaboración con las empresas multinacionales comercializadoras de estos insumos, firmas que desde hace tiempo ven en África un mercado por explotar. Para la fundación, el objetivo no son los beneficios, sino el rendimiento.

 

Sin embargo, las actuaciones de Gates no han logrado la revolución prometida por la fundación. A pesar de décadas continuadas de presión política por parte de los distintos intereses en liza, solo hay un país africano que cultiva cantidades significativas de alimentos transgénicos: Sudáfrica. Tampoco hemos constatado la importante reducción del hambre ni el aumento del rendimiento en las cosechas y de los ingresos de los agricultores que Bill Gates prometió con su programa agrícola.

 

En muchos sentidos han tenido un gran éxito, porque han conseguido vender una narrativa. La narrativa es que las semillas africanas están agotadas. La tierra de los africanos no es fértil. Los conocimientos de los africanos son arcaicos. Para producir más alimentos se necesitan semillas de variedades híbridas. El suelo está agotado, así que hay que meterle un montón de productos químicos. Y por añadidura, es una agricultura comercial, parte de la ideología neoliberal.

 

La premisa del trabajo de la Fundación Gates es que las naciones africanas carecen de los conocimientos, la capacidad o las herramientas necesarias para gestionar sus propios sistemas alimentarios, y que necesitan profesionales y expertos del norte global que les ayuden. Para ello, el organismo colabora con políticos y legisladores con el fin de modificar las leyes de los países africanos en los que desarrolla su actividad. Actúa como grupo de presión, coloca a sus expertos técnicos en organismos gubernamentales e incluso ayuda a crear, financiar y dotar de personal a entes totalmente nuevos.

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