España es uno de los principales exportadores de armas del mundo. Empresas como Navantia, Indra y otras públicas han sido juzgadas por apropiación indebida mediante comisiones que acababan en paraísos fiscales. Este mercado es enormemente opaco. Que se ha vendido, en que cantidad y para qué es una incógnita. En 2015 España alcanzó la cifra record de 447 millones de euros en ventas a Arabia Saudí. Suponía el 26% de todas las ventas. Entre 2013 y junio de 2017 se vendió a Arabia Saudí 700 millones en armas. Un tratado al que se adhirió España en 2014 prohíbe la venta de armas si son empleadas contra la población civil y el conflicto de Arabia Saudí con el Yemen y su apoyo al Estado Islámico es un crimen contra la humanidad.
España es la sexta exportadora mundial de armas con las implicaciones diplomáticas, población empleada y poder internacional de influencia. Sus coprotagonistas son bastante controvertidos en respeto a derechos humanos. Los políticos esgrimen la creación de empleo en España para justificar el tráfico armamentístico. La información sobre el tráfico es casi imposible de acceder, hay mucho secretismo. Así que se venden armas a países que apoyan el yihadismo. Las empresas de armas precisan la autorización del gobierno del país productor para exportar y hay mucha sinergia entre el gobierno, el estado y las empresas. La familia real española media en los contratos de compraventa con países importadores y se lleva una comisión además de ganar réditos políticos pues las empresas de armamento controlan otros sectores productivos relevantes que prestigian como telefonías, medios de comunicación, etc. El negocio de la guerra incluye, aparte del uso de las armas, la reconstrucción de lo que destruyen en los sitios en guerra, luego tiene una lógica perversa muy rentable. Por ejemplo, la empresa Indra tiene ampliados sus negocios a programas informáticos de recuento electoral con acusaciones de fraude.
Se argumenta que la industria armamentística genera mucho empleo pero a veces se venden los planos de las armas y se fabrican en los países compradores. El Ejército español también hace de comercial para las empresas semipúblicas de armamento. La izquierda política institucional también apoya este negocio como el caso del alcalde gaditano “Kichi” apoyando sus astilleros navales militares. Por otro lado, la industria armamentística sueca se ha negado a vender armas a Arabia Saudí por no respetar los derechos humanos.
También hay una connivencia contradictoria entre la Iglesia Católica y el estamento militar con su industria armamentística. Las instituciones financieras también apuestan por invertir en las empresas que fabrican armas. Y el estado español también lo financia a pesar de saber que las armas se usan contra civiles como demuestran informes de Amnistía Internacional, Oxfam o la ONU.
Hay una siniestra tendencia nueva en armamento que son los robots o armas autónomas. Estos robots se llaman Sistemas Autónomos Letales Armados. La visión española sobre esta tecnología (que ya emplean Israel y EEUU aunque no lo reconozcan) depende una vez mas de la capacidad de negocio. Se habla de una regulación de esta tecnología por la Comunidad Internacional. Hay antecedentes de prohibición internacional de tecnologías armamentísticas nuevas (láser, etc) pero el poderoso Primer Mundo está a favor de este armamento. Otra tecnología nueva son los enjambres de drones desarrollados por EEUU. Prestigiosas personalidades han abogado por la prohibición de estas armas pero parece que ya se está tarde. Se está haciendo una carrera de armamentos mundial encabezada por EEUU con Rusia y China de potencias antagónicas.
Otra práctica última muy peligrosa es que no solo se venden armas sino el know how de cómo fabricarlas como hace China. El desarrollo armamentístico es cada vez mas desolador. En este sentido, la industria aeronaútica española se limita a ensamblar piezas y no posee autonomía respecto de los suministros de EEUU.
La carrera mundial de armamentos no augura nada bueno y la industria de la destrucción nos perjudica a todos, antes o después.