PARTIDOS EN RUINAS, PUEBLOS EN PIE: EL NUEVO MAPA POLÍTICO DEL PERÚ

Partidos en ruinas, pueblos en pie: el nuevo mapa político del Perú

Por Nicolás Mayta

El panorama político del Perú no es completamente oscuro, pero exige un análisis profundo y despiadado. La crisis política actual evidencia la descomposición de las organizaciones que supuestamente sostienen la democracia: los partidos políticos.

Con las elecciones presidenciales programadas para el 12 de abril de 2026, donde también se elegirán congresistas y senadores, algo que no ocurría desde hace décadas y que se ejecutará gracias a modificaciones legales poco conocidas por la población, resulta urgente preguntarse: ¿qué representan hoy los partidos políticos en el Perú?

Los partidos han dejado de ser estructuras ideológicas o programas de gobierno coherentes; se han convertido en empresas electorales cuyo único objetivo es llevar candidatos al poder y beneficiarse de él. Las investigaciones periodísticas y los informes institucionales muestran un patrón persistente de corrupción: los partidos sirven a intereses económicos y políticos concentrados, y han traicionado la confianza de la población.

La crisis de gobernabilidad interna afecta incluso a los partidos de izquierda. Mientras tanto, los partidos de derecha negocian sin tapujos, defendiendo un modelo económico que perpetúa la concentración de riqueza y los privilegios de la clase dominante, favoreciendo a capitales extranjeros y garantizando el statu quo. La izquierda, en cambio, se ha fragmentado y ha caído en alianzas contradictorias: Perú Libre, partido que se presentaba como ultrazquierda, entró en una alianza con el fujimorismo para evitar el encarcelamiento de su líder, Vladimir Cerrón. Este acto revela que, para los partidos, el poder y la supervivencia interna importan más que la coherencia ideológica o la justicia social.

Incluso cuando algunos partidos de izquierda presentan propuestas más moderadas o abiertas dentro de un programa progresista global, no han transformado sus prácticas internas: siguen jerárquicos, centralizados y obsoletos, incapaces de canalizar las demandas de la población. Sus intentos de renovación son escasos y, por ello, no logran sostener la confianza ciudadana ni una base militante sólida.

En las últimas elecciones, el voto fue más un acto de rechazo a la ultraderecha que un respaldo consciente a programas de izquierda; lo emocional y el miedo fueron más determinantes que la ideología. El culto al líder como salvador reemplaza la democracia con paternalismo y manipulación.

Los datos estadísticos son demoledores: Según el IEP (2025), 61 % de los peruanos no confía en los partidos políticos, y otro 29 % tiene “poca” confianza. Una encuesta del IEP para La República (mayo 2025) reporta que 88 % de los ciudadanos está insatisfecho con la democracia, de los cuales el 35 % se declara “muy insatisfecho”.

Perú21 (2025) señala que casi ningún partido con representación en el Congreso utilizó más del 50 % de su financiamiento público para capacitar a sus militantes, a pesar de que la ley lo exige. Estas cifras evidencian la incapacidad de los partidos para organizarse, representar al pueblo y administrar recursos, y refuerzan la percepción de que son estructuras obsoletas y disfuncionales.

El panorama institucional no es más alentador. El Congreso está dominado por bancadas de ultraderecha y derecha, mientras que los parlamentarios de oposición son pocos y fragmentados. Esta situación ha llevado a que se hable de una “dictadura congresal”, donde la legislación favorece intereses económicos y políticos concentrados y controla al Ejecutivo desde la destitución de Pedro Castillo.

Los partidos de izquierda buscan ganarse la confianza mediante alianzas y denuncias a la corrupción de otros, pero no han superado prácticas internas jerárquicas ni ineficientes, contradiciendo sus discursos de justicia social y económica. La esperanza de la población, que anhela equidad y transformación, es manipulada y diluida por partidos que solo buscan sobrevivir en el juego del poder.

Los partidos de derecha, por su parte, actúan con claridad y sin tapujos: sabemos adónde apuntan. Los candidatos de ultraderecha con mayor intención de voto, Rafael López Aliaga y Keiko Fujimori, representan el continuismo de corrupción, clientelismo y privilegios. Mientras tanto, según el IEP, 55 % de la población apoyaría un líder autoritario para “acabar con la delincuencia”, evidenciando un riesgo real de autoritarismo.

El fracaso de los partidos demuestra que la democracia representativa está capturada por mafias de poder político y económico, que permiten un extractivismo sin reglas claras y sirven tanto a intereses internos como a capitales extranjeros.

La desconfianza ciudadana no se limita a los partidos: más del 70 % desconfía de instituciones como la Policía, el Ministerio Público y el Poder Judicial. Pero la esperanza no está en los partidos ni en las estructuras estatales, sino en nuestras prácticas cotidianas y ancestrales. Las más de 7,000 comunidades campesinas representan un poder alternativo real: poseen territorio, legitimidad y capacidad de autogobierno. Sus experiencias comunitarias, basadas en ayllus, asambleas y federaciones, son ejemplos de organización efectiva que desafía el sistema partidario.

Entre 2022 y 2024, comunidades quechuas y aymaras protagonizaron movimientos masivos y destituyentes, bloqueos y tomas, demostrando que la fuerza política real no se encuentra en los partidos, sino en la acción organizada desde la base.

El 2.º Encuentro Nacional de Articulación (6–7 oct. 2023) reunió a AIDESEP y varios Gobiernos Territoriales Autónomos (GTAs), reafirmando el compromiso con la libre determinación y el autogobierno ancestral de 51 pueblos amazónicos. Estos hechos muestran que el verdadero poder viene de abajo, de la organización comunitaria, del trabajo colectivo y del respeto a la autonomía.

Los partidos nunca propondrán una nueva lógica de poder; será nuestra responsabilidad construirla desde abajo y para todxs, recuperando la herencia ancestral del ayllu y las prácticas comunitarias que fortalecen la libertad individual y colectiva.

El Perú no necesita más partidos; necesita un pueblo despierto que recupere la política desde sus raíces, con asambleas, consejos y federaciones capaces de transformar la sociedad desde la base y generar poder real, plural y autónomo. Mientras los partidos sigan en su mundo de clientelismo y corrupción, el cambio será nuestro si lo construimos desde la comunidad, la solidaridad y la acción directa.

Autor: Nicolás Mayta – Activista.

 

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