LA ELEGANCIA CELOSA

LA ELEGANCIA CELOSA

La elegancia tiene su atracción, su gravedad, su solemnidad. ¡Fatal pérdida! El verdadero artista nunca es elegante, es lo úico que nunca es. De o restante conoce uno o tres detalles, del talento a la carcajada, pero en la elegancia es ciego, alumno permanente, díscolo discípulo, científico loco, ebrio operario.

Pero, abundando. Su elegancia tiene tres ramas que a veces parecen troncos y, a veces, parecen hojas. O sea, talentos o técnicas. ¡Falaz deslumbramiento de su maña! Sea anatema su voluntad. ¡La gloria para el Señor que nos libere de sus penas! Y esos presuntos útiles, herramientas, diseños de la creación son, la naturaleza, la belleza y la tristeza. El arte no imita la naturaleza, no refleja la belleza ni se suma a la tristeza. Son tres vías sin salida, caballos cabalgando hacia el fracaso. Sólo la locura puede intentar esta fusión y siempre fracasa, es la vía al dinero, a la muerte, a la fama. Antes que cruzar esta puerta llena tuvida de amantes y riquezas, pues quien pervierte el arte trocándolo por la elegancia solo merece reinar sobre mujeres y posesiones, ser un patriarca que solo aspira ala bonanza y la vejez, no a la vida.

¿qué da la eterna juventud y la bienandanza sino la inmortalidad? Ni la riqueza ni las mujeres se pueden llevar al otro mundo sino como caridad o hermanas de fe. Lo demás es maldfita añagaza. Prurito de inmadurez artística. Imperfección a lo sumo humorística.

El artista es un guerrero, su obra su lucha, su combate largo y duro su entera vida. ¿Y contra quién si no el demonio, la prostituta de Babilonia y la Bestia? ¡Ya huele a azufre! Coje tu pluma, tu pincel, tu cincel y somételos a tu poder, a tu antojo, a tu voluntad. Hazles salir, empequeñecerse, desaparecer…

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