VUESTROS HIJOS NO SON VUESTROS HIJOS

Vuestros hijos no son vuestros hijos

Domingo.19 de enero de 2020 260 visitas Sin comentarios

Vicent Teulera, Tortuga.

«Vuestros hijos no son vuestros hijos, son los hijos y las hijas de la vida…», decía Khalil Gibran (ver poema completo). «…Son los hijos del Estado», tal vez, habría de rezar el poema si nos atenemos a determinados discursos que estamos escuchando estos días en la tele y leyendo en internet.

Pero digo por delante para que no se espante: Esto del pin parental, me parece, es un rollo que se han sacado de la manga unos partidos fachas en búsqueda de promoción, generando una batalla mediática en relación a un tema concreto (el género) que despierta polémica y, por lo tanto, les aporta mayor audiencia. Pero la cuestión a dirimir, también me lo parece, es más compleja.

Y lo suyo, poniéndonos a ello, sería diferenciar dos cosas: el quién y el qué.

Si le reconocemos al Estado -porque entendemos que es justo, democrático, de Derecho, racional, preocupado por las personas, etc.- la facultad de decidir qué cosas sí y cuales no debe interiorizar la infancia en la escuela, entonces el «qué» está de más. Todo lo que el padre Estado decida que debe ser administrado será apropiado -sea el inglés, sea la raíz cuadrada, sea la lista de los reyes godos, sea la glorificación de la patria y la monarquía-, y el recibir esos conceptos será un derecho de los menores al que los progenitores -subjetivos y recalcitrantes receptáculos de ignorancia y atavismo- no podrán oponerse en caso ninguno.

Si, por el contrario, consideramos que el Estado, y sus dirigentes, por lo que sea, no son de fiar del todo, entonces pienso que sí procede hablar del «qué». Y no es nada inoportuno debatir sobre qué conceptos se administran desde la educación, que es «obligatoria» -recordémoslo-, diseñada por los gobiernos de turno. Y si lo que se decide impartir ha de ser «café para todos» o, como sucede con la asignatura de religión, por ejemplo, se pueden plantear determinadas excepciones.

Porque si bien es cierto que las niñas y niños no son objetos que «pertenezcan» a sus padres, en el sentido de quien posee un peine, mucho menos debería considerarse, en mi modesta opinión, que pertenezcan de alguna manera a la institución estatal. Y en un conflicto de intereses e interpretaciones sobre la oportunidad o inoportunidad de determinadas enseñanzas a aplicar -sean idiomas, sean conceptos morales, sean interpretaciones de la realidad política y social- pienso que la decisión a tomar debe corresponder principalmente a las madres y padres; es decir, al pueblo. Aunque sea un poco lío organizarlo. Aunque dichas personas sean, tal vez, machistas, rastafaris, forofos del Alcoyano, policías, partidarias del esperanto o defensoras de la revolución cubana. Nadie es perfecto. Pero sobre todo no lo es el Estado del Capital, de las élites, la burocracia y los trepas de los partidos políticos. Ese «Estado opresor» que, según Las Tesis «es un macho violador». Ente gobernado, directamente y en la sombra, por individualidades de quienes yo, disculpadme, no me fío ni un pelo. He dicho.

 

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