Cuento: “Hidromiel carca” por Alfredo Velasco

HIDROMIEL CARCA

La mayoría de edad del juvenilismo es cuando descubres que todo es mentira. Abandonas tus sueños por la conciencia de la mortalidad y su misterio. Sabes que el amor libre es sólo para los guapos. Tu inteligencia sólo florece, curiosamente, al obedecer. No hay reglas, pero los miedos te infestan como una plaga. Todos son juegos pero no ganas un duro. El dinero hace fascista a la gente y tienes que saber que los amigos son vampiros de su propio egoísmo. Algunos cuentan veinte por haber viajado lejos, pero tu inglés solo es de nivel medio en tu curriculum. Los extranjeros ricos huyen de lo que te ocurrirá en el futuro y los vagabundos pobres arrastran los hombros sin decir tengo derecho. La doblez deviene tu segunda naturaleza, pues te examinan en sexo oral vestido y con prisas. El amor es ñoño y una debilidad en el campo de concentración zen de los estudios. Trabajar es vivir como un burro y las vacaciones se pasan doblando las suelas de los zapatos que arrastras. Tienes patria de pijo, pero de los ricos sólo distraes alguna foto de revista. La tentación del suicidio la combates con dolores de muelas, y las pesadillas ilustran el mundo. La gloria desaparece al reiniciar el ordenador y los favores de verdad tienen el absurdo de ser impagables. Sólo te ayuda la mano que se extiende y las palmaditas en la espalda solo auguran un cambio en las alianzas para que la guerra no  decaiga. La cultura no vale de nada sin inquietud, y el barrio es el infierno del Bosco. Basas tu humildad en el silencio de la ignorancia, y te acaricias en la ducha para llorar. El salero de la vida añora carcajadas y enfermedades de consecuencias desconocidas. Desvelas misterios y el videojuego formatea tus sesos con la alarma del despertador. Siempre serás viejo, ávido de comodidades, de novedades, de literatura, de cine, de éxtasis, de relax, de silbar nuevas canciones. Te libras de la estupidez de la moda y picas los fines de semana venenos fluorescentes en cuartos oscuros que te dan alternativas de realidad. Andas hacia atrás, buscas la tradición, la infancia sentida y, sólo así, haces de tu sombra la mascota de tu templo. Con dientes y uñas angelicales buscas el brillo de los ojos del espejo pero el disfraz sigue siendo de etiqueta y perdiste para siempre el sombrero. Caballero en el váter, cubatero en el pub, gordo en la báscula, miope en la discoteca, acabas pasando sin pena ni gloria por el Mediterráneo. El dulce olor del establo ni lo capiscas ni lo mereces, y el exilio por páramos asfaltados y escaleras infinitas te abofetea el alma. La primavera dura un segundo y sólo es otoño en la parrilla televisiva. Babilonia inunda tu bañera y al acondicionador le llaman criterio. Sudas, excretas, miccionas, lloriqueas, segregas, eyaculas, emasculas, etc., todo en vano pues nunca serás dueño del suelo que pisas. Nadie es guay, todos huyen de su frente marchita. Agonizas por la carretera y el jardín se llama ahora Cambio Climático. Hasta la extinción vuela y has perdido un tiempo que nunca fue tuyo.

Share