HACIA LA COMUNA

Hacia la COMUNA
Una insurrección popular gana terreno en el mundo. Se extiende a un creciente número de países. A pesar de las diferentes condiciones, motivaciones, culturas, mentalidades, todas presentan un punto en común: el pueblo ya no quiere un gobierno que pretende imponerle su presencia y su autoridad. Es la lucha de los de abajo contra los de arriba.
Estamos en el equilibrio inestable del statu quo. El poder opresivo, firme sobre sus posiciones, no está dispuesto a ceder ni un poco. Teme un cambio de rumbo. Este cambio está al alcance de la sublevación popular que burla al Estado y, con la firmeza de una rabia justa, afirma su determinación de continuar sin descanso su lucha.
A primera vista, el statu quo juega a favor del Estado y de sus patrocinadores. La intransigencia de los gobernantes apunta a divulgar en el público la imagen de una fortaleza inamovible que nada hará tambalear. Su propaganda despierta el espectro de la desesperación que aún persigue el recuerdo de las revueltas perdidas. Apuestan por la fatiga, cuentan con el amargo “qué sentido tiene” para mandar a los insurgentes de vuelta a la perrera. ¡Nuestros enemigos se equivocan dos veces!
La solidez del Estado solo es superficial. Su poder de decisión es falso, está en manos de un poder financiero mundial que poco a poco lo reemplaza. Muchos ciudadanos franceses culpan a la Comisión Europea y la hacen responsable de sus desgracias. Le reprochan imponer restricciones presupuestarias a los gobiernos “elegidos democráticamente”, que arruinan el sector público, empobrecen, matan. Esto es olvidar que las autoridades europeas no son en sí mismas más que un instrumento de las mafias financieras internacionales. Ellas son nuestro verdadero enemigo, como se lo reveló a los chilenos el asesino económico Milton Friedman. Sin embargo, por más temibles que todavía sean, los administradores de un mercado del que son a la vez amos y esclavos, muestran cada vez menos poder real y cada vez más poder ficticio, una autoridad cuya puesta en escena está destinada a fascinarnos como la serpiente fascina a su presa. Pero hemos demostrado que ya no somos presas y que estamos revocando la depredación. Ellos, en cambio, están librando una guerra de vendedores ambulantes. A la vez presas y depredadores, se agotan en rivalidades competitivas y se hacen pedazos unos a otros por un hueso donde pronto no quedará nada que roer. Porque el Estado y las autoridades supranacionales son acechados por el inevitable colapso de un sistema donde el dinero da vueltas en círculos, reproduciéndose solo a sí mismo, no es más que una forma virtual llamada a devorarse a sí misma devorando todo a su paso.
Unos dirigentes cada vez más tontos, unas y unos insurgentes cada vez más inteligentes. La bancarrota rentabilizada del sistema mercantil no solo provoca la destrucción de la tierra y sus especies, sino que ocasiona un deterioro mental que año tras año debilita a los administradores de la decadencia universal. Estos son incapaces de evitar que una formidable ola insurreccional rompa el asalto de sus empresas mortíferas. ¿Te preguntas sobre el efecto de pasar del viejo mundo al nuevo? Está ocurriendo lentamente frente a tus propios ojos. Los jefes de Estado y los gobernantes son vencidos por la senescencia a medida que se esclerosa su nervio de la guerra, mientras que la insurrección popular y la desobediencia civil demuestran día a día una inteligencia que la apertura a la vida nunca deja de estimular
Lo alto se pudre, lo bajo revive. Los individuos autónomos muestran una creatividad que dirige la ofensiva desde dos ángulos. Mientras que los análisis críticos, los recursos legales, los sabotajes y los hostigamientos mediante el ridículo denuncian las estafas de un Olimpo de opereta, en la base se multiplican y expanden las asambleas locales y regionales que se enfrentan directamente al problema de la generosidad humana en una sociedad de cálculo egoísta. Este combate a la vez plural y unitario, nutre la resolución de lxs insurgentes, su determinación de “no renunciar a nada”. Aquí la vida reivindica su prioridad absoluta sobre la economía del lucro.
La creación de nuevas condiciones de existencia es una prioridad. La ruina de nuestras conquistas sociales y los dictados que el capitalismo y su democracia totalitaria nos asestan, dan una idea del caos al que pretende precipitarnos. Recordemos lo que le pasó a Grecia. A pesar de contar con el apoyo de una mayoría popular que la instaba a abandonar la Unión Europea, el gobierno griego de Tsipras dio marcha atrás y tomó una decisión opuesta a la voluntad del pueblo. Cedió a un chantaje abiertamente declarado: “Si no aceptan las medidas de austeridad que preconizamos, se irán de Europa, no tendrán dinero, no tendrán con qué pagar los salarios, mantener las escuelas, los transportes, los hospitales. Après nous le déluge!” (“Después de nosotros el Diluvio”). Tsipras tuvo que ceder porque la sociedad griega no estaba preparada para evitar el cataclismo programado.  ¿No resulta inquietante que no estemos aprendiendo las lecciones de este desastre anunciado?  ¿No deberíamos emplear nuestra energía en sentar las bases de micro-sociedades capaces de responder a los desafíos del caos y de la absurdidad devastadora, de lo que nos da un anticipo el estado de los sectores hospitalario, alimentario y energético?
El mayor peligro que enfrentamos es la falta de audacia. Es no tener confianza en nuestras propias capacidades, es subestimar nuestra inventiva. Esperar soluciones del Estado nos condena a vegetar en su cadáver podrido.  ¿Cómo olvidar que la ley del lucro, que determina todas las leyes del sistema, consiste en recuperar con una mano lo que se ha dado con la otra? Dialogar con el Estado es entrar en la boca del monstruo.
Lo importante no es tanto romperlo con nuestros golpes como sustituirlo por un conjunto de micro-sociedades humanas en las que se emplee la libertad de vivir para experimentar la riqueza de su diversidad y armonizar sus opciones contradictorias.
El fraude del referéndum. En Francia, lxs insurgentes exigen un Referéndum de Iniciativa Ciudadana (RIC). El gobierno no quiere oír hablar de ello, excepto en forma de lo que llama un Referéndum de Iniciativa Compartida (RIP, por sus siglas en francés) del que obviamente tendría el control. Al mismo tiempo, el propio gobierno muestra su desprecio por los referendos rechazando una petición de más de un millón de personas que se oponen a la venta del aeropuerto de París al sector privado. En Chile, se está gestando el mismo fraude. El gobierno propone sustituir la constitución de Pinochet recurriendo a la farsa electoral y a sus manipulaciones tradicionales. ¿El objetivo? Imponer desde arriba una constitución que servirá para legalizar el control del capitalismo sobre los recursos del país. ¿No estamos cansados de presenciar una vez más este truco de magia que, en nombre del pueblo, confiere plenos poderes al mercado? ¿Cómo ratificar una constitución popular que de ningún modo está escrita directamente por el pueblo, por las asambleas de barrios y territoriales?
La lucha por la calidad de la vida se burla de la dictadura de los cifras, de la medida, de la mayoría. La cifra es la medida del poder. Reina a través de la cantidad porque reina sobre unos objetos, sobre una pila anónima de mercancías. Hoy estamos descubriendo la perspectiva inversa. La calidad anula la dictadura del número. La calidad de la vida se burla de las cuentas presupuestarias que la reducen a un elemento del lucro. La calidad es la autenticidad vivida. Es así como puede mostrar su interés por lo que le concierne y su desinterés por las guerras competitivas que las mafias mundialistas libran entre sí. Nos interesa evitar las consecuencias de estas guerras, cuyas víctimas son siempre los de abajo.
En sus aspectos más visibles, la guerrilla pacífica moviliza a cientos de miles de partisanos de la desobediencia civil. Más allá de la mentira mediática que asegura que los manifestantes se agotan, que su número disminuye, ni en Francia, ni en Chile, ni en Líbano, ni en Sudán, ni en Algeria, ni en Irán ceden en el frente de las demandas. No se confunden de enemigo, su voluntad no se debilita. El adversario es la máquina del lucro que aplasta la vida, la lucha es la de la vida que se niega a ser aplastada.
El fenómeno está ganando profundidad, afecta los modos de pensamiento y comportamiento. Cada vez más individuos redescubren las alegrías de la solidaridad y están tomando conciencia de que la realidad vivida no tiene nada en común con la realidad contable, presupuestaria, estadística que se urde en estos lugares altos que, de hecho, no son más que las mazmorras del mercado.
Ni dirigentes ni representantes autoproclamados. Más allá de los jefes, las asambleas auto-organizadas excluyen a los aparatos políticos y sindicales y a quienes quieren ser sus delegados. Los miembros de estas asambleas, por otra parte, están preparados para discutir a título personal con todos los individuos, militantes y no-militantes, sin importar sus opiniones religiosas e ideológicas. De hecho, creen que la lucha social por una sociedad más humana y generosa prevalece sobre las representaciones del mundo que cada persona construye según su historia particular. No llaman a renunciar a las convicciones personales, sino a superarlas, es decir, a resituarlas en unas condiciones que permitirán negarlas en su forma antigua y preservarlas en su forma nueva. Tolerancia para todas las ideas, intolerancia para todo acto inhumano.
La Comuna es el lugar de la vida reencontrada. Es un ágora de libertad donde todas las opiniones tienen la ventaja de ser expresadas, escuchadas y concretarse en forma de decisiones colectivas. ¿Por qué? Porque inicialmente reúne a un pequeño número de personas que se conocen o están empezando a conocerse. Tienen el privilegio de ocupar un territorio que es conocido, donde pueden intervenir con pleno conocimiento de causa. Tienen la ventaja de estar en una proximidad a la que la federación de comunas presta una distancia crítica, una conciencia afinada.
Cada comuna es la base de una multitud de entidades similares. Su federación formará un tejido social capaz de suplantar un Estado que no deja de degradar las condiciones de existencia. Es aquí, en el terreno de nuestra existencia cotidiana, que nuestra creatividad tiene la mejor oportunidad de derrotar al imperialismo estatal y mercantil. El ser humano siempre se ha doblado sin romperse. Basta de inclinar la cabeza, es el fin de este mundo donde, como dijo Chamfort, el corazón solo tiene la opción de romperse o endurecerse.
La lucha de la Comuna es la lucha de la generosidad humana contra la dictadura del lucro. No vamos a tolerar que el capitalismo mundial y el cálculo egoísta contaminen nuestro ambiente y nuestra conciencia humana. La ayuda a los más pobres le atañe a las asambleas populares, no a la fría jurisdicción estatal y sus proxenetas xenófobos, racistas y sexistas. El impulso de solidaridad trae consigo una sensación irrefrenable e insólita: la vida va tan rápido que ya no tenemos tiempo para morir. La insurrección es una cura de salud.
La mujer está al frente de la lucha por los seres humanos. Ahí está su unidad. Es una unidad reivindicativa que amenaza la tradición machista y los resurgimientos patriarcales. No es de extrañar que el poder trate de fragmentarla en categorías para enfrentarlas unas con otras y para “dividir y reinar”. Tratar a la mujer como una abstracción permite, en efecto, hacerle asumir unos roles y funciones que antes estaban reservados al patriarcado. El sentido humano no está presente con la misma intensidad en la mujer policía, la torturadora, la especuladora, la militar, la mafiosa, la autócrata y en la insurgente que lucha por la emancipación igualitaria de hombres y mujeres. Pero dondequiera que el núcleo de humanidad no haya desaparecido por completo, ¿por qué no confiar en la vida para superar la coraza opresiva?
La Comuna es nuestro territorio, nuestra existencia ahí es legal. Tiene esta legalidad natural que el Estado sustituyó por una legalidad que nada nos obliga a reconocer. ¿No ha vuelto caduco el contrato social por el que se comprometía, a cambio de retenciones fiscales, a garantizarnos escuelas, hospitales, transportes y medios de subsistencia? A esto hay que agregar las medidas arbitrarias que atentan contra la dignidad humana y que su totalitarismo democrático multiplica. ¿No es evidente, por lo tanto, que estamos en la legalidad y que el Estado, de facto, está en una ilegalidad que, desde el punto de vista de sus propias leyes, nos autoriza a proscribirlo?  Sin embargo, la estructura municipal que ha implantado sigue en pie. Hace del alcalde un funcionario sumiso a su autoridad. Atrapado entre la representación del Estado y la representación de la población local, navega entre la honestidad, la corrupción, la modestia del portavoz y la arrogancia del edil entronizado. ¿Cómo pueden coexistir las asambleas de autogestión, sin negarse a sí mismas, en el marco de una organización municipal subordinada al Estado? Cada territorio en proceso de liberación tiene sus propias formas de lucha.
¿Cuáles relaciones con el municipio tradicional? Nadie ignora que la experiencia de la democracia directa marca una ruptura con los modos de votación que nos impone el ritual electoral. A diferencia del voto organizado por el clientelismo político, la Comuna es la emanación de las asambleas de proximidad. Los problemas que abordan son problemas concretos que surgen para las personas de un pueblo, de un barrio urbano, de la región circundante, donde su federación presta una visión global, mundial, a las decisiones tomadas localmente. Estas provienen de un entorno donde cada uno está preocupado y sabe de qué habla. Concretizan una práctica de vida, no una práctica de la ideología. El municipio es una antena, está menos atento a los ciudadanos que al Estado que los gobierna. Pero para nosotros, la Comuna es un mundo llamado a erradicar la mundialización del lucro.
El tambor de la unidad resuena en todas partes. ¿Qué unidad? Llamar a la unidad y a la convergencia de las luchas es tomar las cosas al revés. Las declaraciones abstractas, por muy generosas que sean, son señuelos. Toman el viejo camino de las buenas intenciones. La esperanza no cesa de tropezar de triunfalismo en derrotismo. ¿Vamos a alistarnos una vez más en estos frentes que se supone que deben movilizar la energía de todos y de todas contra lo que solo lleva una de las máscaras de la opresión global? Durante la Revolución Española, Berneri emitió esta advertencia: “Solo la lucha anticapitalista puede oponerse al fascismo. La trampa del antifascismo significa abandonar los principios de la revolución social”. Y añadió: “La revolución debe ganarse en el terreno social y no en el militar”. ¿Cuál es la fuerza poética de los chalecos amarillos y las asambleas auto-organizadas? El hecho de que ponen en primer plano problemas económicos, sociales y psicológicos de los que nadie puede escapar en estos tiempos de mutación (permacultura, prohibición de los pesticidas, bloqueo de los circuitos mercantiles, erradicación de los problemas petroquímicos y nucleares, exploración energética, reactivación del tejido rural y urbano, ruptura con el fetichismo del dinero, reconstrucción de la educación, guerrilla llevada a cabo según el principio “Nunca destruyas a una persona y nunca dejes de destruir lo que la deshumaniza”).
La verdadera unidad es la lucha por la mejor vida.
La desobediencia civil es un derecho imprescriptible dondequiera que reine el derecho a oprimir. La redacción de una carta nacida de las Comunas y de sus asambleas podría garantizar el principio y sentar las bases de la legalidad de una democracia que su poesía práctica libere para siempre del dominio estatal y mercantil. ¡Abajo la república de los negocios! ¡Larga vida a la república del sentido humano!
Raoul Vaneigem,
25 de febrero de 2020

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