PERFILES DELINCUENCIALES PARA UNA “NUEVA NORMALIDAD”

Perfiles delincuenciales para una “nueva normalidad”
29 abr 2020
Algunas reflexiones acerca de la “nueva normalidad”
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Política del contagio y estado de alarma
Desde la aparición del coronavirus, hemos constatado que, salvo excepciones en el norte de Europa, los gobiernos de países del capitalismo desarrollado han seguido patrones muy similares, y aunque disponían de ejemplos de territorios económicamente emergentes de Asia, especialmente China, que se supone es el país en el que apareció este virus y desde donde se extendió hacia otros lugares, han preferido ignorar las consecuencias que ya se preveían.

Tras la identificación del virus, en esos estados Occidentales en principio se le restó importancia con argumentos tan soberbios como que, en aquellos países donde apareció inicialmente el virus, no disponían de los sólidos sistemas sanitarios europeos, pero a medida que la pandemia se fue extendiendo por las poblaciones occidentales, las directrices de estos mismos gobiernos permitieron que las pobladores se fueran contagiando, hasta llegar al punto en el que dispararon el “estado de alarma”, difundiendo sus discursos del miedo, en clave de “declaración de guerra” contra el virus.

Esto no parece ser un hecho fortuito o casual, sino premeditado. Todos estos países con democracias neoliberales, y la mayoría con instituciones tan implantadas como la sanidad pública, perciben lo privado como una estimulante inversión, y lo público como un gasto innecesario. De la misma manera conciben a sus extensas poblaciones envejecidas como improductivas y un lastre que retrasa las ambiciosas expectativas de sus beneficios. Es muy sospechoso que este virus se cebe en esas capas más populares, como para cumplir los infames deseos de Malthus.

A su vez, tenemos unos Estados ampliamente sustentados en las culturas punitivas de la penalidad, el castigo, el encierro, y con grandes necesidades de control social frente al “futuro” que ambicionan y esperan alcanzar, sin las resistencias de las continuas protestas sociales, con la desaparición de los derechos de las clases trabajadoras o más empobrecidas, o desviando presupuestos destinados a instituciones o infraestructuras públicas, reorientándolos hacia los proyectos de los nuevos sistemas productivos empresariales.

Si con la anterior crisis de los países del capitalismo desarrollado, los gobiernos se apresuraron a rescatar a las instituciones bancarias y entidades financieras, en la actual crisis sanitaria, reconvertida con su estado de alarma en crisis de seguridad nacional, a quienes se pretende rescatar, es a las grandes corporaciones de las transnacionales y a la industria empresarial capaz de asumir el reto transformador que se les plantea, reforzando a su vez la parte de todas aquellas instituciones y tecnologías que sean susceptibles de ser utilizadas para facilitar los nuevos retos del control social. Los gestores de esta “doctrina de shock” ya planean ayudas económicas y subvenciones a industrias alimentarias para que, por ejemplo, puedan congelar los stocks de excedentes, y tengan su oportuna salida al mercado de consumo de las clases más populares.

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Los nuevos perfiles delincuenciales y los otros espacios de privación de libertad
Si bien es cierto que con la creación de la anterior crisis dejaron en condiciones muy precarias a la sanidad pública, ahora se valora la posibilidad, no de reforzarla con atenciones y servicios que prevengan y garanticen la salud de todas las personas, sino transformarla en otro instrumento más de ese distópico proyecto de control social. Para ello se precisa, al igual que hicieron con la ley mordaza tras el 15M, la incorporación de nuevos “perfiles delincuenciales” que se escapan, pero complementan y amplían, a las anteriores nociones del delito. Así vemos que perfiles como el/la “ASINTOMÁTICX”, empiezan a nombrarse para dar comienzo a una posible “búsqueda, captura y confinamiento” en lo que llaman “arcas de Noé” y que se asemejan a los primeros prototipos de cárceles de empresas privadas. Otros de esos “perfiles” son lxs “contagiadxs” o “sintomáticxs”, anticipando la posible aparición de “reincidentes”.

Las pulseras o tobilleras telemáticas que se colocan a las personas presas que cumplen alguna condena en régimen de libertad controlada, también tienen su versión en forma de aplicaciones de móvil con las que se detectarán los cruces o contactos furtivos entre toda esta nueva serie de “delincuentes” relacionados con el virus.

Los espacios de privación de libertad en estas primeras etapas de reformulación de la asepsia social represiva y para todos estos nuevos perfiles, no deben tener conexión con las tradicionales instituciones penitenciarias, aunque las finalidades sean muy parecidas, arrancar, aislar de la sociedad y reeducar a quienes consideran un “peligro” para estos nuevos valores de las sociedades asépticas, en las que todo contacto, toda reunión, se reinterpreta como una potencial amenaza contra la vida.

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“Héroes y villanxs”
Pero para descentrar la mirada del objetivo de estos nuevos “villanos”, es preciso de referentes que contrasten y nos orienten hacia valores “positivos”, como las figuras del “héroe”, y así tenemos en la vanguardia a esos “ejércitos” sanitarios de la “primera línea del combate” contra el virus; y en la retaguardia, a los ejércitos “humanitarios” militares y a las distintas fuerzas policiales que, con una hipócrita estrategia represiva, por el día abusan de su poder con indiscriminadas amenazas, persecuciones, palizas y multas; y por las tardes amenizan a los balcones con sus ridículos bailes de pachanga.

Otros de esos “héroes”, son la Unidad Militar de Emergencias que con todo lujo de recursos y equipamientos, se les veía montar tanto hospitales de campaña, como desinfectar edificios, pueblos y calles. El gobierno está aprovechando la situación para blanquear instituciones de muerte y no repara en medios, lo que contrasta con la escasez de recursos sociales o la provocada precariedad del sistema de salud y sus expuestxs sanitarixs. Si se empleara la misma voluntad en lo social como con el hospital de campaña del IFEMA, todas las poblaciones y sus habitantes de este país tendrían una asistencia médica digna, alejada de los protocolos de riesgo hacia los que nos empujan.

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Los medios de desinformación y “la nueva normalidad”
Otro de esos actores fundamentales con los que el estado de alarma no podría funcionar con la efectividad que lo está haciendo, es el inestimable papel de los medios de comunicación de masas, que han sido capaces de convertir en policías de balcón y en delatores policiales, a cualquier hijo de vecinx que se sienta amenazado al ver a alguien caminar por la calle, y sin embargo acepta como esperanzador, la diaria tortura de los aplausos en los balcones y las megafonías institucionales que, a todo volumen, transmiten las consignas del “buen ciudadano” con la banda sonora de esta nueva servidumbre voluntaria que es el “resistiré”.

Los medios de comunicación pretenden hacernos creer que en todos los balcones de este país se baila y goza la resignación de este forzado confinamiento. A su vez nos preparan para lo que los gobiernos llaman “la nueva normalidad” o “nueva realidad”, que es esa vida aséptica de las distopías más impensables, de la eliminación del roce de nuestras pieles, sin abrazos, sin besos ni caricias y que prohibirá la cultura del compartir colectivamente, para transformar la sociabilidad solidaria de los seres humanos en la propia de un cactus, llena de compartimentos estancos, mamparas o pantallas que nos separen. Un mundo en que nuestras maneras de sentir, también serán forzosamente obligadas a transformarse para aceptar la cotidianidad de los rostros con mascarillas, manos plastificadas en látex, túneles de ozono y cuerpos con olor a desinfectante.

Esos mundos de las aglomeraciones de las grandes poblaciones o centros comerciales que tan a menudo nos han agobiado, deberán reformularse con la limitación de aforos, aislamientos con mamparas transparentes o traslúcidos, marcas de distancias de seguridad, turnos, horarios y todo tipo de métodos de profilaxis para esta ortopedia social impuesta a decretazos.

Cualquier muestra de solidaridad, proximidad o afectos con contacto físico en espacios públicos, podrán ser penalizadas por las patrullas de vigilancia ciudadana o por el entorno más cercano, implantándose la hipocresía de “modas” semejantes a la de los integrismos islámicos que, con total “igualdad” se impondrán a hombres, mujeres o lo que unx se sienta.

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La reinvención de los espacios de interacción
Este panorama que dibujan es el de un mundo en el que los espacios multitudinarios como demostraciones sociales, culturales o deportivas, tengan que reinventarse, morir o pasar a la “clandestinidad”. Los test obligatorios, vacunaciones forzosas o documentos sanitarios, son algunas de las inútiles propuestas que discuten para que los lucrativos espectáculos, no se detengan.

El nuevo modelo totalitario de orden social disciplinar que amenaza cualquier expresión de libertad, como no podrá impedir las espontáneas manifestaciones de apoyo mutuo en los barrios, intentará apropiarse de ellas y pervertir su identidad popular, recreando y reproduciendo parodias que solo puedan fracasar.

Este tipo de estrategias ya fueron anticipadas por las transnacionales al retirar sus oficinas de atención al público, convirtiéndolas en virtuales o telefónicas, en las que se cambiaban la interacción personal por la estéril comunicación con robots y grabaciones de voz que solo nos dirigían hacia vías muertas.

Tras varios años de experiencia sin demasiados contratiempos, el sistema puede dar un paso más en ese sentido que tuvo una de sus primeras etapas, con la aparición de las grandes superficies de consumo y centros comerciales, haciendo desaparecer buena parte de los pequeños comercios barriales que eran uno de los diversos puntos de encuentro de vecinxs y que fueron progresivamente desapareciendo.

El estado de alarma y su confinamiento han sido un paso más en ese sentido, y los abarrotes, las pequeñas tiendas, supermercados de barrio o badulaques, que no sepan reinventarse y adaptarse, conocerán esa máxima capitalista de la “supervivencia del más fuerte”, o entrarán a formar parte de los nuevos guetos. Y para no dejar evidencias de esta nueva ofensiva, las entidades financieras están ofreciendo microcréditos y préstamos que acelerarán el endeudamiento de esos negocios barriales familiares.

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Los grandes beneficiarixs
Responsables políticos como el Ministro de Consumo nos enseñan que no importa el tiempo que se esté en el poder para corromperse y darnos cuenta de lo alejados que están de la realidad el poder. No de esa “nueva” que pretenden instaurar, sino de la realidad cotidiana de la calle. El ministro Garzón, declaró con total ignorancia y despreocupación, que no había desabastecimiento de alimentos y que no le constaba ningún aumento de precios. Tales afirmaciones sólo las puede hacer alguien que no haya pisado un supermercado para hacer la compra de alimentos.

Mientras que las clases políticas nos confunden con directrices y normas cambiantes, los productores cooperativistas de sectores como el alimentario o los transportistas autónomos de mercancías, se sienten extorsionados por mafias legalizadas como las grandes superficies comerciales.

Superado el pánico de esos primeros días identificados con las compras masivas de papel higiénico, los estantes vacíos de las semanas posteriores en esas superficies comerciales alimentarias, eran los de los productos básicos y habituales que entran en las casas trabajadoras y, aunque a los productores se les paga menos en origen, los precios en los súpers tienen un ligero aumento que puede alcanzar hasta más de un 30% en el total de la compra. De no detenerse esta tendencia, la comida fresca acabará convirtiéndose para lxs trabajadorxs, en un lujo o un privilegio.

Las grandes superficies comerciales del consumo no son las únicas beneficiarias de esta pandemia. Empresas de material deportivo, las industrias productoras sanitarias, los laboratorios de investigación virológica, las industrias farmacéuticas, las empresas de comunicación y teleconferencias o las de tecnologías virtuales, han sido responsables de toda una especulación que pone en riesgo la frágil situación de las personas con menos recursos económicos. Además, la carrera por conseguir antes que nadie una posible vacuna, ha llevado a muchas de estas industrias a intentar inventarse un fármaco milagroso, para conseguir una patente y ser distribuido “universalmente”.

La industria médico-farmacéutica, no se centra sólo en las dolencias, sino que también orientan su lucrativo negocio a medicalizar a las personas sanas.

Aplicar normativas a ciegas como parte de una estrategia
Otra de las características del avance de este totalitarismo en forma de pandemia, es que las verdades oficiales de ayer son distintas a las que se difunden hoy y, a su vez, las que se emitirán mañana, serán otras diferentes y contradictorias con las anteriores.

Se desconocía casi todo sobre este virus, pero eso no les privó a los gobiernos para inventarse teorías sobre el contagio, hipotéticas inmunidades o normas de seguridad que han ido fracasando y poniéndose en evidencia según avanzaba la pandemia. El “ensayo-error” no ha sido el proceso de una investigación, sino la estrategia de una progresiva imposición de improvisaciones ineficaces contra el virus, pero efectivas para desviar la atención y mantenernos cautivxs y enredadxs. en la tela de araña de los miedos de sus cotidianas estadísticas, proyectos de confinamiento e incomprensibles especulaciones de “desescaladas”.

En estos momentos hay países ya que se preparan para un posible rebrote, pues todas esas certezas sobre una hipotética inmunidad tras superar el contagio, se derrumban con la reaparición de síntomas en personas que ya habían superado el virus. Además, ya nos anticipan y amenazan con una segunda oleada de contagios mucho mayor, que provocaría una nueva “escalada” en la anunciada “desescalada” de los confinamientos, que nos retornarían al encierro de más confinamiento.

Algo de lo que no nos cuentan
Tenemos un claro ejemplo del funcionamiento de sus engaños en esos ERTE’s y ERE’s que se han transformado en despidos, pese a las iniciales y “tranquilizadoras” promesas de ayudas con prestaciones económicas que se agotaron rápidamente, incluso antes de hacerse públicas. Es decir, la “verdad oficial” es la del momento y el momento ahora está lleno de incertidumbres y oscurantismo, y si no lo remediamos, acabaremos acostumbrándonos porque otra de esas máximas capitalistas es la de la supervivencia de quien mejor se adapte, y lo que se intuye en ese horizonte de totalitarismo, que sacrifica libertades por una aparente y frágil seguridad, tiene una adaptación imposible.

Ahora mismo en muchas empresas ya se trabaja sin las habituales medidas de seguridad y todas las normativas laborales a ese respecto, están siendo sistemáticamente incumplidas porque, o se acepta el trabajo, o te convierten en “insolidarix” incompetente que se va a encontrar en la calle despedidx, sin derecho a nada.

Hay empresas que para iniciar de nuevo su producción, se plantean los turnos y obligar a lxs trabajadorxs a que se hagan el test del coronavirus para permitirles el acceso a su puesto de trabajo. Una medida inútil si no se realiza cada vez que se entre al trabajo, a no ser que lxs trabajadorxs permanezcan confinadxs en el interior de las empresas como en las maquilas. Otras ofrecen la posibilidad del tele-trabajo, lo que supone no tener horarios.

Los espacios productivos deberán amoldarse al cumplimiento de distancias y toda suerte de protocolos, así como al uso de equipos protectores que probablemente, como ha sucedido en otros ámbitos, no se distribuirán con la frecuencia y calidad necesarias y dejarán de cumplirse cuando las necesidades productivas lo requieran.

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En algún chat he leído que llamaban a este modelo de control social como “COBIG-brother”, en clara alusión a la distopía de 1984 relatada por George Orwell.

La explotación laboral tal y como la conocíamos hasta ahora, probablemente se verá comprometida a grandes cambios que empeorarán nuestras condiciones. Las inteligencia artificial, combinadas con tecnologías como la robótica, la big data, el 5G, no sólo normalizarán la posibilidad de que muchos productores estén a miles de kilómetros de distancia de las zonas de consumo, sino que algunas empresas ya no necesitarán tener locales físicos o podrán reducirlos a conveniencia.

Todas esas tecnologías mencionadas anteriormente también podrán ser utilizadas para ejercer un extenso control policial sobre lxs individuxs y las poblaciones, al complementarse en tiempo real con datos sobre biometría, geolocalización, identificación de huellas, reconocimiento facial y de voz o ficheros de ADN,

La paradoja de todo ese costoso sistema de aspiraciones totalitarias de control, es que el coronavirus, con los protocolos de seguridad, puede convertir en inútiles a parte de esas tecnologías, pues si con la ley mordaza se nos criminalizaba por asistir encapuchadxs y con guantes a las diversas protestas sociales, con la “nueva normalidad” anticontagio, es de obligado cumplimiento llevar mascarilla, pantallas protectoras, guantes y hasta ropa de repuesto.

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La manipulación estadística llena bolsillos
El capitalismo no es más que una terrible farsa llena de medias verdades, para seguir enriqueciendo a las acaudaladas familias que se consideran amos de todo lo que se mueve y respira en el mundo, pero el virus también puede hacer que ellos dejen de respirar y moverse.

Hemos sido testigos de como los gobiernos han captado nuestra atención, como en el fraudulento juego de trileros, con bailes estadísticos de cifras que las mueven de un lugar a otro según les conviene. La estadística ha sido un recurso que los poderes han sabido instrumentalizar siempre en su beneficio, transmitiendo mensajes parcial o totalmente manipulados que, al descubrirse su engaño, se han justificado con absurdos retrasos en el volcado de datos o la inusual utilización de modelos diferentes en los cómputos y otras disparatadas excusas.

La verdad incuestionable es que las “residencias para la tercera edad”, habían tenido un proceso de privatización mucho mayor que el sistema público de sanidad, y en las residencias para personas de las poblaciones más envejecidas, los cadáveres se amontonaban y era difícil seguir ocultando estas muertes porque los familiares se interesaban por la salud de sus ancianxs. Y como el contagio sólo podía provenir del exterior, justificaron por razones sanitarias el cierre y el silencio, privando de visitas familiares y sin dotar al personal de cuidadorxs de las oportunas medidas de protección. Una negligencia hartamente sospechosa, que remite a la eliminación de lo que la codicia del capitalismo considera sobrantes o excedentes sociales.

El silencio de muerte de las prisiones
Y esa misma estrategia, o por lo menos muy semejante, es la que también se ha puesto de manifiesto en las prisiones. Cierre de los centros penitenciarios a las visitas familiares, carceleros sin protecciones siendo los potenciales transmisores del contagio, y presos a lxs que no se les informaba ni dotaban de protecciones frente al posible contagio.

En Catalunya, por ejemplo, se negaba la existencia de muertes en prisión por el coronavirus, señalando las causas por deceso a otras dolencias, sin embargo en el interior lxs presas reconocían una persona muerta, y a varias contagiadas y trasladadas al hospital penitenciario, pero sin tomar medidas preventivas sanitarias con las personas que habían estado en contacto con ellas. Soy consciente que hablar de “medidas preventivas” en un espacio como el carcelario, es bastante incongruente, pues no remiten a recursos sanitarios, sino a las más propias del aislamiento penitenciario.

Actualmente, aunque las cifras y las estadísticas son una repetitiva proclama del discurso oficial, se hace bastante difícil encontrar esos datos sobre contagios y muertes en centros de privación de libertad que, como en las residencias para las personas mayores, la salud está en un arriesgado desequilibrio. Si cerraron las escuelas para que lxs niñxs no pudieran entrar y contagiarse, las prisiones las cerraron con las personas presas dentro, sin prevenir el contagio por sus guardianes y carceleros. Hace tiempo que las políticas penales de los Estados Unidos, que son las que han influido a la mayoría de países europeos, han convertido a sus cárceles en centros productivos, y a sus presxs en parte de esa población considerada prescindible.

Esas mismas políticas criminales contra la integridad de las personas presas, se han ensayado anteriormente y hoy se siguen reproduciendo. En El Salvador, el gobierno aprovecha esta “crisis” del coronavirus, para permitir a los carceleros mezclar en las mismas celdas, a miembros de maras rivales, de maneras que si no mueren por el virus, morirán por esa rivalidad de muerte, cuando lo inteligente sería construir complicidades contra sus verdugos.

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Si el rastro del dinero desaparece, no hay corrupción
Las medidas que los gobiernos están aplicando desde la imposición forzada del estado de alarma, persiguen cambiar la diversidad de los distintos modos de vida, por un único modelo de existencia protocolorizada, a la que eufemísticamente se refieren como “nueva normalidad”.

A los nuevos perfiles delincuenciales que todavía están desarrollando y a los múltiples cambios productivos, relacionales o afectivos, hay que añadir los cambios en las formas de consumo, orientadas a la venta on line y a la progresiva desaparición del papel moneda que, el dinero plástico de las tarjetas de crédito, no consiguió erradicar. El papel moneda como dinero, tras ser extinguido, acabará siendo una entelequia que no dejará rastros fáciles de descubrir.

Aquí es muy factible la utilización de más aplicaciones para el móvil o incluso chips cutáneos. Si introducen esas aplicaciones y chips que hasta ahora se utilizaban principalmente para los animales domésticos, será muy difícil evitar que nos obliguen a incorporar otras aplicaciones o chips de control sanitario, policial, de consumo o para la geolocalización, que podrán detectarnos, identificarnos y localizarnos en tiempo real, a través del seguimiento del rastro de nuestros datos.

Distintos gobiernos, para permitir los desplazamientos y la circulación de una población a otra, ya se plantean fases y la posibilidad de campañas con “vacunaciones” forzosas, “pasaportes de inmunidad” o documentos sanitarios similares que diferencien entre personas “sanas”, las sumisas y obedientes, y “contagiadas” o “sintomáticas”, las que deben ser reinsertadas al nuevo orden profiláctico, que a semejanza de los nazis que con estrellas, triángulos…, marcaron a sus “apestadxs”.

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Realidades paralelas
El coronavirus se ha convertido en una letal y asfixiante cortina de humo que nos angustia y confunde con sus balances entre la vida y la muerte, mientras que por detrás se construye y rearma todo ese sistema que impone la obediencia a la intimidación del miedo y a su adicción mortal. O vivimos en la hipótesis de una vida en permanente riesgo de muerte o en la certeza de una vida muerta hipotéticamente sin riesgos.

Algunas voces claman por volver a fortalecer esa recortada sanidad pública, que permita afrontar nuevas posibles etapas de aumento del contagio, rebrotes u otras mutaciones de otros virus. Todos los expertos afirman que el virus ha llegado para quedarse y que tendremos que “acostumbrarnos” a vivir con él. Sin embargo, si prestamos atención, es fácil percibir que la sanidad pública se ha volcado en la lucha contra el virus y ha quedado bastante inoperante frente a cualquier otra cuestión, aplazando todo tipo de pruebas, tratamientos e intervenciones quirúrgicas.

Los avances en la robotización y la inteligencia artificial, todavía no están lo suficientemente avanzados como para imponer de manera efectiva el autoritarismo del control total, que entre sus múltiples fantasías, podemos identificar el fracaso de esa carrera por conseguir vehículos inteligentes, capaces de prescindir de los recursos humanos.

La profilaxis social que nos imponen es la que nos conduce a ese mundo aséptico de las máquinas, en el que también conviven la espectral sombra amenazante del contagio viral y la frágil e inquietante seguridad de la desinfección total de las casas en las que, cualquier visita, puede ser interpretada en clave de mortal amenaza. Un mundo con espacios y tiempos convenientemente estructurados, en los que cada actividad tendrá sus protocolos, uniformes, turnos y horarios, y en la que los peligros siempre vendrán de fuera. Fuera de la casa, fuera de la localidad, fuera del municipio, fuera de la provincia, fuera de la región, fuera del país, fuera del continente…

Esta pandemia nos muestra algunos puntos débiles del capitalismo que, pese a lo que imaginábamos, no se derrumba parando prolongada y temporalmente los centros productivos, pues el sistema dispone de múltiples recursos y numerosas alternativas para suplir la producción de falsas necesidades, tan fundamentales para convertirnos en “afectxs” al régimen de consumo.

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Detener la devastación del planeta, no es imposible
El virus ha sido una de las más serias amenazas para el actual capitalismo. Una amenaza que surge de su corazón corrupto que, de querer abolir las fronteras para las mercancías y la explotación, ahora tiene que construir muros infranqueables que las cierren al tránsito humano.

Este virus ha conseguido en pocos días, lo que protocolos de Kioto y numerosas protestas contra las cumbres de altos mandatarios, fueron incapaces de lograr sobre la emisión de CO2. Los aires vuelven a ser respirables sin grandes riesgos para la salud, Las aguas fluyen cada vez más libres y claras por la ausencia de la mayoría de vertidos industriales o agrícolas. La devastación de los espacios naturales no se ha detenido, pero su avance ha perdido agresividad y hay lugares que se asilvestran y regeneran. Es impresionante escuchar como en las montañas han aparecido cantos de pájaros que hasta hace poco no se oían. Corzxs, jabalíes, conejxs, aves rapaces, reptiles y muchos otros animales salvajes que no eran visibles al ojo humano, aparecen en las sendas y caminos de los campos y las montañas. Se descubren a los caballos salvajes y a las cabras de las altas montañas, al bajar a los altiplanos. La vida de una naturaleza desconocida hace acto de presencia y se puede disfrutar cuando el depredador humano se ausenta.

Este virus nos ofrece la oportunidad de descubrir los primeros efectos en territorios sin la completa presión que los aumentos demográficos, las industrias como la de la invasión turística, la incesante especulación inmobiliaria, la permanente contaminación de la industria automovilística o aeronáutica, etc…, generan en la naturaleza.

La rapidez de la capacidad contagiosa del virus, sólo es comparable a la de las banalidades que nos aseguran que aportarán las tecnologías tras la implantación del 5G. Tecnologías que, al contrario que esa naturaleza que estos días emerge, son cada vez más invisibles e intrusivas y suelen pasar desapercibidas para el ser humano.

Hasta la fecha, las relaciones entre la pandemia y esta tecnología a la que auguran una inminente implantación, no son más que intencionados y premeditados rumores para desinformar y encubrir sus, aún desconocidos, efectos indeseables y perjudiciales para la salud y ocultar la intencionalidad de un progreso que nos convierte en apéndices dependientes de las máquinas.

Estos rumores actúan como los mecanismos de “falsa bandera”. Mientras por un lado parecen descalificar a la tecnología, por otro, una vez difundidos extensamente y confirmada su falsedad, serán el “pasaporte de inmunidad” que neutralizará las consecuencias reales de sus radiaciones sobre los seres vivos.

En estos días se difunden muchos textos sobre el virus, la pandemia, su gestión por los gobiernos y sus consecuencias, pero ninguno de ellos puede abarcar la totalidad de la extensa dimensión de esa “nueva realidad”, porque son imprevisibles e impensables. Entre todos, apenas es posible esbozar apuntes de una ligera idea. Y esta dificultad, en mi opinión, reside en que quienes están en el poder, todavía no saben cómo manejar toda la potencialidad del sistema que todavía se encuentra en desarrollo, sin que el totalitarismo reviente el mundo entre sus manos.

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