LUCHA DE CLASES: REFLEXIONES SOBRE IDENTIDAD Y HEGEMONÍA CULTURAL EN TIEMPOS DE PANDEMIA

Oriol Batalla

Desde el golpe de estado de 1973 en Chile para derrocar a Salvador Allende y el gobierno de izquierdas de Unidad Popular bajo la sombra de Richard Nixon y Henry Kissinger, pasando por la instauración del mandato Thatcherista en el Reino Unido, el neoliberalismo ha gozado de hegemonía en la gobernabilidad de los países económicamente ricos. Tan poderoso fue su mantra individualista, mercantilizador y privatizador que incluso organizaciones y partidos políticos del ala izquierda como el partido laborista británico o el PSOE con Felipe González al frente sucumbieron a esta lógica. Los surcos del neoliberalismo han sido tales que elementos que, a priori, están fuera del mercado material al no ser creados a través de este capitalismo extremo global, se han monetarizado, como es el caso del ser humano como individuo, la educación, la naturaleza o la sanidad. Incluso la ciencia ha demostrado estar siempre del lado del capital, pues, como ya se vio con enfermedades como el Ébola, la carrera por la investigación en los países desarrollados solo empezó cuando esta enfermedad afectó a alguno de estos. Junto con la descentralización industrial consiguiente a la llegada del neoliberalismo, comunidades que se basaban en una industria fuerte, como Liverpool o Birmingham en el Reino Unido, cayeron en el olvido tras perder la guerra sindical contra Margaret Thatcher en la década de los ochenta (Jones, 2011).

A parte de haber doblegado la sociedad bajo la bandera de la hiperproductividad que Han (2020) tanto critica y el mérito individual, el hustling de los programas de coaching motivacional y de post de Instagram insulso y básico, debido al cual cualquier individuo debería tener la posibilidad de escalar en los estratos de su sociedad independientemente de lo pudiente que sea -cosa que ya demuestra Owen Jones (2011) como rotundamente falsa-, si el neoliberalismo ha triunfado en algo de manera abismal es en hacer creer a la sociedad que todas las personas son de clase media y que, si no lo son, es debido a su vagancia individual. De esta manera, tal y como apunta Vicenç Navarro (2020), el discurso de clases desapareció del diálogo político, dejando de hablar de clase trabajadora, hablando solamente de clase media. Este concepto que todo el mundo adoptó debido a la mediática aversión hacia el trabajo manual o poco cualificado que ha surgido a raíz del individualismo neoliberalista, la falsa escalera social basada en una falaz meritocracia que este discurso a grabado a fuego en nuestra conciencia ontológica y la capacidad de endeudarse para adquirir propiedades, ha hecho que personas que en su día no hubieran dudado en asociarse con el colectivo trabajador, hoy no lo harían, porque hoy todos somos de clase media.

El neoliberalismo ha calado hondo dentro de la conciencia colectiva con el lema Thatcherista de que no hay otra alternativa. Esta lógica ya fue ilustrada y denominada por Mark Fisher (2009) como Capitalist Realism (Realismo Capitalista), la cual ha sido repensada por Batalla (2019) como Necrocene Realism (Realismo del Necroceno), una ontología de negocio y consumo que consciente o conscientemente comprende la naturaleza voraz, extintiva y necrótica del capitalismo y su necropolítica y necroeconomía, y que a su vez ciega a la humanidad “tanto ontológica como materialmente de manera que no pueda percibir ni pensar en ninguna alternativa factible o coherente fuera del Capitalismo” (Batalla, 2020). Engullendo y extinguiendo cualquier alternativa al neoliberalismo, este realismo ha conseguido que, a través del discurso promulgador de una clase media dominante, el individualismo y la falsa escalera social, la precariedad laboral y el desmoronamiento de las fuerzas sindicales en términos generales, se haya creado una hegemonía cultural Gramsciana (1971) en la cual la sociedad ha creído esta gran mentira, asentada en los aposentos de los filtros Chomskianos del mass media (Chomsky y Herman, 1988).

Esta ignorancia sistemática a la clase trabajadora ha desembocado en un ascenso sin precedentes de la extrema derecha en el paradigma político actual. Apelando al miedo hacia el “otro”, a un racismo deliberado y a la identidad del hombre trabajador blanco bajo una bandera y un discurso populista, partidos como VOX en España, el BNP Británico o la Alianza Norte en Italia han conseguido encapsular los intereses neoliberales más agresivos en los cuales el interés de la derecha es sin lugar a dudas mantener el status quo de las élites económicas junto al apoyo de unas clases populares que se han visto ignoradas durante las últimas décadas.

Uno puede pensar que la lucha de clases es algo del pasado, que Marx y Engels teorizaron y que cayó en el olvido. Si bien es verdad que como hemos visto, el discurso de clases ha desaparecido del paradigma político desde el apogeo del neoliberalismo y la globalización, las clases altas, las más pudientes, siempre han tenido muy claro quien eran y por lo que ellos debían luchar. El poder y la superioridad económica han sido cruciales para estas clases ricas. No es de extrañar que zonas como el ya trending topic Barrio de Salamanca en el centro de Madrid haya sido epicentro de un hecho esperpéntico que ni Valle-Inclán hubiese podido iluminar en su obra en un paradigma Nietzscheano que nos invierte la narrativa hacia un pozo de sensaciones no conocidas. Patriotismo de Burberry y náuticos a caceroladas y gritos de “libertad”. Pero ¡cuidado! Cuando estas personas reclaman “libertad”, reclaman la hegemonía cultural del realismo que hemos delineado en forma de constelación de ideas para rodear este evento. Estas personas tienen conciencia de clase. Quieren poder seguir explotando laboralmente a sus trabajadores que, debido a la desindustrialización, han vistos sus salarios y condiciones empeoradas (Jones, 2011). Se dicen ser tradicionales, pues la historia les ha beneficiado desde el 1939, pues los estados están impregnados por la tinta de los que han ganado históricamente las batallas (Monedero, 2020). Y ahora han conseguido que las víctimas identifiquen a sus verdugos como patriotas de bien.

Una cosa que nos ha mostrado la pandemia del coronavirus es que en los países económicamente ricos (en los cuales incluiríamos a España) si que existe una clase trabajadora de facto, crucial para la supervivencia de los demás. Como constata Navarro (2020), debido a la situación causada por el coronavirus, la población se ha dividido entre “entre los que pueden trabajar desde casa (la mayoría, de clase media y clase alta) y los que no pueden (la mayoría, de clase trabajadora).” (Navarro, 2020). Los miembros de este último bloque se encuentran primordialmente empleados en los sectores esenciales, jugando el papel esencial ya recalcados y, aun así, subyugados a condiciones de precariedad laboral, condiciones en las cuales se encuentran muchos jóvenes cualificados académicamente de clase media bajo lo que se conoce como la “proletarización de la clase media”. De esto solo se puede sacar una conclusión “blanco y en botella”: el neoliberalismo y los establishments de las élites económicas han priorizado sus intereses económicos sobre el bien común.

El neoliberalismo absorbe todo lo que tiene a su alcance, sea material u ontológico. Lo transgiversa y lo moldea para adaptarlo a su realismo y hegemonía donde las ideas controlan a sus poblaciones (Gramsci, 1971). En la situación actual en la que Han (2020) y Zizek (2020) no se ponen de acuerdo en si va a ser un golpe duro al neoliberalismo o lo va a hacer más fuerte, es crucial entender que si las ideas controlan a sus poblaciones según Gramsci (1971), la única manera de encontrar afluentes para atacar de manera frontal la inequidad del neoliberalismo es romper con la hegemonía cultural impuesta por el discurso neoliberal y reformular un discurso sociopolítico ecosocialista real donde la conciencia de clase sea presente en todos sus estratos populares para poder desafiar el realismo del Necroceno como proceso de subordinación moral, intelectual, política y social. Solo dejando de lado el individualismo y la falacia de la meritocracia impuestas, uno puede empezar a ver otra vez la dialéctica Hegeliana/Marxista que puede desatar hacia una síntesis fructífera. Delineando conflictos específicos en forma de constelación de eventos a través de una nueva ideología de clases ecosocialista, es posible desafiar la hegemonía cultural del neoliberalismo.

Bibliografía:

Batalla, Oriol (2019), Planetary catastrophism: Rethinking hyperobjects, extinction and politics in the necrocene epoch. UvA Scrippties: University of Amsterdam Accessed on 22.03.2020, at https://scripties.uba.uva.nl/search?id=696352.

Chomsky, Noam; Herman, Edward S. (1988), Manufacturing consent: the political economy of the mass media. New York: Vintage Books.

Fisher, Mark (2009), Capitalist realism: Is there no alternative?. Hants: O Books.

Gramsci, Antonio (1971), Selections from the prison notebooks. New York: International Publishers.

Han, Byung-Chul (2020), “La emergencia viral y el mundo del mañana” in Pablo Amadeo’s Sopa de Wuhan: Pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemias. ASPO, 97-111.

Jones, Owen (2011), La demonización de la clase obrera. Madrid: Capitán Swing Libros S.L.

Monedero, Juan Carlos (2020), “¿Quién manda con el coronavirus?: Perspectiva desde la ciencia política”. [Accessed on 15 May 2020]. Available at: https://www.youtube.com/watch?v=9vZ1oMvrcuA

Navarro, Vicenç (2020) “El redescubrimiento de la clase trabajadora como consecuencia de la pandemia”. [Accessed on 15 May 2020]. Available at: https://blogs.publico.es/vicenc-navarro/2020/05/14/el-redescubrimiento-de-la-clase-trabajadora-como-consecuencia-de-la-pandemia/?fbclid=IwAR0zXFtMR2IXAA29biMYND_vioTHHZY-yrQfs4ku4I4_J8xjZ0hVdjd2a50

Zizek, Slavoj (2020), “El Coronavirus es un golpe al Capitalismo a lo Kill Bill”, in Pablo Amadeo’s Sopa de Wuhan: Pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemias. ASPO, 21-28.

 

Artículo original: ttps://kaosenlared.net/lucha-de-clases-reflexiones-sobre-identidad-y-hegemonia-cultural-en-tiempos-de-pandemia/

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