Salvador Puig, el último anarquista asesinado.

VITORIA

Transcurría el año 1972 en Barcelona. Los soñadores no dormían, hacían el amor escuchando Suzanne de Leonard Cohen; los afines al golpe de Estado del 36 hacían la guerra bajo el yugo del águila franquista ya enfermo. El cantante Miguel Ríos era detenido con hachís al tiempo que se estrenaba la película El Padrino, de Coppola, mientras en Munich ansiaban dar inicio a los Juegos Olímpicos y… “voló, voló, Carrero, voló”, se entonaba en Euskadi tras el asesinato reivindicado por ETA del presidente del Consejo de Ministros de España durante la etapa final de la dictadura. Eran días en los que las calles españolas no eran grises, eran de los grises, reorganizados durante la puesta en tela de juicio Transición.

Fue un sábado de hace 39 años cuando lo ejecutaron con una pena de muerte medieval: a garrote vil. Nombre: Salvador. Apellidos: Puig Antich. Delito: estar en el lugar preciso el día equivocado. Cargos en su contra: el régimen del golpista Franco mantenía que el miembro de los grupos autónomos de combate, más concretamente del grupúsculo anarquista MIL (Movimiento Ibérico de Liberación), mató a un policía meses antes en un fuego cruzado. Sí se conoce por un informe médico que el agente armado tenía en su cuerpo más disparos de los que el joven de 24 años pudo proyectar en su defensa. Fue cuatro años después del mayo francés del 68.

Son hoy recuerdos de un marzo frío, más espeluznante que un No-Do de la época. Aquel blanco y negro mutó en color hace siete años, cuando le llegó el proyecto cinematográfico Salvador al director de cine Manuel Huerga, realizador de la película Antártida, protagonizada por Ariadna Gil. Huelga decir que el film de Manuel interpretado por un en gracia Daniel Brülh (Goodbye Lenin) fue un éxito y ayudó a reabrir de algún modo su olvidado caso: aquel que se finiquitó con la firmas de las dos penas de muerte falladas a Puig Antich por un ministro de Franco, a día de hoy suegro de Alberto Ruiz-Gallardón, paradójicamente ministro de Justicia de la era Rajoy. “Siguen gobernando los mismos. No hay más que ver cómo está el país y quién manda: son hijos o nietos de aquellos, en un momento en el que en España por fin se nos ha caído la venda de los ojos y nos hemos dado cuenta que la Transición fue una mentira, una estafa y que seguimos en manos de la misma gentuza”, analiza el director de la recordada película.

Huerga recibió palos por todos los lados a la hora de estrenar el proyecto, salvo por uno, por el de la familia. Las hermanas de Salvador llegaron a concluir que “no es una película, es verdad”. Sobre el director volvió a planear la sombra de la rapiña franquista esta vez sobre bandera constitucional y también el de la izquierda más rebelde, atomizada.

“Era la víctima perfecta. Con uno del PSOE hubiera habido más movilizaciones”

“Me pusieron a parir. A la derecha está claro que no le gusta y a los que supuestamente eran afines… que era un oportunista, queriendo hacer dinero de la figura de Salvador, que era una sarta de mentiras que contaba… cuando habíamos entrevistado al 90% de sus compañeros vivos”, lamenta para a renglón seguido ir más allá: “Me llegaron a amenazar diciendo que si Salvador viera la película me pegaría un tiro”.

En 2004, dos años antes de su estreno, a juicio de Huerga Antich era “aún un tabú” en el Estado por lo que, cuando le requirieron para hacer la película, el realizador estimó que “estábamos en deuda con él, y había que dejar como mínimo algo para la historia. Y de paso intentar reabrir el caso para dar un espaldarazo a las hermanas de Salvador, que llevan toda su vida defendiendo esa legítima reclamación”.

Lo dice un hombre que cree que la memoria está “maltrecha” y que tenía 17 años, cursaba COU, cuando los franquistas asesinaron a Salvador sin presunción de inocencia alguna. “No era ajeno a lo que ocurría en el país y aquellos hechos despertaron mi conciencia política. Fue un mazazo que nadie esperaba que pasara. En Barcelona se vivía un exceso de confianza por que llegaría el indulto, que no se dio”.

Los compañeros de activismo de Salvador entrevistados para el largometraje definieron a Puig Antich como un joven concienciado, un chaval como cualquier otro de 24 años, muy vital, muy activo. “No era un intelectual sesudo de gafas leyendo a Bakunin o a Trotski. Era juerguista”, agrega Huerga, quien le representa como un “símbolo y un faro donde uno puede ver cómo era el país en ese momento y por qué pasaban ciertas cosas”.

Huerga guarda la esperanza de que la querella contra el franquismo que cursa la jueza argentina María Servini de Cubría pueda servir para reparar a las víctimas de aquel régimen totalitarista. “Han de pasar generaciones -agrega el director de la película- para que se tapen todas las heridas y para que este país si es posible pueda ser normal, porque este país es de todo menos normal. Mi capacidad para flipar se ha agotado hace tiempo”.

En esta querella, además de casos como el de Salvador, los hay aportados por la plataforma Goldatu de asociaciones vascas. Salvador no tuvo apoyos durante su estancia en la cárcel. Pendiente de juicio, fue cuando ETA mató a Carrero Blanco y Salvador mismo dijo que “esa bomba de ETA también me ha matado a mí. ¿A quién tenían en la cárcel para hace de cabeza de turco y pagar los platos rotos? “

Tenían a Salvador, que como no lo reivindicaba nadie porque era anarquista, no pertenecía ni siquiera a los partidos en la ilegalidad… No luchaba por el establecimiento de la democracia de España, sino por una ruptura mucho más revolucionaria. “Era la víctima perfecta. Con uno del PSOE hubiera habido más movilizaciones, además le vendieron como delincuente ocultando su aspecto ideológico”, concluye el director cinematográfico

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