Para una sociólogo analizar la situación actual en su totalidad es un reto más que difícil, por no decir utópico. No obstante, si que podemos analizar, estudiar y advertir los mecanismos que manejan la sociedad capitalista actual, los cuales, nos han llevado con sus lógicas a una crisis social y medioambiental de carácter permanente.
En primer lugar, debe quedar claro que el sistema neoliberal que empezó en los años 70 y que ha acabado siendo un «capitalismo de casino mundial» no es una lógica de gobernanza muy esperanzadora: Desigualdad entre clases que se traduce en una desigualdad entre países. En segundo lugar, nos encontramos con el modelo productivo/técnico de extracción constante de materias primas para un consumo que siempre debe estar al alza. El sistema actúa como si los recursos fueran ilimitados, algo que es absurdo, degradando espacios naturales a velocidades vertiginosas.
Por encima de la ideología y de la lógica social/económica, se tiene que tener en cuenta que la forma de relacionarse con el medio ambiente va a cambiar el propio sistema en un futuro no muy lejano de una manera trascendental. Es algo obvio, estamos en relación constante entre nosotros mismos como comunidades de individuos que viven en un espacio, sin embargo, creemos que este espacio ecosistémico es infinito e inmutable y pecamos muchas veces de atribuirle la idea absurda de estabilidad. Nada más allá de la realidad, la verdad es que el dinamismo y la degradación del medio ambiente va a ser el principal factor de cambio en nuestras relaciones sociales y, por tanto, de como nos relacionaremos con los demás en el futuro.
Ahora bien, si afrontamos las crisis que quedan por venir desde la misma lógica del Neoliberalismo los resultados van a ser desastrosos. Es más, ya lo están siendo. Por un lado, en el plano más social la desigualdad crece cada día más, tanto en el interior de los países, como en las relaciones desiguales entre estados desarrollados y subdesarrollados. En las sociedades occidentales, la gente de clase más baja es abandonada a su suerte en muchos casos sin coberturas sociales y oportunidades reales. Si hablamos de los países más pobres nos encontramos con «estados fallidos» donde la sociedad se presenta totalmente desquebrajada por problemáticas como la guerra o la falta de recursos vitales (agua y comida). Muchas de estas situaciones se justifican de una manera injusta a través de discursos eurocéntricos que se alejan de las verdaderas explicaciones de esta situación. Los pueblos no occidentales se presentan como menos desarrollados y tecnológicamente e inferiores. No obstante, esto es una falacia capitalista, la diversidad cultural y de relacionarnos con el medio físico es enorme en las sociedades humanas, la concepción de superioridad o inferioridad entre culturas es algo que no debería ni si quiera debatirse.
La lógica perversa
El sistema capitalista a través de su binomio (multinacional-estado) se personifica de la forma más perversa, provocando todas estas problemáticas. Las multinacionales campan a sus anchas en los países subdesarrollados, degradan y saquean los recursos. Por otro lado, los gobiernos que defienden los intereses no de la ciudadanía occidental, sino de estas grandes corporaciones desestabilizan países enteros, porque si un país no tiene estado, o es un estado sobornable, es más fácil llegar acuerdos para que cedan sus recursos, es más, no hacen falta acuerdos.
De esta manera, el capitalismo funciona con una lógica de recursos infinitos y para eso necesita expandirse infinitamente, pero el planeta tiene fin. Estas premisas no provocan otra cosa que la destrucción del medio ambiente, muertes a cada segundo, por hambre, por situaciones de explotación o por guerra. No hay actualmente una máquina de matar más perversa que este sistema que damos por sentado como inamovible, los países subdesarrollados son auténticos campos de exterminio para que los países desarrollados podamos seguir con nuestro nivel de consumo.
Esta descripción del panorama es bastante pesimista, si hemos aceptado (y se podría decir en muchos sentidos que se nos ha impuesto) un sistema con este funcionamiento ¿Qué capacidad real tenemos de hacer algo mínimamente decente? La verdad es que mucho, no me imagino al ciudadano promedio estando de acuerdo con la guerras promovidas por Occidente para hacerse con unas minas de coltán o unos pozos de petróleo en un país extranjero.
Un posible cambio
La política es una gran mentira, sí, por lo menos la institucional, no gobiernan para nosotros, para la comunidad. Toda lógica liberal capitalista, centrista o de extrema derecha van ligadas a la perpetuación del sistema. Pero por otro lado, existen otras maneras de hacer política, las cuales, no incluyen la condición de cobrar un sueldo público, ni ir con escolta, ni cenar con Florentino Pérez en el palco del Bernabeu para cederle el negocio de las residencias de ancianos de la Comunidad de Madrid(acto que ha costado vidas humanas y que no tendrá represalia ninguna). Existen los movimientos sociales, las protestas, las asambleas y la lucha por nuestros derechos. Con esto no quiero decir que no se deba llegar a una política que gobierna para la ciudadanía de manera institucional, pero para esto hace falta una gran concienciación y una implicación política de cada ciudadano. Nos intentan engañar con desinformación, telebasura e industria cultural barata, pero es ahora con la crisis que traerá el Covid cuando deberemos movilizarnos y luchar por el cambio. Es difícil, muy difícil luchar contra un sistema que comercializa hasta las imágenes de las personas que lucharon contra él. Le pese a quien le pese Nelson Mandela o el propio Che, eran comunistas, eran anticapitalistas, lucharon por la libertad de los pueblos y hoy en día se venden camisetas de su cara fabricadas en Bangladesh, en grandes superficies, seguramente confeccionadas por mano de obra esclava o infantil, joder es perverso, jodidamente perverso, pero se puede cambiar o por lo menos intentarlo.
Autor: Álvaro Soler Martínez.
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