LA “NUEVA TOTALITARIDAD”

La “nueva totalitaridad”
28 jul 2020
Desde hace unos meses el gobierno y sus instituciones, decretaron la entrada paulatina en la “nueva normalidad”, una situación de puerta giratoria permanente y sospechosa elasticidad, en la que se aplican medidas excepcionales según suben o bajan las estadísticas de contagios que proporcionan sus propias instituciones.
Esta “nueva” situación, ha creado diversas alarmas ante los síntomas de colapso del sistema sanitario, que, al contrario de lo que se dice, no entra en colapso, sino en derrumbe.

Y es así que la “nueva normalidad” es una situación de incertidumbre frente al cambio constante de condiciones de vida, que sólo pueden ser superadas, si se dispone de suficientes recursos materiales y económicos para sostener esta situación prolongada en el tiempo.

Así pues, meses después de la imposición de estas medidas excepcionales, aquellxs trabajadorxs que no se encontraban aún en los límites de la pobreza, ahora ya los han sobrepasado o se encuentran cada vez más cerca. Esta afirmación está avalada por el alarmante incremento de personas que acuden a la asistencia social y a bancos de alimentos que ya empiezan a escasear, porque lxs principales suministradorxs, han sido lxs que ahora tienen que recurrir a él, y ese apoyo, solo en contadas ocasiones, provenía de entidades o empresas privadas.

En este contexto de pandemia, las fases del estado de alarma son tan flexibles que pueden estirarse o encogerse al antojo de unos gobiernos que han tomado la incierta decisión de vivir con el virus.

Esta temeraria estrategia se ha decidido como siempre, sin contar con las personas a las que fuerzan y obligan a pasar por dicha situación y a cumplir todas las limitaciones que los gobiernos requieran y ordenen.

Las normativas impuestas están en cambio constante de un día a otro y dependiendo del territorio que se habite, generando confusión en la población que empieza a estar más que harta, de tener que asumir las irresponsables decisiones de unos políticos que, ya desde el gobierno o desde la oposición, sólo miran por los intereses de los poderes que les mantienen en las instituciones del estado.

Con el inicio de la pandemia, todos los países occidentales han puesto a prueba los recursos de una sanidad pública que, en algunos lugares como el estado español, se encontraba seriamente dañada por los sistemáticos recortes de personal y presupuestarios, reforzando así a las aseguradoras y abriendo definitivamente el camino a la sanidad privada.

En este sistema de “nueva normalidad”, a la atención pública de los centros primarios de asistencia (CAP), se le ha otorgado un papel fundamental para contener posibles rebrotes de la pandemia, y el gobierno del estado español, a través de los medios de comunicación de masas, se ha encargado insistentemente de publicitarlo, entrevistando en todos los noticieros a médicxs o personal sanitario que, a parte de alertar del gran esfuerzo humano que habían tenido que soportar en plena época de expansión del virus, ahora dicen que ya se encuentran, aunque agotadxs, con medios para afrontar los posibles rebrotes.

Estas afirmaciones del personal de la sanidad pública no las podremos confirmar, a no ser que esos contagios no se disparen nuevamente y comprobemos la idoneidad de su respuesta.

Lo que sí podemos asegurar actualmente, es que en las largas listas de espera para la atención pública sanitaria, ya es difícil distinguir dónde acaban. Actualmente esa atención pública sanitaria para otro tipo de dolencias, se lleva a cabo a través de un deficiente sistema de citas previas, a través de webs que no siempre funcionan correctamente, o por vía telefónica que tampoco facilita la conexión por el ingente flujo de llamadas que soportan. Las salas de espera de los CAP se vacían, mientras que las colas de personas en espera de atención, se extiende fuera del centro de atención primaria.

Es decir, la “nueva normalidad” del sistema público de sanidad, no se colapsa, sino que fuerzan su derrumbe para hacer emerger al sistema sanitario privado, al que sólo podrán acceder aquellxs trabajadorxs que aún dispongan de recursos económicos. El resto pasarán agónicamente a engrosar las interminables listas de espera de una asistencia que nunca llega a tiempo. En casos graves o de riesgo de muerte, el acceso se realiza a través de unos servicios de urgencia que, tras cumplir los protocolos pautados de asistencia básica, nos retornarán a nuestras casas, quienes la tengan, o a pedir “cita previa” en la empresa funeraria más cercana.

Malthus ya propuso a las oligarquías el control demográfico a través del aumento de la mortandad en las clases empobrecidas, a las que consideraban eugenésicamente inferiores y prescindibles para el progreso de las naciones y los imperios, así como la esterilización o el aborto forzado de las mujeres de dicha clase y condición, todo complementado con el aumento de natalidad en las familias aristocráticas y burguesas.

Para este incremento de muertes selectivas, se planteaban las guerras entre estados para expandir el territorio, a sabiendas que las tropas de los ejércitos se nutrían principalmente de los hijos de esas clases obreras, a los que obligaban a tomar las armas para defender unos intereses que les iban a empobrecer mucho más. También necesitaban a estxs hijxs, para ser explotadxs en las grandes extensiones agrícolas o las contaminantes industrias pesadas, donde las insalubres condiciones laborales, limitaban al extremo sus esperanzas de vida.

Como las condiciones para la supervivencia de lxs de abajo se endurecían de manera exponencial y directa, con el aumento de riqueza de quienes ostentaban los poderes políticos, económicos y religiosos, parte de estas poblaciones que vivían en condiciones de miseria, intentaban buscarse la vida a través de otros recursos, como pudieran ser la caza furtiva, el cultivo de tierras comunitarias o el asalto y robo a burgueses acaudalados o en sus mansiones (entre otras posibilidades), actos que les situaban “fuera de la ley”, de manera que eran buscadxs, perseguidxs y encarceladxs. Muchas de estas personas condenadas, tenían la posibilidad de conmutar su condena de encierro, por la de trabajos en las inmensas plantaciones o las minas en los territorios invadidos en las colonias, expuestxs a toda clase de penurias y en unas condiciones de esclavitud de la que sólo conseguían librarse, fugándose o cumpliendo muchos años de trabajos pesados, superando todo tipo de humillaciones y enfermedades.

Las altas tasas de mortalidad en esos años del colonialismo, no eran preocupantes porque consideraban a las poblaciones empobrecidas como prescindibles, y el poder no tenía necesidad de un sistema de salud pública, ni tampoco de mano de obra especializada. Es a medida que el sistema industrial comienza a avanzar que, desde el poder, surge la necesidad del cuidado de la salud de lxs obrerxs a lxs que formaba técnicamente en la especialización, por una parte para beneficiarse de un conocimiento que incrementaría notablemente los beneficios empresariales, y por otra, para sacar de las calles a lxs niñxs que crecían aprendiendo directamente de sus familiares y amigxs adultxs, la cultura de lucha y resistencia.

El surgimiento de la enseñanza pública obligatoria, se ha planteado como un logro de las luchas de las clases populares, pero los verdaderos beneficiarios de su obligatoriedad fueron los poderes económicos, empresariales y los estados, que no podían prosperar al ritmo que deseaban, por las continuas revueltas populares que dejaban en jaque a su sistema y que sólo podían controlar con la criminal represión extrema de sus fuerzas militares.

Fueron las codiciosas necesidades de la ampliación industrial y agrícola de esas oligarquías en las colonias, lo que detuvo gran parte de las políticas eugenésicas malthusianas de los poderosos y que ahora parece que vuelven a recuperar, actualizando las viejas estrategias selectivas de exterminio y segregación de clase.

Esto que han llamado “nueva normalidad”, no es más que el reacondicionamiento del viejo sistema, a través de las nuevas tecnologías de control social y productivo, en el que las instituciones públicas universales, se verán afectadas por un cambio brutal en su ya reducida efectividad, dejándolas inoperantes.

Si no lo evitamos, a través del rechazo, con una contundencia organizada, la solidaridad y el apoyo mutuo, la asistencia pública sanitaria será la antesala del negocio de los tanatorios municipales. No podemos permitir que la sanidad pública esté en manos de los “brokers” de la unión europea, y que la salud pierda su carácter de universal, para desdoblarse en dos modelos de asistencia. Uno sujeto al mercado de valores y a los recursos económicos, y otro, convertido en una interminable vía muerta que cronifica enfermedades y nos mata lentamente en la espera.

Esta no es más que un anticipo de las derivas institucionales que pueden afectar, tanto a la sanidad, como a la educación, como a los servicios sociales de previsión o a la explotación laboral y a todas aquellas instituciones, que el sistema neoliberal considera como lastres para el progreso de sus ambiciosas ganancias.

Con esta “nueva normalidad”, se atenta contra las libertades y contra todas aquellas conquistas que se consiguieron con las luchas obreras y sociales. Una “nueva normalidad” que necesitará de más reformas laborales, nuevos discursos de domesticación, más reformas penales con otros sistemas punitivos y creación de más perfiles delincuenciales y prácticas de represión específicas para sostener el sistema, que aparte de perseguir los actos, pondrá su enfoque en las posibles potencialidades “delictivas” y refractarias al sistema, de manera que el “delito” será una de las escasas líneas de fuga para antagonistas.

Instituciones como las de representación social y sus organizaciones sindicales, que ya están integradas en la “vieja normalidad”, o acabarán siendo declarados oficialmente agentes del control y la paz social, o tendrán que reinventar, incorporar y poner en práctica más fórmulas de agitación, resistencia y desobediencia. El sistema siempre necesita de quienes asuman esa representación social para utilizarlos como testigos del pacto de paz social, y si no los tiene, los crea o se los inventa. El sistema de representación, a todos los niveles, ha sido uno de los factores que ha facilitado la neutralización y domesticación de la rabia de lxs trabajadorxs y desposeídxs, facilitando la corrupción institucionalizada.

Una de las más graves carencias de los actuales movimientos de transformación social, es la casi total ausencia de proyectos comunitarios que sean tan autónomos, que su viavilidad no dependa de la competitividad de los sectores y los mercados. Los proyectos existentes tienen que sostenerse con la autoexplotación de quienes los inician y mantienen, y apenas encuentran apoyo del resto de colectivos. En la mayoría de ocasiones, son objeto de duras críticas, no siempre ausentes de razones, pero casi siempre sin comprender que se desarrollan en un medio tan hostil que, o te integra, o te desaparece.

Si echásemos la vista atrás, veríamos las montañas de ilusiones en proyectos transformadoras erosionadas, que hemos abandonado por la incomprensión e indiferencia de los propios movimientos afines.

La individualidad ha sido permeada en no pocas ocasiones, por el individualismo del sistema capitalista que busca notoriedad, personalismos, ser referentes, crear ideología, sin aceptar otras formas de pensamiento que no se ajusten a las “líneas rojas” de sus dogmas, comportándose como otro sistema individualizado de totalitarismo autoritario, en el que siempre aparecen los “rastreadores” de purezas ideológicas, que apelan a aplicarles “el estado de excepción” y un “confinamiento” que los aísle del resto del movimiento.

Sí, en los movimientos sociales que se dicen revolucionarios, también existen “contagiados”, “sanos”, “asintomáticos” “avant la lettre”, y “los ministros de la sanidad revolucionaria”, activan las alarmas y lanzan llamamientos a la “población revolucionaria”, para que los humillen, descalifiquen, denuncien, amenacen o difundan sobre ellos bulos y falsedades, a la espera de ver sus cadáveres, pisoteados bajo los cascos de los caballos de la reacción.

PD.
El sector taurino, reclama la parte económica de la comunidad europea, que cada año los gobiernos les otorgaban mientras crecían los índices de pobreza de la población. A eso le llaman subvencionar la cultura. El dinero, siempre acaba en los que tienen los bolsillos más llenos.

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