Atado y bien atado, con Felipe (parte II)
*El aniquilamiento de Adolfo Suárez y el desmantelamiento de la UCD.
Después de la aprobación de la Constitución, con la formula de Reforma, el primer paso para mantener el capitalismoneoliberal y el régimen fascista del dictador, con la amenaza latente de los militares, la ultraderecha y los poderes fácticos y no la de Ruptura como en principio se pedía, los males- que se temía vendrían con ella- sí se produjeron.
Estamos a finales de 1979. El PSOE ha cedido a la amenaza de Felipe González, y ha abandonado el marxismo. A un año de un hecho histórico, la aprobación de la Constitución, y Franco muerto. Se han celebrado elecciones donde han participado partidos políticos, de derechas, de centro y de izquierdas. Incluso los “comunistas” que nos iban a robar las vacas, quemar iglesias, violar a “nuestras mujeres” (el machismo, siempre muy presente), expulsarnos de nuestras casas y arrastrarnos a los infiernos destruyendo España. (Los medios de comunicación así lo transmitían)
Nada de las maldiciones apocalípticas proclamadas por los fascistas para meter miedo, que nos traería la democracia de los partidos políticos había pasado. Teníamos un presidente Adolfo Suárez, que había apostado por la democracia sin miedo – al que acusaban de traidor, por ello- , un Congreso de los Diputados que había hecho, contra los malos augurios, la gran proeza de elaborar un texto, someterlo a un Referéndum y que fuera aprobado por una gran mayoría de la población. Las vacas seguían pastando en el campo, la gente que quería iba a misa, las mujeres podían abrir una cuenta a su nombre en los bancos, y España seguía entera.
Pero los españoles estábamos acojonados, bastante más los que figuraban en las “listas de la muerte” elaboradas por los fascistas que filtraban los nombres intentando que los “agraciados” sintieran pánico. Había varias “listas de la muerte”, en la de periodistas estaba mi nombre, como el de todos por ejercer nuestro trabajo de informar; sería por la temeridad de la juventud pero no se tomó ninguna precaución especial; todos sabíamos que, si querían matarnos, solo se podía evitar exiliándote y no era el momento apropiado, cuando estaba sucedíendo que muchos exiliados regresaban. Confiábamos vagamente, en que ya con una democracia formalmente aceptada, pudiera funcionar algo la justicia ( el estamento mas reaccionario permanecía intacto)
El primero en sufrirlo fue Adolfo Suárez y su proyecto de democracia, “eso de todos igual de protagonistas” no lo admitían, demasiado para los intereses de la casta franquista. Empezaron a surgir descalificaciones, como “este niñato del Movimiento nos está traicionando” , “es un engreído, un imbécil, se cree a pies juntillas eso de la democracia”. A los sectores fascistas del franquismo no les gustó nada la Constitución aprobada, en seguida lo señalaron como culpable y calificaron de traidor y sin piedad fueron a aniquilarlo, traicionándolo. Formaron un contubernio, una gran conspiración, cuyo único objetivo era la destitución antidemocrática de Suárez como presidente del Gobierno.
Tan palpable, pegajosa, evidente y cruel eran los ataques contra Adolfo Suárez, que solo a su buen amigo Agustín Rodríguez Sahagún confiaba sus inquietudes.
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La primera tuvo lugar en el Congreso. Se trataba de una maniobra de despiste, pues iba contra la libertad de información y la presentaron como una acción para “proteger” a Adolfo Suarez. El objetivo era desplazar a los fotoperiodistas, -no les gustaban las fotos que se estaban publicando- del Congreso a las tribunas (donde estaban situadas las cámaras de televisión).
Los fotógrafos se reunieron, se planteó llevar a cabo una huelga de información, se produjo división de opiniones, la mayoría declinaban la responsabilidad a los directores de los medios, argumentando que deberían ser ellos los que los defendieran, que además no les permitirían, a ellos, un enfrentamiento con, nada menos, que el presidente del Congreso ( muy lógico argumento teniendo en cuenta las afinidades políticas y la pertenencia al régimen de algunos) y que una huelga de información sin los “plumillas” (redactores) no sería suficiente. La minoría se ofreció para hablar y tratar de convencer a los “plumillas” . Los redactores, sobre todo los columnistas, se decantaron al momento y llegaron al acuerdo de defender a los foteros; juntos se trasladaron a una sala que le habían cedido para hacer una asamblea y decidir una postura común. Los Diputados decidieron suspender el Pleno que se estaba celebrando en el Hemiciclo, hasta conocer la decisión de los Fotógrafos y redactores.
(Los informadores gráficos en la tarima que se aprobó hacer como su nueva ubicación para realizar su trabajo. Foto)
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 14 de abril de 1978. AQUÍ
Esperamos y deseamos que el nuevo gobierno corrija esta vulneración sobre la libertad de información y restituya en el lugar que le corresponde el relato completo de lo sucedido. Siendo realista, solo hay un posible gobierno que pueda restituir la transparencia. No es necesario decir cual.
Observar como la porra se dobla; es una característica de las porras eléctricas.
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El segundo acontecimiento trata sobre la represión que la policía ejercía sobre los fotoperiodistas. Utilizaban unas “porras eléctricas” , no dejaban huella de golpes y así trataban de impedir las denuncias por actuación violenta por falta de pruebas, pero el que las sufría sentía, incluso un mes después, unas corrientes que le dejaban paralizado. Comenzaron a utilizarse sobre el año 1973, pero este hecho data del 1978. Eran muy frecuentes las manifestaciones o saltos, como se les conocía, la mayor parte protagonizados por jóvenes estudiantes, los periódicos publicaban fotos donde se veían a policías cargando, éstos se quejaban de que se les veía la cara y en su barrio no les miraban bien. Los fotoperiodistas eran para ellos un enemigo peor que los manifestantes. A los policías los tenían agolpados, por mas de una hora, encerrados en las furgonetas, donde consumían grandes cantidades de coñag y otras cosas, cuando los soltaban salían desbocados, con los ojos hinchados, ciegos, -tal cual, golpeaban con las porras al primero que pillaban por delante sin miramientos. En cuanto veían un fotoperiodista haciendo fotos, iban directamente a por él. El que no podía escapar, lo llevaban detenido. Destrozaron muchos equipos fotográficos y siempre exigían la entregaras el carrete de fotos.
Todavía hoy no me explico porqué a mi no lograron quitarme ningún carrete, tal vez porque ponía la cara, la pobre, no me callaba y les amenazaba con denunciarlos repitiendo el número de identificación que llevaban visible ( ahora lo llevan, pero tachado). Una de las veces -unas 18 veces- que me llevaron detenido (a los calabozos subterráneos de la Dirección de Seguridad en Sol-hoy la sede del gobierno de la Comunidad-), después de mucho insistir y utilizando mi experiencia, conseguí me llevaran ante el coronel jefe en su despacho. Le expuse los derechos que los fotoperiodistas teníamos para informar y él me contaba el descontento de los policías y su malestar por el poder ser identificados por sus vecinos golpeando. Le hice una propuesta que venía barajando: Los derechos a informar había que respetarlos, pues estaban reflejados en la Constitución que se iba a aprobar y convendría dar la imagen de respetarla y más la policía. Los fotógrafos podrían realizar sus fotos sin riesgo a ser golpeados. Los directores de los medios, serían los responsables para que se tapasen los ojos a los policías que se pudieran identificar. De esa forma nadie salía perjudicado.
http://juansantiso.blogspot.com.es/2016/03/todo-atado-y-bien-atado-con-felipe.html
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