¿NEOFEUDALISMO?

¿Neofeudalismo?

Extrema pobreza, desigualdad social, poder monopolizado y precariedad generalizada. Esta frase podría perfectamente definir tanto nuestra tumultuosa época contemporánea como épocas pasadas complicadas de recordar fuera de los libros de historia. Volvemos a la Edad Media. Volvemos a la época feudal en una era marcada por la globalización de los mercados, la privatización del mundo bajo puño de hierro del neoliberalismo extremo, el control post-militar y tecnológico y la explotación, discriminación y capitalización de las entidades humanas y no-humanas subalternas convirtiéndose en elementos cruciales para crear relaciones de poder inequitativas para, de esta manera, controlar poblaciones (Mbembe, 2013; Chomsky, 1997).

En este paradigma no es nuevo destacar que compañías como Amazon, Alphabet, Apple, Facebook o Microsoft juntas tienen más poder económico y, consecuentemente, político, que la gran mayoría de países del mundo -salvo EEUU, Alemania, Japón y China- (Dean, 2020). Estas compañías, con la ayuda de la globalización ya mencionada de manera superficial, están creando un nuevo orden sociopolítico que se asemeja de manera peligrosa a una estructura feudal con la implícita imposibilidad de movilidad social en términos socioeconómicos, mucho más que la emergencia del capitalismo industrial o su forma más extrema surgida en la década de los 80 bajo la bandera neoliberal.

Ha sido el neoliberalismo de facto el cual ha generado los surcos para que esta nueva forma de organizar el sistema planetario sea posible, creando un capitalismo basado en la precariedad y la deuda. El mercado global ha mutado de un sistema de economías nacionales integradas a través de acuerdos de comercio hacia la producción de redes transnacionales, cuya contribución en economías nacionales se ha convertido en una cuestión de alta preocupación normativa (Azmanova, 2020). Teniendo en cuenta como el sector privado se ha beneficiado de manera descarada de los fondos públicos, Azmanova (2020) destaca que las autoridades públicas escogen las compañías a dedo a las cuales van a ofrecer dichos privilegios. En otras palabras, los estados neoliberales no tratan de ninguna manera intervenir para romper monopolios, sino que son estos mismos los que crean este tipo de oligarquías.

Aun así, este nuevo estado del sistema Capitalista no reinvierte en producción material per se. Con la privatización de sectores relativamente inmunes a la competición sistemática, el big data, y las industrias tecnológicas, intelectuales y de la información -las cuales retienen más riqueza que las industrias materiales-, el capitalismo ha ido más allá del clásico discurso de working class en la fábrica (Dean, 2020). La acumulación del Capitalismo ya no ocurre de forma material de manera generalizada, sino a través de servicios, deuda pública y privada, y data. Debido a la complejidad rizomática, especulativa y la creación de un sistema crecientemente dependiente de la vigilancia Foucaultiana, la coerción y la violencia neo-colonial, económica y ontológica, la forma de la curva social deja de ser una campana para transformarse en una cola: pocos billonarios, muchos pobres. Un sistema feudal, renovado, con la acumulación como finalidad absoluta, pero con la misma misión de oprimir e impedir la mejora socioeconómica de las clases trabajadoras.

En efecto, el Capitalismo Neoliberal está mutando hacia un Neofeudalismo. Este sistema se basa en una soberanía parcelada, parecida a la que surgió en el Imperio Romano donde la autoridad político-social y el poder económico se enredaban entre ellas de tal manera que los feudos podían extraer, a través de sus relaciones de poder con los campesinos, superávit económico combinando la explotación privada con el poder público (Dean, 2020). En el Neofeudalismo, las grandes riquezas utilizan la deuda para acumular y conquistar superávit de los pobres -sean países, regiones o personas- a los ricos. De esta manera forma nuevos campesinos y señores feudales. La realidad política es absorbida por el poder divino que tiene el capitalismo sobre la ontología del negocio global (Fisher, 2009). Esta realidad rompe con los ritmos circadianos entre noche y día, acción y reposo (Crary, 2013). A través de esta disrupción, este insomnio global, el realismo material y ontológico del Capitalismo actual percibe el planeta doblemente como una máquina imparable de trabajo y producción y, a su vez, como una fuente inacabable de generación y crecimiento de capital, dejando al ser humano derrotado e incapaz de experimentar o entender los elementos de su entorno e internos, humanos y no-humanos.

Dicho esto, el Capitalismo se ha convertido en una fuerza que domina las sociedades de manera material y metafísica con su poder de moldear las relaciones de poder en la red socio-político-económica. Nos reafirma que vivimos en una hegemonía cultural Gramsciana de la cual nos es imposible escapar. El Neofeudalismo es Psicopolítica (Han, 2017). Busca la emoción subjetiva para influenciar las acciones individuales y globales en su nivel pre-reflexivo, conduciendo a dichas entidades hacia los objetivos del Capitalismo. La psicopolítica del neofeudalismo se beneficia del big data y las industrias tecnológicas, la cuantificación, individualización, el constante ímpetu de mejora personal infringido por las tendencias neoliberales y la transformación del trabajo en un juego –gamification of labor-. Viviendo en la burbuja del triunfo por like, comentario o retweet, esta psicopolítica se traduce en la extinción del individuo como entidad propia, y en la ruptura del individuo con su entorno social a nivel organizativo. Esto nos lleva a la rigidez del neofeudalismo basado en la colonización, explotación, control y eliminación del individuo, en favor de los intereses del sistema. Por otro lado, el individuo colabora con una sonrisa en perpetuar la desigualdad, sus condiciones socio-económicas, la individualización y, obviamente, las consecuencias infames del sistema actual (véase la crisis de los Límites Planetarios, Extractivismo, Neocolonialismo, el nuevo modus operandi de los golpes de estado) con la falacia de las terapias de coaching de ser tu propio producto y un emprendedor de ti mismo –enterpreneur of the self– porque si quieres y te esfuerzas, tú puedes. Esta gran mentira en la que se basa la aceptación del sistema neoliberal por la clase trabajadora y los discursos de extrema derecha y, a su vez, la demonización de esta clase en favor de una clase media deificada y casi inexistente es rotundamente falsa en la gran mayoría de casos porque, como ya hemos visto, el movimiento dentro del sistema neofeudal está tan solidificado que fluctuar en él, al igual que dentro del sistema de feudos en la Edad Media, es casi imposible.

Puesto de forma diferente, esta psicopolítica neofeudal conecta con lo que Mbembe (2003) define como necropolítica, la política de exponer a entidades a la muerte, la instrumentalización generalizada de la existencia humana y no-humana junto con la destrucción material de cuerpos y ecosistemas humanos y no-humanos. Consecuentemente, estas políticas de muerte en el sistema neofeudal implican el derecho a imponer muerte civil, política y social a los agentes afectados por ellas, traducido al derecho a esclavizar y oprimir, convirtiendo las poblaciones en ecosistemas de muertos vivientes subyugados al neofeudalismo y su psicopolítica. Estos muertos vivientes se mueven guiados por dicha ontología y materialismo infligidos por el Capitalismo, creando una necroeconomía subyacente en la necropolítica. La necroeconomía es, entendida por Unzondu (2013), un sistema económico organizado alrededor del consumo de entidades a través de la acumulación, vistos como materia instrumentalizable sin valor intrínseco con el único propósito de generar acumulación. La necropolítica y la necroeconomía forman parte del sistema neofeudal engendrado del neoliberalismo nutriéndose de forma bilateral con la psicopolítica. Creemos tener control sobre nuestros cuerpos y poder sobre las decisiones que tomamos, pero están todas marcadas por la lógica y la ontología creadas de manera rizomática por el neofeudalismo y sus ramificaciones estructurales.

Dicho esto, ¿de qué nos sirve reflexionar sobre las estructuras mentales y materiales del Capitalismo contemporáneo? Desde el ala derecha, entender el neofeudalismo sirve a los partidarios de dicha ideología para comprender qué es lo que defienden y como, a través del populismo, crear una hegemonía cultural Gramsciana que pueda esconder la finalidad de sus políticas a través de un discurso que pueda calar de manera fácil en las clases menos pudientes. Por otra parte, el ala derecha del discurso sociopolítico debe tener presente el código neofeudal para poder comprender la evolución del neoliberalismo hacia otra forma de leviatán globalizado. Aunque el debate actual parece encaminarse hacia la dialéctica entre democracia y fascismo, entender el neofeudalismo nos ayuda a ir más allá de esta dualidad y comprender de manera más pura la lógica del sistema actual, comprendiendo que el crecimiento de la extrema derecha está directamente conectado con los intereses del sistema en crear una sociedad global neofeudal hacia una intensificación de la desigualdad de manera generalizada. El neofeudalismo en estos términos puede llevarnos a lidiar con emergencias tan preocupantes como la crisis climática y humana del siglo XXI. Entender el neofeudalismo desde la izquierda nos acerca a una crítica de la posible creación de un Climate Behemoth (Wainwright y Mann, 2018) -el futuro de la ecología política en el cual si el Capitalismo actual no consigue atacar la crisis climática de manera correcta, el mundo se desviará hacia secciones populistas, naciones rechazando acuerdos internacionales y un individualismo nacional para salvaguardarse de los impactos climáticos sin rechazar la acumulación extrema condenando a los menos pudientes- o un Climate Leviathan/Green New Deal, desde una perspectiva equitativa, inclusiva y post-antropocéntrica hacia alternativas de post-crecimiento.

Algunos “socialistas” aún siguen pensando que el Capitalismo actual se puede conducir hacia un estado más aguado y descafeinado. Lo que estos autoproclamados socialistas no entienden es que el sistema capitalista ya se ha convertido, mutando como un virus, en algo mucho más agresivo e inequitativo, como si el capitalismo no funcionara con las lógicas apabullantes que hemos diseccionado a lo largo de este ensayo. Desde la izquierda se debería advocar por un eco-socialismo real y que, a través del catastrofismo planetario que el neofeudalismo puede causar, usar este mismo como heurístico para entender la realidad socio-política, cultural y ecológica. Primero de todo este catastrofismo es un arma de doble filo que ataca a la izquierda minándola de esperanza y decantando la balanza hacia la derecha y un capitalismo feudal. Dejando de lado la visión destructiva Schopenhaueriana de Adam en Dark (Netflix, 2017), buscando la destrucción para que en el nihilismo quede el verdadero significado y repudiando el Eterno Retorno de Nietzsche, la izquierda necesita desquitarse del pesimismo vital y pedir cambios sistemáticos reales. El Capitalismo es desigual por naturaleza, y el neofeudalismo es la máxima expresión que conocemos de dicha desigualdad. La izquierda y los movimientos de decrecimiento tienen que ser cautos con las políticas de cooperativa local pues pueden desembocar en la soberanía parcelada de la que se lucra sociopolíticamente el neofeudalismo, a su vez que tiene que ser consciente del peligro que tiene acceder a la tecnología y el big data en el actual sistema. Finalmente, con la centralización en grandes núcleos de población y la casi-imposibilidad de acceder a una vida fuera de ellos, el ingreso mínimo vital es una medida extremadamente necesaria pero que pone de manifiesto la naturaleza inequitativa del actual sistema, siendo esta un ejemplo claro de la teorización de la psicopolítica, la necropolítica y la necroeconomía del neofeudalismo: nos ofrece lo justo para sobrevivir de manera pseudodigna a cambio de seguir dando vueltas a la rueda del sistema. El neofeudalismo está aquí y va a ofrecernos una imagen benevolente y amigable para manipularnos a través de la psicopolítica post-neoliberal. La izquierda y las mentes críticas tienen, por último, que ser conscientes e intentar retar, cuestionar y refutar dichas psicopolíticas que nos llevan hacia un escenario neofeudal, necrótico y de no-retorno.

Bibliografía

Azmanova, A., 2020. Capitalism on edge: How fighting precarity can achieve radical change without crisis or utopia. New York: Columbia University Press

Chomsky, N., 1997. Globalización, educación y democracia. In Chomsky, N., & Dieterich, H., eds., La aldea global (Esteban Montorio Trans.). Tafalla: Editorial Txalaparta s.l., pp. 13-44.

Crary, J., 2013. 24/7: Late capitalism and the ends of sleep. London/New York: Verso Books.

Dean, J., Neofeudalism: The end of capitalism?. LA Review of Books. Accessed Aug. 3 2020 at https://lareviewofbooks.org/article/neofeudalism-the-end-of-capitalism/

Fisher, M., 2009. Capitalist realism: Is there no alternative?. Hants: O Books.

Han, B.C., 2017. Psychopolitics: Neoliberalism and the new technologies of power. London/New York: Verso Books.

Jones, O., 2011. Chavs: La demonización de la clase obrera. (Iñigo Jáuregui Trans.). Madrid: Capitán Swing Libros, S.L.

Mbembe, A., 2017. Critique of black reason. (Lauren Dubois Trans.). Durham/London: Duke University Press. [doi.org/10.1215/9780822373230]

Mbembe, A., 2003. Necropolitics. (Libby Meintjes Trans.). Public Culture, 15(1), pp. 11-40. [doi.org/10.1215/08992363-15-1-11]

Unzondu, C., 2013. Theorizing necro-ontologies, resisting necro-economics. Atlantic Studies: Global Currents, 10 (3), pp. 323-349. [doi.org/10.1080/14788810.2013.809918]

Wainwright, J. and Mann, G., 2018. Climate Leviathan: A political theory of our planetary future. London/New York: Verso Books

Share