ENTREVISTA A MIQUEL AMORÓS SOBRE LA LIBERTAD PARA LA DECROISSANCE

Entrevista sobre la libertad para el semanario francés La Decroissance

Te reclamas de una corriente «anti-industrial». ¿Puedes explicar qué es lo que entiendes por ello?

Yo entendería como «corriente anti-industrial» un movimiento informal de personas que practican la crítica anti-industrial. Tal crítica quiere proporcionar la explicación más verídica de la realidad señalando la naturaleza industrial de todas las actividades que se dan en la sociedad actual, tanto en lo concerniente a la producción y servicios, como en lo relativo a la vida cotidiana y al territorio no urbano. Las condiciones materiales de existencia determinan la realidad de la que estamos hablando, y estas son las propias de la industria. El mundo globalizado se asemeja a una gigantesca fábrica. Se trata pues de la crítica social de la sociedad de masas capitalista en el periodo de la industrialización generalizada, momento facilitado por un desarrollo extraordinario de las tecnologías autoritarias, última materialización de la idea burguesa de progreso.

No es simplemente un análisis crítico del capitalismo hecho para satisfacer exigencias intelectuales de verdad, sino una reflexión que intenta mostrar de forma clara la situación presente a quienes desean cambiarla radicalmente, las contradicciones principales que ocurren en su seno, las posiblidades de intervención que abren, las grietas del sistema por donde penetrar y los puntos débiles hacia donde dirigir los ataques. Es una crítica teórica y a la vez una práctica antagonista.

Tus reflexiones sobre la idea de «libertad» particularmente nos interesan. Criticas la concepción que denominas «burguesa» de la libertad, ligada a la defensa del progreso y del desarrollo económico. Dices que esta «se ha transformado en una amenaza no solo para el medio natural sino para la libertad y la vida de la gente»]. ¿Podrías añadir algo más? ¿Qué idea de libertad opondrías a la libertad «burguesa?

No me adentraré en consideraciones filosóficas acerca de la libertad y sus múltiples significados. Pienso que la economía autónoma -la economía de mercado- al apoderarse de la vida de las personas y de toda actividad social, se convierte en un factor de esclavitud, luego en una amenaza para la libertad. La libertad bajo tal imperio queda determinada por las leyes de la mercancía. Esta clase de libertad, que transcurre dentro de la esfera económica, es libertad para trabajar, comerciar, atesorar, o consumir: es lo que yo llamo libertad «burguesa».

En su forma idealista, dicha libertad consistiría en la posibilidad de actuar individualmente de forma deliberada y voluntaria, sin coacción, pero eso más que libertad sería individualismo. Ese tipo de libertad encontraría fácilmente límites en lo exterior, en la naturaleza y en los otros. Para Bakunin -y para mí- la libertad no es un atributo individual sino un producto social. Nadie es libre en su soledad, indiferente a la condición del prójimo, sino gracias a la libertad de los demás. Nadie es más que por la sociedad: el ser es humano en la medida en que es un ser social. Y es libre en la medida en que la sociedad lo es.

Mediante la libertad de decisión e intervención que le otorga la comunidad social, el individuo se autodetermina, se autorrealiza, deviene el protagonista de su propia vida. Pero por encima de todo libertad es desalienación. Se puede decir que cuando el ser humano llega a la plena conciencia de su ser en el mundo y actúa racionalmente, entonces es libre de verdad.

La libertad se encarna en la colectividad a través de las instituciones, que han de proporcionar un marco de funcionamiento estable y un nivel de participación total. Han de constituir y desarrollar la sociedad, no erigirse en un poder separado para dominarla. La libertad que emana de las instituciones burguesas como los parlamentos, las cámaras senatoriales y el Estado, solamente es formal, pero no de facto. No son lugares donde el interés general pueda formularse y la voluntad popular ejercerse. Todo dependerá en ellas de la voluntad arbitraria de un poder en manos de una minoría dirigente. Sin embargo, existe un tipo de representación en el que todos los miembros de la sociedad pueden, sin intermediarios, deliberar sin trabas, resolver sus propios asuntos y ser dueños de su destino. La historia nos proporciona ejemplos de democracia directa como el ágora griega, las antiguas asambleas romanas (comitia curiata), los concejos abiertos (concilium), las juntas, las comunas y los municipios medievales; ya más recientemente, como experiencia irrecuperable del movimiento obrero, los sindicatos únicos, los comités de fábrica, los consejos obreros y las federaciones; finalmente, las comunidades agrarias tradicionales y los colectivos vecinales.

La representación directa se ejerce en cuerpos asamblearios que desempeñan indistintamente toda clase de tareas: administrativas, legislativas, económicas, judiciales y ejecutivas. Nada ocurre sin conflicto, puesto que frente a la razón se antepone el instinto y frente la conciencia, el deseo. A menudo, la necesidad chocará con la libertad, la naturaleza con la sociedad y el individuo con la comunidad. La resolución a las previsibles contradicciones que generará la realización de la libertad tendrá que apoyarse en una voluntad de concertación y armonización que únicamente podrá cristalizar en organismos democráticos, fraternales e igualitarios. O sea, libertarios.

En consecuencia, ejerceríamos a la vez, real, personal y colectivamente, la libertad, tratando de salir de la sociedad de expansión industrial, inviable ecológicamente -de ahí la crisis ecológica- ni socialmente – por la «descomposición social» que mencionas. Pero hoy en día, las luchas políticas y sindicales no se salen salvo raras excepciones del orden económico, y quienes intentan acabar con el mundo industrial son marginales. A veces decimos que ¡«somos el uno por cien»! En verdad que esas tentativas implicarían formidables combates, y más si tenemos en cuenta los probables estados de alarma económica o de cualquier otro tipo. ¿Está todo perdido para la libertad?

Las «luchas» sindicales y políticas de hoy forman parte del espectáculo, y por lo tanto, del utillaje de la dominación. Tanto los sindicatos y partidos, como las ONGs o los llamados «movimientos sociales», no son elementos constitutivos de un sujeto colectivo antagonista y su función consiste en limitar, diluir y desactivar los conflictos desde dentro.

Ante el escaso número de disidentes del mundo industrial a pesar de las sucesivas crisis que lo recorren, no podemos más que plantearnos el problema de la ausencia del sujeto. Aunque las apariencias nos sugieren la presencia de condiciones objetivas favorables a un cambio radical, los hechos nos indican que las condiciones subjetivas nunca lo han sido menos. La sociedad de masas existe. Los mecanismos de la sumisión como el aislamiento, el olvido del pasado y el encierro en la vida privada funcionan a la perfección asistidos como nunca por la tecnología. Las relaciones de la dominación -del poder separado- se reproducen sin dificultad por más crisis que haya. La mayoría de los dominados no logran ser conscientes de ello porque han perdido su autonomía. La pulverización de las clases -y más específicamente, la ruptura de los lazos solidarios que sustentaban el sentimiento de clase- impide captar el sentido de los acontecimientos y así poder adueñarse de su destino.

Las ideologías extremistas que prometen una época de liberación tras una catástrofe apocalíptica que se lleve por delante al capitalismo, aportan un mayor grado de confusión, puesto que todas las señales apuntan a una progresión de la barbarie capitalista prácticamente imposible de revertir. Sin embargo, la victoria del sistema se apoya sobre barro, y la persistencia de grupos y colectivos resistentes, por minoritarios que sean, nos incita a pensar que siempre quedan caminos alternativos por recorrer y combates por librar. Ciframos nuestras esperanzas en esos defensores de lo humano que bregan en medio de un océano de inhumanidad para que la vida en el planeta tenga futuro, por más incierto que sea este.

Entrevista con Miguel Amorós sobre «La Libertad» – journal

La Décroissance, N°171, juillet/août 2020

Share