El Mar Mediterráneo es un gran útero con la entrada vaginal en el estrecho de Gibraltar y el fondo en Asia Menor.
Sus fértiles aguas han sido surcadas un millón de veces desde la más lejana antigüedad por pueblos de las más diversas procedencias que han dejado en sus orillas la herencia seminal de múltiples y hete- rogéneas civilizaciones que han propiciado el que hayamos devenido en aquello que somos, sea lo que fuere.
Desde que Ulises lo recorrió de un extremo a otro testimoniando que la lite- ratura y la mitología acaban formando parte sustantiva de nuestras vidas, no ha pasado un solo día en que sus convulsas orillas no se hayan visto sacudidas por algún conflicto. Del mismo modo que en su fecunda matriz han crecido fascinantes cul- turas que han devenido clásicas y nos han proporcionado innumerables momentos de plenitud, también ha sufrido la visita frecuente y despiadada de los cuatro jine- tes del Apocalipsis: El Mal, La Guerra, El Hambre y La Muerte, son huéspedes asi- duos de sus riberas.
Si hablamos de La Guerra, inevitable- mente acompañada de los otros tres, pues ya se sabe que las desgracias nunca vienen solas, podemos compararla a un cáncer que va destruyendo todas las células del tejido social y conduciéndonos a una situación como la actual en la que hasta llegar a nues- tros días, el tumor inicial ha sufrido nume- rosas metástasis a todo lo largo y ancho de sus litorales.
Por lo que se refiere a los últimos tiem- pos, podríamos conjeturar que ese tumor inicial empezó a gestarse en Palestina tras el final de la 2ª Guerra Mundial. A partir de la trágica decisión de las antiguas poten- cias coloniales al crear de la nada un estado confesional judío para compensar el gigantesco pogromo nazi, desplazando a los palestinos allí residentes, el sionismo ha supuesto un continuo factor de deses- tabilización en una zona ya de por sí con- vulsa. Los últimos 60 años han supuesto una sucesión de conflictos bélicos sin solu- ción aparente que han ensangrentado el litoral oriental del Mediterráneo. Ahora mismo, la situación en Turquía, Siria, Líbano, Palestina o Egipto, muestra una confusión de tal calibre, con multitud de actores diversos enfrentados de manera tan inextricable que difícilmente podemos atisbar en ella una solución mínimamente razonable.
Por lo que se refiere a los litorales del Sur, los intentos de poder popular surgidos en Egipto, Libia o Túnez tras las llamadas Primaveras Árabes de 2011 y 2012, han devenido en situaciones caóticas, cada una con sus propias características pero con el denominador común de la frustración en el intento por conseguir una sociedad laica y moderna, siendo el ejército o los diferentes grupos radicales islámicos los que han aca- bado instrumentalizando el poder en su beneficio y propiciando una involución que conduce de nuevo a estos países, marcha atrás en la historia.
En cuanto a la orilla Norte, una vez pacifi- cado -de momento- el litoral balcánico, des- pués de los funestos años 90, el conflicto no es militar sino económico. Grecia, Italia o España, olvidados ya los fastos de una supuesta sociedad del bienestar, experi- mentan en las carnes de sus ciudadanos más desfavorecidos la cara más siniestra del capitalismo depredador: corrupción, paro, precariedad, desprotección social, malnutri- ción infantil…
Tal parece que por unas razones u otras, corren malos tiempos para los pueblos que se asoman a eso que los romanos llamaban Mare Nostrum. Ese ámbito geográfico que a lo largo de los siglos ha dado a luz los momentos más aciagos pero también los más admirables de la civilización occidental, se encuentra en estos momentos grave- mente enfermo y de momento, la única qui- mioterapia es la que han aplicado algunos bárbaros en Siria.
Así pues, el tratamiento se presenta largo y complicado. Quizás la única solu- ción a medio plazo sea el redescubri- miento y la adecuada utilización de aque- lla antigua fuerza vital que nos ha hecho capaces de lo peor, pero también de lo mejor.
RAFA RIUS