RACISMO Y AFRODESCENDIENTES EN ESPAÑA

Racismo y afrodescendientes en el Estado español

En el Estado español, las personas negras sufrimos las consecuencias del racismo en muchos frentes

Un poco de historia

Hay historiadores que defienden la existencia de poblaciones de origen africano en la península desde las épocas prehistóricas, cosa nada extraña ya que el invento de las fronteras físicas, mentales, culturales y legales no se conforma hasta bien entrada la Edad Moderna, con la incipiente aparición de los Estados. Siendo así que se registra documentalmente tanto en la época romana y cartaginesa como posteriormente en la islámica de Al-Ándalus, en la que un gran número de personas negras ocuparon altos cargos en los sistemas califales, de los ejércitos y en la cultura. A lo largo de la Edad Media existía en la península el estereotipo de la persona negra acaudalada, a la vez que convivía con la cada vez más pujante trata de esclavos, sobre todo en el sur y levante y, en menor medida, en Castilla y la casi inexistente en los reinos del norte y noroeste peninsular. No es de extrañar que los Reyes Católicos nombraran en el año 1475 un alcalde de negros en Sevilla, en la persona de Juan de Valladolid, negro y portero de cámara de los reyes, para resolver los asuntos menores de esa comunidad que era ya considerable (Gutiérrez Azopardo, s. d.).

Con la colonización de América, durante los siglos XVI y XVII, la Iglesia española continuó con su mismo proceder: evangelizar a los esclavos y humanizar su situación tal y como se puede apreciar en las actas de los sínodos del Obispado, en las que se recordaba a los dueños de esclavos que tenían la obligación de vestirlos, alimentarlos, corregirlos, adoctrinarlos y pagar por ellos la sepultura el día que murieran.

En lo tocante al tratamiento humanitario, también nos pueden servir como ejemplo las misivas que la curia enviaba a sus “distinguidos fieles”, donde dirigiéndose a una persona piadosa que tenía criados y familia, respecto al trato de aquellos esclavos le exhortan “a corregir con blandura, disimular, mejor darle una penitencia de ayuno que herir con palo ni mano, pues quien no entiende que tener criados es tener señores no sabe qué es tenerlos” (Gutiérrez Azopardo, s. d.).

En la práctica, durante esta época, en nada cambió la esclavitud de los negros en la España peninsular. Se siguieron comprando y vendiendo, tanto entre seglares como entre eclesiásticos, como un bien suntuario. Si bien sus condiciones de vida fueron más soportables que las de sus hermanos de América, su “posesión no levantaba preocupación de índole moral”. Así, todos aceptaban el statu quo sin discusión alguna y es sobre todo a finales del siglo XVII cuando hacia los negros africanos se provoca una aversión cada vez mayor.

Si partimos del contexto de ese momento histórico y podemos hacer una abstracción de las mentalidades imperantes en la época, llegamos a la conclusión de que en la construcción del imaginario popular se instala la creencia, refrendada por la Iglesia y su poderoso aparato de control ideológico-social, de la situación de inferioridad de los esclavos negros, en concreto, pero también del resto de poblaciones subyugadas por la colonización.

El racismo en España en la actualidad

Poco a poco estamos escribiendo nuestra propia historia y con ello queremos dar visibilidad a nuestra presencia aquí y ahora, y no únicamente en los espacios donde se nos da generosa cabida.

Todas las diferentes formas que reviste el racismo tienen su máxima expresión en aquellas instituciones que implementan las leyes que emanan de los parlamentos y que están representadas por jueces, policías y demás aparatos represivos del Estado. Estas obvian en muchos casos la máxima del respeto de los derechos humanos más elementales: el derecho a la vida, la dignidad, el trabajo, la salud, la vivienda, etcétera.

El racismo y las diferentes formas de xenofobia están presentes en todas las formas de expresión social de estas instituciones, desde los comportamientos particulares a las expresiones colectivas representadas tanto por las leyes como por los mensajes de los medios de comunicación de masas. Y es muy necesario que se identifique y se reconozca este racismo implícito, para que una vez explicitado podamos encontrar los mecanismos para su erradicación en el conjunto de la sociedad. Para lo que es muy importante que los que sufren esta conculcación de derechos fundamentales, que les llevan a procesos de marginación y exclusión social, se empoderen y de esta forma combatir en condiciones de igualdad por sus derechos que, no se nos olvide, son los derechos de todas y de todos los seres humanos.

El poder establecido y sus sistemas de control social gozan de unos privilegios asentados en esas estructuras racistas y esto se ha de evidenciar, pues solo con la visibilidad y nuestros aportes al conjunto de la sociedad conseguiremos los necesarios cambios que nos acerquen a una sociedad más justa e igualitaria.

Es por lo tanto necesario reflexionar sobre la importancia de incorporar las aportaciones del uso del concepto minorías sociales, tanto a nuestros discursos como sobre todo a esas nuevas formas de pensar y hacer que ayuden sin duda alguna a enriquecer nuestras sociedades. Esto nos lleva a resaltar las diferentes maneras de identificar la discriminación, ya que nuestras realidades como grupos están invisibilizadas, por lo que nuestros aportes no se tienen en cuenta.

Es importante que el principio básico de la empatía sea una conducta cada vez más extendida, ya que de esta manera se podrán aparcar los eurocentrismos que ven a los otros como una amenaza, en vez de una oportunidad para crecer como ser humano. El inicio de esta minusvaloración del diferente es generalmente la excusa para justificar todos los tópicos: nos invaden, nos quitarán el trabajo, etc., en definitiva, toda esa munición que se utiliza para enfrentar y justificar el por qué el diferente nos da miedo.

A quienes representamos otras culturas, otras religiones, en definitiva otras formas de hacer y pensar, se nos etiqueta automáticamente como peligrosas, dándose así pie a que los y las que somos percibidas como culturalmente distintas se nos considere inferiores.

Así, el racismo tiene un conjunto de connotaciones que están presentes en todo el mundo, si bien sus expresiones varían, pudiendo ser de una mayor o menor virulencia según los contextos en que se producen. Algunas de ellas son de especial crudeza, como los hechos acaecidos en Cali (Colombia) que apunta Karabali (2020) en un reciente artículo, en el que sostiene que después de 210 años, la estructura de la administración pública basada en el color de la piel sigue vigente en las instituciones del Estado: en el sistema educativo, en la sanidad, ejército, policía, etc. Según este investigador, el incremento de las masacres sobre la población negra se ha convertido en objetivo militar en Colombia. A modo de conclusión sostiene que:

“Lo concreto es que estas masacres y otras tantas hacen parte de la mal llamada limpieza social y los falsos positivos. Estas prácticas casi cotidianas son perpetradas por el ejército y grupos al margen de la ley. Estos últimos en ocasiones operan con el apoyo del Estado, según la versión de algunos líderes sociales. Es de vital importancia mencionar que en lo que va corrido del año en Colombia se han perpetrado 43 masacres. La mayoría de ellas han tenido como escenario territorios donde hay presencia de comunidades afro e indígenas”.

El concepto de raza en la jerga socioantropológica se ha visto sustituido últimamente por el de etnia, si bien estos debates son más de tipo académico que no tanto la respuesta a todos los comportamientos sociales que implican las diferentes expresiones del racismo y sus consecuencias prácticas respecto a quienes las sufren.

El resurgimiento de los racismos tiene mucho que ver con las condiciones sociales concretas y, por lo tanto, es un fenómeno exacerbado en los momentos de expresión de las crisis económicas y sociales, sean estas provocadas de forma artificial por burbujas financieras o, como sucede ahora, por la pandemia de la covid-19. Nadie piensa entonces que las personas que se ven obligadas a la diáspora y la migración lo que pretenden es asegurar su propia supervivencia y la de los suyos y en ningún caso son ellas las responsables de ninguna crisis social, ni económica, sino sus víctimas visibles.

En el Estado español, las personas negras sufrimos las consecuencias del racismo en muchos frentes: en la búsqueda de trabajo, el acceso a la vivienda, el acceso a la documentación legal pertinente. Aunque es muy frecuente oír en según qué medios que España es un país donde la democracia racial es un ejemplo universal, cuando la realidad es que los estereotipos que llevan a considerar a los otros como inferiores se dan muy a menudo.

Al utilizar el término nosotros para referirnos a los humanos que nos son próximos, reafirmamos espacios como propios, mientras que si utilizamos el término los otros calificándolos como bárbaros, incivilizados a aquellos que no se nos asemejan, es el momento en que aparecen los comportamientos racistas muy evidentes.

Afroespañolas y afroespañoles: una comunidad arraigada en el Estado

Tal y como enuncié en el primer párrafo de este artículo, quiero centrar ahora mi reflexión en las situaciones más evidentes del racismo en España, para lo cual me gustaría hablaros de personas que pueden ejemplificar las diferentes expresiones que el racismo y la xenofobia tienen hoy en día.

Alphonse Arcelin: este haitiano, médico de profesión y concejal del Partido Socialista de Catalunya (PSC) en Cambrils en la década de 1990, fue el impulsor de la campaña para retirar del museo Darder de la localidad catalana de Banyoles al denominado Negro de Bañolas, para lo que interpuso una denuncia contra el museo por exhibir al hombre disecado, algo que le parecía escandaloso e inhumano. Sus esfuerzos culminaron el 5 de octubre de 2000 en Gaborone, la capital de Botsuana, asistiendo a la ceremonia de entierro de este antiguo guerrero africano robado de su tumba por unos naturalistas franceses, disecado y convertido en objeto de museo.

El doctor Arcelin no contó en ningún momento con el apoyo de sus compañeros del PSC en todo el largo proceso de su lucha. Recuerdo que la comunidad africana de Catalunya organizamos y asistimos a varias manifestaciones en apoyo a Arcelin y su justa lucha. En honor a la verdad, tengo que decir que grupos de solidaridad de la sociedad civil catalana sí se manifestaron con nosotras y nosotros. Arcelin murió en Cuba el 17 de agosto de 2009.

Banyoles es una población de la comarca catalana de La Garrotxa, donde he podido observar de primera mano el fuerte racismo imperante, que tuvo su expresión a lo largo de todos los años que duró este proceso y que continúa en la actualidad. He tenido la oportunidad de trabajar con un colectivo de mujeres migrantes residentes en la zona que me expresaban situaciones de racismo habitacional, negándoles la posibilidad de alquilar viviendas en según qué zonas de la ciudad, por “no molestar a los autóctonos”, por lo que se veían abocadas a concentrarse en auténticos guetos. Pero, mientras, por contraste tenían al negro disecado en el museo, esto no les producía ninguna molestia, ni hacía ningún llamamiento a sus conciencias. No dejan de ser sorprendentes los grandes niveles de hipocresía que acompañan a estas manifestaciones de racismo estructural.

El 13 de noviembre de 1992, Luis Merino Pérez, guardia civil de 25 años, efectuó los disparos que acabaron con la vida de Lucrecia Pérez. Sucedió en el barrio madrileño de Aravaca, donde una comunidad de inmigrantes dominicanos sin hogar había improvisado un techo bajo el que intentaban sobrevivir. Poco antes, en Aravaca habían aparecido una serie de carteles con mensajes xenófobos: Españoles: nuestra patria está en grave peligro, INMIGRACIÓN STOP. Primero los españoles o Fuera negros, que fueron colocados por grupos de extrema derecha.

Lucrecia había iniciado una nueva vida trabajando como empleada del hogar para conseguir dinero con el que sufragar los estudios de su hija, pero a los pocos días fue despedida. Viéndose así sin medios de subsistencia con que poder hacer frente a las mínimas condiciones de vida, decidió refugiarse en la familiaridad de sus compatriotas, que habían acondicionado las ruinas de una antigua sala de fiestas, donde vivían en condiciones infrahumanas. Allí encontró la muerte de manos del guardia civil Luis Merino, que disparó a quemarropa hiriendo de gravedad al dominicano Augusto César Vargas y matando a su compatriota Lucrecia Pérez, que solo tenía 33 años. Se trataba de una cacería de inmigrantes. La muerte de Lucrecia significó el primer caso de muerte por odio racista que fue reconocido por el Estado español. Según el Movimiento contra la Intolerancia, 27 años después del crimen de Lucrecia, se han producido más de un centenar de crímenes racistas en España.

Rita Bosaho Gori, nacida en Batete, isla de Bioko (Guinea Ecuatorial), de la etnia bubi, es sobrina de Enrique Gori, que fue presidente de la Diputación de Fernando Poo (actual Bioko) y procurador en las Cortes franquistas de la época. Por lo tanto, es de suponer que Rita ya se crió en un ambiente en que la acción política era un hecho próximo. A todos y a todas nos llena de orgullo decir que Rita es la primera parlamentaria negra de las Cortes españolas, ya que sin duda es un hito importante puesto que abre las puertas de la institución que representa el poder legislativo en España para la posterior incorporación de más representación negra a esta institución.

Rita es parlamentaria, sí, pero no por ello está exenta de las manifestaciones de racismo y xenofobia, dentro y fuera de su partido (Podemos). Tenemos un ejemplo palmario de estas manifestaciones en el hecho ocurrido en Alcoi (País Valencià), donde Rita, con motivo de la Cabalgata de Reyes, se manifestó contraria al blackface, es decir, el personaje del rey negro representado por un blanco embetunado. Su partido político no solo evitó apoyarla, sino que la desautorizó, obligándola a borrar el tema en sus mensajes en las redes sociales.

Este hecho del embetunado es bastante usual en muchas localidades donde se hacen las Cabalgatas de Reyes, sin tener en cuenta a la población negra que vive en las mismas. Para hacer el personaje del rey negro, se siguen utilizando blancos embetunados en estas representaciones populares. Ocurre así porque la sociedad blanca del lugar sigue invisibilizándonos, no nos quiere ver, ya que así no existimos; esa es la forma más manifiesta del racismo estructural que nos acompaña en nuestro día a día en España. Una sociedad donde se expresa con grandes palabras la existencia de una sociedad multicultural, pluriétnica e intercultural, pero que la práctica de los comportamientos habituales de la gente desmiente con rotundidad.

Nacido en la isla de Bioko (Guinea Ecuatorial), Guillem Balboa Buika tuvo que exiliarse de su país en 1969 a la edad de cuatro años, junto a su familia. Es hijo del poeta y escritor ecuatoguineano Juan Balboa Boneke y de Honorina Buika, y hermano de la cantante Concha Buika. En junio de 2017 fue elegido alcalde de Alaró (Mallorca), convirtiéndose así en el primer alcalde negro de origen africano de un municipio de las Islas Baleares (Ses Illes). En septiembre de ese mismo año 2017, Guillem denunció que le habían dejado en el patio de su domicilio particular un cordero agonizante, muestra más que evidente del odio y la xenofobia de sus autores.

Guillem siempre ha mostrado un talante dialogante, a pesar de lo cual, en el momento de su elección, algunos diarios lo presentaban como “un africano independentista catalán, nuevo alcalde en Mallorca” 1/. La carga negativa que rezuman estos diarios a la hora de adjetivar a Guillem no deja de resultar asombrosa si tenemos en cuenta que estamos en democracia y por lo tanto cada cual puede pensar y expresar sus ideales en total libertad (se supone), sino que además hemos de pensar que Guillem mamó el independentismo por sus orígenes bubis y ecuatoguineanos (recordemos que en 1968 Guinea se independizó de España).

Guillem ha sentado precedente para la visibilización no solo de su negritud, sino de la expresión de unos ideales que desde el independentismo de izquierdas se pueden defender y encontrar vías para la implementación de otras formas de hacer política que ayuden a la erradicación de la xenofobia y el racismo.

Temporeros, manteros y otras manifestaciones de la expresión cotidiana del racismo en España

Cuando hablamos de temporeros nos referimos a todas las personas que vienen –algunas de forma periódica– a realizar trabajos relacionados con el campo (recogida de la fruta, trabajo en los invernaderos, etc.) y cuya composición poblacional es básicamente de magrebíes, sudamericanos y población negro-africana.

Las condiciones de trabajo y alojamiento de estas personas son deplorables; en este sentido, quiero destacar que aunque ha sido en este año 2020, por causa de la covid-19, cuando han aflorado más estas nefastas condiciones de vida en los medios de comunicación, constatamos que es un hecho que se produce cada año y que hace patente la ausencia de una serie de derechos básicos para trabajar en condiciones dignas: falta de vivienda, lo que a su vez provoca aglomeraciones, falta de higiene, etc. Una situación que, como digo, se ha evidenciado aún más a causa de la pandemia, pero que durante años y años era una realidad más que contrastada.

De mayo a noviembre, el paisaje de las poblaciones donde se asientan los temporeros es multiétnico y multicultural, lo que en muchas ocasiones choca con una población autóctona nada acostumbrada a este paisaje humano. Si además añadimos el hecho de que una parte de esta población, por diferentes factores –falta de papeles, falta de trabajo, etc.–, se ve obligada a mendigar y a dormir en la calle, tenemos los ingredientes para las diversas manifestaciones de xenofobia, cuando no directamente de racismo.

Esto tiene su expresión concreta en la mala relación trabajador-empleador, jornadas inhumanas con exposición continuada a las inclemencias del tiempo (golpes de calor, que en algún caso ha supuesto la muerte del temporero), jornales de miseria (5 euros la hora) y horarios interminables, aceptados por la más absoluta y perentoria necesidad de supervivencia. En definitiva, unas condiciones de explotación propias del esclavismo.

Hay otras personas con residencia habitual en España, pero sin papeles, por causa de una legislación (Ley de Extranjería, repatriación, CIE…) que aleja las posibilidades de regularización de los migrantes hasta límites de auténtica locura y que les obliga a vivir en situación de paralegalidad y siempre con la espada de Damocles de la expulsión, lo que provoca que tengan que buscarse la vida en los márgenes de la economía sumergida. Hablamos de los llamados manteros.

Los vendedores ambulantes, popularmente conocidos como manteros, han vivido una persecución constantemente azuzada en muchos casos por asociaciones de comerciantes y secundadas por actuaciones policiales abusivas. Lo que ha provocado en muchos ciudadanos la visión de una auténtica caza del mantero, con carreras de personas que han de recoger sus productos de comercio rápidamente en las mantas en que los tienen expuestos al público, siempre con el peligro de verse detenidos y en muchos casos conducidos a comisarías, cuando no a los CIE, y su mercancía requisada, con la enorme pérdida que esto les supone.

Este tipo de actuaciones reflejan el estado de persecución al migrante, sobre todo si no tiene papeles, lo que no deja de evidenciar el tremendo racismo inherente. Cuando esos comerciantes autóctonos denuncian supuestas competencias desleales por el tipo de productos y precios de los artículos de los manteros, en muchos casos lo que encubre es un racismo profundo, el que supone generar un estado de opinión contrario a estas personas, cuyo único delito es intentar sobrevivir, para lo que en ocasiones llenan su demagogia con mafias inexistentes, situaciones supuestamente ilegales y un largo etcétera; cuestiones estas que jamás esgrimen en los casos de auténtica competencia desleal, como es el caso de las multinacionales que vacían de pequeño y mediano comercio a las ciudades y pueblos.

En el año 2015, con la creación del Sindicato de Manteros se puso la primera piedra para, por una parte, aglutinar a una parte importante de estos trabajadores de la venta ambulante y, por otra, crear incluso sus propios productos, con el fin de que se puedan sentir como trabajadores que son y no como delincuentes.

A modo de conclusión

Haciendo pues recapitulación sobre el racismo en España hoy, podemos concluir que desde el caso de la denuncia por parte de Alphonse Arcelin en 1990 y el asesinato de la dominicana Lucrecia Pérez en 1992 a los casos de la intervención pública en las instituciones de Rita Bosaho (2016) y Guillem Balboa Buika (2017), el racismo sistémico ha representado una importante dificultad, pese a los esfuerzos para la normalización de la vida pública en una supuesta democracia como es la española. Así pues, las situaciones de los temporeros y los manteros y las vivencias del día a día en 2020 nos demuestran que la desaparición de todo tipo de racismo y xenofobia en España están siguiendo un tortuoso y difícil camino hacia su erradicación.

No puedo dejar de mencionar el caso de las pateras y las vallas, aunque merecería un capítulo aparte, ya que hay suficiente literatura y los medios de comunicación les prestan especial atención (sobre todo a las horas de comer (¡?): “nos invaden”, “nos vienen a quitar el pan de la boca”…). No siempre, por tanto, con una visión positiva, ya que rara vez ponen en boca de las personas que sufren esas situaciones sus motivos o sus anhelos; más bien, se ciñen a generar supuestos ilegales para precisamente provocar en la población reacciones adversas a estas personas: o sea, racismo y xenofobia. Y en este sentido quiero reafirmar una idea, expresada por todas aquellas personas que creen/creemos que ninguna persona es ilegal, y es que las leyes contrarias a los derechos fundamentales del ser humano son las únicas que jamás deberían existir, porque nos envilecen como sociedad.

Remei Sipi Mayo forma parte de la asociación de mujeres E’waiso Ipila. Es editora y escritora.

Referencias

Gutiérrez Azopardo, Ildefonso (s. d.) Los negros y la Iglesia en la España de los siglos XV y XVI (accesible en http://www.africafundacion.org/IMG/pdf/LOS_NEGROS_Y_LA_IGLESIA_EN_LA_ESPANA_DE_LOS_SIGLOS_XV_y_XVI.pdf).

Karabali, Jesús (2020) “Se incrementan las masacres en Colombia: la población negra como objetivo militar” (accesible en https://jesuscarabali.blogspot.com/2020/08/se-incrementan-las-masacres-en-colombia.html).

vientosur.info/racismo-y-afrodescendientes-en-espana/

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