Al QAIDA VUELVE

AL QAIDA VUELVE

El asesinato del reportero navarro David Beriain y del cámara vasco Roberto Fraile por militantes de AlQaida activos en el este de Burkina Faso ha hecho que los medios de comunicación españoles se hayan vuelto a fijar en esa estructura yihadista global. A lo largo de los últimos años, hablar de yihadismo ha sido hablar de la organización Estado Islámico  y del brutal dominio que impuso sobre amplios territorios de Siria e Irak. Una vez extinguido su pretendido califato y eliminado su califa, la prensa pasó a centrarse en la pandemia y en la polarización que afectan a nuestra sociedad, incidiendo sobre la percepción pública de los problemas internacionales. Al tiempo, desde los atentados en Barcelona y Cambrils, las más bien breves noticias sobre actos yihadistas se han referido a un número de detenciones en disminución en España y a la incidencia de “lobos solitarios” en otros países europeos.

Sin embargo, cuando se cumple una década de la presunta muerte de Osama bin Laden Al Qaida está de vuelta.  En efecto nunca se ha ido. En realidad, la muerte de Osama Bin Laden tuvo gato encerrado. El enclenque líder saudí había muerto diez años antes del momento “oficial” en un hospital pakistaní controlado por los Servicios Secretos de ese país (SIA) , única instalación sanitaria donde había máquinas de respiración auxiliar que precisaba por su dolencia terminal. La Administración Obama de los EEUU realizó un impactante montaje en el que se pudo ver por las televisiones de todo el mundo su observación con su equipo de alto rango  del operativo de la Armada que presuntamente asaltó y mató al líder fundamentalista en una casa refugio en el norte de Pakistán, en una operación de comandos especiales ciertamente “espectacular”. Por supuesto luego se hicieron croquis y recreaciones del “asalto” y hasta una película de la factoría Hollywood. Por supuesto no hubo imagen del malogrado Bin Laden. Se dijo que su cadáver fue arrojado al mar Ïndico para evitar cultos necrofílicos políticos. Sin imagen y sin cadáver, como Hitler y no como Mussolini. La celebración imperialista americana fue bastante desleída y a contrapié, con algunos universitarios de colegio mayor que se apuntaban a un bombardeo con tal de festejar algo. El Imperio se había vengado del mentor intelectual del ataque al Wachtower  Center de Nueva York en el año 2011. Posteriormente los soldados incursos en la acción material murieron uno tras otro en la indigencia moral y material(ya se sabe, los traumas de la guerra) sin poder acceder a contar su “hazaña” a los medios de comunicación que tenían otras prioridades  “espectaculares”. Pero la gota que rebosó el vaso para los entendidos en el signo de los tiempos fue que uno de los dos periodistas que destaparon el escándalo “Watergate”, en los primeros años setenta del siglo XX, bajo la Administración Nixon y contra ella,” icono” del cuarto poder liberal de la Prensa capaz de derribar por la verdad al poder ejecutivo del presidente de EEUU impeliendo su dimisión por prácticas torticeras(espionaje electrónico de escuchas en la sede del Partido político rival) hizo nuevamente aparición en escena. Señaló la verdad, el “montaje” de la Administración Obama. Pero apenas tuvo eco en los medios generalistas del mundo mundial. Otra “conspiparanoia” de locos de atar. El terrible silencio, el vacío noticiable, convirtió la teoría garantista del Cuarto Poder de la Prensa, de los investigadores en las cloacas del poder en algo que no interesaba a nadie. Qué más da que adquiriera un enorme prestigio en su momento, con película de Hollywood correspondiente. Éste había pasado y no repetiría su gol a puerta bellamente ejecutado en nombre de la decencia moral. El “espectáculo” debía continuar y los “plumillas” adaptarse con terror a las nuevas mentiras que interesaban. La Historia quedó en que Bin Laden fue “abatido” cuando lo dijo el Imperio. Total, era un terrorista de probada peligrosidad. Que murió en la cama….

Al-Qaida,tras “perder” a su carismático líder, estubo inicialmente al margen de las revueltas antigubernamentales de la llamada “Primavera Árabe”que tuvieron lugar en distintos países del mundo musulmán y quedó oscurecido con el auge del Estado  Islámico, y muchos comentaristas difundieron la idea de que Al-Qaida había comenzado una decadencia hacia la extinción. Nada más lejos de la realidad. En lo fundamental, las directrices marcadas por Bin Laden antes de perder la vida han sido seguidas por su sucesor, Ayman al-Zawahiri. Este dejó pronto claro que la misión de Al-Qaida consistía en ofrecer orientación a poblaciones musulmanas descontentas con sus gobernantes y aprovechar las circunstancias para implantarse en zonas que quedasen desprovistas de autoridad estatal efectiva y diseminar su influencia a través de alianzas con milicias islamistas o tribus locales.

Esas directrices fueron dictadas en 2010. Instaban a que los sucesores de Bin Laden en el mando central de Al Qaida(que se traduce por “La Base”) iniciasen una nueva etapa en la trayectoria de la matriz fundacional del yihadismo global durante la cual, sin renunciar al objetivo último y a largo plazo de establecer un imperio político islámico regido por una interpretación fundamentalista del Corán y de los tenidos por dichos o hechos de Mahoma, se modificara la estrategia para alcanzarlo. La prioridad ya no sería la de llevar a cabo grandes atentados terroristas en países occidentales para incidir sobre las actitudes de sus ciudadanos y disuadir a sus gobernantes de atacar  países del mundo islámico. La prioridad pasaba a ser la de reorganizar el conjunto de la estructura yihadista global, continuar desarrollando el plan de descentralización controlada iniciado tras el 11-S y recuperar apoyos en el seno de las poblaciones musulmanas.

Hubo dos hechos reveladores de esa transición estratégica. Por una parte, su última orden de conmocionar a las sociedades occidentales mediante grandes actos de terrorismo fracasó al desbaratar los servicios de seguridad de Estados Unidos,  Alemania, Francia y Reino Unido una serie de atentados ideados para ser ejecutados simultáneamente en varias ciudades de los tres últimos países. Por otra, estaban considerando al tiempo incorporar a la organización Al-Shabah, con base en Somalia, como nueva rama territorial de esta estructura yihadista global para el Este de África, lo que se anunció tras la supuesto óbito del fundador, sumando así una cuarta rama territorial a las tres entonces existentes en la Península Arábiga, Mesopotamia y el Magreb.

En la actualidad, transcurridos diez años desde la “muerte” oficial  de Bin Laden, a esas cuatro ramas territoriales de Al-Qaida se han sumado otras en Siria, el subcontinente indio y África Occidental. En 2013 dejó de contar con una rama iraquí, repudiada por desobediencia y transformada después en la organización Estado Islámico, hoy notablemente desarticulada si bien su núcleo es muy resistente, con la cual rivaliza por la hegemonía del yihadismo global en su conjunto. Aún así, Al-Qaida, en tanto que estructura global descentralizada, está más extendida que nunca y cuenta con alrededor de 35.000 combatientes. Ello compensa el relativo aminoramiento de su mando central, cuyos integrantes siguen desenvolviéndose en el pastoril  noroeste de Pakistán, amparados por talibanes de la zona, así como en Irán, amparados  en el marco de las extrañas y variables relaciones de cooperación táctica entre Al-Qaida y la teocracia chií.

Que la estructura global moldeada  por Bin Laden reajuste prioridades y sea de nuevo fuente de amenaza terrorista para las sociedades atlantistas es cuestión de tiempo, no de probabilidad. Antes o después, los actuales dirigentes de Al- Qaida revertirán la decisión de no provocar a los países de Norteamérica y Europa Occidental que han mantenido durante la pasada década para mejor fortalecerla y extenderla. Una vez entrelazada su amplia trama de vínculos con poblaciones locales en distintas zonas de conflicto y asegurado que cualquier eventual represalia militar por un gran atentado terrorista esté abocada a un enfrentamiento de desgaste sin opción de victoria, Al-Qaida y sus ramas territoriales van a poner de nuevo a prueba a los servicios antiterroristas del mundo occidental, sigiendo la población civil pagando los platos rotos y, las formas más místicas del Islam, la de los sufíes “locos de Dios”, tan cercanas a la inspiración de Jesucristo y Mahoma como estilos de espiritualidad complementarios y  mutuamente tolerantes, se ocultarán ante la “espectacularidad” del Emirato apocalíptico islámico fundamentalmente homicida. El Islam pacifico y las gentes de los pueblos del mundo estarán bajo amenaza y efectiva violencia, y las diversas versiones del fundamentalismo religioso y sus contrapartes harán de la “verdad” un arma que tendremos todos al cuello.

Paz a los hombres de buena voluntad.

2 de Mayo de 2021 La Reina de Inglaterra.

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