UNA NOVELA INTERESANTE: “PRIMERA Y ÚLTIMA TIERRA” (Reseña “Tierra y Libertad”))

UNA NOVELA INTERESANTE: “PRIMERA Y ÚLTIMA TIERRA”

Como bien indican los editores de “Primera y última tierra”, de José Ardillo, en la contraportada del libro: “frente a la abundante literatura escrita sobre la Guerra Civil  española, la novela intenta recorrer caminos poco explorados”. Sin duda, y con permiso del escritor Isaac Rosa (por utilizar su título), no se trata de “otra (maldita) novela sobre la guerra civil”.

Aun así, la guerra es más que un telón de fondo y la novela, cuyo tiempo presente se inicia en julio de 1936, comienza poniendo cara a diversos personajes que representan diferentes posturas, ideas, ideologías y perfiles sociales de ambos bandos dentro del microcosmos de Ververa, un pueblo de ficción situado en el valle del Tajuña, cercano a Morata.

Sin embargo, el protagonista, Manri, no puede ser encasillado en ninguno de los dos bandos. Su pionera sensibilidad ecologista le hace decir cosas, en una tertulia del Casino del pueblo, como; “Yo les hablo hoy de un problema muy real que está en el suelo y en el agua y en el cuerpo humano y que es lo que conducirá finalmente a la guerra. Se llama acidificación(…) ¿Cuál fue el origen de la guerra de 1914 sino la acidificación del aire, del agua y la tierra? Piensen en ello. La explotación de las minas, y canteras, el exceso de toxinas de las carnes rojas(…)”.

Además de Manri hay otro coprotagonista, la tierra, y cita la novela unas palabras de un discurso de Joaquín Ascaso (presidente del consejo de Defensa de Aragón en 1936-37); “que la tierra es la materia prima más importante y que el fracaso de la República viene de no haber sabido dar a la tierra el protagonismo que requería”. Las aventuras y el destino final de todos esos camiones cargados de la mejor tierra fértil intentando llegar a quienes la necesitaban, y que conforman el núcleo de la segunda parte de la novela, son toda una metáfora que viene a decirnos lo mismo que las palabras del político aragonés.

Pero prestar atención a la tierra, y como dice esa expresión habitual, implica no centrarse en lo urgente sino en lo importante. Y este es un debate que también se produjo en esos tiempos (como seguramente conocen bien los lectores de esta reseña), entre la institucionalidad republicana y los anarquistas y que la novela, bien documentada recoge:

“Esta confrontación sangrienta es la cobertura  de otra confrontación mayor que se da hoy en las naciones modernas. Todos esos milicianos, heroicos, arrojados, casi descalzos, dignos de compasión y de ternura, lanzados a la muerte, son pobres hijos de la erosión, de un país que se va devastando sin remedio. En vano, costa se debatió por convertir en un vergel las áridas estepas de Los Monegros y el Somontano (…). Aquí el enfrentamiento se produce entre los que quieren proteger el vínculo ancestral de los pueblos con sus tierras y los que quieren por todos los medios destruir este vínculo”.

En nuestros días, a lo largo de todo el planeta, son asesinadas muchas personas por defender esos vínculos con la tierra, con la Tierra (si, con minúscula y mayúscula), con los ecosistemas, con la base sobre la que se levanta  el bienestar de las sociedades; una ecodependencia que, en el fondo, continúa ignorándose.

José Ardillo tiene tres recomendables novelas publicadas donde las cuestiones ambientales o, mejor, socioambientales, resultan centrales: “El salario del gigante”(2011), “La repoblación”(2013), “Buenos días, Sísifo” (2014); y cuenta también con un libro de relatos: “Los primeros navegantes” (2018).

Nachoi Santos

Picado por Hell Gates

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