CHILE. LA LUCHA DE CLASES Y LAS BATUCADAS

Chile. La lucha de clases y las batucadas

Mucho más allá de los lances de esgrimistas de Jadue y Boric, hay más, mucha más izquierda, esa que late anónima y desencantada, la que ha sobrevivido en el pueblo llano, la que se formó en la primera línea, en la mujer allendista, en los que pusieron el pecho y también las balas cuando la dictadura

Lo más nítido, la ausencia casi absoluta de ética periodística, pero no es algo que no sepamos o que nos preocupe.

Lo que no queda muy claro es cuáles son las expectativas estratégicas de los abanderados. A lo más, se trataría de salir lo mejor parados en la siguiente justa electoral y en el mejor de los casos alcanzar el gobierno.

Lo que no es poco, lo que no es malo, lo que es del todo necesario, pero…

El proceso que termina en noviembre del año 2019 es la estrategia del estatus quo acordada en secreto con los militares solo para evitar que la izquierda más radical accediera al gobierno post tirano.

Y lo que comenzó esa misma fecha, fue un proceso que tiene bien ganado el derecho de llamarse de transición democrática. Ahora sí, con el pueblo como factor en juego.

La que está trancado en este momento es saber quiénes y cómo serán los que van a dirigir el proceso. Dicho en el chileno vasto, quiénes la van a llevar en esta pasada. La cosa está recién comenzando a moverse y la irrupción de un nuevo ciclo político, tantas veces anunciado, se va a caracterizar por qué y quiénes se ponen a la cabeza de la izquierda, y el rasgo distintivo de esta.

En efecto, se alcanza a suponer en lontananza la irrupción de una nueva etapa que termina, o podría terminar, con casi medio siglo de hegemonía ultraderechista.

La mejor expresión política del cambio de fase es la irrupción de fuerzas políticas que hasta hace poco no solo eran inconcebibles, sino que su sola idea era despreciada por los poderosos y los acomodados.

El sistema de partidos ha hecho todo lo que está a su alcance para evitar la autoorganización política de la gente. La gleba estaba obligada a votar por lo que había o guardar silencio. O refugiarse en el voto en blanco, nulo o la abstención.

Pero algo está pasando, algo huele mal.

Como se habrán dado cuenta los poderosos, el error maestro fue dejarse dominar por el pánico en ese noviembre de tragedia. Cursaba entonces una cierta seguridad, aunque frágil:  si todo se hace dentro del sistema, estaría todo controlado.

Y ya vemos que eso fue cierto hasta cuando los protagonistas eran los de siempre.

Por eso la irrupción de la Lista de Pueblo y su fuerza centrípeta, ha venido a descuadernar aquello que se creyó controlado. Esa gente y sus amigos, no estaban considerados en la ecuación.

He aquí que comienzan las dudas más interesantes.

Más allá, mucho más allá de los lances de esgrimistas de Jadue y Boric, hay más, mucha más izquierda, esa que late anónima y desencantada, la que ha sobrevivido en el pueblo llano, la que se formó en la primera línea, en la mujer allendista, en los que pusieron el pecho y también las balas cuando la dictadura, y una legión de dirigentes honestos que trataron de hacer algo durante treinta años y que están aún al aguaite.

Es cierto: la más socialdemócrata de las reformas en este modelo de extremistas y fanáticos neoliberales, pasa a ser revolucionaria, pero se requiere de algo más.

No basta con la alternancia cómoda y abúlica.

Hace falta un camino que invite, un proyecto que sume, un horizonte que seduzca, y dirigentes que den confianza, que se la jueguen, que no se conformen con lo tibio, que sus palabras traduzcan decisión y sean queridos.

Y que, por sobre todo, se propongan chasconear la muy engominada cultura política que no pisa callos ni usa malas palabras.

Por eso las expectativas, aunque siempre peligrosas, se centran ahora en que ya no sean los partidos quienes definan hasta lo que comemos y en las elecciones sean quienes imponen por quién votar.

Entonces, ¿qué pasaría si de ahora en adelante sea la misma gente la que proponga sus candidatos a lo que sea mediante jornadas de consultas o primarias populares o como se llamen?

Ya se ha dicho: ese mecanismo ya ha hecho historia: permitió la recuperación de los municipios de Valparaíso y de Santiago, históricamente en manos de la ultraderecha más abyecta, y la irrupción victoriosa de la Lista del Pueblo en las elecciones para la Constitucional.

¿Se pueden extrapolar a otras elecciones esa forma de democracia directa?

No hay razones para no hacerlo.

Al contrario, habría muchas razones para que la gente en sus calles, barrios, villas, poblaciones, sindicatos, escuelas, plazas, universidades, liceos, puestos de trabajo, despliegue iniciativas que permita al tan manoseado y vapuleado pueblo tomar sus propias decisiones eligiendo a sus propios representantes.

Una experiencia en ese sentido, que muestre el inexplorado camino de la democracia directa y sin intermediarios ilegítimos, puede cambiar las cosas de claro a oscuro.

Y, como resulta tan necesario, poner en el tapete aquello a lo que la izquierda le cuesta tanto: una estrategia de poder desde el punto de vista del pueblo.

Como saben los que saben, la lucha de clases no es esa caricatura que los ignaros ultraderechistas creen que es cuando algún desadaptado quema un quisco de diarios o muchas gente marcha con brazaletes y pañuelos.

La lucha de clases se entiende como la pelea permanente y variable en formas e intensidades que enfrenta, para decirlo en síntesis, al sistema con sus víctimas, una de cuyas más importantes expresiones es la lucha política que pone en el centro de su perspectiva, como resulta obvio, el poder.

Hasta ahora, tanto Jadue como Boric intentan perfilarse como candidatos de la izquierda, pero no todo está dicho.

Una candidatura, muchas candidaturas nacidas de la gente misma debería mover el avispero y polarizar las cosas en el sentido de movilizar al pueblo hacia algo más que un gobierno, por muy necesario que sea, y precisamente por eso.

Ya se sabe: por movilización popular debemos entender un proceso estratégico que ofrezca la construcción de un país decente, cariñoso, limpio, humanitario, que proteja a los suyos, sobre todo a los más carenciados. Y que sea capaz de seducir a millones tras su consecución.

Y eso es mucho más que acceder al gobierno, aunque sin duda es una necesidad y un avance, más aún si se incluye como una etapa en un proyecto que vaya mucho más allá.

Es decir, con batucadas, pero con la vista algo más arriba.

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