CAMINO DE PÈRFECCIÓN

Camino de perfección

Lo mejor de uno mismo, en lo referente a imagen, a salud, a trabajo, a carácter, etc., en una permanente competición (citius, altius, fortius) que hace que cada cual se convierta en empresario de sí mismo, limitándose en los terrenos de la alimentación, del cuidado corporal, gimnasio al canto, de…con el fin de casar mejor en los engranajes sociales y laborales; como el caso de los psicólogos de empresa que al fin y a la postre se dedican a que la máquina funcione y los trabajadores, como ajustados y bien engrasados engranajes, se acoplen a la marcha marcada por los empresarios: que no haya desacuerdos, que no haya discordancias, ni desajustes, que todo funcione a las mil maravillas sin comportamientos díscolos, a pesar de que de cara a la galería se airea que hace falta gente que sea sí misma, que sea capaz de iniciativa y creatividad…siempre que, primera norma, obedezca; no hay ningún patrono que proponga la insumisión a sus empleados con respecto a las nomas que ellos dictan. No me extenderé más en estos asuntos que es de los que, con un indudable puntería y sorna, trata la periodista y escritora holandesa Marian Donner (1974) en su obra de explícito título: «Manifiesto en contra de la autoayuda. En defensa de la autodestrucción», editado por Libros Cúpula.

La autora apuesta por la vida, proponiendo huir del cúmulo de reglas y limitaciones que castran la vida, la verdadera vida, incidiendo en que la propuesta de una vida intensa queda vaciada al ser asentada en vivir el instante pero sin ayudas de paraísos artificiales u otras yerbas, lo que supone una vida exenta de intensidad (en unos papeles de la mesa del sociólogo Zygmunt Bauman se leía: «la vida de alguien que no bebe, no folla y no fuma no dura más, solo parece durar más»; él vivió hasta los noventa y uno). El tan manido desarrollo personal que vende el vivir mejor, de superar las dificultades y obstáculos que salen en el camino, agarrarse al pensamiento positivo y trabajar para ser más performativo son algunas de las martingalas que se airean como solución para todos los problemas, pudiéndose constatar que coincide con este amplio jardín de flores milagrosas, si bien el stress, los estados depresivos y similares nunca han sido tan abundantes (según la OMS han ascendido un 40% en los últimos treinta años), a lo que, dicho sea al pasar, favorecen estas metas marcadas y las reglas que supuestamente pueden llevar a ellas. Tal vez en la obsesiva búsqueda del bienestar, del mejorestar continuo, resida una de las causas esenciales del malestar individual, del agobio, del cansancio del que hablase Han. Marian Donner invita a dejarse llevar por el deseo personal, lo que no ha de interpretarse como echarse a la bartola en un carpe diem como guía; en este orden de cosas, la ensayista sugiere que el mejor camino es el de tratar de ser sí mismo, sin recurrir a gurús, ni a soluciones mágicas, sino trabajando por ser auténticos siendo uno mismo el guía del camino, sin dependencias. No evita la autora el dar un giro a las cosas, en la medida en que quizá haya de prestarse atención a que el malestar propio puede tener que ver con el estado del mundo que nos rodea.

Desde las paginas iniciales en las que se centra la mirada en una anuncio de Apple, en el que se proponía la diferencia, la locura como el terreno propio de quienes comprasen el producto que se ofrecía, anuncio que fue seguido por otras empresas con coplas similares (Levi´s, Adidas, Nike, Gillette, etc.), acerca de productos que mejorarían la vida y convertirían a quien lo comprase en un ser singular, más atractivo, etc. Los modelos, unos locos egregios, unos seres diferentes que destacaban por su creatividad al tiempo que no comulgaban con el común de los mortales (Einstein, Picasso, Gandhi y Martín Luther King), siguiendo , según la voz de Steve Jobs, el camino de ser «una clavija redonda en un agujero cuadrado»(idea que por cierto no pertenece al que la dice sino a El mundo feliz de Aldoux Huxley), personas que desentonan, que se desmarcan, que se muestran insumisos con respecto a las ideas dominantes en diferentes campos. Ser más hombres, correr más, resultar más atractivo, resultar más sexy…todo esto va por el horizonte del más, del mejor, y quien no sigue esos consejos es un cenizo que acabará fuera de onda.

El mercado y «el marketing como instrumento de control social», que decía Gilles Deleuze, y un proceso de domesticación de gustos, unos mecanismos de apoderarse de mensajes o figuras inicialmente rebeldes para asimilarlas a unas vestimentas o unas marcas que de rebelde nada tienen. Algo similar sucede con el negocio de la autoayuda, que airea normas para que funciones mejor y te incluyas dentro de las filas que la sociedad propone y a los roles que asignan a cada cual, que te incluyas dentro del agujero. ¡Pliégate a lo que te corresponde! o a lo que te dicen que te corresponde. Has de ser positivo, andar recto, hacer la casa a diario, has de trabajar tu personalidad alejando los puntos, o comportamientos, desagradables o incorrectos que te alejan del posible éxito, come como es debido, haz yoga, ocupa tus horas libres con alguna actividad regular y reglamentada…al final si no triunfas la culpa es tuya, y solamente tuya, por no ordenar tu vida -convertida en un sin vivir de tareas y obligaciones- como es debido. No te preocupes del mundo, ni de los productos ni cómo, ni dónde están hechos, preocuparse de todas esas cuestiones de índole económico y social no son más que veneno para tu mente y para tu desarrollo ¡despreocúpate! Y así lograrás la paz interior y el equilibrio. No está de más recordar aquello que dijese Gottfried Benn: ¿la felicidad? Ser idiota y tener trabajo; o dicho de otro modo: pensar o ser feliz como si lo uno excluyese lo otro.

Las propuestas de autoayuda se ciñen al campo de lo individual, excluyendo lo social y colectivo, invitando a desentenderse de preocupaciones sociales, haciendo recaer así toda la culpa, y la responsabilidad, de lo que te pasa, de tus fracasos, de tus bajones, etc, dando a entender que es culpa propia, y que cada cual tiene lo que se merece. Todo ello acompañado con consejos de conducta consistente en retener la ira, reprimir los cabreos, al tiempo que buscando la comprensión de las conductas ajenas, por ejemplo las de los jefes laborales, considerando que también él es humano y que seguramente tendrá un mal día que hace que te monte el pollo.

Según afirmaba Virginia Woolf si te parece que no encajas en el mundo, el problema has de buscarlo más que en ti mismo en el mundo…y estos desajustes no se solucionan con medicamentos contra los estados de ansiedad, la angustia, ni con las jaculatorias de los manuales de la cosa, sino tomando conciencia de la injusticia que domina el mundo y tratando de posicionarse en contra de ella y contra el sistema, neoliberal, que la mantiene que en los tiempos que corren van marcados por los algoritmos de las redes y plataformas digitales que marcan nuestra vidas, nuestras tendencias, en un formateo continuo de nuestro ser.

Si antes he alejado cualquier interpretación de la defensa de ideas alocadas y dislocadas por parte de Marian Donner, de los epígrafes con sus provocadores títulos (Apesta, Bebe, Sangra, Arde, Baila)podría extraerse tal sospecha, sospecha que a lo largo de la lectura se va desvaneciendo sin lugar a dudas o a equívocos, si bien estos verbos se traducen en «menoscabar el anhelo por la perfección corporal que rige este sistema» en «menoscabar su insistencia en la productividad», menoscabando igualmente el llamamiento por el autocuidado, socavando la primacía del amor propio como centro, a la vez que tratando de «menoscabar la franqueza de la tecnología».

Cantidad de ejemplos, y certeras citas (Charles Bukowski, Albert Camus, Jean-Paul Sartre, Zygmunt Bauman, Byung-Chul Han, Mark Fisher, Slavoj Zizek, Ursula K. Le Guin, Samuel Beckett, Huxley u Orwell, Wilde, Kerouac…) acompañan la lectura que es facilitada además con el uso de diferentes tipos y tamaños de letra que hacen que queden destacados los aspectos esenciales de cada paso desmitificador que vamos transitando.

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