EL TRÁFICO ILEGAL DE RESIDUOS TÓXICOS

EL TRÁFICO ILEGAL DE RESIDUOS TÓXICOS

El tráfico ilegal de residuos tóxicos y, muy especialmente, los radioactivos, es una de las actividades ilícitas menos conocidas y, a la vez, más terribles y peligrosas de nuestra sociedad. Los implicados van desde corporaciones siniestras a organizaciones criminales pasando por señores de la guerra de estados fallidos.

Parte del bienestar de Occidente se basa en cosas sucias y feas como las guerras africanas que están alimentadas con diamantes de sangre como en Liberia y, directamente en basura como en otros países. Es un hecho que los países del Norte tienen trapos sucios que intentan hacer desaparecer.

Entre el 13 y el 14 de diciembre de 1990, en la región italiana de Calabria, hubo una tormenta tremebunda. Al día siguiente, en el pueblo de Amantea, en su playa, apareció encallado un carguero llamado “Rosso”. A bordo no había tripulantes ni pasajeros. Era un antiguo ferry convertido en carguero. Los servicios secretos italianos impidieron el acceso al barco a los curiosos. Se supo que la tripulación abandonó el barco y fueron rescatados por Salvamento Marítimo. Ellos pensaban que el barco se iba a hundir pero encalló en la arena. Las autoridades italianas contactaron con una compañía holandesa, de Rotterdam, de rescate en alta mar, llamada Smith-tak. Llegaron sus operarios y abrieron un boquete en el casco del barco con soplete. Empezaron a sacar las mercancías de las bodegas y, una parte, las arrojaron al agua, y, otras, a tierra, dejándolas en un arroyo y en una gruta. La compañía holandesa desguazó el barco en el lugar y lo hicieron desaparecer. La carga del barco eran bidones viejos y otros más nuevos. La empresa Smith-tak se hizo famosa después pues fue contratada por el presidente ruso Putin para rescatar un submarino en el mar de Barets.

Los mares de nuestro planeta son escenario de tráficos y actividades ilegales. En el mundo hay tráficos ilegales muy lucrativos: drogas, armas, seres humanos, animales salvajes, hidrocarburos, etc y esto genera una cantidad enorme de dinero negro. El menos conocido, el más secreto y lucrativo es el tráfico de residuos altamente tóxicos y peligrosos. Las industrias químicas generan residuos que hay que tratar: medicamentos caducados, dioxinas, metales pesados, amianto, pesticidas, residuos orgánicos de hospitales, disolventes, aceite industrial usado, escoria radioactiva, etc y no todas estas toneladas de residuos se tratan debidamente.

Una compañía italiana llamada la Jelly Watts se encargaba del transporte y tratamiento de toda clase de residuos tóxicos y radioactivos enormemente contaminantes. Su sede estaba en Milán. Esta compañía creó un negocio redondo. Recogía residuos del norte de Italia, Francia, Alemania, Holanda, etc, y los cargaba en barcos que llevaba a países del tercer mundo donde los abandonaban a la intemperie tal cual. Muchas empresas daban sus residuos y dinero a esta compañía y se desentendía del asunto. Esto sucedió a mediados de los años ochenta. En 1986 la Jelly Watts empezó con este negocio. A principios de 1987 zampó el carguero “Linx” con dos mil toneladas de residuos. Estos barcos zarpaban de pequeños puertos italianos con poco tráfico. El “Linx” tomó rumbo a Djibouti donde tenían influencia los servicios secretos franceses que avisaron al gobierno del pequeño país africano y ordenaron impedir el desembarco. Posteriormente el gobierno de Venezuela aceptó el cargamento y en abril de 1987 el “Linx” llegó a Carabobo. Allí arrojaron la escoria en bidones a la costa a la intemperie y con un calor enorme. El vertedero tóxico soltó gases  y no  se acercaban ni los animales. Los niños que se acercaron enfermaron gravemente y los habitantes del territorio protestaron. El gobierno venezolano ordenó a la Jelly Watts recoger de nuevo toda la escoria. Y se lo llevaron al Líbano, un país en plena guerra civil. Al final los libaneses se negaron al desembarco en el puerto de Beirut y el barco tuvo que ser repatriado. Ya en Italia, el gobierno decretó el secreto de Estado sobre los residuos.

Los barcos de la muerte se encontraron en Somalia que era un país fallido donde no podían protestar. La Jelly Watts dejó el negocio. Pero otras empresas entraron en el negocio. Hay empresas que transportan, tratan y almacenan legalmente los residuos, pero hay empresas ilegales que hacen lo mismo, sin problemas, por un precio mucho más bajo, y se encargan de todo y son muy discretas.

Cuando la Jelly Watts vio que aquello no era viable las mafias italianas crearon otro sistema más eficaz para lidiar con los residuos. El nuevo sistema consistía en contar con unos intermediarios que iban a las empresas con precios ventajosos y conseguían la basura. Luego llevaban la escoria a un puerto secundario. La mafia compraba cargueros antiguos que llenaban de la escoria. Los cargueros navegaban a alta mar y los hundían con su carga. En este negocio había apoyo de políticos, servicios secretos, etc.  Luego los mafiosos reclamaban el seguro de los barcos y redondeaban sus ingresos. Era todo muy discreto pues las tripulaciones no sabían que llevaban a bordo.

Peo jueces, policías y fiscales italianos se pusieron en la pista de este tráfico ilegal de residuos. Se localizaron 40 barcos sospechosos hundidos en la costa italiana. El caso del barco “Rosso” hizo sospechar a las autoridades italianas y enviaron a la Smith-tak que era la única empresa que podía tratar estos residuos.

En los años noventa Somalia era un estado fallido disputado por dos señores de la guerra locales: Ali Mahdi Mohamed, el presidente del gobierno, y Mohamed Farah Aidid, un general del antiguo régimen. Hasta 1994, durante la guerra civil, hubo intentos de mediación a la vez que EEUU quiso eliminar al segundo. Los señores de la guerra disponían de armamento moderno y abundante. Los países de la ONU que querían la paz, a la vez, vendían armas bajo cuerda a los señores de la guerra. Pero no se sabía cómo pagaban éstos ese armamento. En 1994 EEUU abandonó a Somalia y los países de la ONU se fueron.

A partir de un control rutinario de la policía italiana se detuvo a una persona en posesión de unos planos de torpedos. Luego se hiló que un ingeniero italiano había creado un torpedo penetrador del que no se conocía su uso. El torpedo penetrador es un tipo de torpedo con una punta muy pesada pero con el cuerpo hueco, donde se metían miles de kilos de residuos. Un barco los lanzaba al fondo marino y allí se quedaban los residuos. Este invento había sido financiado por la Unión europea. Europa descartó el proyecto pero otros países podían vender sus aguas territoriales donde se podían lanzar los torpedos.

En 1983 el gobierno italiano creó una cámara de comercio italo-somalí regalando a Somalia seis barcos de pesca de altura que formaron la empresa italo-somalí SIPCO. Pero estos barcos se dedicaron al tráfico ilegal de residuos radioactivos y de armas. Se llenaban de residuos y armas e iban a Somalia. Los señores de la guerra se quedaban con la basura y las armas que recibían como pago de lo anterior. Luego usaban los torpedos en el mar. Otro plan de cooperación italo-somalí fue la construcción de una carretera de 300 kilómetros en medio del desierto. Debajo de esa carretera se enterraron toneladas de escorias.

En este tráfico de residuos estaban implicados los servicios secretos italianos más corruptos y el estado italiano más desviado aparte de Francia, Alemania, Holanda, etc.

En el sur de Italia, más recientemente, en la región de Campania, donde está implantada la camorra, el negocio de los barcos de la muerte declinó por diversos factores. El clan Cassale se especializó en coger los residuos dejándolos en cualquier territorio que controlaban en donde se aseguraban que nadie hablaba por la ley de la omertá. Llenaron minas, descampados, agujeros, etc  y le pegaban fuego cuando estaban llenos. Se coordinaban y prendían docenas de fuegos a la vez haciendo imposible su extinción por los bomberos. Y luego los vertederos ilegales se llenaban con más basura a cielo abierto y seguía el negocio.

El derroche de la sociedad actual es la basura del futuro y es peor de lo que parece.

Alfredo Velasco

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