BIENVENIDA LA GIRA ZAPATISTA
Vayan por delante mis más sinceros saludos a la comitiva de los zapatistas y el Congreso nacional Indígena de México en su gira por la vida iniciada en Europa.
Sed conscientes de que entráis en un bastión de la economía global, la misma que con sus grandes proyectos extractivos pisotea los derechos de los pueblos indígenas, destruye sus tierras y las empapa de sangre mártir. La misma que acepta nominalmente, en tanto que marchamo de la mercancía humana, la igualdad de razas, la emancipación de las mujeres, la libre opción sexual o las aspiraciones de los trans, para mejor animar el patriarcalismo y el racismo, practicar la intolerancia y ejercer la discriminación. Tras el último ensayo general de domesticación debido a la pandemia no vais a encontrar a muchos resistentes auténticos por estos lugares, puesto que la mayoría de la población permanece adormecida, desganada, sin voluntad de vivir fuera de la lógica del capital, ya que el miedo a quedar excluidos es superior al deseo a escapar a sus reglas. Con un consumo deleznable suficientemente asegurado por la industria, una abundancia garantizada de objetos pobres y un espectáculo sin interrupciones, la sumisión a un poder estatal cada vez más concentrado y la renuncia a la propia autonomía se obtienen sin necesidad de violencia; los megaproyectos inútiles aquí se consienten casi sin presión.
Por desgracia, cuando la apatía y la resignación son el precio que se paga por el paraguas protector del Estado, el beneficio privado sigue siendo la medida de todas las cosas. Capital y Estado son las dos caras de la misma moneda. Salirse del uno y apartarse del otro vendrían a ser lo mismo. Rechazar la dictadura de la economía mundializada implica necesariamente repudiar el sistema político parlamentario con que esta se muestra y trata de legitimarse. El sistema no representa nada, ni a la democracia que proclama, ni al pueblo cuya delegación usurpa. Los hilos de la globalización mueven las marionetas del espectáculo político con el que se hipnotizan los pasivos ciudadanos. Precisamente vuestro anticapitalismo y vuestro autogobierno vienen a demostrarlo: son el mejor ejemplo que podéis darnos.
Si bien el panorama social es deprimente y las perspectivas no son boyantes, no todo en el monte son espinos. La servidumbre no es tan voluntaria como parece. La guerrilla de la vida se oculta, pero solo para resurgir con más fuerza. Lenta pero inexorablemente, los jóvenes desobedecen, las mujeres se liberan, puñados de resistentes se agrupan y ponen en marcha proyectos de cooperación y de vida desindustrializada, algunos grupos de excluidos y desahuciados ocupan viviendas para gestionarlas colectivamente, y bueno, otros pocos pugnan por una sanidad y una enseñanza alternativas autogestionadas. Las tentativas de revitalización ciudadanistas de la política partitocrática tropiezan ante una abstención creciente, mientras que el ropaje ecológico de las falsas soluciones de recambio se cae a pedazos. El plumero de las multinacionales que os y nos acosan sobresale tras los circos organizadfos con la excusa del cambio climático, y los cánticos al progreso y a la tecnología no consiguen esconder la desolación que aquellas corporaciones siembran a su paso. La dominación también tiene sus puntos débiles y por encima del pensamiento esclavo vuela la peligrosa novedad del libre discurrir de las conciencias.
Como bien decís, es imposible reformar el capitalismo, hacerlo menos inhumano: hay que destruirlo. El aparato estatal con el que reconfigura es inservible, hay que dejarlo desmoronarse. La vida no puede fertilizar la tierra con plusvalías, ni la sociedad fomentar la autonomía de sus miembros con decretos gubernamentales o subvenciones. Esto es un asunto que nos concierne a todos, pues cada acto de rebeldía, cada gesto de insumisión de aquí o de allá, forma parte de una lucha que la voluntad de vivir según reglas propias libra en todas partes contra el instinto de muerte, contra la marginación y el despojo, o si se quiere, contra las fuerzas del orden y la acumulación de capitales.
Por un encadenamiento lógico de consecuencias, vuestra defensa de la tierra, de los modos de vida que posibilita, de las comunidades que alberga, de las tradiciones que alimenta y de la historia que posee, tiene un alcance universal. El combate por la autodeterminación de los pueblos indígenas coloca la cuestión del equilibrio con la naturaleza, la resistencia a la mercantilización del territorio y a la exclusión y, en fin, la reivindicación de una vida cotidiana ajena a los apremios económicos, en el centro de la cuestión social. Un nuevo sujeto histórico, o dicho de otra manera, una nueva comunidad universalista, puede articularse en torno a la defensa del territorio, al antidesarrollismo y a la vida en común, tal y como ha sucedido en América Latina, y más concretamente, en vuestras comunidades. Allá, dicha comunidad se conforma a plena luz, en lucha por la supervivencia de los pueblos fuera del capitalismo; en Europa, la sociedad civil teje su entramado autónomo casi clandestinamente, a través de colectivos efímeros, de experiencias fracasadas, de luchas asamblearias parciales, de zigzags existenciales y balances más o menos acertados. Los lazos comunitarios no sobrevivieron a un capitalismo que enterró la menor costumbre solidaria y colonizó hasta los últimos rincones de la sociedad, por lo que aquellos han de reconstruirse prácticamente desde cero con el primer material que se tenga a mano. Sin duda, las enormes contradicciones del capitalismo posmoderno, su gran potencial autodestructivo, contribuirán lo suyo a la conciencia de una liberación posible. Pero por encima de todo, la mayor esperanza proviene del mensaje zapatista y del ejemplo del buen gobierno de los pueblos.
MIQUEL AMORÓS
Publicado en la Revista Al Margen nº 119 Otoño 2021