LA GRAN DIMISIÓN

LA GRAN DIMISIÓN

El fenómeno del abandono masivo de los puestos de trabajo en los EEUU se ha denominado “la gran dimisión”. En la primavera de 2021 comenzaba una tendencia de abandono del trabajo en los EEUU que llegó a la cima en agosto de este año con 4,3 millones de bajas voluntarias de sus puestos de trabajo aumentando la cifra de julio, mes en que dimitieron 4 millones de empleados. En total, desde primavera, más de diez millones de bajas voluntarias en todo EEUU.

Los expertos barajan una serie de diferentes motivos que han llevado a estas dimisiones. Uno de los primeros expertos en asomarse a este fenómeno fue Anthony Clots que al inicio de la cuestión, en mayo, se atrevió a hablar de “epifanía pandémica”, como el principal motivo para el abandono de los empleos. En una entrevista para la BBC de esta primavera Clots aseguraba: “Hay evidencias de que la gente ha estado pensando durante la pandemia sobre cómo va su vida. Han tenido unas epifanías y han decidido que tienen que hacer algo, hacer algunos cambios en su vida. Esto podría implicar dejar la fuerza laboral y quedarse en casa, comenzar un negocio, dedicarse a un pasatiempo o jubilarse anticipadamente”. El experto habla de epifanía como una revelación que tuvo la gente de forma masiva. Durante el confinamiento la gente tuvo más tiempo libre que aparte de dedicar al ocio fue dedicado a pensar. En agosto EEUU llegó al pico de la dimisión masiva. Para Clots  la pandemia sirvió como catalizador del descontento. Muchas personas concluyeron que eran algo más que su carrera profesional o su trabajo asalariado. Para Robert Reids, secretario de trabajo con Clinton, dijo: “Los empleados no quieren  volver a trabajos de mierda, agotadores o aburridos de bajos salarios. Están agotados, hartos y quemados a raíz de tantas dificultades, enfermedades y muertes del año pasado, y no lo van a soportar más”.

Para la mayor parte de los economistas parece evidente que no hay un factor único que impulse el comportamiento de la fuerza laboral. Es más una combinación de causas. Los salarios no se equiparan con el sinfín de productos que no paran de subir de precio. Los trabajos con salarios bajos a menudo carecen de oportunidades de crecimiento profesional. Además, la industria de cuidado infantil está aumentando los costos de las guarderías, lo que hace que no compense trabajar y llevar los niños a la guardería. En ese sentido, con la eterna asignación femenina de los trabajos de cuidados, casi 2 millones de mujeres han abandonado su trabajo en medio de la pandemia y no han vuelto. Ahora se han planteado si volver o no. Y también de cómo hacerlo ante un nuevo panorama. Uno donde algunos trabajos han desaparecido, otros son vulnerables a la automatización, y casi todos conllevan algún riesgo para la salud. Las madres, una vez más, y en todos los espectros de ingresos, se han visto obligadas a  asumir deberes adicionales de cuidado infantil debido al cierre de las escuelas y guarderías. Y algunas mujeres de ingresos más altos se están mudando a áreas de menor coste de la vida, lo que las permite que las familias biparentales, con algo más de dinero, justifiquen bajar a un solo ingreso y opten por pensar y cambiar sus carreras: un privilegio.

La revista de negocios de Harvard publicaba un informe de Allen Cook que trataba de influir en la capacidad de los empresarios para conseguir retener a los empleados. Hay que darse cuenta de la relevancia del fenómeno, la preocupación del empresariado. Cook definía que las renuncias tenían tasas más altas en empleados en mitad de su carrera, entre edades de 30 a 45 años, y que eran más altas en trabajos más demandados en medio de la pandemia: sociosanitario y telecomunicaciones. Cook daba claves a los empleadores  para retener a sus trabajadores: coaching neoliberal, con incentivos ridículos. La consultoría PlacewaterHouseHooper realizó una encuesta a directivos de EEUU en agosto y descubrió que el 65% de los empleados están buscando un trabajo nuevo. También hablaron con ejecutivos y el 88% de ellos les dijeron que estaban experimentando una rotación mayor de lo normal en los puestos de trabajo.

Mark Sunday, analista para la revista Time, declaró que las condiciones son buenas para que los trabajadores ejerzan presión sobre los empleadores. Ahora veíamos un mercado laboral estrecho y las perspectivas del próximo futuro eran que seguirían así, con lo que convertiría el mercado en uno de trabajadores empoderados que podían en ese momento flexibilizar músculo colectivo contra sus empleadores. Al haber menos gente que quiere trabajar los trabajadores que estén pueden ejercer sus derechos, pues no hay otros parados que les puedan sustituir si están de huelga. Después miles de trabajadores se pusieron en huelga o abandonaron colectivamente sus empleos. Se están fraguando miles de huelgas en sectores desde la minería, la industria o la sanidad. Todas enardecidas por una tremenda desconexión entre los trabajadores y la gerencia.

¿Y si los trabajadores han comprendido que ya basta perder el tiempo y su vida en puestos de trabajo que no les merecen? La gente abandona predominantemente porque se les trata mal, se les paga mal o no se sienten conectados con el trabajo en sí. No renuncian porque sienten que su empresa no se dedica a cuidar de su salud mental, como dicen los sociólogos patronales, sino porque algo o alguien en su trabajo les hace sentir muy mal. En las grandes corporaciones  el problema es que los ejecutivos y la secta directiva suelen estar desconectados de los empleados. En la pequeña empresa los sueldos son bajos y las condiciones laborales pésimas. Además en EEUU el Covid 19 les demostró a los trabajadores que sus empleadores  y dirigentes no se preocupaban por su salud, bienestar ni felicidad. Las empresas aceptaron las ayudas y estímulos del gobierno y luego despidieron a sus trabajadores  en el momento en que se les permitió legalmente. Y la inequidad en la respuesta al covid del gobierno hacia los trabajadores –unos cheques de unos cientos de dólares- y las corporaciones –miles de millones de dólares- fue un recordatorio sombrío de que nadie les iba a cuidar salvo ellos mismos. En España, como en el resto de Europa, esto ha sido una constante con ayudas millonarias a las empresas. En España se han traducido en ERTES que consumen los subsidios de desempleo de los trabajadores sin que las empresas tengan que gastar un solo euro pese a haber estado a cuerpo de rey explotando a sus obreros. Esto también genera huelgas como la de Tubacex o la del sector del metal gaditano en defensa de los derechos laborales y no sólo de salarios más altos.

La desafección laboral es evidente en la mayoría de las personas sobrepasando el ámbito laboral y pasando a lo vital. Los empleos no satisfacen a la mayor parte de los trabajadores del planeta que sólo se soportan por pagar las facturas y alimentarse. Esa desafección pasa desapercibida para la mayoría de los empresarios y directivos corporativos ya que en las relaciones laborales empresa-trabajadores nadie piensa en la vida de éstos, tan sólo en los rendimientos laborales y sus beneficios económicos. Explotación, esclavismo, precariedad, salarios viles, etc., hacen que sectores enteros de empleos no encuentren candidatos a cubrirlos. Un 6% de los trabajadores alemanes han dejado sus empleos desde que empezara  la emergencia sanitaria, un 4,7 en los Países Bajos y un 3% en Francia. Incluso en China “tang-ping” es un movimiento surgido que pide a los jóvenes que se tumben en la cama y pasen de trabajos extenuantes y solo laboren lo justo para satisfacer sus necesidades fisiológicas. Quizás el mundo está cambiando y este puede ser el principio de un cambio de paradigma laboral. La emancipación de los trabajadores siempre ha sido tarea de ellos mismos.

Alfredo Velasco

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