EL ESTADO PROFUNDO Y EL COMPLEJO DIGITAL-FINANCIERO

El estado profundo y el complejo digital – financiero

Estamos a finales de diciembre de 2021 y nos encontramos en un periodo de transición económica y social de proporciones históricas. Desde hace casi dos años, casi todos los países del mundo -ya sean dictaduras o democracias parlamentarias- siguen en líneas generales la misma agenda.

Esta sincronización global muestra que hay una fuerza que tiene más poder que cualquiera de los cerca de 200 gobiernos que hay actualmente en nuestro planeta. Esta fuerza tiene un nombre: es el complejo digital-financiero. Está liderada por las cinco mayores empresas informáticas del mundo en la dimensión digital: Apple, Alphabet, Amazon, Microsoft y Meta, antes Facebook, y en la dimensión financiera las mayores gestoras de activos, BlackRock y Vanguard.

Pero, ¿cómo ha llegado este complejo a ser tan poderoso y cómo consigue hacer valer sus intereses en todo el mundo al mismo tiempo?

Empecemos por la primera pregunta. Durante siglos, el poder se basó en una cosa: el dinero. Quien tenía dinero tenía poder y quien tenía mucho dinero tenía mucho poder.

Esto sigue aplicándose, pero ya no exclusivamente. Desde el uso de los ordenadores y el avance triunfal de Internet en el marco de la tercera revolución industrial, existe una segunda fuente de poder, la de los datos. Quien tiene datos tiene poder y quien tiene grandes cantidades de datos tiene mucho poder.

Sin embargo, cualquiera que, como las empresas informáticas, organiza los flujos de datos de sectores enteros y también de los gobiernos en el contexto de la digitalización, obtiene una visión adicional de su ser más profundo, y puede así hacerlos dependientes y, por tanto, sumisos.

Es precisamente este proceso el que ha hecho que las grandes empresas informáticas estén hoy muy por encima de todas las demás empresas y gobiernos del mundo. Ya se trate de armas, alimentos, productos farmacéuticos, energía o medios de comunicación, todas estas industrias y todas las instituciones estatales, incluidos los servicios secretos, están ahora sometidas de las empresas digitales, que también han construido su propio poder mediático global con las redes sociales.

La industria financiera, por su parte, siempre a la búsqueda de nuevas oportunidades de inversión, ha promovido este proceso desde el principio y ahora participa en todos los grandes grupos informáticos a través de sus representantes más poderosos: las grandes empresas de gestión de activos. Como también depende de ellas al mismo tiempo, ambas se funden en una especie de comunidad de intereses.

BlackRock y Microsoft son un ejemplo especialmente llamativo: BlackRock subió su sistema de análisis de datos Aladdin, la mayor base de datos de las finanzas mundiales con diferencia, a la nube Azure de Microsoft en abril de 2020, por lo que ahora depende de Microsoft para obtener datos. Microsoft, a su vez, es una empresa pública y, por tanto, dependiente de sus principales accionistas, y éstos no son otros que Vanguard y BlackRock, siendo además Vanguard el mayor accionista de BlackRock.

Hasta aquí el surgimiento de la nueva potencia mundial. Pero, ¿cómo hace valer exactamente el complejo digital-financiero sus intereses? ¿Qué mecanismos y canales utiliza?

El papel estratégico más importante lo desempeñan los bancos centrales, que renunciaron oficialmente a su independencia a más tardar durante la crisis financiera mundial de 2007/08. Desde entonces, Blackrock ha asesorado a los dos mayores bancos centrales del mundo, el Banco Central Europeo (BCE) y la Reserva Federal de Estados Unidos. Por lo tanto, Blackrock tiene voz y voto en la distribución de las enormes cantidades de dinero nuevamente creadas en el sector financiero.

Desde el punto de vista de los bancos centrales, no hay otra forma de hacerlo. BlackRock, con su principal accionista Vanguard, gestiona casi 17 billones de dólares, lo que equivale aproximadamente a la suma de los balances del BCE y de la Fed, y con Aladdin dispone de un conjunto de datos mucho mayor que cualquier banco central del mundo y podría sabotear fácilmente cualquier decisión que no se tome para su propio interés.

El buen funcionamiento de utilización de los bancos centrales ya se demostró en 2015 en Grecia: cuando Syriza, una fuerza política inaceptable para el complejo digital-financiero, llegó al poder, el BCE cortó el país de todos los flujos de dinero hasta que Syriza – la dirección revocó y aplicó exactamente lo contrario de lo que había prometido al pueblo en la campaña electoral.

La interacción entre los bancos centrales está orquestada por el Banco de Pagos Internacionales (BPI), con sede en Basilea (Suiza), que cuenta con un total de 63 bancos centrales como miembros.

Además de los bancos centrales, el complejo digital-financiero, con su control del dinero y de los datos, también se ha sometido a otra red de instituciones extremadamente influyentes. Estos incluyen, universidades, grupos de reflexión, las ONG, muchas suborganizaciones de las Naciones Unidas, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, el FMI y, sobre todo, muchas fundaciones extremadamente poderosas.

La eficacia de esta red es especialmente visible en la actual crisis sanitaria. He aquí algunos ejemplos: la Escuela de Medicina de la Universidad Johns Hopkins, que proporciona datos médicos a las autoridades de todo el mundo, se llama desde 2014 Bloomberg School of Medicine, porque el multimillonario informático Michael Bloomberg le ha donado hasta la fecha más de 3.500 millones de dólares. La facultad de medicina de la Universidad de Harvard se llama TH Chan School of Medicine en honor a un multimillonario y donante de Hong Kong.

La Organización Mundial de la Salud (OMS), fundada y financiada por varios países tras la Segunda Guerra Mundial, recibe ahora más del 80% de su dinero de los donantes. El mayor donante es la Fundación Bill y Melinda Gates, fundada por el multimillonario informático Bill Gates, la fundación más rica del mundo, con unos activos de casi 50.000 millones de dólares.

La Fundación Gates ha sido muy activa durante dos décadas en la promoción de los intereses de su fundador. En 2000 fundó la Alianza Mundial para las Vacunas y la Inmunización (GAVI), en 2012 cofundó y cofinanció la l’Alliance Better Than Cash para la transición de los pagos en efectivo hacia los pagos digitales, y distribuye millones a las empresas de medios de comunicación cada año para garantizar informes benévolos.

La fundación más importante en términos políticos es probablemente el Foro Económico Mundial, con sede en Suiza y dirigido por el profesor alemán Klaus Schwab. El FEM no sólo ha reunido y conectado en red a los ricos y poderosos del mundo cada año durante medio siglo, sino que también ha educado a la élite política y empresarial internacional desde principios de la década de 1990.

En el lado político, estos incluyen Angela Merkel, Nicolas Sarkozy, Tony Blair, Emmanuel Macron o Annalena Baerbock y Cem zdemir, en el lado empresarial, entre otros, Bill Gates, Jeff Bezos, Steve Balmer o Jack Ma.

Por eso no es de extrañar que el hombre que fundó el FEM y reunió a toda esta gente incluso escribiera el guión de la actual crisis mundial con su obra “Covid-19 – El gran cambio”.

Todas estas informaciones no son más que piezas individuales del mosaico, pero muestra cómo el complejo digital y financiero ha sido capaz de secuestrar una red cada vez más densa de organizaciones a lo largo de 4 décadas, o incluso desarrollarla por sí mismo y así ejercer influencia a través de una amplia variedad de canales para influir y mover las cosas globalmente en la dirección que quiere.

El concepto de Estado profundo, que se refiere al conjunto de organizaciones poderosas y no legitimadas democráticamente que mueven los hilos entre bastidores dentro de un país, es por tanto cosa del pasado. El complejo digital-financiero nos ha proporcionado un nuevo poder global que hace tiempo que ha incorporado al Estado profundo de todas las naciones del mundo y que ahora ejerce mucha más influencia de la que cualquier estado profundo individual podría haber tenido jamás.

Y sin embargo, el complejo digital-financiero se enfrenta a un problema insoluble en nuestro tiempo: su ascenso va acompañado de un proceso de concentración del dinero y del poder en cada vez menos manos, lo que le obliga a actuar de forma cada vez más autoritaria y dictatorial, y así -como acabamos de experimentar en los dos últimos años- cada paso adicional conduce inevitablemente a una contradicción cada vez más aguda con la masa de la población.

Y esto es exactamente lo que finalmente será su perdición.

El lobo de wall street

Share