FERRERAS, LAS CLOACAS Y SUS SICARIOS

Ferreras, las cloacas y sus sicarios

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Tras la monumental pillada a Antonio García Ferreras, conspirando con Eduardo Inda y las cloacas policiales para dañar a Podemos mediante la fabricación de noticias falsas, se ha desatado en redes sociales una verdadera revuelta que anima a los televidentes a apagar Al Rojo Vivo (ARV) y a desconectarse de La Sexta. Recogidas de firmas, varios trendings topics consecutivos, memes y muchísimos artículos de opinión en toda la prensa corporativa y alternativa, han convertido el caso en la gran serpiente de verano de 2022. Es cierto que medios y periodistas competidores han usado el caso para arañar cuotas de share o recoger del suelo unas migajas de profesionalidad y credibilidad, pero algo así es muy difícil de tapar para la opinión pública. De hecho, al parecer, la caída de la audiencia de ARV en estos días es muy significativa. Y no es para menos.

Para mucha gente ha sido una verdadera sorpresa ver a un periodista «de izquierdas» conspirando con otro de extrema derecha y la con la mafia policial política españolista para dañar a un partido progresista. Sin embargo, hace muchísimos años que el juego de La Sexta quedó al descubierto: mantener en plantilla fija a personajes de la dudosa talla de Inda o Marhuenda participando en programas “de izquierdas” no cuadra mucho, ni siquiera en aras de una supuesta pluralidad. Siempre estuvo meridianamente claro que La Sexta es una cadena perteneciente a un conglomerado mediático netamente conservador, destinado a pastorear a la gente progresista e ir atrayéndolas al redil poquito a poco.

Pero es que es imposible que ningún gran medio privado pueda llega a ser un medio de izquierdas, sencillamente porque el capital nunca lo va a ser. Es así de triste. Si basamos en ellos las garantías de la libertad de prensa, información y opinión, como mucho viviremos en una ficción de libertad, pero nada más. No hay medios realmente libres e independientes si dependen del capital. Por eso la única opción posible es que este derecho humano sea gestionado desde lo público o lo comunitario con estatutos  internos que garanticen la no injerencia política en su línea editorial, aunque con la partitocracia que sufrimos parezca hoy un imposible. Pero ese es otro tema…

No obstante, la importancia del caso Ferreras es que, gracias a los audios filtrados, hemos pasado del terreno de la suposición al de los hechos probados. Y no, no es una conversación “fuera de contexto”, como ha sostenido su compañera Ana Pastor, responsable de un Ministerio de la Verdad privado (Newtral) que no puede ser más falsario. Se trata de la asunción en toda regla de una actuación encubierta en la que entran pseudoperiodistas (Eduardo Inda), la policía política (el comisario Villarejo) y el Lawfair ibérico, el fascismo campante por la judicatura patria, en buena parte controlado por el Opus Dei. No deja de ser curioso que a quienes denunciamos habitualmente las tramas de los de arriba  —y no hablo de hombrecillos verdes— nos llamen conspiranoicos, y que esa sea la primera línea defensiva de los participantes en los complots encubiertos, cuando todo el mundo sabe que, como dijo Honoré de Balzac “el poder es conspiración permanente”.

Lo que sí resulta extraño es la saña demostrada contra Podemos cuando ya en esos tiempos quedaba claro que no suponían ninguna amenaza contra el establishment y que se habían re-refundado en algo parecido al PSOE de los ochenta o noventa. O quizá esté ahí la clave, quien sabe, cada partido de los premiados por el régimen del 78 tenía y tiene su conglomerado de poder detrás…

Lo que nos revela el caso con toda su crudeza es la forma de actuar de la prensa «libre» y sus obediencias. Nunca olvidaré lo que me dijo un ejecutivo de un medio de desinformación al recriminarle su proceder y sus connivencias con ciertos sectores empresariales: ¿acaso crees que vivimos de vender periódicos? Pues eso, que no se tata de información, ni mucho menos, quizá de todo lo contrario, de desinformación, de propaganda, de publicidad, de poder. Hace tiempo pensábamos que el cuarto poder era el contrapeso necesario de los otros poderes del estado, quizá eso fuera así durante la primera mitad del siglo XIX, cuando se acuñó el término, pero hoy solo es una mercancía que se vende al mejor postor, ya sea privado o público. Y desde luego, no es nada que tenga que ver con la soberanía de la ciudadanía o con la opinión pública.

Si nos mienten con lo cercano imaginemos qué pueden hacer con los temas internacionales y, sobre todo, con los países que pretenden optar a distintos modelos económicos o políticos que amenazan al capitalismo depredador y salvaje. Ahí directamente hay que interpretarlo todo al contrario de lo que nos dicen para asegurar un cierto margen de verosimilitud. La inmensa mayoría de lo que publican es, simple y llanamente, falso, ficticio, incierto, engañoso, ilusorio; probablemente fraudulento, adulterado, amañado, simulado o fingido o, en el mejor de los casos, incorrecto, inexacto, desacertado o equivocado.

Si algo bueno tiene lo acontecido estos días atrás es poder conocer de manera general quién es quién en el panorama mediático español, para sumar a la causa a aquellos y aquellas que se han dado de bruces por primera vez con la cruda realidad. No existe ni existirá en el futuro ningún gran medio de izquierdas con el que informarse verazmente. Todos anteponen la agenda política de sus patronos y su accionariado a satisfacer el derecho humano a la información necesaria para decidir y obrar en libertad, ámbitos que suelen estar enfrentados. Por eso no se puede dejar en manos del capital la satisfacción de un derecho fundamental y universal, reconocido en el artículo 19 de la Declaración de los Derechos Humanos, que también recoge la Constitución española de 1978 que defiende el derecho “… a comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión”, porque gracias a ello se garantiza el pluralismo político y la participación de la ciudadanía en el proceso democrático.

Así las cosas, por si alguien no se había enterado aún, anotemos definitivamente otro déficit más a democracia de nuestro país, la manipulación informativa para alterar los resultados electorales. Gracias a Ferreras y a sus sicarios.

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