UNA CRISIS MULTIDIMENSIONAL

Una crisis multidimensional

Una crisis multidimensional

Para introducir mi intervención diría que sí, por supuesto, en el Sahel hay un fracaso por parte de Francia, pero más ampliamente un fracaso colectivo, incluso de los Estados de la zona. Creo que también es sumamente importante, para entender por qué el Sahel se hunde cada vez más en una crisis especialmente profunda, entenderlo como una crisis multidimensional y multifactorial.
De hecho, a la vista de lo ocurrido en el Sahel, se ha sobrevalorado el prisma de la lucha y la guerra contra el terrorismo, incluido el terrorismo internacional. La mayoría de las iniciativas emprendidas se han llegado a ver bajo este prisma, mientras que las raíces de las dinámicas en juego son locales.
Esto es cierto para los actores internacionales, pero también para los nacionales. Es el caso de la intervención rusa que ahora se pone de relieve: se lleva a cabo a petición de las autoridades malienses, que siguen la lógica de la lucha contra el terrorismo y el tratamiento militar del problema. Este prisma distorsionador concierne a la mayoría de los actores implicados en la gestión de esta crisis cuando, en realidad, en el contexto saheliano nos encontramos en una situación que puede calificarse de insurreccional y que lleva en sí fermentos de revolución social. Esta dinámica insurreccional se manifiesta y es planteada de diferentes maneras por varias categorías de actores.
El actor islamista
Por supuesto, el primero de estos actores son los islamistas radicales y armados, también llamados yihadistas. Pero es importante comprender la naturaleza diversa de estos grupos, en contraste con la forma tan globalizadora en que se les suele presentar.
Lo que les ha caracterizado en los últimos once años es un grado muy elevado de escisiones, con la multiplicación de entidades originarias de fuera de la zona, esencialmente de Argelia, y una competencia feroz y cada vez más violenta entre ellas.
Dado que algunos de estos actores han optado por filiaciones claras, unos con Al Qaeda, otros con el Estado Islámico, la zona de la triple frontera, y en particular la región de Ménaka, asiste a una lucha entre dos lógicas, así como a alianzas entre actores de grupos armados locales y yihadistas afiliados a Al Qaeda.
También hay que señalar que los grupos tienen un enraizamiento muy local, y que sus principales líderes proceden de distintas comunidades de Malí. Esto va en contra de la interpretación que presenta la crisis del Sahel como protagonizada principalmente por actores internacionales que han llegado a territorio maliense. La realidad no lo confirma. Ahora bien, esta caracterización de grupos terroristas armados por parte de los distintos ejércitos, tanto sahelianos como de los socios internacionales, ha ocultado totalmente el hecho de que se trata de actores políticos.
Ha habido confusión con el tipo de actos verdaderamente terroristas, como los que se han producido en territorio europeo y francés. Si nos fijamos en los últimos once años, vemos que ha habido atentados de este tipo, en Bamako, Grand-Bassam, Costa de Marfil y Burkina Faso, pero que han sido poco numerosos. El modus operandi principal es el de la lucha armada con adversarios que, en la mayoría de los casos, son las fuerzas armadas de los propios Estados o las de los Estados socios. Se trata más de una situación de guerra que de terrorismo. Lo que es muy importante es que se trata de dinámicas que enfrentan visiones políticas diferentes, con grupos que tienen visiones alternativas del Estado y de la sociedad en cuanto al modelo de Estado, concretamente la administración de justicia, la fiscalidad, la gestión de los recursos y, por supuesto, la educación, que está realmente en el centro de las visiones que tienen estos actores.
Grupos político-militares locales
Más allá de estos grupos armados islamistas radicales, nos encontramos también, y es la segunda categoría que es fundamental tomar en consideración, frente a las reivindicaciones de grupos político-militares con preocupaciones completamente diferentes.
Estos han tomado las armas, de forma recurrente desde las independencias de los países del sahel, para protestar contra la marginación de que son objeto en los territorios percibidos como periféricos por los gobiernos centrales.
No hay que olvidar que la primera crisis que afectó a las comunidades tuareg se produjo en Malí en 1963, y fue sofocada sangrientamente por el gobierno de la época. Hubo otra crisis tuareg en la década de 1990, otra en 2006 y otra más en la década de 2010. Esto remite a la relación que mantienen las autoridades centrales con las comunidades del norte en particular. Es importante señalar que en la década de 1990 también se produjo una crisis similar en Níger, en la que también se vieron implicadas las comunidades tuareg, pero también las comunidades tubu, pero que se resolvió de forma más pacífica y sin que se produjeran sobresaltos posteriores. Esto demuestra que se pueden encontrar soluciones, incluso por parte de los propios Estados.
Es importante subrayar que las principales reivindicaciones de estos grupos político-militares se refieren al estatuto de autonomía, o incluso de independencia, reclamado para su propio territorio, pero también, y sobre todo, a la necesidad de desarrollo y de servicios sociales básicos, de los que carecen casi totalmente las zonas en las que viven las comunidades que representan.
Una dimensión importante se refiere a la seguridad económica, abordada como uno de los siete elementos esenciales destacados en el informe del PNUD de 1994. Estas cuestiones, que afectan a las necesidades básicas de la población del Norte, se tienen especialmente en cuenta en el acuerdo de paz que se firmó en 2015. Este acuerdo no debe olvidarse, ya que es precisamente el fracaso del Gobierno a la hora de aplicar todas las disposiciones relativas al desarrollo de las comunidades del Norte lo que explica en gran medida por qué el acuerdo se encuentra ahora en punto muerto.
La comunitarización de la seguridad
El tercer elemento de fondo que caracteriza el contexto saheliano es el fenómeno de la comunitarización de la seguridad, con la aparición de grupos de autodefensa en Burkina Faso, Malí y, en menor medida, Níger. Es importante subrayar que la mayoría de las veces son creados por las propias poblaciones, en respuesta a las carencias de las fuerzas de defensa y seguridad del gobierno y a la incapacidad de éste para protegerlas.
La dificultad estriba en que algunos de estos grupos de autodefensa pueden haberse convertido en milicias. Han tenido, y siguen teniendo, relaciones muy estrechas con algunos gobiernos. Es el caso de Malí, donde hoy existe una alianza objetiva sobre el terreno entre las fuerzas armadas malienses, la milicia dogon Dana Amassagou y la empresa militar privada Wagner, implicadas todas ellas en abusos y saqueos.
Algunos de estos grupos han sido institucionalizados oficialmente por los Estados. Es el caso de Burkina Faso con la integración de estos grupos de autodefensa en los llamados Voluntarios para la Defensa de la Patria. La dificultad está en que al ser estos grupos populares entre la población, cuando el gobierno de Burkina Faso quiso suprimirlos no pudo oponerse a la voluntad popular. Estos mismos grupos se entregan a veces a una justicia especialmente expeditiva, y muestran muy poca preocupación por el respeto de los derechos humanos. Asistimos a excesos extremadamente preocupantes que plantean interrogantes sobre el tipo de actores con los que es posible cooperar sobre el terreno. Cuando decimos que nos comprometemos ante todo en favor de la población, ¿cómo podemos luchar contra actores cuya intervención esta misma población exige? Cuando estos mismos grupos cometen exacciones o actos especialmente reprobables desde el punto de vista del respeto de la dignidad humana.
Es evidente que el tema de la seguridad comunitaria, que también se menciona entre los siete valores que conforman esta famosa seguridad humana, es un asunto absolutamente esencial que debe ser considerado. No podemos considerar a priori que la cuestión de la seguridad comunitaria pueda gestionarse del mismo modo que la cooperación con los Estados, incluso en términos de asociaciones internacionales. Ahí estamos ante algo impensable en materia de relaciones internacionales actuales.
La cuestión del acceso a los recursos
Una dinámica especialmente importante es la competencia por el acceso a los recursos naturales. Me refiero a los recursos más esenciales: el acceso a las tierras agrícolas, el acceso a los pastos y el acceso al agua. Estos se han gestionado durante siglos, pero ahora se hace de forma muy competitiva entre comunidades sedentarias y nómadas, una situación que da lugar a la violencia.
Esto no quiere decir que antes no existiera la violencia. Pero era a una escala mucho menor que la actual. Esta cuestión del acceso a los recursos naturales y su gestión compartida está en el centro de muchas de las dinámicas que vemos hoy en el Sahel. Porque los equilibrios iniciales se han visto a menudo alterados por ciertas políticas que han favorecido el desarrollo de la agricultura en detrimento del pastoreo.
Es una cuestión que puede parecer marginal o exótica, pero en realidad es esencial y debemos medir hasta qué punto estas cuestiones están en el centro de la dinámica de los conflictos hoy en día. Es interesante pensar en términos de ecología política, para ver cómo los recursos naturales, que permiten vivir a las comunidades, pueden gestionarse en función de un equilibrio de relaciones de poder. La cuestión del cambio climático, que por supuesto no se puede negar, no es la que mejor permite considerar los vínculos entre la dinámica de los conflictos y la ecología política en el Sahel, y por tanto el acceso de las comunidades a los recursos.
Un quinto tipo de actores está representado por los grupos criminales que atacan a las personas y también sus bienes, sus bienes más preciados, es decir, el ganado y los cultivos. En el Sahel actual, tenemos un gran número de actores que actúan al margen de cualquier lógica religiosa o política, y que se inscriben en dinámicas depredadoras, y crean localmente sistemas económicos alternativos. Es lo que explica en gran parte la delicuescencia de los tejidos sociales en la zona saheliana.
Crisis de la democracia
Por último, hay un factor especialmente central y que sin duda será la clave de la evolución de la crisis actual en el futuro. Se trata de las poblaciones que se han manifestado a través de insurrecciones populares o protestas masivas para denunciar la gobernanza de los Estados y su rechazo a cumplir las promesas de democratización. Existe una crisis muy grave de la democracia, que con demasiada frecuencia se reduce a su dimensión electoral en detrimento de los derechos y libertades públicas que se supone debe aportar. Tanto los actores nacionales como sus socios internacionales se centran únicamente en la celebración de consultas electorales, cuando éstas se perciben hoy como una solución totalmente superada e irrelevante para representar un factor de progreso social y de emancipación. Es cierto que ha habido procesos de designación de gobiernos que no han estado exentos de manipulación, pero también ha habido elecciones con muy pocas irregularidades que han dado lugar a gobiernos que no han demostrado ser capaces de satisfacer las legítimas aspiraciones de la población, ya sea en términos de democratización, de desarrollo, de seguridad como de urbanización, de descentralización y de educación. De ahí el apoyo, o al menos la indiferencia, que vemos hoy ante la multiplicación de los golpes de Estado.
En conclusión, creo que es absolutamente esencial comprender que hoy en el Sahel se está produciendo, si no una revolución social, al menos un profundo cuestionamiento, por las armas o en las calles, de la autoridad de los Estados y de sus socios internacionales. Estos últimos son percibidos más como depredadores que como protectores.
Vemos que los derechos de la población civil que, conviene recordarlo, es la primera víctima de la crisis multidimensional que afecta al Sahel, no se han situado en el centro de las respuestas que se han dado a escala nacional e internacional. Es sin duda también porque estas cuestiones de seguridad individual no se han abordado por lo que probablemente determinarán la situación del Sahel en los próximos meses y años.
Niagalé Bagayoko es doctora en ciencias políticas, espeicalista de la reforma de los sistemas de seguridad en el África francofona.
Revista Contretemps abril 2023
Traducción: Faustino Eguberri para viento sur

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