GOBERNANZA MUNDIAL Y DARWINISMO SOCIAL DE LAS ÉLITES

Gobernanza mundial y darwinismo social de las élites

Markku Siira

Como he repetido hasta la saciedad, el mundo se está reorganizando, pero incluso esta reorganización sólo se está llevando a cabo para servir mejor a las empresas transnacionales y a sus grupos de interés. Todo ello está teniendo lugar bajo un “gobierno mundial” informal al que los Estados y sus élites políticas parecen obedecer.

En esta fase de cambio, muchos críticos del orden dirigido por Occidente hablan en términos elogiosos de la “alternativa” emergente conocida por las siglas BRICS (acrónimo formado por las iniciales de los nombres en inglés de cinco países: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).

El término fue utilizado por primera vez por el economista británico Jim O’Neill en 2001 en un informe de la empresa de banca de inversión Goldman Sachs, Building Better Global Economic BRICs.

O’Neill, conocedor de la élite financiera, ya predijo entonces que “los BRIC, y China en particular, aumentarán su peso en el PIB mundial” y que esto tendrá “implicaciones para la economía global”. Ante esta perspectiva, “los foros políticos mundiales deberían reorganizarse”.

Para ser sincero, yo no pondría muchas esperanzas en los BRICS como fuerza aérea del cambio. Toda política es, a fin de cuentas, una maquiavélica artimaña. No existen amistades duraderas entre los distintos países, sólo “asociaciones estratégicas” que pueden cambiar en cualquier momento cuando lo exija el propio interés.

Sin embargo, en el mundo globalizado de hoy, las anticuadas “naciones” ya no tienen mucho significado, pues también son propiedad de los bancos y las grandes empresas. Por desgracia, el mundo real es un sistema social darwinista en el que sólo el dinero y el poder pueden conseguir “justicia”. Bajo la superficie del humanismo occidental vive una filosofía de poder.

Incluso los competidores estadounidenses no pueden tomarse del todo en serio, ya que todos ellos (incluidas Rusia y China) son buenos miembros de las Naciones Unidas y de otras instituciones creadas por las élites supranacionales y tratan de promover sus dudosas agendas a largo plazo en sus propias sociedades.

Incluso Vladimir Putin, demonizado por los medios de comunicación occidentales, parece un auténtico fanático de la ONU, de tan a menudo que menciona esta organización y su importancia. En sus declaraciones, los representantes de la política exterior rusa también se refieren repetidamente al sistema de normas del “derecho internacional”, aunque éste sólo existe como letras en los documentos, no en la vida real, donde los verdaderos gobernantes doblegan cualquier ley en su beneficio.

Si algún partido quisiera realmente desafiar la hegemonía del establishment “occidental” (es decir, angloamericano-judío), debería demostrarlo dejando de someterse a estas instituciones corruptas y al poder del dinero que hay detrás de ellas. Pero parece que esto no va a ocurrir.

O bien nadie es lo suficientemente fuerte, lo suficientemente inteligente o incluso lo suficientemente dispuesto a cambiar el sistema, o bien el oligopolio mundial ha logrado crear un enorme “sistema de sistemas” que en este momento incluye incluso a los llamados “enemigos” como parte del todo.

A pesar de sus diferencias y conflictos, todas las potencias, grandes y pequeñas, se mueven actualmente en la misma dirección tecnocrática. Y qué si, de vez en cuando, hay que matar a gente por docenas en las guerras por poderes de los banqueros: lo principal es que “se está progresando” y la humanidad avanza en nuevas direcciones, guiada por los poderosos que permanecen entre bastidores.

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