EL REGRESO DE LA ESCLAVITUD A EUROPA

Para los europeos la esclavitud es algo del pasado que a lo sumo se circunscribe a escenarios muy concretos marcados por la violencia y el caos, como es el caso de Libia donde esta institución ha florecido como resultado de la destrucción del país por la guerra civil y las injerencias extranjeras, y gracias en gran medida a los flujos migratorios procedentes de África central que atraviesan esta región. Sin embargo, Europa occidental, que fue una de las primeras regiones del planeta en deshacerse de la lacra de la esclavitud, asiste hoy a un inquietante fenómeno de reaparición de la misma que no augura nada bueno.

Antes de continuar hay que apuntar que la esclavitud no ha sido la misma a lo largo de la historia. No es igual la esclavitud de la Antigüedad que la que existió en algunas zonas durante la Edad Media, o la que había en la Rusia autocrática y entre los pueblos germanos en la época moderna, como tampoco fue semejante la esclavitud que se vio entre los africanos, en América o en Asia oriental en diferentes periodos históricos. En este sentido la esclavitud, como institución, ha presentado formas específicas que han variado en función del contexto social e histórico, sin por ello haber cambiado su naturaleza última. Con esto queremos decir que la esclavitud que hoy reaparece en Europa, y que ha reaparecido igualmente en otras regiones del mundo, como es el caso de Libia, presenta unas características específicas derivadas del medio en el que se desenvuelve. Ser esclavo en el s. XXI no implica llevar grilletes en el cuello, manos y pies y recibir latigazos. Las formas, como decimos, han cambiado, pero no la naturaleza invariable de esta institución en la que el individuo es reducido a la condición de propiedad, de objeto que es explotado, vendido y comprado por terceros, sin la posibilidad de tomar sus propias decisiones y sin recibir remuneración por su trabajo.

El gobierno británico, a través de la National Crime Agency (CNA), estimaba que existían en el Reino Unido en torno a 13.000 personas viviendo en la esclavitud en 2013. La situación ha empeorado ostensiblemente, pues en 2018 los datos que existen son verdaderamente sombríos. Según el Global Slavery Index el Reino Unido alberga a 136.000 personas víctimas de la esclavitud moderna, superando las estadísticas que maneja el gobierno de aquel país.[1] La propia policía británica ha afirmado que, a partir de las informaciones recibidas a través de denuncias de supuestos casos de esclavitud, las cifras reales invariablemente ascienden a decenas de miles de personas. Esto es lo afirmado por Tom Dowdall de la NCA, cuya organización recibió 5.145 denuncias en 2017, un tercio más en comparación con 2016 cuando fueron recibidas 3.804. Todas las cifras disponibles para el caso británico son verdaderamente espeluznantes, y aunque no se conoce la cantidad exacta de esclavos que puede haber en aquel país todo parece indicar que esta es bastante mayor de lo que las cifras oficiales afirman, como los propios informes oficiales no dudan en reconocer.[2]

Al menos en el Reino Unido la existencia de esclavos es reconocida oficialmente, y existe cierta preocupación en algunos sectores tanto de la sociedad civil como de las instituciones por las implicaciones de esta creciente lacra. Por el contrario, en el resto de Europa ni siquiera se habla de esta cuestión a pesar de que es sabido que la esclavitud, o como mínimo prácticas esclavistas, están proliferando en países como Países Bajos, Bélgica, Francia, Alemania, España, Italia o los países escandinavos. Existe una negación oficial de esta realidad. Y su existencia únicamente es admitida en relación al tráfico de mujeres con fines de explotación sexual, de manera que en el imaginario colectivo de las sociedades de Europa occidental la esclavitud es asociada con la esclavitud sexual de mujeres que son obligadas a prostituirse. Pero esto es una clara distorsión de la realidad con la que se pretende hacer creer a la opinión pública que la esclavitud, como fenómeno, constituye un hecho excepcional circunscrito a la prostitución para, de este modo, mantener a la población sumida en la autocomplacencia de su conciencia bienpensante. Lo cierto es que en el Reino Unido la mayor parte de las personas que hoy viven esclavizadas trabajan los 7 días de la semana a cambio de ninguna remuneración, o insignificante en su cuantía, en salones de belleza, lavaderos de coches, obras de construcción, cocinas de bares y restaurantes, granjas, fábricas, empresas de limpieza, etc.[3] De hecho, se sabe que la esclavitud se concentra en los sectores doméstico y laboral, mientras que la otra gran esclavitud se da en el ámbito de la prostitución. Esto, que es conocido para el Reino Unido, no se diferencia demasiado de lo que hoy sucede en Europa continental.

Aunque en el Reino Unido la mayor parte de los esclavos son de nacionalidad británica, esto sólo es cierto en términos relativos, pues todos los demás esclavos son extranjeros y superan el número de esclavos británicos. Así, los ciudadanos de países como Albania o Vietnam casi igualan la cantidad total de británicos que se calcula que están esclavizados. A estos les siguen los nacionales de países como China, Nigeria, Rumanía, Sudán, Eritrea, India y Polonia. En cualquier caso es destacable que las organizaciones que trafican con esclavos suelen estar compuestas mayoritariamente por extranjeros, como puede comprobarse en la reciente desarticulación en Birmingham de una banda de 8 ciudadanos polacos que traficó con al menos 400 esclavos.[4] A pesar de esto lo cierto es que este tipo de organizaciones resultan funcionales al ofrecer una mano de obra barata a las empresas del capitalismo británico. De todos modos, en lo que al origen de la población esclavizada se refiere, la tendencia es un crecimiento del número de esclavos de procedencia extranjera, lo que está íntimamente ligado al fenómeno de la inmigración. Y lo mismo cabe decir para Europa continental, donde las personas en esclavitud son mayoritariamente extranjeras.

La reaparición de la esclavitud en Europa no obedece tanto a patrones culturales como al hecho de que existe una demanda muy fuerte de mano de obra barata por parte de las empresas y de las oligarquías económicas locales. En lo que a esto respecta el regreso de la esclavitud a Europa está, como decimos, estrechamente unido al fenómeno de la inmigración, que es la que aporta el carburante que mantiene en funcionamiento a la maquinaria capitalista europea, que es lo que, a su vez, le permite competir con éxito frente a otras potencias económicas que cada vez más se basan en formas de trabajo esclavista, o semiesclavo, como es China, pero también Rusia, y en diferente medida EEUU con la población hispanoamericana.[5] La fuerte demanda de este tipo de mano de obra por los empresarios europeos es lo que está creando unas condiciones favorables para que la esclavitud reaparezca y se extienda, en la medida en que esta todavía no puede ser ejercida abiertamente sobre la población local.

Lo anterior explica, por tanto, que proliferen las noticias que menudean en diferentes medios y que de alguna manera dejan entrever que en Europa continental, al igual que en el Reino Unido, la esclavitud se expande de un modo silencioso pero firme. Este es, por ejemplo, el caso de 3 trabajadores colombianos esclavizados en una granja de cerdos en Lugo, quienes vivían en medio de la suciedad y llenos de infecciones.[6] Otro caso es el de 22 trabajadores moldavos que eran empleados en tareas agrícolas en Balazote.[7] Un ejemplo más de este tipo son los 5 trabajadores rumanos en situación de esclavitud que eran utilizados en la recolección de cítricos en la localidad valenciana de Lliria.[8] Pero, como decimos, estos tan sólo son unos pocos ejemplos que únicamente nos muestran la punta del iceberg, pues los casos que, en forma de goteo, se pueden encontrar en diferentes medios son algo recurrente, lo que demuestra, en definitiva, que existe un claro interés por parte de las élites económicas europeas, en coalición con otros grupos sociales y políticos de la más diferente índole, de atraer mano de obra barata a la que sojuzgar y esclavizar. Por tanto, la inmigración constituye un fenómeno alentado por el capitalismo empresarial europeo para producir con unos costes laborales infinitamente menores con los que aumentar drásticamente su tasa de beneficio, además de incrementar su competitividad para conseguir acceso a mercados en los que dar salida a su producción.

Una prueba fehaciente de esta voraz demanda de trabajadores extranjeros por parte del capitalismo empresarial europeo son las declaraciones que periódicamente hacen los jefes de la patronal. Un claro ejemplo es el del presidente de la Confederación de Empresarios de Bizkaia (CEBEK), Iñaki Garcinuño, quien demanda más inmigrantes, además de facilitar su entrada con la flexibilización de las condiciones para su regularización.[9] Esto simplemente refleja una atmósfera, o si se prefiere un estado de ánimo, en el seno de la oligarquía capitalista europea, que manifiesta que necesita incrementar su competitividad frente a potencias que, como China, utilizan una mano de obra barata y esclava con la que conquistan mercados por todo el mundo.[10] No es sorprendente, entonces, que para los empresarios europeos China represente un modelo a seguir, y que por ello la recreación de formas de trabajo esclavistas sea el procedimiento para lograr competir con éxito. Puede decirse sin ambages que China es el espejo en el que se mira la clase empresarial europea, algo que dejó patente el dueño de la cadena de supermercados Mercadona, Joan Roig, cuando afirmó que había que copiar la cultura del trabajo de los chinos. Naturalmente este modelo de trabajo de tipo esclavista no puede ser impuesto a la población local europea, al menos en las condiciones políticas y sociales actuales, de forma que esto sólo es realizable con los trabajadores foráneos gracias a la inmigración, tal y como comprobamos en los casos antes reseñados. Todo esto se combina, asimismo, con las condiciones demográficas europeas, donde se camina a marchas forzadas a una creciente escasez de la fuerza de trabajo disponible que a la larga únicamente servirá para disparar los costes de producción y arruinar la competitividad de las empresas europeas. De esto se deriva la importancia de impulsar todo lo posible la inmigración y, como fenómeno concomitante, la esclavitud.

Asimismo, la intensidad de la demanda de mano de obra barata se agrava por las condiciones sociopolíticas, y sobre todo demográficas, en las que se encuentran los países de Europa. Sobre esto es interesante constatar cómo los Estados avanzan inexorablemente hacia crisis fiscales galopantes derivadas del envejecimiento de sus respectivas poblaciones, y sobre todo por el declive de su natalidad. La élite dominante trata de solucionar de forma desesperada esta situación mediante la importación de trabajadores foráneos a los que esclavizar para, así, utilizarlos como savia nueva con la que seguir alimentando la maquinaria capitalista y su aparato parasitario estatal.

Por tanto, de todo lo hasta ahora expuesto pueden extraerse varias conclusiones preliminares. En primer lugar que la esclavitud no sólo ha reaparecido en Europa, sino que se extiende a marchas forzadas en esta zona del mundo. Que el regreso de la esclavitud está, asimismo, ligado a la demanda de mano de obra barata de las oligarquías económicas y estatales europeas, lo que tiene su corolario en los flujos migratorios procedentes de los países del sur. Asimismo, esta demanda obedece a necesidades económicas y fiscales del sistema de dominación para, por un lado, financiar el aparato estatal debido al desplome de su base tributaria como consecuencia del declive de las economías de los países europeos; por otro lado para aumentar la tasa de beneficio de la clase capitalista y mejorar su competitividad para tener acceso a mercados en los que vender su producción; y por último como respuesta desesperada de las propias élites ante el envejecimiento de la población y el consecuente invierno demográfico en el que están sumidas, lo que es la antesala de graves disrupciones fiscales, económicas y sociales.

Todo lo hasta ahora expuesto obedece a procesos y dinámicas inherentes al funcionamiento de las estructuras sociales, políticas y económicas que articulan al sistema capitalista mundial. En cierto modo el mundo se adentra paulatinamente por una senda hasta ahora desconocida que parece reproducir y recrear la esclavitud en el marco de unas condiciones históricas cualitativamente diferentes. Asimismo, puede constatarse que el retorno de la esclavitud constituye un fenómeno con múltiples ramificaciones y es, a su vez, consecuencia de distintas causas interrelacionadas. Pero al margen de toda esta complejidad puede confirmarse una relación entre la inmigración y la esclavitud, en la medida en que la primera favorece a la segunda, al mismo tiempo que es resultado de una demanda de mano de obra barata en los centros económicos del capitalismo mundial. En relación a todo esto hay que señalar que la inmigración aumenta la fuerza de trabajo disponible en un país, y consecuentemente su capacidad de producción, al mismo tiempo que abarata los salarios y aumenta la base tributaria del Estado. Además, supone un ahorro en lo que a los gastos de crianza se refiere para el Estado receptor, pues estos han sido costeados en el país de origen, lo que es de vital importancia en el contexto de sociedades europeas en franco declive demográfico. En términos objetivos la inmigración beneficia a la oligarquía capitalista y estatal de los países que la reciben.

A tenor de lo anterior se deduce que la esclavitud, en el contexto histórico actual, cubre, al menos parcialmente, varias necesidades del sistema de dominación. No es, entonces, un fenómeno fruto de la casualidad sino de un conjunto de factores combinados que han conducido a esta situación inédita en la historia de Occidente. En este sentido los flujos migratorios son una necesidad estratégica para las principales potencias del sistema internacional. De este modo la esclavitud encuentra en la inmigración un fermento favorable para su desarrollo debido a que esta contribuye al descenso de los salarios, pero igualmente a una degradación de las condiciones laborales que repercute en la ruptura de la cohesión social y el debilitamiento de la clase trabajadora. Esto es así debido a que los trabajadores foráneos se encuentran en una situación de vulnerabilidad al llegar a un entorno social y cultural desconocido, que muchas veces no comprenden, y en el que se ven solos y aislados al carecer de vínculos y apoyos en el lugar donde se asientan. Estas circunstancias favorecen la indefensión frente a la explotación laboral y los ataques recibidos de sus patrones, lo que contribuye a la degradación social y a que la esclavitud como tal emerja y se extienda.

La dinámica descrita antes demuestra, también, que en la práctica el fenómeno de la inmigración únicamente genera miseria, esclavitud y desintegración social, lo que se traduce en una espiral de violencia del Estado y de la empresa capitalista contra la población que lo que hace es reproducir la espiral de miseria, esclavitud y desintegración social. En la medida en que la esclavitud no puede ser impuesta a la población autóctona se recurre a la población foránea, al mismo tiempo que son empobrecidos los países del sur al carecer de mano de obra para satisfacer sus propias necesidades. A través de estos procedimientos es degradada la sociedad entera en términos económicos, laborales y sociales, pues todo ello conlleva un proceso de redistribución de la riqueza en claro beneficio de las clases acaudaladas, lo que aboca a la agudización de la desigualdad. El agravamiento de esta dinámica y la intensificación de la competición geopolítica internacional entre las principales potencias del sistema favorecerá la propagación de la esclavitud, y que además se extienda progresivamente a la población autóctona como ya ocurre en el Reino Unido.

Otra conclusión que extraemos de lo hasta ahora expuesto es que la inmigración, como fenómeno alentado por el capitalismo europeo y sus Estados, de un modo u otro aboca a la esclavitud, o por lo menos a la aparición de formas de esclavización que se extienden a lo largo de las sociedades receptoras de los flujos migratorios. Por tanto, estar a favor del fenómeno de la inmigración es estar del lado de las oligarquías capitalistas y del Estado, pero sobre todo es estar a favor de la esclavitud, miseria y desintegración social que esta conlleva. Así las cosas, cualquier medida conducente a poner freno y a revertir esta situación pasa necesariamente por identificar el origen del problema que, como decimos, se encuentra en las élites económicas y estatales europeas que lo alientan, y consecuentemente en el sistema capitalista. En este sentido los responsables del fenómeno migratorio y de la emergencia de la esclavitud son la clase empresarial europea, los altos funcionarios de los Estados, la clase política,[11] la banca, los sindicatos, los mandos militares y policiales, los jefes de los servicios secretos, los grandes medios de comunicación, la intelectualidad, las ONG’s que trafican con seres humanos en el Mediterráneo y mercadean con la miseria ajena a cambio de sustanciosas subvenciones y prebendas en el funcionariado, la Iglesia católica con el Papa a la cabeza, la Unión Europea, el sistema carcelario y judicial, las oligarquías capitalistas y estatales de los países de origen de los trabajadores inmigrantes, y las organizaciones criminales que operan como intermediarios a la hora de facilitar estos flujos migratorios con destino a los países del norte y que impulsan el esclavismo.

La importancia de identificar a los causantes y principales responsables de la esclavitud y de la inmigración que la sostiene radica en el hecho de que sólo así es posible una alianza entre los trabajadores autóctonos y los foráneos. Esta alianza es necesaria en primer lugar para poner fin a esta situación en la que la esclavitud y degradación avanzan de forma amenazante, pero también para impedir culpabilizar a los inmigrantes como responsables exclusivos de esta problemática. Lo cierto es que los trabajadores extranjeros ya asentados en Europa suelen ser los más refractarios a la llegada de más inmigración, porque son conscientes de que ello conlleva un empeoramiento de sus condiciones laborales y el descenso de sus salarios.[12] Pero al margen de esto la conflictividad y división entre trabajadores a partir de sus diferencias étnicas y nacionales es alentada por los poderosos a través de múltiples procedimientos,[13] pues ello impide una resistencia popular frontal a sus intereses, y consecuentemente a las prácticas dirigidas a sojuzgar y esclavizar al conjunto de la sociedad.

Asimismo, una alianza entre trabajadores es una condición previa necesaria para que también se produzca una alianza entre las sociedades de Europa y las sociedades de los países del sur, especialmente africanas. En África existen importantes sectores sociales contrarios a la migración que denuncian los efectos catastróficos que tiene al empobrecer a sus respectivas sociedades. Es necesaria la colaboración con estos sectores para impedir que se siga alimentando a la maquinaria capitalista del norte, y su régimen crecientemente esclavista del que, dicho sea de paso, también se benefician las élites africanas. Por esta razón es de una importancia crucial hacer entender a la opinión pública de aquellos países los engaños a los que son sometidos con toda clase de desinformación dirigida a empujarles a abandonar sus países y a su gente para, finalmente, darse cuenta demasiado tarde de estas mentiras cuando están en Europa esclavizados o sometidos a condiciones de vida calamitosas.

Finalmente, es importante desmontar los discursos que el sistema capitalista, a través de la dictadura de lo políticamente correcto, ha impuesto para hacer aceptable el fenómeno de la inmigración, como si las sociedades de Europa occidental tuvieran una obligación moral de aceptar esta situación. Se trata de esos discursos difundidos por la burguesía, especialmente la burguesía de izquierda, impregnados de paternalismo, racismo y clasismo que presenta a los trabajadores africanos, y por extensión a sus respectivas sociedades, como seres inferiores por su propia condición social y sus orígenes, de tal manera que lo africano es convertido en sinónimo de atrasado, pobre e incapaz, lo que exige la intervención de los Estados europeos para sacarlos de su situación de seres desvalidos que nada pueden por sí mismos y que, por tanto, se ven obligados a huir de la miseria de sus lugares de origen. La aceptación del fenómeno de la inmigración es presentada, entonces, como un acto humanitario, y alentada desde diferentes sectores del orden establecido como si se les estuviera haciendo un favor a estos mismos trabajadores que probablemente terminen como esclavos en algún prostíbulo, granja de cerdos, invernadero, salón de belleza, en la cocina de algún hotel o restaurante de lujo o simplemente como criados en el chalet de algún político de izquierda.

En conclusión, es necesaria una alianza entre trabajadores autóctonos y foráneos para ofrecer resistencia a la voracidad de la clase empresarial europea y de las élites estatales, y contribuir así a crear una alianza con las sociedades de los países del sur para cortar los flujos migratorios que alimentan a los grandes centros del capitalismo mundial. De esta manera se establecerían lazos para el apoyo mutuo y la colaboración tanto a nivel local como internacional que servirían para poner fin a la lacra de la esclavitud, y conducir al capitalismo a una situación de crisis existencial. Esta situación de debilidad contribuiría, además, a frenar, o por lo menos a entorpecer seriamente, la competición geopolítica internacional hoy en curso y la escalada de tensiones a la que asistimos, pues los Estados encontrarían serias dificultades a la hora de conseguir los recursos necesarios para continuar esta competición. Todo ello serviría para crear un escenario favorable en el que asestar golpes decisivos al sistema capitalista mundial, y establecer unas condiciones propicias para la revolución social y la construcción de un mundo libre y sin clases sociales.

Esteban Vidal

Notas:

[1] “Britain: GSI Estimates 1 in 500 Are Victims of Modern Slavery” en https://www.freedomunited.org/news/britain-gsi-estimates-1-in-500-are-victims-of-modern-slavery/

[2] Algunas cifras reveladoras pueden encontrarse en el siguiente informe: “2018 UK Annual Report on Modern Slavery” en https://assets.publishing.service.gov.uk/government/uploads/system/uploads/attachment_data/file/749346/2018_UK_Annual_Report_on_Modern_Slavery.pdf

[3] Wheatley, Hannah, “Slavery still exists in modern Britain. My campaign aims to end that” en https://www.theguardian.com/commentisfree/2018/jul/30/slaves-britain-human-trafficking

[4] “UK slavery network “had 400 victims”” en https://www.bbc.com/news/uk-england-birmingham-48881327 Oldham, Jeanette y Chris Kitching, “UK’s biggest slavery gang makes £2 million from victims forced to live in squalor” en https://www.mirror.co.uk/news/uks-biggest-slavery-gang-pockets-17477317

[5] En la actualidad las principales potencias mundiales están inmersas en una competición geopolítica brutal que se manifiesta en muchos ámbitos, y uno de ellos es el control de la mano de obra y los flujos migratorios para satisfacer sus necesidades productivas. Esto es debido sobre todo a la creciente escasez que padecen de trabajadores debido a su declive demográfico, de manera que la atención es centrada en aquellos países de África central que todavía conservan unos altos índices de natalidad, pero que, al contrario de lo que puede pensarse, ya se encuentran inmersos, igual que los restantes países, en un proceso de declive demográfico con un descenso imparable de sus tasas de fertilidad. Esto, dicho sea de paso, desmiente las erróneas proyecciones demográficas de la ONU acerca de un crecimiento desbocado de la población mundial que la situaría en los 11.200 millones en el año 2100. Los hechos desmienten esto si nos atenemos a los índices demográficos de las últimas dos décadas que pueden consultarse en las estadísticas recogidas en el World Factbook de la CIA. Las afirmaciones de la ONU han sido igualmente desmentidas en Bricker, Darrell J. y John Ibbitson, El planeta vacío: El shock del declive de la población mundial, Barcelona, Ediciones B, 2019. Cabría señalar lo paradójico que resulta que la Organización Mundial de la Salud, organismo perteneciente a la ONU, haya señalado que la soledad constituye en la actualidad una pandemia mundial y uno de los principales problemas de salud a los que se enfrenta la humanidad. Cualquiera con un mínimo de perspicacia reconocerá que si esto es cierto, tal y como se desprende de los estudios realizados en torno a esta problemática y reflejados en los pertinentes informes de la OMS, los individuos solitarios no se reproducen, y consecuentemente no contribuyen al crecimiento demográfico.

[6] Seijo, Pepe y Silvia R. Pontevedra, “Sarria: (Lugo): Esclavos humanos en una granja de cerdos” en https://politica.elpais.com/politica/2018/04/24/diario_de_espana/1524559052_193374.html

[7] “Cuatro detenidos y liberados 22 trabajadores que eran explotados en Balazote” en https://www.clm24.es/articulo/albacete/4-detenidos-liberados-22-trabajadores-eran-explotados-laboralmente-balazote/20181114130612225802.html

[8] “Detenidas cinco personas por explotación laboral a rumanos en la campaña de la naranja en Valencia” en https://www.lavanguardia.com/vida/20160227/4051523830/detenidas-cinco-personas-por-explotacion-laboral-a-rumanos-en-la-campana-de-la-naranja-en-valencia.html

[9] ElDiarioNorte.es “Los empresarios vizcaínos piden más inmigrantes y menos trabas para su regularización” en ElDiarioNorte.es 16 de mayo de 2019. https://www.eldiario.es/norte/euskadi/empresarios-vizcainos-inmigrantes-trabas-regularizacion_0_899761140.html  Consultado el 10 de agosto de 2019

[10] En la actualidad la patronal china ha asumido la idea de un modelo de trabajo que es llamado 996. Esto consiste en trabajar de 9 de la mañana a 9 de la noche 6 días a la semana. Entre los principales partidarios de este sistema se encuentra Jack Ma, el fundador del gigante de comercio electrónico AliBaba. Si ya las condiciones laborales en China son de por sí espantosas en infinidad de sectores, lo que provoca una cantidad ingente de suicidios, problemas de alcoholismo, etc., la generalización de este sistema de trabajo aumentaría todavía más los niveles de opresión que ya existen y agravaría la esclavitud en curso, lo que no estaría exento, asimismo, de efectos colaterales sobre la fuerza de trabajo que la dañarían seriamente. En la actualidad las empresas chinas de Internet son las que han asumido este modelo laboral.

[11] Es interesante constatar cómo los partidos de extrema derecha, a los que el poder mediático tilda de antiinmigracionistas, también se manifiestan favorables a la inmigración, aunque matizan que una inmigración legal y controlada para adaptarla a las necesidades de la economía capitalista local. Hoy por hoy no hay nadie en la política europea que se manifieste contrario a la inmigración como fenómeno, independientemente de si esta es regular o irregular. Esto demuestra que el debate no es, como los medios de comunicación pretenden, entre diferentes tipos de inmigración o las medidas a adoptar para canalizarla mejor, sino entre quienes están a favor de la inmigración, independientemente del tipo de inmigración que defiendan, y que consecuentemente se manifiestan a favor del sistema capitalista y de los efectos que la inmigración produce (esclavitud, miseria y desintegración social), y quienes se oponen al fenómeno de la inmigración por las razones contrarias al ser los principales perjudicados.

[12] La ley de la oferta y de la demanda de trabajo es implacable en estas situaciones, lo que brillantemente fue sintetizado por John Steinbeck en su memorable novela sobre la gran depresión Las uvas de la ira. “Suponte que tú ofreces un empleo y sólo hay un tío que quiera trabajar. Tienes que pagarle lo que pida. Pero |…| supón que haya cien hombres interesados en el empleo; que tengan hijos y estén hambrientos. |…| Imagínate que con cinco centavos, al menos, se pueda comprar algo para los críos. Y tienes cien hombres. Ofréceles cinco centavos y se matarán unos a otros por el trabajo”.

[13] Es habitual que el Estado, para garantizar su existencia, utilice la táctica de dividir y vencer. Este procedimiento tan antiguo se lleva a cabo mediante relaciones clientelares en las que ciertos grupos y sectores sociales son favorecidos de algún modo en detrimento de otros, lo que rompe la cohesión social. Esto es lo que sucede por medio de leyes, subvenciones, exenciones fiscales, el asistencialismo, etc. En lo que a esto se refiere las élites europeas han conseguido que los trabajadores foráneos sean conceptualizados por una parte de los trabajadores autóctonos como unos competidores, lo que conduce a culpabilizarles de sus propios males cuando estos son consecuencia de las prácticas de las élites europeas.

Esteban Vidal

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