DE LA LUCHA POR LA PRIVATIZACIÓN DEL AGUA: DERECHO VITAL VERSUS ORO AZUL.

La crisis actual supone que el Capital financiero no puede lograr mediante la actividad económica usual o productiva un aumento de la tasa de ganancia (los beneficios o intereses conseguidos por la inversión). Así que se buscan nuevos nichos de mercado (negocios donde invertir) y una de las opciones estratégicas del Capital es la de ocupar servicios del Estado que garantizan derechos a la población y transformarlos del campo de actividad pública al campo de actividad privada: Las llamadas privatizaciones. Así, se pretende obtener lucro de las actividades educativas o sanitarias, por ejemplo, sectores parcialmente públicos y esenciales, que garantizarían buenos dividendos a los accionistas privados inversores. Para ello, el Capital debe transformar el estatuto jurídico de los bienes públicos a bienes privados, lo que supone su consideración novedosa que pasaría de derechos de la población a bienes escasos mercantilizables. Esta transformación supone una merma de la libertad de las poblaciones que se resisten a considerarse meros consumidores de dichos bienes, y excluídos de ellos si no se paga su precio, por lo tanto.

Si la educación o la sanidad públicas son sectores privatizables golosos para la inversión privada del Capital, hay otro servicio más esencial y vital cuya privatización supondría para sus propietarios mayor tasa de ganancia. Privatizar el agua potable significa la oportunidad de negocio con mayor potencial de la historia. Es un mercado con capacidad para extraer beneficios como nada ni nadie ha conseguido hasta el momento. Si una persona se encuentra sin acceso al agua potable, su vida se extingue en tres o cinco días. Esto significa que el agua es un bien por el que se puede pagar cualquier precio.

Para privatizar el agua únicamente es necesario conseguir cambiar su naturaleza de derecho básico por la de “bien artificialmente escaso”. Al hacerlo así el agua será una”commodity” más, presa de los mercados, el monopolio y la especulación. “Commodity” es la manera de llamar, en inglés, a las materias primas con valor monetario. Por ejemplo, el aire y el agua de mar no poseen valor monetario. Generalmente las “commoditys” son minerales o materias básicas para iniciar un proceso de producción. En definitiva, la declaración del agua como bien económico permite los negocios con ella.

El mercado del agua es el nicho económico más grande del planeta. El hombre mata más por conseguir agua escasa que por dinero. Los que quieren invertir en el agua quieren que sea propiedad privada, es decir, excluible, ponerle precio. Y privatizar el agua, monopolizarla (no como bien básico) como bien de lujo necesita lograr el consenso de la gente en este sentido. Por eso, si se pierde esta guerra, se pierde todo el derecho a vivir.

Para lograr el consenso privatizador los inversores diseñan un escenario creíble que responde a sus intereses. En realidad, todas las teorías económicas son falsas (no existe la competencia perfecta; los agentes no cuentan con la misma información, etc) pero se inventan una ad hoc que justifique teóricamente la privatización.

El actual modelo económico no es sustentable (tiene un recorrido muy corto) con lo que tiene que mutar pues es una auténtica huída hacia adelante en la que para avanzar tiene que fagocitar lo anterior. Y esto pasa por mercantilizar y monetarizar todo. En realidad, las grandes corporaciones, por la vía de monopolizar u oligopolizar su mercado, son sólidas. Su secreto es centralizar el poder y remar siempre en una sola dirección. El resto de los agentes del mercado están atomizados, sin fuerza negociadora, y se dejan mercantilizar. Se les obliga a pensar bajo unos esquemas de coste y beneficio. Así nos acostumbramos a materializar a las personas por lo que cuestan económicamente. Se inocula el término eficiencia (que no es lo mejor para el mayor número de personas, sino lo que hace ganar más pisando a los demás). Cada individuo aislado no puede ser eficiente en realidad, pues, para ello, necesita asociarse con los demás. Como no es fuerza organizada como las corporaciones, el individuo tiene que transigir con sus dictados.

Despojados del derecho al agua y convertida en un bien escaso privando de su consumo a quien no pueda pagarla, la huída hacia adelante del Capital, implica, a continuación, especular con su precio. El aire no se puede embotellar, pero el agua privatizada es susceptible de ser almacenada, envasada y comercializada. Desde el punto de vista de la demanda es un bien fungible urgente (solo tres o cinco días sin agua se muere) por lo que se paga lo que sea. Luego, esto, implícitamente, significa que eres un ser no apto para la supervivencia si no la puedes pagar (darwinismo social). Carecer de dinero para pagar el agua se justifica por ser signo de no merecerla o por ser inferior en la lucha por la supervivencia.

El agua necesaria por persona y día es una garrafa de veinte litros que vale dos euros. En el mundo mas de los tres cuartos de la población no gana ni dos euros al día. Por ejemplo, en Vietnam, que es un país de renta media, la población que no puede pagar accede al agua de pozos artesanales tradicionales llenos de nitratos y otros elementos tóxicos que acaban causando su muerte. Así, el precio actúa como mermador de la población que no tiene dinero suficiente para pagarlo haciendo que, a la vez, el bien sea escaso, matando, por lo tanto, a los débiles.

Sin embargo, la historia reciente ha tenido otros posibles desarrollos que la morbilidad como la llamada “guerra del agua” en Bolivia (ver en Wikipedia) en que la privatización fue revertida.

En los países empobrecidos se imponer el pagar el agua porque la población no genera ingresos y la privatización genera empleos que les permite seguir viviendo, con lo que es impuesta de hecho. En la áreas ricas la privatización se impone de otra forma. En Latinoamérica la población depende del agua para sobrevivir (dedicados preferentemente al sector agrícola-ganadero-pesquero) y eso supone mayor resistencia a la privatización. Pero los mercados maduros cuentan con capacidad para pagar y si se obliga a hacerlo es mas rentable que en los mercados pobres. Los inversores inoculan la idea falsa y pseudocientífica de que la privatización es necesaria. Dan esta información interesada y sesgada a los políticos y se expone en congresos con la complicidad de los medios de comunicación. En realidad se actúa como globos sonda estudiando la reacción del público y los agentes implicados. Científicos prestigiosos dotan de base científica a la propuesta política. Por ejemplo, en junio del 2012, se discutió en un foro de la ONU de políticas públicas si el agua era un derecho y por tanto invaluable o un alimento y por tanto con un precio. La votación mayoritaria fue que era un derecho. Pero el mero hecho de votarlo abría la puerta al cambio de paradigma sobre el tema. Poco a poco se acepta que es un bien y hay que pagar por ello.

Los inversores de las corporaciones, por supuesto, son los únicos que poseen capacidad económica para privatizar el agua (pues pagan a académicos, políticos, a los medios de comunicación, los congresos, etc) pues no es una oportunidad democrática de mercado en absoluto. Estos gastos se justifican para lograr el objetivo mediante una campaña que evite que la gente pueda protestar u oponerse.

En España son las empresas Agbad y FCC las que quieren privatizar el agua. En Madrid y Barcelona han encontrado resistencia. En León había eficacia en la gestión pública pero fruto de la corrupción la privatizó la empresa Aquagest (2010). Esta empresa aumentó el precio a los consumidores un 3% y, actualmente, un 10% (que son ganancias netas de la empresa) por adueñarse de la comercialización de un derecho (un negocio redondo). Ideológicamente, se traslada la responsabilidad por el despilfarro del agua dividiendo a la gente (diferentes usos del agua) y acaba el consumidor abdicando de su derecho a vivir si no posee dinero.

            A nivel mundial solo el 2 o el 2,5% del agua total es privatizable. El umbral de la pobreza hídrica es de 20 litros por persona y día. 800 millones de personas no tienen acceso a agua potable en el planeta. Más de 1.200 millones de personas están en pobreza hídrica. Esto, argumentan los inversores, hace la privatización inevitable. Pero en EEUU el consumo medio es de 575 litros. En Mozambique es de 5 litros. Para sobrevivir (sin higiene) cada persona necesita tres litros diarios. Lo razonable son 28 litros por persona (tres litros para consumo y el resto para higiene). Sin embargo, fabricar un pantalón vaquero supone emplear 3.200 litros de agua. Un par de zapatillas deportivas 8.000 litros. Y se fabrican objetos por miles de millones. Lo que supone que el consumo industrial del agua en procesos de producción se lleva la parte del león y no la dignidad humana.

En realidad, la privatización se desea por los inversores para lograr el derecho o la libertad de imponer el precio. Los criterios empresariales dan prioridad al beneficio. En Gran Bretaña se privatizó el suministro de agua en el año 1989. Hoy en día la tarifa del agua ha subido un 60% y el correlativo gasto en infraestructuras (costes del servicio) solo lo ha sido del 6%. Además, la plantilla de empleados ha disminuido un 40%.

El Estado vende la infraestructura a manos privadas, pero no se garantiza ni el suministro, ni la reinversión, ni que llegue a todos los que pueden pagar. Sin embargo, la privatización supone que el Estado garantiza la tasa de retorno (un beneficio pactado para la empresa privada). El estado no solo vende sino que garantiza el beneficio privado (lo que quiere decir que la privatización cuesta dinero a la sociedad, al ser mas caro el mismo servicio  para los consumidores o, subsidiariamente, al subsidiar el Estado los beneficios no alcanzados por la empresa). Además, sólo la empresa matriz tiene que limitar su beneficio sobre el costo, pero las restantes empresas agregadas o subcontratadas (para el transporte, etc) pueden legalmente hinchar artificialmente el precio.

Como conclusión, el agua, como negocio, es mas lucrativa que la electricidad. Como elemento natural, constituye un 80% de nuestro cuerpo: el agua es vida. Desgraciadamente, ya se comercia con la vida humana parcialmente. Pero el dinero no vale nada y la necesidad de la vida es real. El derecho a sobrevivir debe prevalecer sobre el derecho a dominar y a aprovecharse de ese dominio.

Alfredo Velasco.

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