LA GUERRA ES UNA ESTAFA

El autor de la conferencia del título del año 1935 es el General del Cuerpo de los Marines de EEUU Smedley Darlington Butler. Este militar profesional nació en 1881 y murió en 1940 (iniciada ya la II Guerra Mundial). Fue apodado “El luchador cuáquero”. Al final de su vida, ya licenciado de servicio, fue un conocido orador antifascista, contrario a las personas que se beneficiaban con las guerras y detractor de las aventuras militares americanas en el exterior de su país. Perteneció a la Liga Americana contra el Fascismo. Denunció el intento de golpe de Estado de Wall-Street en 1932 para instaurar un estado fascista en EEUU. Butler luchó para que el estado norteamericano concediera pensiones a los veteranos de guerra de su país, lo que logró en parte. Por eso, las familias financieras poderosas de Wall-Street le quisieron contratar para efectuar dicho golpe de Estado, dada su popularidad entre los veteranos. Era el líder ideal contra el gobierno de Roosevelt, pues era seguido por medio millón de veteranos de la I Guerra Mundial. Pero no tenía el carácter de dictador de un Francisco Franco o un Benito Mussolini y denunció la conjura. Estubo de servicio durante 33 años y 4 meses en el Cuerpo de Marines (Infantería de Marina) recorriendo todo el escalafón militar. Entonces se consideraba un “matón” al servicio de las grandes corporaciones capitalistas de su país. Era un pistolero a las órdenes del Capitalismo.

El general Butler afirma que la guerra siempre ha sido una estafa, la mas antigua, rentable y cruel. Es una estafa internacional. En ella, los beneficios se cuentan en dólares y las pérdidas en vidas humanas. Una estafa es algo que, en realidad, no es lo que le parece a la mayoría de la gente. Sólo un grupo pequeño de privilegiados sabe de qué se trata realmente. Es el beneficio de unos pocos – las personas que hacen enormes fortunas con la guerra- a costa de la mayoría del pueblo. En la I Guerra Mundial hubo en EEUU 21.000 nuevos millonarios y multimillonarios de los que ninguno participó en combate personalmente. Las naciones victoriosas en las guerras adquieren por conquista nuevos territorios adicionales que fueron explotados por estos mismos “buitres de la guerra” mientras que el público paga la cuenta: muertos, miseria, dolor, locura, mutilaciones, etc. Los que fomentan las guerras las esperan ansiosos (en 1935 había 40 millones de militares en el mundo). Los pensadores fascistas, al idear el futuro de la Humanidad, no creían en la paz perpetua, sino que decían que solo la guerra “pone en la máxima tensión a la energía humana, poniendo el sello de nobleza a las personas que tienen el coraje de enfrentarla”. Aparte de los profesionales y de los fascistas, los fabricantes de municiones, barcos, productores de carne en masa, especuladores, etc  se enriquecerán con la guerra dejando a su país beligerante una deuda pública enorme.

Hasta 1898, EEUU no poseía territorios fuera de la zona continental americana. Su deuda pública era de mil  millones de dólares. Pero la nación norteamericana se volvió internacionalista contra la advertencia del fundador George Washington sobre “las alianzas engorrosas y sospechosas” que justificaban el tradicional aislamiento y no intervención en el extranjero. Por guerras se adquirieron nuevos territorios. Así, al final de la I Guerra Mundial la Deuda nacional había aumentado a los 25 mil millones de dólares. La balanza comercial favorable durante 25 años lo había sido de 24 mil millones. Así que el balance de la guerra es deficitario mientras que si hubiera habido paz sería favorable. Pero, el coste, se transfiere a los pueblos, que no se benefician.

¿Quién se beneficia de la guerra? ¿Quiénes son los “buitres de la guerra”? Los inversores de productos bélicos son las familias mas ricas e influyentes que son las antecesoras de las actuales multinacionales. La I Guerra Mundial costó a EEUU 52mil millones de dólares a pesar de su corta intervención. Costó 400 dólares per cápita a cada ciudadano americano. Los que deben pagar la deuda de la guerra son las posteriores generaciones de americanos. Sin embargo, los beneficios normales de una empresa americana son del 6, el 8, el 10 o el 12%. Sin embargo, durante el período excepcional de guerra los beneficios son de un 20, un 60, un 200, o un 1800%. Solo el cielo es el límite, lo que pueda soportar el tráfico. De esta forma, hacer la guerra es la forma mas brutal de hacerse millonario que existe. Y a ello se apuntan todos y, desde luego, los mas poderosos. Por supuesto, lo “venden” con patriotismo, amor a la patria y diciendo que todos deben arrimar el hombro.

 

Por ejemplo, la familia Du Pont  afirmó que su “pólvora ganó la guerra mundial”. Por tanto, era una corporación patriota. Los ingresos medios de los Du Pont en el período 1910-1914 fue de 6 millones de dólares al año. Pero, durante 1914-1918 ascendió a 58 millones de dólares cada año. El beneficio era de diez veces mayor que en tiempos de paz. Un 950% de aumento de ganancias. Y así, en los sectores del acero, el cobre, el cuero, la química, el níquel, la carne, el algodón, el textil, el carbón, los bancos, los zapatos, las sillas de montar caballos, las mosquiteras, los aviones, los motores, etc,  los beneficios eran ingentes. Incluso el gobierno compró materiales de más adicionales que quedaron sin uso pero que supusieron ganancias pingües para los suministradores. Cuando terminó la guerra, sobraron 4 millones de equipos militares. Hubo suminstros de llaves inglesas sin tuercas existentes del mismo tamaño. Carromatos sin uso alguno. Barcos de madera que se hundían al botarlos…

La I Guerra Mundial costó a EEUU 52 mil millones de dólares. 32 mil se gastaron en la guerra. 16 mil fueron ganancias. El Departamento de Estado de EEUU estudió “métodos para mantenerse fuera de las guerras” como resultado de un estudio del Senado sobre las ganancias de la guerra. Para éstas no había límite de beneficios ( ni el 1600%), pero no hay límite tampoco en las pérdidas en sangre.

Entonces,¿quien paga las cuentas? Todos, con nuestros impuestos. Los soldados con su muerte. Basta ver los cementerios de soldados en el extranjero. Los soldados vivos con su salud mental. Basta ver los Hospitales para veteranos. Los “niños” que aprenden aonsiderar matar como algo normal. Después de ser aleccionados a matar o morir, vuelven a la vida civil sin apoyo psicológico, cuando ya están físicamente y psíquicamente destruídos (niños de 18, 19 o 20 años). En realidad, los muertos traen el mayor beneficio de la guerra pues los veteranos heridos o locos reciben alguna ayuda económica.

¿Quién paga las cuentas? Cuando se compran bonos del Estado, que usa éste para financiarse, el benefico de la operación se lo llevan los banqueros.Los veteranos, al cortar repentinamente la tremenda emoción de la guerra, al regresar a la vida civil son destruídos, no se readaptan. Por su parte, con el negocio de las medallas el gobierno consigue soldados baratos pues a los jóvenes les gustan las distinciones (y no cobran nada por su eficacia militar). Los soldados (de donde procede la palabra “salario” o “soldada”) son los únicos que no pueden negociar con su sueldo.

En la I Guerra Mundial se usó la propaganda para que el público aceptara el Servicio Militar (llegó a considerarse vergonzoso no ir). El exceso propagandístico fue tal que usó a Dios pues el clero llegó a participar entusiásticamente: “¡A matar!¡A matar!” Se crearon ideales hermosos para la juventud: “Hacemos esta guerra para acabar con todas las guerras”; “Hacemos esta guerra para lograr una democracia segura”. Nadie les dijo a los jóvenes nada sobre los beneficiados de la guerra (los “buitres”), ni que serían matados por armas fabricadas EN SU PROPIO PAÍS. Mas aún, se les hizo pagar por su propio servicio (cobraban 30 dólares al mes). La mitad de ese salario se usó para pagar a su familia, para que su servicio al estado no fuera una carga para ellos. Otros 6 dólares se usaron para lo que se llamaría un Seguro de Accidentes. Al final, el soldado tenía que pagar por su equipo puesto que no le pagaban en metálico, sino mediante bonos del estado que comercializaban los banqueros. Para hacer efectivos los bonos, los tuvieron que vender (por valor de 2 mil millones de dólares) a los banqueros por menos de su valor nominal. Y hay que recordar que si el soldado sufre los rigores de la guerra, su familia pasa ese tiempo desvelada por su suerte en días y noches sin fin.

¿Cómo se puede desmontar esta estafa? Desde luego no mediante Conferencias de Desarme ni por charlas en Ginebra (sede de la Sociedad de Naciones, antecedente de la actual ONU). Lo único que se puede hacer es eliminar la ganancia en la guerra. Y esto procediendo al reclutamiento para el combate de los capitalistas personalmente, antes que recurrir al pueblo trabajador. Un reclutamiento con idénticos sueldos a los de los soldados de banqueros, políticos, funcionarios, industriales… que todos los capitalistas ganen lo mismo (Seguro, Familia, Bonos, etc). Y darles un mes para meditar. Entonces, no habría guerra. Pero, desgraciadamente, es el Capital el que tiene la última palabra. Por eso, el pueblo tiene que exijir que sus representantes sigan sus órdenes y no la de los mercados. Además, habría que celebrar un referéndum limitado en su sufragio a los llamados a filas. Hay precedentes de referéndums censitarios ( que excluían a los que no sabían leer ni escribir, o a los que no tenían tierras, etc). Sólo los que deben sufrir tienen derecho a votar. Y, por fin, habría que asegurarse de que las Fuerzas Armadas tuvieran una función estrictamente defensiva. El Capitalismo justifica cualquier acción de guerra con fines defensivos. Así, el Ejército no podría salir de los propios límites territoriales.

En conclusión, los pasos serían: 1º Acabar con los beneficios; 2º que votaran los jóvenes; 3º el Ejército en casa. Pero, el dinero cambia la voluntad política. Por ejemplo, el presidente de EEUU fue elegido en 1916 para no intervenir en la Guerra Mundial. Pero, en secreto, los aliados le dijeron que estaban a punto de perder la guerra y, en ese caso, EEUU perdería todo lo prestado a su bando que nunca recuperaría. Si intervenía y ganaban la guerra, recuperaría todo lo prestado con sus intereses y participaría del botín de los vencidos. A los cinco meses de su elección, Wilson hizo entrar a EEUU en la guerra, tras cambiar su voluntad. Además, los militares no quieren perder su empleo. Por otro lado, si las negociaciones de paz son secretas, es porque solo sirven para rearmarse mas uno mismo y desarmar a los demás. Finalmente, comenta Butler, los gastos militares evitan gastos sociales, es decir, enriquecen a los capitalistas y evitan la prosperidad del pueblo.

Por todo ello, el general Butler (no el personaje de la película “Lo que el viento se llevó”) dice: “No a la Guerra”.

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