AMÉRICA LATINA: LA ULTRADERECHA ESTA ENTRE NOSOTROS

América Latina: la ultraderecha está entre nosotros

x Eduardo Lucita
Una oleada conservadora

El año que acaba de terminar ha estado plagado de síntomas y hechos concretos que demuestran como la derecha más conservadora y recalcitrante ha estado ganando espacios en el contexto político de nuestro sub continente. La impotencia de las formaciones políticas tradicionales, incluidos sus liderazgos, para dar respuesta a la demandas sociales crecientes están en la base de este fenómeno político. Fenómeno que es relativamente nuevo, por lo menos en su multiplicación y coincidencia, pero que pone en evidencia que no es algo casual. Puede ser que resulte efímero, pero no se lo debe ni puede ignorar.

Una oleada conservadora

Se trata de una oleada derechista global, su simultaneidad es un rasgo del momento, que ha tenido hasta ahora mayor presencia en EEUU (Donald Trump y el ala más fundamentalista del Partido Republicano) y en Europa (ascenso de la ultraderecha en Italia y Suecia, las experiencias de Hungría, Francia y Polonia y la presencia de parlamentarios de esa matriz ideológica en varios gobiernos de la UE y recientemente el intento de asaltar el Parlamento alemán por una organización armada que pretendía dar un golpe). La oleada ha llegado a nuestra región anticipada por el bolsonarismo en Brasil. Es que el panorama que presenta América latina nos muestra un pronóstico de desenvolvimiento económico muy poco alentador junto con una cada vez menor presencia de los partidos tradicionales, la consecuencia directa es la radicalización de los extremos, particularmente las derechas.

Estas ultraderechas son la contrapartida de la decadencia social impuesta por décadas de neoliberalismo -concentración de la riqueza, expansión de la pobreza, ausencia de futuro-, incentivadas desde la crisis mundial del 2008, que han impuesto en el mundo la idea de que no hay salida. No tienen temores ni culpa alguna en que las identifiquen como lo que realmente son, la derecha de la derecha. Se proponen cambiar el mundo y se nutren de parte de la rebeldía juvenil creciente ante la falta de alternativas. Se plantan como referentes políticos a través de las redes y los foros de internet hasta que una vez lograda cierta masa crítica pasan a disputar poder dentro de las instituciones de la democracia liberal que cuestionan. En algunos casos (Vox en España, Bolsonarismo en Brasil) surgen desde el interior de los sistemas establecidos, en otros (Libertarios en Argentina) irrumpen disruptivamente desde afuera del sistema para luego incorporrse al mismo.

Una rápida mirada a los últimos resultados electorales en nuestra región muestra dos tendencias contradictorias. Por un lado el retorno de gobiernos progresistas más tirados al centro, lo que García Linera ha calificado como «progresismos de baja intensidad» que buscan administrar la crisis incorporando ciertas dosis de conservadurismo y de neoliberalismo combinado con restos de neodesarrollismo -queda por dilucidar si se trata de una nueva oleada o bien que hasta ahora en todas las elecciones han perdido los oficialismos. Por el otro una consolidación de las derechas conservadoras, que en todos los procesos electorales tienen un piso por arriba del 40%.

En Brasil y EEUU esas derechas aparecen consolidadas pero al mismo tiempo los últimos resultados parecieran ponerle un límite a su crecimiento. Algo similar parece estar pasando con Vox en España, que pierde intención de votos en favor del Partido Popular (una derecha clásica). Veremos cómo impacta en nuestro país en la derecha más institucional y en la nueva derecha emergente. El triunfo de Lula en Brasil fortalecerá a la Celac y probablemente haga resurgir a la UNASUR. También al Grupo de Puebla, que acaba de reconstituirse y su composición es ahora cualitativamente diferente, con mayoría de presidentes en ejercicio.

Orígenes

El desembarco en nuestra región de la nave insignia española Vox, en febrero pasado para celebrar en Bogotá el «1er. Encuentro regional del Foro de Madrid», con el declarado objetivo de «Salvar a Latinoamérica del comunismo», fue el eslabón regional de una larga cadena de reuniones y foros que se están desenvolviendo desde el 2008 en adelante. Buscan primero establecer una coordinación de los partidos de derecha y luego virar a una Internacional Iberoamericana, lo que denominan Iberoesfera. Concepto que, como nos explicara el politólogo y eurodiputado español, Miguel Urban, busca modernizar el término Iberoamérica, nacido en el SXIX para englobar a los países colonizados por los Estados de la Península Ibérica, lo que incluye cierta nostalgia del pasado imperial y colonial español que tanto gustaba recordar el franquismo. En casi todas estas reuniones está presente el escritor peruano Mario Vargas Llosa, una suerte de gurú de la tribu.

El origen se puede rastrear en la Carta de Madrid (2020), documento de la Fundación Disenso que preside Santiago Abascal líder de Vox en España, en la que se convocó a partidos, líderes y diversas entidades conservadoras y derechistas de América latina y España «…en defensa de la libertad y la democracia en la Iberoesfera», denunciando a las organizaciones de izquierda y en particular al Foro de San Pablo, que en su concepción representarían una amenaza para la democracia liberal a través del comunismo. Agregando que una parte de la región «…está secuestrada por regímenes totalitarios de inspiración comunista, apoyados por el narcotráfico y terceros países, todos ellos bajo el paraguas de Cuba». Esta suerte de manifiesto logró juntar unas 10.000 firmas entre las que se encuentran las de Eduardo Bolsonaro (Brasil), Keiko Fujimori (Perú), José A. Kast (Chile) y Javier Milei (Argentina).

Lo central que los convoca, más allá de las diferencias que tienen entre sí, es el anti progresismo. Han impuesto la noción de «marxismo cultural» al que acusan de toda la degradación de los valores occidentales y de imponer la ideología de género, en ese sentido son también respuestas a la ola verde que recorre varios continentes. La crítica cultural es el tipo de confrontación elegido por estas derechas extremas para vaciar de contenido los conflictos de clase. Para ellas todas las disputas, sean sociales, económicas o políticas, se las configura como conflictos culturales.

La mayoría de las actividades que realizan son convocadas por una red de fundaciones para la libertad que reconocen como su centro a la Red Atlas (Atlas Network en inglés) fundada para «ayudar a la creación de economías de mercado en los países en vías de desarrollo» en América latina. A esta Red está integrada la Atlas Economic Research Foundation con sede en EEUU que, se dice, dirige un argentino que estaría vinculado al Departamento de Estado y sería a través de ella que se financiaría a los autoproclamados libertarios en nuestro país.

El caso argentino

En las últimas décadas ninguna de las fracciones burguesas de nuestro país ha logrado desarrollar las fuerzas productivas con una perspectiva de futuro (en 50 años el crecimiento del PBI promedió 2.5% anual mientras que el mundial era del 5%). Nuestra decadencia -pobreza, indigencia, crisis de los servicios públicos, falta de proyectos nacionales, caída del PBI per cápita- es más que visible. Para peor el macrismo expropió el futuro y el actual gobierno no ha podido enfrentar la crisis, mucho menos reponer la esperanza. Este contexto es terreno fértil para la crítica a las «elites», a la «casta política», incluso al «sistema» de la democracia liberal. Que no al de dominación.

Entre nosotros este fenómeno -mescla del Vox español y el bolsonarismo brasileño- se está consumando a través de un personaje casi bufonesco y muy mediático. Sus intervenciones suelen ser provocadoras y disruptivas, siempre con énfasis en la defensa de «la libertad amenazada» y contra «el comunismo que nos acecha».

Combina un capitalismo abierto sin ningún tipo de control estatal (sin Banco Central por ejemplo) con fundamentalismo de mercado y la mayor mercantilización posible (incluso la libre compraventa de órganos y personas), defensor del individualismo extremo (se declara antiabortista, pero no por razones religiosas o de otro tipo, sino porque lo considera una decisión personal en la que el Estado no tiene que interferir, con el mismo argumento votó en contra de la Ley de Detección Temprana del Riesgo Cardíaco Congénito ) con fuertes críticas al régimen demo- liberal y una moralina conservadora y recalcitrante.

Su principal referente es el diputado nacional Javier Milei, un economista formado en la Escuela Austríaca, basada en el individualismo metodológico y en el subjetivismo. En su concepción el régimen democrático tiene sus límites, y estos aparecen cuando interfiere en el libre movimiento del mercado y en el proceso de acumulación y reproducción de capitales.

Frente a la Teoría del Valor Trabajo opone la del Valor Subjetivo. Esta corriente de pensamiento es fuertemente crítica del keynesianismo, del neoclasicismo y del marxismo. Se inscribe además en el «Libertalismo» una tendencia mundial profundamente antiestado que promueve el individualismo filosófico (tradición creo hasta ahora inexistente entre nosotros) que como dice el economista y Jefe de Redacción de «Nueva Sociedad», Pablo Stefanoni, «… ha registrado que una franja de la sociedad quiere una oferta de derecha más ideológica y menos culposa, alejada del discurso de gestión y post-ideológico que enuncia la derecha más tradicional». Milei combina ultraliberalismo económico y conservadurismo social (se proclama libertario pero no tuvo empacho en llevar como segunda en su lista a una defensora de la dictadura cívico-militar-eclesial del ’76).

El último noviembre participó de la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC) que reunió a partidos políticos conservadores de varios países, allí junto a las ya clásicas diatribas contra el Foro de San Pablo y el Grupo de Puebla avanzó en sus caracterizaciones, agregando que la izquierda latinoamericana haciendo uso del pensamiento gramsciano «Fueron tomando la educación, los medios y cooptaron las artes, marcando la agenda cultural». Se habrían apropiado del feminismo, los derechos LGBT, el conflicto racial, el cambio climático y otras luchas «para imponer su agenda contra el capitalismo».

Desafíos

No hay dudas que la expansión de la pobreza, la carestía de la vida, el temor a perder el empleo, la ausencia de un proyecto de futuro y el individualismo que este vacío conlleva alimentan estas alternativas antisociales.

Constituye entonces un nuevo desafío para la izquierda anticapitalista y los sectores progresistas de nuestra región, que no se puede ignorar. Mucho menos desvalorizar la influencia social que está teniendo en tan poco tiempo (en su primera presentación electoral en nuestro país los autoproclamados Libertarios obtuvieron el 7.5% de los votos, pero se presentaron en solo dos distritos, hoy las encuestas le dan una intención de voto del 15% o más a nivel nacional, entre los menores de 30 años este porcentual es aún mayor). En los «focus groups» con personas de hasta 30 años surge en forma continuada el cansancio y el hartazgo de los jóvenes frente al espectáculo de las direcciones partidarias tradicionales y la falta de soluciones frente a los problemas de la vida cotidiana. Crece el concepto de «casta» que impuso Milei y la idea de votarlo para «Que todo se vaya al carajo». «Es un loquito. Pero a lo mejor tiene que agarrar un loquito para terminar con todo esto»… son algunos de los conceptos que se vuelcan en esas reuniones exploratorias de opinión pública.

Veremos si en nuestro país es un fenómeno político pasajero, pero no pareciera que este desafío pueda resolverse con descalificaciones o críticas superficiales. Por el contrario es necesario conocer sus argumentos para poder desmontarlos y demostrar que la puesta en práctica de sus concepciones (liberalismo económico a ultranza) solo profundizará las condiciones materiales actuales e incentivará el individualismo.

En paralelo es imprescindible revalorizar la esperanza, luchar contra la resignación, contra ese concepto que imponen de que no hay alternativas. Evitar que la sociedad se instale en la crisis y crezca la anomia social. Poner el acento y el esfuerzo en un futuro que tenga como centro protagónico a los trabajadores y los sectores populares, con un proyecto que nos saque de la mediocridad actual.

Buenos Aires, diciembre 2022

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Post scríptum

En los primeros días de enero del nuevo año una movilización masiva y violenta invadió el Congreso Nacional, el Tribunal Supremo y el Palacio Presidencial en Brasil. Se trató de una rebelión bolsonarista contra los tres poderes del Estado buscando que los militares dieran un golpe que anulara el resultado de las últimas elecciones presidenciales, supuestamente fraudulentas, y desalojaran del poder político al presidente Lula da Silva.

Una reciente encuesta de la consultora Atlas-Intel permite concluir que el golpismo en Brasil no es mayoría pero sí que tiene una base social muy extendida. La encuesta constata que el 56.4% de los brasileños da por cierto el triunfo de Lula da Silva en las elecciones presidenciales de noviembre de 2022, pero un 39.7% cree exactamente lo contrario y que hubo fraude. Un 54.1% rechaza la idea de que los militares deban intervenir para anular esos comicios, pero un 36.8% lo acepta. Para el 53% la invasión es injustificada, pero un 10% la justifica en un todo y un 27% lo hace solo en parte. Es una muestra de la profundidad del fenómeno de las derechas extremas en Brasil, que busca extenderse a otros países de la región, tener en cuenta el anterior golpe de Estado en Bolivia y lo que está pasando en Perú y Chile en estos mismo días.

Este intento brinda también la oportunidad para que los demócratas consecuentes y la izquierda en Brasil tomen medidas, con decisión, valentía y audacia para extirpar este cáncer político. Será también un ejemplo para nuestros países.

13/1/2023

* integrante del colectivo EDI -Economistas de Izquierda- La Haine

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