AL BORDE DEL ABISMO

AL BORDE DEL ABISMO

Por mucho que siga habiendo voces, en algunos casos con bastante capacidad de generar eco mediático, que aseguran que de esta crisis también saldremos con unos pequeños ajustes en la ruta del capitalismo, la realidad es que el negro futuro que nos amenaza se confirma cada día como una posibilidad más probable y cercana.

Tal es así que los poderes económicos y políticos empiezan a tomar en consideración  la necesidad de adoptar algunas medidas que permitan alargar al máximo el actual modelo de producción, introduciendo pequeños cambios en los modelos de extracción de recursos y en la relación con el medio ambiente; eso sí, retoques que no condicionen sus crecientes previsiones de beneficios económicos ni disminuyan su poder sobre el destino de la humanidad.

Fruto de esa falsa toma de conciencia de las élites mundiales son algunas de las medidas que ya se han puesto en marcha en el mundo industrializado. Entre esos cambios pretendidamente verdes destacan planes como la apuesta de las grandes empresas eléctricas por las energías renovables, el impulso al coche eléctrico o las tímidas resoluciones para reducir las emisiones de gases contaminantes a la atmósfera.

Pero a poco que se rasque la tinta verde con la que se adornan estos proyectos se puede ver que con esos cambios que el capital no solo está dispuesto a aceptar, sino que los impulsa con una buena dosis de parafernalia, lo que se esconde es la voluntad de seguir explotando las reservas minerales del planeta hasta que empieza a ser muy costosa su extracción por la agonía de los yacimientos. Es el cercano agotamiento de recursos como el petróleo, el carbón o el gas lo que ha empujado a las grandes compañías a buscar energías alternativas.

Sin embargo, tales sustituciones no dejan de ser pan para hoy y hambre para mañana(/aunque ese mañana podría tardar algunos años). En su afán por seguir produciendo, vendiendo y ganando las empresas desprecian el dato de que esos minerales que precisan las nuevas tecnologías (como el litio, el galio, las tierras raras o el coltán) también son finitos y su rentabilidad descansa en la explotación salvaje de los países donde se encuentran. Su afán por seguir acumulando riqueza les está llevando a invertir en recursos que hasta ahora no habían sido objeto de su avaricia. Así vemos como las grandes empresas se adueñan de productos agrícolas, tierras de cultivo o manantiales de agua potable.

Pero no es únicamente que en medio siglo hayamos consumido más recursos minerales y energéticos que en toda la historia de la humanidad, el problema es que también se agotan o contaminan elementos tan vitales para la vida como el agua, la tierra y el aire. Por otro lado el cambio climático, que muy pocos expertos se atreven a negar, trae acarreado el incremento y la intensidad de fenómenos naturales como sequías, inundaciones, incendios, huracanes y  plagas que ya están desatando hambrunas, desplazamientos de población, epidemias y otros problemas que ponen en peligro la salud y la vida en amplias zonas del globo.

Ante la gravedad de la crisis en la que ya estamos no valen paños calientes ni trucos para hacernos creer que se toman medidas eficaces para revertir la situación. Es el propio sistema el responsable del expolio y la contaminación del planeta, por lo que de nada sirven los lavados de cara que nos ofrecen. Mientras las reglas de juego signifiquen continuar con el consumismo, con la agricultura, con la ganadería y con la pesca intensivas , con la construcción de autopistas y aeropuertos, con las deslocalizaciones de la producción y el transporte creciente de mercancías y personas de una punta a otra del mapamundi muy poca utilidad tiene que las personas de a pie nos esforcemos en reciclar o usemos más la bicicleta.

Lo que urge, si queremos dejar a las próximas generaciones un planeta habitable, es frenar el proceso destructivo al que las grandes líneas del capitalismo nos conducen. Hay que producir solo lo necesario y repartirlo más equitativamente, reducir la movilidad de mercancías y gentes, generalizar la agricultura extensiva y, sobre todo, gestionar de forma directa y colectiva nuestras vidas.

Esos cambios profundos no los va a imponer el sistema vigente: han de ser conquistados por el pueblo trabajador, impuestos paulatinamente por las luchas sociales y mediante el cambio de nuestro comportamiento individual. En definitiva somos las personas las que hacemos avanzar la sociedad, de lo que se trata ahora es de que la hagamos evolucionar del lado que beneficie a la gran mayoría.

Aunque parezca un empeño condenado al fracaso, si perdemos el miedo a pensar y actuar libremente todavía estamos a tiempo de frenar esta locura en que nos han metido sin pedirnos nuestra opinión. No partimos de cero ni tenemos que escribir nuevas quimeras. Desde hace tiempo ya existen propuestas mucho más creativas y solidarias que el pensamiento único ultraliberal, que ponen los cimientos para esa sociedad igualitaria, ecológica y autogestionaria. Es cuestión de desarrollarlas  y actualizarlas a la luz de la experiencia.

También hay que volver la vista hacia sociedades y pueblos que han seguid9o y continúan desarrollando otras formas de convivencia y de cubrir todas sus necesidades. Con estas comunidades, que han resistido los embistes del capitalismo, podemos aprender y compartir sueños y prácticas.

Incluso en nuestro mundo occidental e industrializado contamos en estos momentos con infinidad de proyectos alternativos que funcionan y que nos ofrecen la posibilidad de ir creando redes y modelos de producción, de distribución y de vidas contrapuestas al modelo que nos ofrecen Estado y Capital. Evidentemente el sistema dejará que se desarrollen estas iniciativas mientras no vea en ellas un peligro para su continuidad, pero si somos capaces de crear y mantener todas esas propuestas autogestionarias, si nos convencemos de que el crecimiento ilimitado es un suicidio, si ya nuestras vidas están mucho más pegadas al planeta que nos acoge, entonces otras luchas y resistencias surgirán por doquier.

En todo caso, siempre será preferible seguir soñando otros mundos que vivir vegetando en esta pesadilla.

TONI P.

(Extraído de la revista “Al Margen” Publicación de debate libertario nº 124)

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