COMO LAS CORPORACIONES DERROCARON A LA DEMOCRACIA (y VI)
Gran parte de la infraestructura de seguridad nuclear estadounidense se ha externalizado de acuerdo con el modelo GOCO (Propiedad Estatal, Gestión Privada). Las empresas gestionaban ahora gran parte de ella, desde las instalaciones que enriquecían uranio y producían plutonio hasta los laboratorios y plantas donde se diseñaban, construían y mantenían las bombas, pasando por los almacenes de residuos. Un pequeño grupo de grandes empresas, entre ellas Bechtel, dominaba este negocio y se encargaba de cada vez más programas completos, dando forma y aplicando la estrategia nuclear estadounidense al tiempo que supervisaba a otros subcontratistas.. Junto con la privatización vino la preocupación de trabajadores y residentes locales por un estilo de gestión que antepone producción y beneficios a ciencia y seguridad, al tiempo que aumenta el coste público. “La promesa clave de la privatización, introducir la “competencia de mercado” en los proyectos, se incumple de inmediato al seleccionar a la misma entidad corporativa para gestionar ambos laboratorios”. Este “nuevo modelo empresarial pone en peligro la misión científica de los laboratorios”. El laboratorio se ha enfocado en un menor número de proyectos de gran envergadura y en la multiplicación de los beneficios, al tiempo que hay “menor tolerancia al debate abierto y la discusión necesarios en toda buena ciencia”. Cuando los gestores privados se hicieron cargo de Livermore, prometieron rebajar drásticamente los costes, pero en lugar de ello los dispararon. Ha habido dolorosas rondas de despidos. “Si trabajas en una planta nuclear y manipulas material nuclear, lo más importante para ti son tus prestaciones médicas”. Las corporaciones, exclusivamente orientadas a los beneficios, se limitan a apretar las tuercas.
Los controvertidos planes para “modernizar” el arsenal estadounidense, con un coste estimado de más de un billón de dólares, supondrán una bendición para las empresas de la seguridad nuclear. Estos planes forman parte de la ideología de “disuasión nuclear”, que asume que poseer grandes arsenales intimidatorios hace menos probable que se usen. Gran parte de la infraestructura de armamento nuclear estadounidense ya había sido externalizada con consecuencias alarmantes: accidentes, lesiones, graves represalias contra denunciantes y aumento récord del gasto. Estas privatizaciones reflejaban una tendencia más general a la externalización de la responsabilidad estatal. Por otro lado, los partidarios de mantener el laboratorio en manos privadas señalaron que el estado de Nuevo México y el condado de Los Álamos se beneficiaban cada año de decenas de millones en impuestos sobre ingresos brutos procedentes del consorcio, algo que no ocurría cuando estaba bajo gestión exclusiva de la Universidad de California. La entrada de gestores privados en el laboratorio “claramente no había servido para ahorrar dinero, como esperaban los defensores de la privatización, y el rendimiento en algunas áreas se había considerado inaceptable. “Esa es la realidad del racismo institucionalizado. Podemos quitaros vuestras tierras. Podemos envenenaros. Podemos pagaros lo mínimo”.
Conclusión
Las corporaciones transnacionales y sus inversores han sido capaces de condicionar, e incluso revertir, múltiples acciones estatales, alterando nuestra capacidad para responder a amenazas existenciales como el cambio climático y l aguerra nuclear. A un lado de esta historia están las elites y su riqueza, con sus asesores , abogados y grupos de presión. En el otro está la inmensa mayoría de la población mundial. Aquellos a quienes se golpea más fuerte suelen ser los que ya tenían dificultades. Las instituciones internacionales dejan claro, por ejemplo, que no es una coincidencia que la mayoría de los trabajadores fabriles en las ZEE sean mujeres, a quienes se describe como más “dóciles” y fáciles de controlar. Democracia e independencia han ido perdiendo mucho de su contenido, de generación en generación, siguiendo una estrategia planificada y por medio de campañas de presión y rediseño normativo. El milenio actual ha de ser “del pueblo, no de las monarquías, ni de las jerarquías, ni de las oligarquías. Esa es nuestra lucha”.