EL PLANETA INHÓSPITO: LA VIDA DESPUÉS DEL CALENTAMIENTO

«El planeta inhóspito: la vida después del calentamiento»

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2020-02-06

El planeta inhóspito. La vida después del calentamiento. David Wallace-Wells. Título original: The Uninhabitable Earth: Life After Warming. Traducción de Marcos Pérez Sánchez. Ed. Debate. Barcelona, 2019. 352 páginas. 22,90€

El planeta inhóspito“Es peor, mucho peor, de lo que imaginas” (p. 13). Así empieza el espeluznante, aunque realista ensayo del periodista neoyorquino David Wallace-Wells, director adjunto de la prestigiosa revista New York Magazine. Se ha especializado en la investigación y divulgación tanto de asuntos científicos y culturales, como del fenómeno del cambio climático.

El autor, que basa sus tesis en una amplia investigación para la cual ha consultado miles de datos y artículos científicos, divide la obra en cuatro partes que incluyen una introducción a los diferentes escenarios a los que nos podemos ver abocados según los cursos de acción y omisión que se adopten; los doce diferentes elementos del caos y las posibles crisis sistémicas (relacionadas con lo que Wallace-Wells llama “cascadas”); las consecuencias que puede tener el cambio climático para nuestro sistema económico, político y moral y nuestra visión de la historia; y, finalmente, una breve conclusión en la que se plantean las distintas herramientas necesarias para evitar unos efectos catastróficos cuyas consecuencias ya empiezan a notarse.

“Este no es un libro sobre la ciencia del calentamiento, sino sobre lo que este implica para el modo en que vivimos en este planeta” (p. 22). Un planeta que en un futuro no muy lejano será inhóspito, o como indica el título original, inhabitable. La tesis principal es que ya es demasiado tarde para no sufrir los efectos negativos del cambio climático; y el autor afirma que una subida de las temperaturas en dos grados, algo que los científicos consideran catastrófico, resulta ya inevitable. Pero, como dirá, esto no significa que no podamos hacer nada al respecto. De hecho, es necesario actuar. La humanidad debe seguir recortando las emisiones de gases de efecto invernadero y aplicar medidas efectivas para evitar un desastre mayor.

Advierte Wallace-Wells ya en la introducción que cualquier cambio de hábitos personales que un progresista occidental podría plantearse para evitar el desastre es inocuo a menos que vaya amplificado por la política. Es verdad que hoy estamos muy lejos de reaccionar, pero tratando de inyectar una dosis de optimismo al lector el autor arguye que, por lo menos, el cambio climático es consecuencia directa de la acción humana. Es decir, no se trata de un fenómeno totalmente ajeno. Enderezar el rumbo, pues, debería estar en nuestras manos.

¿Cómo será “la vida después del calentamiento”? La exposición de los distintos factores que pueden arrastrarnos al caos es una de las partes centrales del ensayo.

1.- La muerte por calor

Por poco que nos parezcan unos contados grados de calentamiento, “ninguna forma de vida inteligente que conozcamos evolucionó nunca, en ningún rincón del universo, fuera del estrecho rango de temperaturas habitables en que tuvo lugar toda la evolución humana, y que ahora hemos dejado atrás, probablemente para siempre” (p. 57).

2.- La hambruna

El hambre del mundo parece un problema crónico de la especie humana y el cambio climático contribuirá a que se acentúe. “A finales de siglo tendremos considerablemente menos alimentos, producidos en tierras menos fiables por las sequías y las inundaciones, y que serán menos nutritivos que los actuales” afirma el autor en una presentación del libro.

3.- El ahogamiento

Dos de los más temidos efectos cascada (realimentaciones del calentamiento) son los que se producirán con el deshielo: la liberación de metano en el Ártico y la disminución de la superficie de los casquetes polares, que reflejan la radiación solar. Además, con la subida del nivel del mar a largo plazo el planeta puede perder “alrededor de 1.150.000 kilómetros cuadrados de tierra firme, en los que actualmente viven unos 375 millones de personas” (p. 76). Probablemente estas cifras se queden pequeñas.

4.- Los incendios

Los incendios son uno de los efectos que más sufrimos ya hoy en día; a la violencia de las llamas y la desolación de la tierra quemada cabrá añadir las emisiones de CO2 y la pérdida de bosques que lo capturen. En California, por ejemplo, se ha pasado del incendio de 250 km2 en 1971 a 7600 km2 en 2018, y las predicciones apuntan a que se doblen o incluso cuadrupliquen estas cifras antes de 2050.

5.- Desastres ya no naturales

Con este escalofriante calificativo, Wallace-Wells se refiere a las terribles tormentas que recientemente han devastado Estados Unidos, el Caribe y Mozambique; tormentas que en otros tiempos se calificarían como «las peores del siglo» suceden ahora cada año. Pronto van a incorporarse a lo que se considera el clima normal de la región, una “nueva normalidad” si no fuera porque estamos perdiendo toda normalidad.

6.- La falta de agua

El agua dulce es un recurso escaso en la mayoría de los países -en parte porque solo podemos aprovechar el 0,007% del agua del planeta- y otro factor de desigualdades en el mundo. Según el autor, “la mitad de la población mundial depende del deshielo estacional de nieve y hielo en cotas altas, depósitos para los que el cambio climático supone un riesgo extraordinario” (p. 103).

7.- Los océanos moribundos

Una de las peores consecuencias del cambio climático es la acidificación de los océanos que se da por una alta absorción de CO2, dañando a los arrecifes de coral y otras formas de vida, y en última instancia destruyendo los ecosistemas marinos. Sumado a la anoxificación en algunas partes de los océanos, son las causas de la actual extinción masiva de especies marinas. Otro problema es que con un aumento de las temperaturas promedio el sistema de corrientes oceánicas no funcione debidamente, causando temperaturas más extremas en muchos lugares.

8.- El aire irrespirable

La emisión de partículas y otros fenómenos de la contaminación atmosférica ya están matando a más de diez mil personas cada día. De hecho, Wallace-Wells dice que “para cuando llegue la última década de este siglo, hasta 2.000 millones de personas en todo el mundo respirarán aire que no cumplirá con los mínimos de seguridad de la OMS” (p. 117). No resultan menos problemáticos los aerosoles de partículas que, aunque reflejan los rayos solares (y con ello atenúan el calentamiento), son muy contaminantes. Así pues, parece que deberíamos elegir entre Guatemala y Guatepeor (seguir contaminando la atmósfera o sufrir el aumento de la temperatura del planeta).

9.- Las plagas del calentamiento

El cambio climático también trae consigo un efecto geográfico muy relevante, permitiendo que enfermedades como el paludismo puedan viajar a regiones más septentrionales y también que se desarrollen otras enfermedades que no estamos preparados para afrontar. Algunas de ellas, con agentes infecciosos congelados en el permafrost desde hace miles de años, podrían exponernos a nuevos peligros en caso de un deshielo generalizado.

10.- El colapso económico

Existen visiones contradictorias sobre los efectos que puede provocar el cambio climático en la economía. Aunque las métricas con que trabaja la economía convencional no son adecuadas para captar bien estos fenómenos, los profesionales coinciden en que disminuirá como mínimo un 5% el PIB actual, y algunos sostienen que este valor podría alcanzar un 30% o más si seguimos las tendencias actuales. Afirma Wallace-Wells que “según una estimación reciente, si el planeta se calentara 3’7 grados, los daños causados por el cambio climático podrían ascender a 551 billones de dólares, casi el doble de la riqueza existente hoy en todo el mundo” (p. 140). Contribuye a estos efectos el hecho de que con el calor decaen la productividad agrícola y las capacidades cognitivas; y los costes de los desastres naturales aumentan. Aunque del calentamiento se podrían quizá beneficiar países como Canadá o Rusia, sin embargo los países que hoy generan la mayor parte de la actividad económica, Estados Unidos y China, pueden perder casi la mitad de su producción potencial.

11.- El conflicto climático

Existe también una relación peculiar entre el cambio climático y el aumento de la violencia: al proliferar las hambrunas y las inundaciones, se desestabilizan los gobiernos. Dice Wallace-Wells que esto ya lo vemos en el conflicto sirio, con la consiguiente emigración de millones de refugiados, que en parte puede explicarse por una gran sequía (2006-2011) vinculada a factores climáticos. Más aún, la mayoría de los conflictos bélicos contemporáneos están relacionados con el control de combustibles fósiles u otros recursos.

12.- La deriva del sistema

Pero la gran preocupación de los expertos es el conjunto de todas estas consecuencias actuando sinérgicamente. Los efectos padecidos por los diferentes países no serán proporcionales a su responsabilidad en el cambio climático. De hecho, “se espera que el primer país en industrializarse y generar a gran escala gases de efecto invernadero, Reino Unido, sea el que menos sufra debido al cambio climático […]. Se prevé también que el sistema climático de la República Democrática del Congo, uno de los países más pobres del mundo, tendrá que soportar los efectos del calentamiento de manera particularmente profunda” (p. 151). Algunos expertos auguran que a finales de siglo habrá lugares que sufrirán las consecuencias de seis desastres naturales a la vez, lo que provocará grandes crisis políticas. Y lo realmente preocupante: todavía es mucho lo que no sabemos. “Los doce elementos del caos climático son, según la expresión incoherentemente útil de Donald Rumsfeld, los «hechos desconocidos que conocemos»” (p. 158).

En la tercera parte del texto, el autor recoge cómo se ha contado el problema del cambio climático en los últimos años; cómo pueden cambiar nuestros mitos, nuestras relaciones económicas y políticas y nuestra moral ante la crisis climática; en qué ponemos nuestras esperanzas ante el calentamiento; y cómo puede llegar a ser nuestra forma de ver la historia. El autor propugna una red cooperativa entre los pueblos de todo el mundo para abordar lo que denomina el sufrimiento climático. Según él, es imprescindible que la tecnología se encarrile hacia un proyecto de transición a energías renovables, a la reposición de las antiguas cadenas de suministros, y en general al cambio de nuestro sistema actual de producción y consumo por uno completamente descarbonizado.

Finalmente, el autor propone que, para no derrumbarnos ante la desesperanza a la que nos llevarán los estragos de la crisis climática, aceptemos el sufrimiento inminente, como ha hecho la humanidad a lo largo de la historia ante todos los desafíos con los que se ha tenido que afrontar.

En la cuarta y última parte, titulada “El principio antrópico”, David Wallace-Wells concluye argumentando que nuestra acción es la que va a determinar el clima futuro. Los nuevos retos exigen humildad y grandeza humana al mismo tiempo, ambas fruto de la misma percepción del peligro. “Si permitimos que avance el calentamiento global, y que nos castigue con toda la ferocidad con la que lo hemos alimentado, será porque así lo hemos querido: descender juntos un camino suicida. Si lo evitamos, será porque hemos decidido seguir otro camino, y sobrevivir” (p. 246). Es aquí también donde explica que hoy ya disponemos de todas las herramientas que necesitamos para evitar unas consecuencias prolongadas y más terribles si cabe: “un impuesto al carbono y el aparato político para acabar decididamente con la energía sucia, un nuevo enfoque de las prácticas agrícolas y eliminar la carne y la leche de vaca de la dieta global, así como inversión pública en energía verde y captura de carbono” (p. 253). ¿Sería suficiente? Se trata de un debate que quizá queda por resolver.

Concluye el ensayo con estas palabras: “Personalmente, creo que el cambio climático nos ofrece la imagen más estimulante, puesto que incluso su crueldad halaga nuestra sensación de poder, y al hacerlo convoca al mundo, al unísono, a entrar en acción. Al menos espero que así sea. Pero este es otro de los sentidos del caleidoscopio climático. Cada uno puede elegir su propia alegoría. Lo que no podemos escoger es el planeta, que es el único hogar que cualquiera de nosotros tendremos jamás” (p. 254; el énfasis es nuestro).

El planeta inhóspito es un ensayo con una estructura clara y definida repleto de predicciones y evidencias científicas para comprender mejor al fenómeno al que debemos hacer frente en un siglo XXI en el que la actuación o no actuación humana marcará el futuro de todos. Esta actuación, definitivamente, no puede ir acompañada de un uso y abuso de las tecnologías como mecanismos de dominación y explotación para seguir en el afán de un crecimiento económico sin freno que, como se ha expuesto, nos conduce al colapso ecosocial.

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