“Fúnebres confidencias” (Cuento de Alfredo Velasco)

FÚNEBRES CONFIDENCIAS

Dice el Maestro: “¡Que solos se quedan los muertos!”; y, cuando mueres, es cuando llegas a la patria, con el cosquilleo del Listerine en la lengua, que sólo te permite balbucear un “¡buenas tardes!” a una novieta que olvidaste toda tu vida a pesar de que te saludó al día siguiente con la sonrisa triste de que la consideraras un juego floral. Solos, nos dejan los muertos a nosotros. Si no te conocen y alcanzan la gloria te gritan: “¡Ahí te quedas en ese mundo de sufrimiento!”. Y si caen al infierno: “¡Noooo!”. En ambos casos, pasan de tí como una racha de viento de la época de los carolos. Y nuestra soledad divaga el propio egoísmo pues adorarlos, adorarlos, es caso particular de la risa entrañable que provoca su anécdota y la lluvia fina de su rutina ajena que no miras precisamente con microscopio. Famoso en tus pensamientos fijos como el que te enseñó cuál era la mano derecha o como el que tenía vientos bajos para hacer atravesar una piscina olímpica un velero de plástico, tu mono loco, tu quijotera, tu pene enroscado, tu memoria sin antenas, cae redonda al serrín del suelo del bar donde tus neuronas atacadas por alcohol te doctoraron en límites de la luz. Pues si te sirvieron te carcome la comodidad, si te disciplinaron te estructura la guía, si te quisieron te deseas el otro, si te dañaron te curaron el algodón, si te despidieron te resignaste, si te explotaron te careces, si te hicieron el amor te duelen los huesos, si te dieron la paz te metiste con otros, si te perdonaron te pusiste el contador a cero, y si te hablaron te escucharás en el silencio. Imaginamos pútridos países de muertos con más paz que en la otra cara del sol, y nos viven en las cuerdas del alma como canciones de drogados que fusilamos a tópicos y sepulcrales sentencias.Pues estar muerto es ya no cerrar los ojos al estornudar, no echar más la última gota, no estirar más la pata en la cama, no rascarse las uñas con el cabello y desmontar el chiringuito hasta el próximo centenario de la república. Es meter el gol de tu vida en la portería del no se sabe, ir al país del que lo único seguro es que nadie vuelve porque carece de aduaneros acaudalados, el balazo que no repite vestido de plomo, es callarse hasta que el mar se seque, es dejar pendiente todo y no importarte en absoluto, es no leer más, es la auténtica otra doble vida, es el cheque al portador del que lleva el ataúd, es la mentira irrefutable, el engaño de los bobos, el deber del celibato y el vicio final. Es el cambio, la transformación revolucionaria de la moda eterna, el ocaso de toda estupidez, el suicidio del gorrón y el juicio del acusador. Los vivos nos aburrimos en nuestro cuerpo pero ellos exhiben su conciencia helada y te reafirman, azul o rosa, el cielo o la flor, el mar o el color, es decir, que ya empezamos a morir al nacer y el cambio, el dinamismo, el movimiento que borre lo fijo y lo instituído es solo la algarada de morir. Libre del cuerpo, vuelas. Libre de conciencia, saltas. Libre del mundo, eres extraterrestre. Libre de tu suegra, te has divorciado. Eres único, parco y ya, verdadero ser sin accidentes.

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