ANTIRRACISMO O BARBARIE

Antirracismo o barbarie

Se lamaba George Floyd, y ya es inmortal.

Su nombre estará ligado para siempre a la lucha antirracista, a la lucha por la libertad, porque así lo han querido sus hermanos y hermanas, que le han rendido el mejor homenaje que se le puede rendir a un oprimido: intensificando la lucha, positivizando la rabia e intentando poner al enemigo común contra las cuerdas. Su muerte ha sido una gran injusticia, pero los militantes antirracistas han conseguido que no sea en vano.

El origen de los Estados Unidos de América se remonta a unos hechos históricos ampliamente estudiados, narrados e incluso convertidos en producto de entretenimiento:

Los Estados Unidos es un país levantado sobre el exterminio de los pueblos que vivían en aquellas tierras y la mano de obra esclava importada de África, obligada a trabajar las tierras expoliadas a los indios para extraer la riqueza. Estos dos actos de terror son la columna vertebral del sistema económico y social del país.

Los numerosos trabajos dedicados a analizar este período histórico, por un lado, y la falta de trabajos, narraciones o productos de masas dedicados a analizar la relación entre los EE.UU. actuales y los de la colonización y el esclavismo, por otro, generan un efecto pernicioso; la falsa sensación de que hubo un cierre de aquella etapa, un antes y un después de que, a menudo, se ubica en el imaginario colectivo en el momento de la victoria del norte sobre el sur, en el marco de la guerra civil americana.

Lejos de esta idea, el sistema de opresión sobre el que se levanta el sistema económico del país, el capitalismo, se mantiene en pie, se ha sofisticado y es condición indispensable para que este sistema siga funcionando a pleno rendimiento.

No es casualidad que la comunidad con los índices de pobreza más altos de EE.UU. sea la de los descendientes de los pueblos originarios, los indios: más de un 25% de las personas de este colectivo son pobres. Tampoco es casualidad que a los indios les siga la comunidad negra, que supera el 20%, o que la pobreza entre las personas blancas esté alrededor del 10%.

Tampoco hay casualidad en la composición de la población de reclusos del país, vaso comunicante con la pobreza. Los índices entre la población nativa americana y negra se disparan: la población nativa americana es encarcelada 4 veces más que la blanca, y la población negra -aunque constituye el 12% de la población del país representa el 33% de la población reclusa .

Se trata, ni más ni menos, de la perpetuación de aquel acto fundacional, cambiando las cadenas y los latigazos por leyes iguales para todos sobre el papel, pero con una aplicación regida bajo criterios claramente racistas y clasistas; actualizando el sistema de derechos a fin de mantener la paz social sin poner en riesgo los privilegios de la clase dominante, es decir, repartiendo los muelles.

El asesinato de George Floyd es un daño colateral de este orden establecido, víctima de la violencia racista necesaria ejercida con el objetivo de mantener disciplinados los cuerpos negros, hacerles saber por donde pueden y no pueden caminar, con qué to deben hablar a los blancos, hacerles sentir temerosos y culpables por ser negros, hacerles saber que son una mierda. Una disciplina sin la cual todo el sistema económico tambalearía.

El sistema capitalista necesita mantener a la mayor parte de la población sometida, alienada y terca para perpetuarse. Y el racismo se ha demostrado una herramienta muy útil a lo largo de la historia para cumplir estos fines.

Las divisiones étnicas con trasfondo económico generan un fuerte sentimiento de adhesión y deshumanización del otro. El miedo a perder privilegios, poder adquisitivo, estatus o las pocas cosas que se tienen, siempre alimentada por las clases dominantes, hace que una buena parte de la clase trabajadora acepte las barbaridades que se cometen contra otra parte de esta clase. Y que, incluso, participe activamente en el racismo y ayude así a apuntalar el mismo sistema que la oprime.

El racismo es una forma de hacer aceptable lo que en otras circunstancias sería motivo de rechazo y revuelta a los pocos segundos de producirse.

Las teorías racistas, eugenésicas, emitidas tal cual, sin ningún tipo de filtro ni corrección política -no necesario-, hicieron aceptable la esclavitud de seres humanos y se mantienen fuertemente arraigadas en el subconsciente colectivo, perpetuadas y actualizadas con la sutilidad criminal que permiten los medios de masas y su propaganda, ahora sí, enfrascadas con una capa de corrección política. Hasta el punto de hacer aceptable la muerte de decenas de miles de negros en el mar Mediterráneo. Aceptable en el sentido de que estas barbaridades no provocan grandes muestras de rechazo, y las calles distan mucho de estar en llamas cada vez que se comete un acto de racismo. Hasta hace pocos días, en Estados Unidos.

Si hoy en día la lucha antirracista está en boca de todos, es sólo gracias al trabajo de las militantes antirracistas que durante siglos han ido haciendo de contrapeso a toda la propaganda e ideología racista que impregna el capitalismo. Cada uno de ellos ha añadido su grano de arena para fortalecer la trinchera de este flanco de la lucha de la clase trabajadora. De Thomas Sankara a Angela Davis, y de Nina Simone a Patrice Lumumba.

Y, como siempre ocurre cuando hay revuelta, aparece el oportunismo: quienes mantienen los Centros de Internamiento de Extranjeros abiertos o dejan morir miles al mar; o callan frente al racismo institucional ejercido por los diferentes cuerpos policiales partes; o diseñan leyes de extranjería; o levantan muros mortales; o difunden mensajes de odio y criminalización hacia las personas en proceso de migración, ahora, AHORA, quieren surfear la ola. Y los puede ver arrodillándose en señal de solidaridad con la lucha antirracista, retirando nombres de calles y estatuas a esclavistas, prometiendo ampliaciones de derechos, escribiendo Tweets de carácter antirracista, pidiendo perdón. Nada, RES: son lágrimas de cocodrilo, y lo único que anhelan es que todo vuelva a la normalidad, que nada les salpique y así poder mantener sus poltronas, los privilegios y los sueldos, lo que se entiende como paz social. Son parte imprescindible del sistema capitalista, gente terca a las órdenes del amo.

Contra esto, la receta ya está inventada, y ha llevado la lucha antirracista hasta el punto donde está ahora: un momento histórico. Lucha, lucha y más lucha. La única manera de avanzar.

* Jordi Magrinyà, militante de Endavant

https://laccent.cat/antiracisme-o-barbarie/

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