LAS CRISIS CAPITALISTAS: DESARTICULANDO A LA EXTREMA DERECHA

Las crisis capitalistas: Desarticulando a la extrema derecha

Las épocas de crisis sacan a la palestra discursos y cosmovisiones que ofrecen una explicación fuera del marco liberal/económico del mundo social. Últimamente, se habla mucho sobre la crispación y confrontación que está generando la crisis del Covid. Sin embargo, el conflicto siempre ha sido un motor central en las dinámicas sociales, es más, pensadores como Maquiavelo, Rousseau o Marx plantearon la confrontación como un pilar fundamental para entender la realidad social. Marx añadió a esto una dimensión más reconociendo la lucha de clases como motor de avance histórico en nuestras sociedades. Las ideas de Marx han sido criticadas, malinterpretadas y muchas veces ampliadas, rectificadas o matizadas (en ocasiones con gran acierto). No obstante, sería absurdo negar la evidencia e importancia de la conceptualización de la lucha de clases para entender nuestra sociedad.

La crisis como espacio para la confrontación

De este modo, con el inicio de una crisis se abre la oportunidad perfecta para una confrontación, ya que surgen preguntas y planteamientos críticos al sistema que en época de bonanza o estabilidad social no se plantean con tanta intensidad. Cuando a la gente se le desahucia, no se le da oportunidades laborales, se le explota y, en general, se empeora su nivel de vida, las preguntas surgen por pura necesidad ¿por qué y a causa de qué o quién está pasándome esto?

Bueno, en la crisis de 2008 sabemos la respuesta: unas políticas neoliberales atroces, un capitalismo de casino especulador, saqueador y sin escrúpulos nos llevó a la quiebra financiera cuando las burbujas financieras explotaron. Esto, ligado a la conexión mundial de las finanzas provocó rápidamente una crisis mundial. Las consecuencias las pagaron los de siempre, la clase obrera. De esta forma, los estados y sus medidas económicas flexibilizaron la economía hasta límites nunca vistos, se recortó en derechos laborales, se sumió al trabajador en un ajuste de cinturón que costaría mucho sufrimiento, incluso vidas, y, además se siguió justificando el sistema a través de la ideología neoliberal. Se continuó (se lleva haciendo desde hace décadas) agrandando la imagen del empresario/emprendedor y empequeñeciendo la del obrero, y, se justificó tal acción bajo el mito de la meritocracia proveniente del sueño americano, la cual, nos viene a decir a groso modo «tu posición social es equivalente al esfuerzo que tú hagas, todo lo demás son excusas».

Multitud de intelectuales de gran renombre criticaron esta gestión, tanto desde las ciencias económicas, sociales o jurídicas. Sin embargo, el poder del capital ganó ampliamente el discurso en todo el globo. En España, el PSOE de Zapatero a través de recortes en educación o sanidad inició una época oscura para la clase obrera española. El proceso acabó de dinamitarse con el Partido Popular, el cual se dedicó a implantar medidas neoliberales de flexibilidad económica en favor de las empresas y en detrimento del trabajador, realizando una reforma laboral más que agresiva frente a los derechos laborales (una reforma que sigue maltratando a la clase obrera en la actualidad). Evidentemente, todo esto sumado a sus innumerables casos de corrupción que dan para otro artículo aparte.

En resumen, en la última crisis ya tuvimos una confrontación, perdieron los trabajadores y las personas más vulnerables, pero no olvidemos que siempre que hay un perdedor hay una contrapartida vencedora, en este caso, las clases privilegiadas españolas aumentaron su riqueza frente a las clases más pobres. Es decir, mientras el país se envolvía en el discurso de los recortes y la penitencia inevitable de la crisis, los ricos se enriquecieron aún más a costa de los pobres.

De esta forma, en la crisis de 2008 tomaron fuerza discursos reivindicativos que fueron expresados a través de movimientos sociales como el 15 M. Tal movilización social reivindicaba una nueva manera de hacer política y un desplazamiento del enfoque económico/liberal de regir la sociedad. De este modo, se plantearon otros enfoques de gestión político/social: socialistas, marxistas, feministas o ecologistas, muchos de ellos anticapitalistas en sus preceptos. Como fruto final surgieron partidos como el Partido X o Podemos, que inició sus andaduras presentándose a las elecciones europeas.

 

Huela general del 29 de septiembre de 2010 en Madrid

 

Una nueva crisis como continuación de una disputa que nunca acaba

En la crisis del Covid encontramos un nuevo espacio de confrontación social. Las secuelas de la crisis del 2008 aún siguen vigentes en nuestra sociedad. La clase trabajadora es más pobre y precaria, y los discursos que surgieron en el 15 M siguen vigentes y ejercen de contrapeso sobre las viejas premisas políticas del bipartidismo español. Además, los movimientos feminista y ecologista han entrado con mayor fuerza si cabe en el espacio público, proponiendo alternativas de actuación política, nuevos puntos de vista y, en general, nuevas maneras de enfoque en todos los ámbitos comunitarios y sociales.

En España, las clases privilegiadas han iniciado su propia contraofensiva a estos discursos y, en cierto modo, el resultado ha sido eficaz. La ultraderecha ha entrado fuertemente en las instituciones públicas en el último año. En gran parte, su argumentario se basa casi exclusivamente en deconstruir los discursos alternativos al “status quo”: Niegan el feminismo y preceptos tan básicos como la violencia de género, niegan el cambio climático y el ecologismo y, por supuesto, niegan las concepciones marxistas/socialistas de la lucha de clases y el movimiento obrero.

Manifestación antifascista en España

Pero esto no es nuevo, las clases altas cuando protestan no lo hacen para salvaguardar u obtener derechos, sino para preservar sus privilegios, su posición es moralmente cuestionable y esto los hace endebles en el discurso argumentativo profundo; Las mujeres sufren de exclusión social, maltrato y violencia de una manera estructural, los inmigrantes también (y no tienen trato de favor) y la clase trabajadora concienciada por sus derechos no son “unos vagos que solo quieren paguitas”. El discurso de Vox y PP consiste en ocultar, negar y ridiculizar los factores estructurales que se entrecruzan y que son transversales en el funcionamiento y explicación de nuestra sociedad, además, apoyados por prácticamente la totalidad de la Ciencia Social objetiva.

“El término fascismo se adapta a todo porque es posible eliminar de un régimen fascista uno o más aspectos y siempre podremos reconocerlo como fascista” Umberto Eco

Por otra parte, tampoco es nuevo que la ideología fascista defienda los privilegios de las élites. El surgimiento del fascismo tiene su génesis en el capitalismo, y es la expresión de dominación más extrema del sistema para defender los intereses de los poderosos.  Lo primero que tenemos que tener en cuenta sobre los fascismos es su capacidad de adaptación a las situaciones socio/políticas. Su lógica se basa en discursos que abogan por lo irracional y la negación de la realidad. En primer lugar, niegan la lucha de clases y, en segundo lugar, inventan un chivo expiatorio: en el caso de la Alemania Nazi eran los judíos, en la España franquista los «Rojos/Republicanos/masones», en los fascismos europeos actuales los inmigrantes africanos, principalmente musulmanes, en Latinoamérica con Bolsonaro en Brasil o Jeanine Áñez en Bolivia son las comunidades indígenas, para Trump, por ejemplo, el foco de atención inculpatoria se arroja hacia los latinos.

 

manifestación antirracista en Londres

 

En España, Vox, PP y Ciudadanos han usado esta lógica, sobre todo utilizando de chivo expiatorio a los inmigrantes de origen africano, apoyándose de manera especial en la islamofobia. Además, las propias nacionalidades no españolas existentes dentro del territorio como catalanes o vascos también han sido estigmatizados, normalmente relacionándolos con el discurso inculpatorio del terrorismo (un terrorismo armado que desapareció hace décadas en nuestro país). Cabe añadir, la cruzada sin precedentes de Vox contra el movimiento feminista, llegando incluso a negar la existencia de la violencia de género.

De esta manera, nos encontramos con una amalgama de contradiscursos que lo único que buscan es culpar a un «otro» ficticio sobre las problemáticas sociales, económicas y políticas. Asimismo, la derecha, ligada al fascismo en este país de una manera más que sutil, no entiende de solidaridad, ni de comunidad. Son los que fusilaban en el paredón y llenaron las cunetas de republicanos, los que torturaban, los que dieron un golpe de estado y tumbaron una república democrática, también son los que hoy en día no aceptan la libertad sexual, ni la libertad de la mujer, ni el respeto por nuestro medio ambiente, ni las culturas nacionales alternativas a la suya, ni a los inmigrantes y, sobre todo, no aceptan a los que no son de su clase social.

 

La clase obrera siempre oprimida y participe de su opresión

Sin duda es un hecho, la clase obrera participa en los discursos de la extrema derecha y engrosan las filas de sus votantes.  Hemos perdido una y otra vez, estamos sometidos en el plano cultural con unos medios de comunicación y una industria cultural que rozan las mejores novelas distópicas de Huxley, Philip.K.Dick o Orwell. El pensamiento crítico y la conciencia de clase se ha esfumado a causa de todo el bombardeo capitalista/neoliberal. La clase obrera se ha incorporado de lleno al sistema como un engranaje más que acepta su situación de dominación. Es más, es participe directa de ella dando su voto a partidos que defienden intereses antagónicos. Los trabajadores hemos entrado al sistema mediante la seducción de los medios de consumo, el ocio y el Estado del Bienestar. Ahora llega una oportunidad de intentar cambiar las cosas, habrá confrontación, seguro, y en mano de nosotros está la de posicionarse de un lado o de otro, de no caer en los engaños, ni de culpar a los “Chivos Expiatorios” que la derecha nos marca. Que no os engañen, los fascistas no tienen piedad, es más, no tienen humanidad y para saberlo tan solo hay que abrir los libros de historia.

“Una dictadura perfecta tendría la apariencia de una democracia, pero sería básicamente una prisión sin muros en la que los presos ni siquiera soñarían con escapar. Sería esencialmente un sistema de esclavitud, en el que gracias al consumo y el entretenimiento, los esclavos amarían su servidumbre” Aldous Huxley, Un Mundo Feliz, (1932)

 

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