LUCIA SÁNCHEZ SAORNIL, CORCEL DE FUEGO

Lucia Sánchez Saornil, Cárcel de fuego

Las circunstancias de su muerte son desconocidas.

En 1931 sobresalió en una gran huelga y en represalia fue trasladada a Valencia. En 1933 regresó a Madrid y entró a formar parte de la redacción de CNT. Más tarde colaboró en periódicos como Solidaridad ObreraUmbralEl Libertario Tierra y Libertad. También publicó artículos en revistas teóricas como La Revista Blanca y Tiempos Nuevos. Abiertamente feminista —muy influenciado por Emma Goldman¾ trata desde 1935 de crear un «órgano independiente» para educar y concienciar a la mujer dentro del movimiento anarcosindicalista. Cofundadora y secretaria de Federación Nacional de Mujeres Libres, anima este colectivo —el más importante y masivo de la historia del movimiento obrero español— junto con Mercedes Comaposada y Amparo Poch y Gascón. El 19 de julio, Lucía se echó a la calle y tomó parte en el asalto del cuartel de la Montaña de Madrid. Luego trabajó en la administración de las colectividades agrícolas cercanas a la capital y en la distribución de la propaganda en el frente. Como miembro del Consejo General de solidaridad Internacional Antifascista, viajó asiduamente a Francia para obtener las mercancías necesarias a los combatientes o para las guarderías infantiles que estaban bajo el control del SIA. En 1937 se traslada a Valencia y allí trabaja como redactora jefe del semanario Umbral donde conoce a América Barroso, la que sería su compañera hasta la muerte. A finales del 37 se trasladan con la redacción de Umbral a Barcelona.

Cuando en enero de 1939 tienen que huir a Francia, lo hacen, como tantos millares de refugiados. El anarquismo de Lucía, influenciado por Kropotkin, pone un especial acento en la acción femenina tanto de cara a ampliar al máximo los rangos del sindicalismo revolucionario como para garantizar la futura emancipación de la mujer con la revolución social. No cree de ningún modo que la inferioridad de la mujer sea un hecho natural, sino que es ante todo, un producto de las tradiciones y las condiciones sociales. Ve a la mujer como alguien doblemente oprimida, como trabajadora y como tal mujer, y no duda en acusar a sus compañeros de no ser consecuentes al acomodarse en su patriarcalismo. No obstante, Lucía, a pesar de que avanza en la idea de una acción autónoma, no duda de que ésta se ha de encontrar subordinada a la primacía de la lucha sindical. Su nombre deja de sonar en el exilio. Las discretas circunstancias de su actividad, el desconocimiento de sus actividades, más su talante personal, muy dado a la discreción, (son raras las fotografías suyas aparecidas en la prensa), seguramente le salvaron la vida.

Después de sobrevivir la ocupación nazi, Lucía y su compañera, regresaron en 1941 o 1942 clandestinamente. Una vez en España, primero se instalaron en Madrid, donde se ganaban la vida haciendo redecillas para el pelo y retocando fotografías. Pero Lucía fue reconocida y se vieron obligadas a huir a Valencia, donde vivía la familia de América. En cuanto a una posible militancia política en la clandestinidad, Giuliana Di Febo asegura que Lucía contribuyó a la organización de Comités de Mujeres Antifascistas, pero todo hace suponer, pues, que vivió apartada de la política durante toda la dictadura. Las circunstancias de su muerte son desconocidas. Sobre su tumba América mandó escribir «Pero… ¿es verdad que la esperanza ha muerto?», primer verso del primero de los poemas que ella misma había titulado «Sonetos de la desesperanza»:

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