SOÑADORES LOCOS, PERO CUERDOS LIBRES(I)

SOÑADORES LOCOS, PERO CUERDOS LIBRES (I)

Individualismo

El Individuo era una de las bases fundamentales del Comunismo Libertario e incluso el individualismo una de las tendencias filosóficas anarquistas más acusadas y desarrolladas. La guerra, acontecimiento total, era un fenómeno colectivo, pero los libertarios norteños mantuvieron la llama del individualismo y sus valores en este contexto tan hostil. Unos pocos artículos de la cabecera libertaria de Bilbao tratan sobre esta temática como estrategia práctica revolucionaria y contraria a las consecuencias bárbaras de la contienda.

Así, Primitivo firma el artículo titulado “Responsabilidad”, que dice que sentir la responsabilidad en el yo era contribuir a que los demás la sintieran también, y entonces sí que podían decir que eran responsables colectivamente y ante la Historia.

  1. Sarrate, militante anarquista de origen catalán y llamado en realidad Andrés Serrat Campaña, destacó por su oposición a que la CNT se integrara en el Gobierno Vasco y criticó con intensidad la repentina fiebre que había afectado a muchos militantes obsesionados por conseguir cargos y prebendas, todo lo cual le creó numerosas enemistades, pero sirvió para que la confederación permaneciese al margen del gobierno. El 19 de febrero de 1937 publicó el artículo “Evolución y revolución”, donde dice que el factor revolucionario por excelencia era el individuo; era el propio yo al que era preciso revolucionar integralmente como quisieron hacerlo sus grandes maestros. La lucha de ese momento contra el militarismo les demostraba que no bastaba la buena voluntad sin la educación de minorías muy numerosas para realizar una transformación de tipo libertario profunda. Era posible que todas las  revoluciones fracasadas hubieran sido factores de progresos medios que aceleraron la revolución: y afirmados que la etapa evolutiva hacia la sociedad anarquista sería más dolorosa y lenta si no ponían más empeño en realizar la Revolución del individuo en arrancar de ellos la herencia mesiánico-esclavista que les anulaba para toda acción fértil.

Angel Pino, por su parte, es el autor del artículo del 3 de marzo de 1937 titulado “¡Despertad, hijos de la luz!”, donde dice que la experiencia les enseñaba que el progreso era una Ley de la Naturaleza, cuyo fin era hacer perfecto al hombre y unir su Espíritu con el Gran Espíritu, que avivaba el todo. Para poder alcanzar esto, debían no perder de vista el ideal que representaba al verdadero hombre, y cada uno debía esforzarse para alcanzar este Ideal. El cuerpo era la expresión del alma.

Finalmente, el editorial del 26 de mayo de 1937 titulado “¡Por favor, no lo matemos!”, dice que un día la guerra tendría su fin. El hombre, y con él su espíritu racial y su temperamento consustancial con su suelo y clima, sobreviviría a estos accidentes que sufrían en la actualidad. Por esto habían de tener todos sumo interés en que la psicología especial hispana no sufriera merma alguna. Sabían que su pueblo por temperamento era anárquico, irreverente e inadaptable a caprichos o egoísmos, y que se revelaba  con gran impetuosidad cuando alguien quería imponerle su voluntad. Por mor de este su modo de ser era asimismo desinteresado en grado sumo e imprevisor. Vivía al día, trabajaba para alimentarse y no tenía interés por acaparar productos; esto en sentido general, aun cuando existía la excepción que por razón de existir la confirmaba la regla. Los caracteres eran totalmente opuestos según las regiones en que nacían o se desarrollaban, pudiendo contemplarse la más grande variedad, desde el pacífico y hogareño hombre amante del pedazo de tierra que le vio nacer, hasta el aventurero que recorría todo el mundo recogiendo por él todo un caudal de conocimientos y toda clase de inquietudes; pero sin perder ni un momento su espíritu de español. Esta gran variedad producía un caudal inagotable de iniciativas espontáneas que si se habían perdido en su inmensa mayoría era porque no habían encontrado el apoyo y calor preciso para llevarla a feliz término: se había esfumado en la más alegre indiferencia de los hombres que se intitularon ellos mismos clases directoras. Este espíritu individualista que había poseído el pueblo español era el que le había conseguido la victoria contra todos los ataques que le habían hecho a su independencia espiritual y a su libertad de acción. Después de esta guerra de invasión criminal, el país iba a entrar en una fase interesantísima en la que iba a ser preciso poner a contribución todo el sentido práctico que nacía en él por generación espontánea, debido a un consciente y bien cultivado individualismo. Nunca como entonces les iba a ser preciso que el pueblo cuidara cariñosamente su iniciativa personal, cuya iniciativa tuviera fácil acogida por todos y fuera puesta en práctica inmediatamente para que estos siguieran floreciendo y no se anquilosaran por falta de práctica. Los organismos proletarios todos debían de ver esta realidad, y debían ser ellos los que velando por el engrandecimiento del propio suelo y florecimiento inmediato de sus industrias procuraran que este individualismo no se cercenara, ni mucho menos que fueran ellos  los que pretendieran ahogarlos  sometiéndolos a un rígida disciplina de comité ejecutivo que ah9ogaran con su actuación aquello que era su factor principal de la riqueza espiritual, y de rechazo material del país. De la misma forma que les era preciso conservar y fomentar la independencia de las  regiones  para que el conjunto de ellas formaran el todo armónico de una España libre, asimismo les fue preciso fomentar los ensayos de trabajo, las formas y métodos de cultura que cada hombre  o reunión de ellos quisieran darse, ateniéndose a su sentir y a su pensar. El pueblo trabajador no debía ser un instrumento ciego del criterio de unos pocos: el pueblo había de ser , tenía que ser, el soberano absoluto de todas sus acciones y fomentar en él el cultivo de su individualismo para que aportara soluciones a todos los problemas  que pudieran planteárseles, que no serían pocos. “No hagamos un pueblo que obedezca ciegamente; hagamos un pueblo que piense, medite y solucione todos los problemas que como a hombre  y como a clase  pudieran suscitársele”.

Como se ve, la igualdad comunista se pretendía complementar  con el individualismo libertario, la iniciativa y dignidad de los miembros del pueblo para mejorar una sociedad justa dirigida por sus propios impulsos, genio y sueños. Pero, en la coyuntura bélica, el individualismo y la iniciativa personal que tuvo heroicas y brillantes actuaciones concretas, se vio bastante nublada   por el esfuerzo colectivo en una confrontación formal, convencional e industrial en el que el espíritu individualista fue humillado por poderosos determinismos a los que el individuo no podía adaptarse sin perder su personalidad.

Extraído de “La gesta traicionada. Los anarquistas vascos y la Guerra Civil en Euskal Herriak(Julio 1936-Junio 1937)” de Alfredo Velasco Núñez, pags. 186-188.

El Pueblo, para vencer al Poder, no tiene que usar las mismas armas que éste (Agustín García Calvo).

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