TELEGRAM, EL REFUGIO DE LA ULTRADERECHA Y LOS ANTIVACUNAS EN ALEMANIA

Telegram, el refugio de la ultraderecha y los antivacunas en Alemania

«En el mundo germanohablante, este servicio de mensajería es la plataforma preferida de los grupos de extrema derecha, negacionistas del coronavirus y radicales conspiranoicos», analiza el autor.

Hay un debate en Alemania sobre si se debe actuar contra Telegram y cómo hacerlo.

Decirle a alguien en Alemania que te contacte a través de Telegram, a veces, produce reacciones extrañas para un residente en España. “¿No serás uno de esos ultraderechistas?”, dicen. Desde hace tiempo, en el mundo germanohablante, este servicio de mensajería es la plataforma preferida de los grupos de extrema derecha, negacionistas del coronavirus y todo tipo de radicales conspiranoicos. El nivel de violencia verbal, que incluye amenazas de muerte dirigidas a líderes políticos y científicos, ha alcanzado tal magnitud que el nuevo Gobierno alemán se plantea tomar medidas contra Telegram.

El servicio tiene ciertas ventajas comparado con su mayor rival, WhatsApp, que forma parte del imperio Facebook. El número de participantes en los chats no está limitado. En Telegram uno puede apuntarse a grupos temáticos, por ejemplo a las newsletters de los medios de comunicación, como la de La Marea sin ir más lejos. En Alemania y Austria estos canales se cuentan por centenares y tienen cientos de miles de seguidores. Con una particularidad: allí se discute sobre la supuesta conspiración global de Bill Gates, George Soros o cualquier otro personaje susceptible de encajar en un maquiavélico plan parar dominar a la humanidad a través de las vacunas.

En estos canales también se convocan manifestaciones y actos de protesta que, a menudo, acaban en violencia. Recientemente, algunos políticos han sufrido escraches en los que grupos vociferantes han rodeado sus casas portando antorchas. Un ejemplo del tono usado en estos grupos: “Tengo una amiga rusa que sabe manejar un kalashnikov. Me la llevo a la manifa este fin de semana”. Y no es lo peor que se puede leer ahí.

En Telegram “se anuncian manifestaciones, también hay llamamientos a la violencia y se publican las direcciones de políticos y políticas. Hay que actuar”, exigió el socialdemócrata Georg Maier, ministro de Interior del Estado federado de Turingia, al este del país, donde la radicalización de los negacionistas y la ultraderecha es particularmente alta. Para el Gobierno alemán, Telegram ya no constituye un servicio de mensajería entre personas individuales o grupos pequeños, sino que se ha convertido en una plataforma social, igual que Facebook, Twitter o Instagram.

Por ello, dicen, debería someterse a la misma regulación. Una ley de 2017 obliga a las tecnológicas en Alemania a controlar el contenido de sus plataformas y a eliminar mensajes de odio y amenazas de muerte. El problema es que los responsables de Telegram no hacen caso. El Ministerio de Justicia alemán ya ha mandado dos cartas a la sede de Telegram en Dubai (Emiratos Árabes), aunque nadie tiene muy claro dónde se encuentran realmente los responsables del servicio.

Telegram fue fundado en 2013 por dos hermanos rusos, Pavél y Nicolái Dúrov, como alternativa al dominio de WhatsApp. En muchos ámbitos políticos y activistas –en España, por ejemplo, su uso está muy extendido en círculos de la izquierda– se valoraba la mayor confidencialidad de Telegram. El Gobierno ruso de Vladimir Putin recelaba de la empresa, por lo que los Dúrov trasladaron la sede a otros países hasta acabar en Dubai, cuyas autoridades no se distinguen por cooperar demasiado con la justicia europea.

En Alemania hay un debate sobre si se debe actuar contra Telegram y cómo hacerlo. Los poscomunistas de Die Linke son críticos con una intervención de las autoridades. La ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD), cuyos dirigentes y votantes son muy afines a Telegram, están totalmente en contra de censurar los contenidos, incluso si se trata de amenazas de muerte con nombre y apellido.

La nueva ministra de Interior de Alemania, Nancy Faeser, anunció que tomará medidas para forzar a Telegram a cooperar. Esta socialdemócrata prefiere hacerlo junto con los socios de la Unión Europea, aunque sabe que en ese caso el procedimiento podría retrasar la solución indefinidamente. Tras la introducción de la ley para regular las plataformas sociales en Alemania hace cuatro años, gigantes tecnológicos como Facebook o Twitter están siendo más estrictos a la hora de borrar contenidos violentos de sus redes. Y ahí está precisamente el dilema: ¿se debe confiar la censura, por el bien del orden público y la convivencia, a una empresa privada, encima de tan dudosa trayectoria como Facebook o Google? Por otro lado, si se permite la intervención de las autoridades del Estado –la Justicia o la Policía– existe el riesgo de que regímenes autoritarios, por ejemplo la Rusia de Putin, aprovechen ese poder sobre las plataformas para sofocar cualquier crítica u oposición.

Hace falta establecer criterios claros a nivel internacional sobre qué tipo de contenido es aceptable y cuál no. Publicar mentiras sobre las vacunas o denunciar una supuesta dictadura –aunque se permitan manifestaciones multitudinarias cada semana– debe tolerarse en una democracia. Pedir en un foro con miles de seguidores que se cuelgue de un árbol a una persona responsable de la sanidad pública es cruzar una línea roja.

Este artículo está incluido en LaMarea86

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