RUSIA: LA DISOLUCIÓN DE LA ONG MEMORIAL

Rusia: La disolución de la ONG Memorial

Rusia: La disolución de la ONG Memorial

Liquidación de la ONG Memorial: la victoria de la historia oficial

Petra Markovic

“¿Por qué nosotros, descendientes de los vencedores, deberíamos tener vergüenza y arrepentirnos, en lugar de estar orgullosos de nuestro glorioso pasado?” Esta frase del procurador Jafiarov expresa el verdadero reto del proceso contra Memorial, que acaba de concluir el martes 27 de diciembre de 2021 con la liquidación de la asociación. Es el reconocimiento, sin duda involuntario, de una evidencia: que el proceso haya tratado formalmente de la ley sobre “agentes del extranjero”, de las autodenominadas “repetidas violaciones” de dicha ley por parte de la ONG de defensa de los derechos humanos y de su estructura jurídica, que procuradores y abogados se hayan enfrentado en disputas oratorias sobre los detalles de esta ley, las formas del texto “de advertencia” con que los “agentes del extranjero” supuestamente prologaban sus publicaciones…sólo eran un pretexto transparente.

Lo que ha operado en este proceso ha sido el enfrentamiento de dos visiones de la historia soviética y de dos legitimidades para contarla. La del Estado ruso, que se pretende heredero de la URSS y defensor de una historia barnizada, desembarazada de sus asperezas, uniformemente heroica y apoyada en el mito fundador de la victoria de 1945. Contra la de una parte de la sociedad rusa, heredera de la glasnost, defensora del deber de inventariar y memorizar sobre las páginas sombrías de la historia soviética, del totalitarismo y las represiones estalinianas.

Giro nacional-conservador

Memorial es su portaestandarte. Fundada en 1988, cuando la URSS vivía sus últimos años, esta asociación de historiadores quería responder al ansia de verdad de la sociedad rusa de entonces. Se abrían los archivos de la KGB, millones de familias querían saber por fin lo que había ocurrido con su padre, su abuelo, su tío, su marido… desaparecidos en los engranajes del gulag. El proyecto no era sólo histórico, sino también profundamente político, en el sentido más noble del término. Para los fundadores de Memorial, sólo al precio de un trabajo de memoria podrá realmente la Rusia moderna pasar la página del terror soviético e ir hacia adelante.

A esta misión histórica Memoria  añadió otra, contemporánea, una actividad de defensa de los derechos humanos, primero durante las dos guerras de Chechenia [1994-1996 y agosto 1999-febrero 2000]. Después, conforme se va endureciendo el régimen ruso, en particular desde la llegada de Vladimir Putin al poder, con la confección de una lista de presos políticos, elaborada por el Centro de defensa de los derechos humanos, vinculada a la histórica Memorial International.

El Estado ruso, a medida que se produce este endurecimiento y su giro nacional-conservador, ha tolerado cada vez menos los relatos históricos que hacen la  competencia a los que querría imponer. Cuanto más se estructuran el tema patriótico-militar y la transformación de la victoria de 1945 en cuasi-religión de Estado, más se multiplican las presiones contra Memorial. Interrupción de sus actividades, agresiones contra sus miembros, categorización como “agente del extranjero” en 2014, falsos montajes judiciales contra sus representantes en Chechenia y en Carelia en 2016 y 2018… Una lucha desigual, en la que sólo una de las partes está armada -parafraseando al cineasta italiano Ettore Scola, no es Memorial el anti-Estado ruso, sino que el Estado ruso es el anti-Memorial. Hasta el golpe de gracia en noviembre, con el anuncio de una denuncia de la fiscalía rusa pidiendo su liquidación.

Archivos puestos a salvo

La conclusión del proceso no se prestaba a dudas. Desde hacía semanas, Memorial se preparaba para ello. Sus archivos, un verdadero tesoro histórico formado a base de donaciones individuales de descendientes de deportados, han sido puestos a salvo en las distintas oficinas regionales de la asociación. Ante el anuncio del veredicto, por más que las decenas de personas, desafiando al invierno ruso para asistir a la audiencia, hayan jaleado “¡Vergüenza!”, por más que los abogados de Memorial hayan anunciado inmediatamente su intención de recurrir, no había ninguna duda sobre el desenlace negativo que iban a encontrar. Tampoco en la audiencia del miércoles 29 de diciembre, dedicada esta vez a la liquidación del Centro de Defensa de los derechos humanos. “No me hago ninguna ilusión sobre la gente que está en el poder. Pero lo que está pasando quedará escrito en los libros de historia”, nos decía, a pocos días del proceso, Serguei Bondarenko, joven historiador de Memorial. “Memorial fue abierto oficialmente en 1988 y cerrado oficialmente en 2022. ¿Y quién era el presidente que hizo cerrar la más antigua y más respetada da las asociaciones que trabajaban en la memoria de las represiones? Fue Putin”

(Artículo publicado por el diario Libération, 28 de diciembre de 2021).

 

 

Liquidada también en Rusia la rama de derechos humanos de la ONG Memorial

Petra Markovic

Tras la disolución de la estructura matriz de la organización, un tribunal de Moscú ha ordenado el cierre de su centro de derechos humanos. Memorial paga el precio de sus combates pasados, sobre todo en Chechenia, y de su lugar central en la sociedad civil.

Previsible y sin embargo consternador. Este miércoles 29 de diciembre, el tribunal de Moscú ha pronunciado el acta de liquidación del Centro de defensa de los derechos humanos Memorial. La disolución, la víspera, de su asociación matriz Memorial, no dejaba lugar a dudas. Sobre todo porque las acusaciones dirigidas contra el Centro de defensa de los derechos humanos eran aún más graves que las dirigidas contra Memorial International. Al pretexto formal de una repetida falta de respeto a la ley sobre “agentes del extranjero”, se añadía otra acusación, particularmente kafkiana: el Centro, según el tribunal, es culpable de “apología del extremismo”, por haber considerado como “presos políticos” a personas condenadas en Rusia por terrorismo.

De esta forma se ha firmado el decreto de muerte de una de las más antiguas y más importantes ONG rusas. El Centro de defensa de los derechos humanos de Memorial data de 1993, creado cinco años después de Memorial International. Nacía de una constatación, resumida así por su actual director Alexandre Tcherkassov: “Se pueden condenar severamente los errores y los crímenes del pasado, pero cuando eres testigo de cosas similares en el presente, callarse quiere decir que también estás mintiendo sobre el resto”. En Armenia, en Azerbaiyán, en Osetia, y sobre todo en Chechenia, devastada en 1994-1996 y después en 1999-2000 por una espantosa guerra civil, Memorial ha documentado los crímenes de todas las partes implicadas. E inspirados por la misma ética que estructura su trabajo sobre las represiones estalinianas, sus esfuerzos se han dedicado a volver a dar un nombre a cada víctima, volver a trazar su historia y señalar a los culpables de su desaparición.

Memorial tuvo que pagar un pesado tributo por su obstinación en defender los derechos humanos en Chechenia. La asociación se atrajo el odio inextinguible de Ramzan Kadyrov, el sátrapa instalado por Moscú para controlar la región con mano de hierro tras el final de la guerra. El dirigente checheno no encuentra palabras suficientemente duras, desde “trabajo sucio” a “traidores” que habría que encerrar en prisión para quienes considera como sus enemigos personales. Pero la cosa ha ido mucho más allá de las palabras. En 2009, la representante de Memorial en Chechenia, Natalia Estemirova, fue secuestrada y asesinada. Este crimen nunca fue resuelto. En 2016, su sucesor, Oyoub Titiev, pasó dos años en prisión por un asunto prefabricado de tráfico de drogas.

Corazón del ecosistema

Pero la actividad de Memorial no se debilitó. El Centro de defensa de los derechos humanos está presente en Rusia en todas partes, documenta, denuncia, proporciona ayuda jurídica, acude a la justicia internacional si es necesario. Para quien deba escribir sobre las problemáticas ligadas a los derechos humanos en Rusia, en todas sus formas, ya se trate del disfuncionamiento del sistema judicial, de la situación política en el Cáucaso norte, de las repatriaciones en Rusia de mujeres del Estado islámico, todo comienza por Memorial. Es el interlocutor insoslayable, el lugar donde se encontrará a los mejores especialistas y los análisis más completos. Es la ONG a la que todas las demás ONGs rusas quieren parecerse. El corazón del ecosistema.

Un ecosistema cada vez más amenazado. Desde la adopción en 2014 de la ley sobre “agentes del extranjero”, su campo de aplicación se amplía sin cesar. Se extiende en masa: la asociación de abogados Agora, el fondo de apoyo a migrantes Acción Ciudadana, el grupo Por los derechos humano, el Comité contra la tortura, la asociación de ayuda a detenidos Rus Sidiaschaia, el Centro cultural Andrei Sajarov, una asociación que lucha contra las violencias domésticas, la casi totalidad de los medios de comunicación independientes del país, Meduza, Dojd, Republic, Mediazona, la asociación de observadores electorales Golos, o incluso la Red rusa LGBT… así como Memorial International y su Centro de Defensa de los derechos humanos. Al establecer la lista de quienes considera sus enemigos, el régimen de Putin ofrece, en negativo, la definición más elocuente de su verdadera naturaleza.

El cierre de Memorial y de su Centro de defensa de los derechos humanos es una señal. No basta con designar a los enemigos del régimen como “agentes del extranjero”. Ahora se pasa al cierre puro y simple de las organizaciones. “Las consecuencias serán terribles, devastadoras”, comentaba ayer ante el anuncio del primer veredicto el presidente de Memorial International, Ian Ratchinski. “En primer lugar para la sociedad civil, pero después para todo el país”.

(Artículo publicado en la web de Libération el 29 de diciembre de 2021).

 

 

«Cuando el Kremlin quiere prohibir la memoria de los crímenes del comunismo”

Veronika Dorman

Censura de los medios de comunicación, imposible oposición política, amnesia histórica: zambullida en tres tiempos en una Rusia donde el pasado no es completamente pasado. Aquí, en el seno de la ONG Memorial, cuya disolución ha sido ordenada este jueves 28 de diciembre. Libération había acudido algunas semanas antes.

En 1991, la memoria fue liberada: la asociación Memorial, creada en 1988 por los disidentes soviéticos, podía por fin escribir la historia de las represiones estalinianas y abogar por la rehabilitación de millones de víctimas. Treinta años más tarde, atacándola frontal y brutalmente, el Kremlin quiere privar a los rusos de todo pasado que no sea glorioso.

Puertas encadenadas. Es una de las imágenes  que definen este final de 2021. Son las puertas del inmueble que ocupa en el centro de Moscú la ONG Memorial, bloqueado por la policía el 14 de octubre. Una banda de jóvenes encapuchados interrumpió agresivamente la proyección de una película sobre la hambruna ucraniana de 1932-1933, La Sombra de Stalin. Unas semanas más tarde, los dirigentes de la ONG, que también son sus cofundadores, se encontraron en el banquillo de los acusados en los tribunales moscovitas: el 12 de noviembre, la fiscalía general reclamó la “liquidación” de Memorial International y del Centro de derechos humanos de Memorial.

En el torbellino de la perestroika, a finales de los años 80, los fundadores de la ONG más antigua de Rusia, disidentes, estudiantes y antiguos presos políticos, consideraron que el verdadero cambio debía pasar por el reconocimiento de los crímenes cometidos por el Estado soviético, y la perpetuación de la memoria de los millones de víctimas del terror estalinista. Se pusieron al frente de la creación de un memorial en sentido amplio, más allá de un monumento, con archivos, un museo, una biblioteca. “Nuestra misión es relatar cada destino individual”, había dicho el premio Nobel de la Paz, Andrei Sajarov, uno de sus cofundadores. Sacar a las víctimas del anonimato al que les había condenado la maquinaria represiva soviética para ofrecer al país un espejo de su pasado, ayudarle a reconstruir el presente y contemplar con más severidad su futuro.

La misión de la joven ONG se extendió rápidamente a los derechos humanos. “Se puede condenar severamente los errores y los crímenes del pasado, pero cuando eres testigo de cosas similares en el presente, callarse quiere decir que también estás mintiendo sobre el resto”, explica Alexander Tcherkassov, actual director de Memorial, que fue también militante de primera hora. Mientras sus colegas revisaban los archivos entreabiertos de la KGB, él observaba los puntos calientes, los márgenes del imperio decaído, “siempre a los dos lados, en todos los conflictos”, en Armenia y en Azerbaiyán durante la primera guerra del Alto Karabaj, en Osetia del norte. Y sobre todo en Chechenia: documentando las exacciones de guerra, investigando los desaparecidos, incluidos los soldados del ejército ruso. Los defensores de los derechos humanos fueron rápidamente acusados de congeniar con las bandas armadas ilegales. “Nosotros no trabajamos contra el Estado, sino en otra dimensión”, explica Tcherkassov. “Esto es lo que nos hace incómodos. El poder comenzó pronto a considerarnos como enemigos”. Esta relación de fuerzas se endureció, a medida que se fue tensando el régimen y que se fie invirtiendo la memoria.

Audiencia en el Tribunal supremo

Los archivos de la policía política soviética se han vuelto a sellar, convertidos otra vez en un secreto celosamente guardado. Desde 2004, Putin ha hecho una cuestión de honor celebrar, cada 20 de diciembre, la fiesta profesional de los servicios secretos, que “defienden no sólo los intereses de Rusia, sino las bases fundamentales del Estado ruso”. Los capítulos sobre la colectivización, las purgas y el gulag -millones de víctimas- desaparecen de los manuales escolares. En 2015, el único campo de trabajo forzoso que había sido transformado en museo de las represiones, Perm-36, se transformó en lugar de memoria de los guardias de la NKVD (antecesor de la KGB), poniendo el acento en la cultura de los matones, en detrimento de la vida cotidiana de los zeks (prisioneros del gulag). Dos años más tarde, Vladimir Putin cerró el debate sobre la perpetuación de la memoria de las represiones inaugurando un monumento ciego en Moscú -el muro de la tristeza, una escultura monumental de 6 metros de alto y 35 de largo, en bronce y piedra, representando a una muchedumbre sin rostros. Al mismo tiempo, el culto a la victoria en la gran guerra patriótica se convierte en uno de los principales pilares de la ideología del Kremlin, y cualquier persona que se aparta de ella es tachada de convivencia con el enemigo nazi.

En 2021, en un país enfermo de su pasado, la memoria histórica se ha convertido en un asunto político. Y la defensa de los derechos humanos en un acto de disidencia, cuando no de traición. Nadie duda de que Memorial es actualmente perseguida por su trabajo sobre los crímenes del pasado y sus posicionamientos sobre las exacciones del presente. En este martes morboso de noviembre, Alexandre Tchernassov tiene aspecto agotado. La primera audiencia en el Tribunal supremo tendrá lugar la semana siguiente, los periodistas desfilan durante toda la jornada, en previsión de los requiem que habrá que componer.

Los ataques contra Memorial o sus miembros no son nuevos. En 2009, Natalia Estemirova, especializada en las violaciones de derechos humanos en Chechenia, fue secuestrada y asesinada (como Anna Politkovskaia, su amiga y colega, el responsable del crimen nunca fue identificado por la justicia). Su sucesor en la oficina de Grozny de Memorial, Oyoub Titiev, fue acusado en 2018 de posesión de droga, y pasó largos meses en prisión. Desde 2016, Iuri Dmitriev, quien descubrió la fosa de Sandarmokh en Carelia y exhumó decenas de miles de nombre de víctimas de las purgas estalinianas, estuvo perseguido por la policía por pornografía infantil, en un proceso prefabricado. A comienzos de diciembre, la fiscalía ha solicitado que la pena inicial del historiador de 65 años sea prolongada en otros dos años, alcanzando los quince años en régimen de máxima seguridad. Como destaca el historiador Nicolas Werth, que preside la filial Memorial Francia, Dmitriev comenzó a tener problemas el día que se puso a investigar a los verdugos, los responsables de estos miles y millones de muertos, o sea, los agentes de la NKVD, los predecesores de las fuerzas en el poder hoy en Rusia. Los cuales no tienen evidentemente ningún interés en que el pasado sea removido, exhumado y calificado.

En paralelo, toda la estructura se encuentra bajo presión, desde la adopción en 2012 de la ley sobre “agentes del extranjero”, “claramente creada para someter a todas las organizaciones independientes y liquidar a las que se niegan a someterse”, recuerda Alexandre Tcherkassov. De las censuras a las multas, pasando por un intento de disolver la red de oficinas nacionales en 2015, el dossier contra Memorial se fue espesando. Pero el golpe dado esta vez podría ser fatal. “Es el resultado de poner a cero los contadores del último año. Es una reconfiguración de las relaciones entre el poder y la sociedad, en la que no queda ningún lugar ya para una sociedad civil independiente”.

(Artículo publicado en la web de Libèration, el 20 de diciembre de 2021. Veronika Dorman es una enviada especial a Moscú y Nijni-Novgorod).

 

 

La verdad no puede ser aniquilada”

Entrevista con Nicolas Werth por Sonia Delesalle-Stolper

El martes 28 de diciembre de 2021, la justicia rusa ha decidido la disolución de la asociación de defensa de los derechos humanos Memorial, fundada por disidentes inicialmente para esclarecer las purgas estalinianas, y después las represiones en la Rusia de Vladimir Putin. Para Nicolas Werth, presidente de la rama francesa de la ONG, antiguo director de investigación en el CNRS y uno de los mayores especialistas del régimen soviético, el trabajo de memoria de Memorial, iniciado hace treinta años, “ya ha sido hecho, está archivado y ya no puede desaparecer”.

¿Estás sorprendido por la decisión de la justicia rusa?

No, no estoy sorprendido en absoluto. El lunes 27 de diciembre se nos dio un anticipo de lo que nos esperaba, con el enésimo aumento de pena contra Iuri Dmitriev [historiador del gulag, colaborador de Memorial en Carelia], condenado ya a quince años de reclusión. Sabíamos ya que se trataba de una ofensiva en todas las direcciones, de gran amplitud, del poder de Putin. Se trata de una nueva etapa del endurecimiento del régimen, en el interior y a escala internacional. Desde el 11 de noviembre, cuando se alzó la primera amenaza contra Memorial, estábamos muy pesimistas.

¿Dónde se va a detener la represión?

Es difícil decirlo. El número de presos políticos va a aumentar, sin duda. Hay ya más de 400. Pero quisiera insistir en una chispa de optimismo. En primer lugar, la liquidación requerirá mucho tiempo, meses, tal vez un año. Después, tal vez haya posibilidad de recurrir, aunque no nos hacemos ilusiones en este sentido. Y además, el trabajo está hecho, no desaparecerá. Este trabajo de memoria, de historia, ha sido digitalizado, archivado, está ahí y ya no puede desaparecer. Está a salvo, va a mantenerse. No se puede borrar sin más de un plumazo treinta años de trabajo, de conocimientos, de archivos. No todo es por tanto completamente negativo.

Además, Memorial no funciona como el poder de Putin, de forma vertical. Es una organización absolutamente horizontal, con 63 secciones regionales y siete fuera de Rusia, dos de ellas en Ucrania. Y estas secciones regionales disponen de una amplia autonomía, todas tienen sus propios fondos de archivos.

Ahora bien, el juicio de este martes 28 de diciembre sólo afecta a un puñado de estas secciones. Las autoridades tendrían que ir liquidando una a una estas ramas regionales, lo que desde luego es posible, pero llevará mucho tiempo. Está también la cuestión práctica de lo que vaya a ocurrir con todos los que trabajan para Memorial. Todas estas manos que trabajan en concreto cada día. Asistimos al eterno combate de un poder político contra la verdad. Pero esta no puede ser nunca aniquilada.

¿Se puede esperar un estallido de la sociedad civil?

No soy muy optimista a este respecto. Lo hemos visto con la movilización por Alexei Navalny. Dos fines de semana de movilizaciones, con algunas decenas de miles de manifestantes, en un país de 144 millones de habitantes, no tienen mucho peso. Memorial no moviliza a multitudes. Hace algunas semanas, la organización difundió una película muy conmovedora en la que entrevistaban a gente por la calle. ¡No tenían la menor idea de lo que era Memorial! Sólo se movilizan algunos, de un determinado medio, la intelligentsia, como siempre en Rusia, como en los siglos XVIII, XIX y XX. Existe siempre un pequeño grupo de intelectuales que cuentan, algunos centenares, tal vez algunos miles, que están comprometidos. Pero no hay movimiento de resistencia de masas.

¿Por qué? ¿El miedo impide la movilización?

Pienso que se trata más de una profunda ignorancia, e indiferencia, de la nueva generación respecto a la época soviética. Esto se puede comprender en parte. Desde hace veinte años, asistimos al advenimiento de una auténtica sociedad de consumo, aunque esté construida sobre una economía ciertamente frágil, con sus fallos, pero a pesar de todo. Putin es el símbolo de esta sociedad de consumo, asociada a la restauración del orgullo nacionalista.

El periodo soviético se divide en dos, una primera mitad de violencias y de terror y una segunda mitad muy diferente, en los años 70, sobre la que se ha construido una forma de nostalgia. Una especie de Estado-providencia, donde había penurias, pero estaba asegurada la seguridad del empleo. La joven generación tiene una visión muy aproximativa del periodo soviético, alimentada por películas de los años 70 que se reprograman regularmente por televisión y mantienen esta imagen caricaturesca.

Todo esto no incita al optimismo para el futuro

No, no somos en verdad optimistas. Salvo que reaccione la generación más nueva. La caída de la URSS data de hace treinta años. Están los cuarentones, y también están los más jóvenes. En los apoyos a Navalny, por ejemplo, se ha constatado que había muchos más jóvenes de una veintena de años que cuarentones. Las cosas no están fijadas, por suerte. Como toda sociedad, la rusa está en movimiento, no se sabe cómo va a evolucionar la generación más joven. Cuando se sabe que la película del periodista youtuber sobre Kolyma y los gulags ha sido vista por millones de personas, se puede esperar algo. Nada está fijado para siempre. El trabajo realizado por Memorial no puede ser borrado. No se puede inmovilizar ni el pasado ni el futuro.

¿Putin no se va a detener ahí?

Me temo que no. Ahora bien, van a pasar cosas serias, en la cuestión de las nacionalidades, de los países vecinos. El centro del problema, para él, es que Rusia hoy no es una construcción monolítica. Las minorías nacionales del interior siempre han planteado problemas. Putin está preocupado por la relación central y principal de Rusia con Ucrania, Bielorrusia, el Cáucaso o Asia central. Hay que comprender la ofensiva contra Memorial en un contexto más amplio, el de la reflexión de Putin sobre las esferas de influencia, el lugar de Rusia en su entorno próximo y más en general en el mundo de hoy.

(Entrevista publicada por Libèration el 28 de diciembre de 2021).

 

Traducción: viento sur

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