LA CRISIS CAPITALISTA NO DA TREGUA A LA CLASE TRABAJADORA A NIVEL MUNDIAL: SÓLO QUEDA EL CAMINO DE LA ORGANIZACIÓN Y LA LUCHA

La crisis capitalista no da tregua a la clase trabajadora a nivel mundial: sólo queda el camino de la organización y la lucha

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Por Ariel Orellana Araya

Hace solo días la Organización Internacional del Trabajo (OIT), publicó su informe de “Perspectivas Sociales y de Empleo en el Mundo, tendencias 2022”, el cual es un balde de agua fría para quienes somos parte de la clase que debemos vender nuestra fuerza de trabajo para sobrevivir. La crisis capitalista que se extiende hace años y que afecta cada día con más profundidad a los sectores populares, combinada con la pandemia del COVID 19 en todas sus versiones, sigue aumentando la precarización del trabajo, el desempleo y la pobreza por todo el globo.

Primero que todo debemos comenzar contrariando la tesis principal que intenta imponer la OIT: desde luego, como organismo multilateral del imperialismo, fundamenta que la crisis de desempleo y pobreza es exclusiva responsabilidad de la pandemia del COVID. Debemos ser tajantes e insistir que la actual crisis del sistema de explotación y opresión capitalista es de carácter integral, iniciada con anterioridad a la pandemia mundial, por tanto, de una extensión inusitada y que afecta no solo en la esfera económica, sino que ecológica, política, cultural e institucional, entre otras dimensiones, la cual la sitúa como una de las más graves en la historia que nos ha tocado vivir.

De acuerdo con el informe, este año serán cerca de 207 millones de desempleados y desempleadas a escala global, mayor al del año 2019 cifrada en 21 millones aproximadamente. Bien sabemos que en realidad seremos muchos más quienes perderemos nuestros puestos de empleo. Además, es importante considerar el impacto desigual de la crisis entre los países que “alojan” a las burguesías monopólicas y los países semicolonias y colonias, que ya previo a la pandemia contaban con “mercados laborales” más precarios, bajos salarios, extensas jornadas de trabajo, profundas desigualdades sociales e insuficientes sistemas de protección social.

Se prevé además que, para el 2023, serán los países de Europa y el Pacífico quienes podrán ir mejorando las condiciones de empleabilidad, sin embargo, para América Latina, y Asia sudoriental, el escenario podría ser aun peor que lo que hemos vivido. En resumidas cuentas, los más de 200 millones de desempleados y desempleadas provendrán sin duda de los países de dichos continentes.

El aumento del empleo informal a escala global está aumentando la precariedad laboral, la sobreexplotación y el ingreso de niños, niñas y adolescentes al mercado del trabajo. La imposibilidad de contar con sistemas de previsión, salud y otras prestaciones coloca a millones de familias en condiciones de sobrevida paupérrimas. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) en su informe anual “Panorama Social de América Latina”, estima que entre 2020 y 2021 las personas en situación de pobreza extrema se incrementaron en cerca de 5 millones, sumando 86 millones en 2021 como consecuencia de la profundización de la crisis económica y pandémica. Sin embargo, las cifras reales son aún mayores considerando que la medición ocupa el indicador de canasta básica y línea de pobreza por ingreso, mecanismo que las y los clasistas debemos cuestionar como forma de medición, pues no representa de forma real la magnitud de la pobreza y la miseria a la cual nos vemos enfrentados.

El aumento del desempleo y de la informalidad ha disminuido los ingresos de las familias de la clase trabajadora, lo cual ha implicado el aumento significativo de la pobreza y extrema pobreza en muchas latitudes del mundo; el informe de OIT los cifra en cerca de 30 millones de personas adultas lanzadas a la extrema pobreza.

Por otro lado, el aumento del precio de los alimentos básicos y los bienes esenciales para la sobrevivencia de nuestra clase, ha golpeado con más dureza que nunca la billetera de las y los trabajadores, la disminución de la renta disponible ha hecho que seamos nosotros y nosotras quienes paguemos la crisis. En cambio, las ganancias de las grandes compañías han sido exorbitantes y han concentrado aún más los capitales, monopolizando día a día el mercado a nivel mundial.

Son muchas y muchos los que, expulsados del “mercado del trabajo”,  han buscado otras formas de generar recursos para sobrevivir, excluyéndose de la fuerza laboral y abandonando la posibilidad de encontrar un empleo formal, peor aun, ante la crisis capitalista y la pandemia la burguesía monopólica ha generado cambios estructurales en las formas del trabajo, los cuales solo han beneficiado a las grandes empresas y han precarizado aún más el empleo, e incluso “eliminado” otros puestos de trabajo. Todo esto abalado por los gobiernos títeres del imperialismo y desde luego por sus organismos multilaterales como la OIT el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la CEPAL, entre otros.

La clase trabajadora, como clase internacional, debe enfrentar de forma decidida los embates de la burguesía monopólica, impulsando luchas que detengan la ofensiva patronal, que obliguen a las y los empresarios de cada país a que sean ellos quienes paguen los costos de la crisis y desde luego a los gobiernos lacayos del imperialismo a generar políticas públicas que permitan sortear de mejor manera la actual coyuntura, apoyando no solo a quienes han perdido sus puestos de trabajo sino a quienes deben día a día enfrentar las alzas y las precarias condiciones laborales.

Sin perjuicio de lo anterior, las y los trabajadores debemos bregar por constituirnos en clase para sí, organizarnos en los instrumentos políticos que se requieran para pelear por conquistar nuestros derechos, luchar por la conquista de la victoria y el poder y finalmente emanciparnos del yugo explotador.

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