DE LA VALENTÍA POLÍTICA

            La categoría política fundamental que precisa el arte de la dominación es la obediencia de los dominados. La convivencia ordenada que justifica el dominio enfrenta la voluntad del gobierno a la voluntad de los gobernados que, mediante la obediencia, renuncian a su autonomía individual y existencial en aras a su anulación como personalidades por un ídolo precisado de culto, bien sea teocrático, aristocrático o abstracto (el interés general, la voluntad mayoritaria, el progreso, la tradición, el consenso, etc). Al no contar con la personalidad de los dominados más que en la forma de obediencia, el ataque a la dignidad del ser humano y su naturaleza de potencial libertario, lo aliena de una manera eficaz, eliminando notas y valores humanizadores de él como la responsabilidad, la racionalidad, la creatividad, la iniciativa, la valoración moral y estética, etc En este sentido, la obediencia crea un mundo dividido entre dominados y dominadores que hace inhumanos a los primeros en su dignidad y provee de un poder de escala inhumana a los segundos potenciando su responsabilidad. Pero, la dignidad de los dominados se resiente con la obediencia, resistiendo aún en los supuestos más violentos o amenazantes, pues no pueden renunciar totalmente a su humanidad, con lo que la necesidad de los dominadores de conseguir la obediencia la obtienen mediante la manipulación del mundo emotivo, afectivo, atávico y animal de los dominados. Y es aquí donde entra el miedo inducido a los dominados que consigue primero paralizar su voluntad propia desarrollada en acción autónoma, reaccionando, en un segundo momento, con una acción querida por los dominadores de una forma positiva. El miedo, reacción al ataque directo a la personalidad, es básicamente miedo a lo desconocido que bloquea la acción y la voluntad propias apareciendo la sugestión externa de los dominadores como única certidumbre que lo combate. Por eso es la ignorancia la partera del miedo (miedo a lo inasumible como la muerte, el mal, la violencia, lo irreal, lo anormal, la pérdida de la salud, etc) y la propaganda de las conductas que los dominadores desean constituyan la obediencia es tan importante para el poder como el mantenimiento de la ignorancia. Es decir, que un pueblo ignorante y sólo con acceso a los comportamientos reglados de los gobernantes son los requisitos esenciales del arte de gobernar.

A contrario, la labor preventiva del miedo supone implementar dos estrategias que suponen el favorecimiento o la propiciación del hombre libre y valiente, digno, que actualiza su propia voluntad. La primera estrategia es reducir la ignorancia, el desconocimiento, creando herramientas públicas abiertas que difundan el conocimiento sobre los determinismos del ser humano. Esta estrategia lucha contra los monopolios y especializaciones del conocimiento, su privatización, ejerciendo la divulgación y la instrucción pública. Pero también exige un esfuerzo de igualdad participativa del conocimiento reconociendo la igual dignidad de los afectados por un saber y teniendo en cuenta sus perspectivas e intereses como individuos. La táctica a seguir sería no delegar nuestra capacidad de conocimiento sino aprehender la verdad (nada humano nos debe ser ajeno) mediante la propia capacidad personal expropiando el saber de los que pretenden dominar mediante él.

La segunda estrategia incidiría en la reacción positiva del miedo que actualiza la obediencia a los dominadores. Y consiste en la propaganda de alternativas a la obediencia. Alternativas desobedientes que amplíen el campo de lo posible y señalen caminos recorribles donde poder desarrollar en acto la propia personalidad de acuerdo a las propias capacidades. El acto de desobediencia propaga la resistencia como alternativa al mandato del gobernante y disminuye el desconocimiento que alimenta al miedo, fomentando la valentía psicológica que ofrece la posibilidad de elegir entre alternativas que no controla el dominio.

Así, la atmósfera asfixiante del miedo que es utilizada por los dominadores para paralizar el ejercicio de la libertad y usurpar su potencial, se combate compartiendo el saber en igualdad y mostrando alternativas que amplíen la posibilidad de respuesta. Este ejercicio libertario y humanizador de la rebeldía nos hace mas dignos, pues sólo el que sabe lo que hace es valiente y se conforma sabiamente con su individualidad, con sus vulnerabilidades y potenciales, sin temer la escala inhumana que crea el dominio y que nos psicotiza cada vez que atendemos a los medios de comunicación masivos.

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