El miedo guía nuestras vidas

Los compañeros de Al Margen nos proponen hablar del miedo, pero no del miedo a la soledad, al dolor…sino del miedo a perder el trabajo, el miedo al cambio, etc. Lo que ocurre es que con los miedos pasa como con las cerezas, que quieres coger una y salen muchas porque en sus orígenes los miedos se entrecruzan.

Hablar de miedos es hablar de personas y de su socialización en la familia y luego en la sociedad, por lo tanto nos afectan a todos, ejercen su poder desde el inconsciente y por eso sólo se pueden combatir desde dentro de cada uno, es decir, es un camino interior. Desde la militancia política se piensa que con- cienciando a la gente la podremos sacar de la ignorancia y así se rebelarán contra la injusticia, sin embargo es un error bienin- tencionado que hemos comprobado que sirve de muy poco porque el miedo es como una venda en los ojos que te impide ver. Cuando se dice que no hay peor ciego que el que no quiere ver, en realidad es que no quiere ver, y como hemos visto tantas veces, negarán que dos más dos sean cuatro. Desde hace miles de años, los reyes y los poderosos han utilizado el miedo para someter a sus pueblos, eso sí, con la ayuda del miedo a los dioses, para así, activar otros miedos personales. Centrándonos en Europa, tuvieron que pasar XV siglos de oscuridad de la mano del cristianismo, para que     en el Renacimiento empezara a verse algo de luz. Y es del siglo XVI de donde tomamos como introducción el texto de La Boétie donde en el Discurso sobre la servidumbre voluntaria nos dice que el hombre es naturalmente libre, pero que se amolda a la educación que se le quiere dar, que el primer impulso de la servidumbre volun- taria es un efecto del hábito que contrae en la niñez, y que en cuanto tiene uso de razón, le dicen que es vasallo de un sobe- rano, que sus padres también lo son y que ha de aguantar todo mal…

La Boétie nos da esas pinceladas pero no llega a ninguna conclusión y acaba invocando al todopo- deroso Dios, porque no se da cuenta de que si estos mismos padres no te exigen obediencia ciega, te respetan y te demuestran que no eres siervo ni de ellos ni de nadie, las cadenas se romperían. Pero cuando los padres son tiranos con los hijos y los manipulan, cuando los padres se creen siervos, entonces criarán siervos o tiranos de otros más débiles y así la cadena continúa generación tras generación.

Fue  en  este  siglo  cuando  empezó  a separarse la ciencia de la religión, cuando Copérnico y Galileo demostraron que la Tierra no es el centro del universo, luego, siglos  después fue    Darwin  quien demostró que el hombre no es el centro de ninguna creación, sino de una evolución  y  por  último  fue  Freud  quien demostró que la razón no lo es todo y que como  un  iceberg,  tenemos  un  inconsciente que guía nuestras vidas. Hoy día la psicología ha dado múltiples autores y distintos  enfoques,  algunos  de  ellos, como no, se han puesto al servicio del sis- tema, cayendo en la trampa de sus pro- pios miedos. El miedo se define como una perturbación   angustiosa   del   ánimo, debido a una amenaza real o imaginaria, el ser humano es el único animal que se paraliza por un miedo que sólo existe en su imaginación. Fue W. Reich el primero que nos mostró las implicaciones políti- cas del miedo, diciendo que el miedo, unido  a  la  represión  sexual  producía sumisión y que siempre triunfa el fas- cismo  por  nuestra  incapacidad  de  ser libres. Sin embargo, luego hemos visto que  con  permisividad  y  sin  represión sexual también hay sumisión y violencia. Fueron sin embargo A. Janov y A. Miller quienes se atrevieron a señalar sin tapujos el origen de todos los males, señalando a la familia, cuna del amor y en otros casos del horror.

El niño necesita seguridad afec- tiva, respeto y amor y cualquier privación le produce dolor. Si esto continúa en el tiempo, el miedo a ese dolor le lleva a autoengañarse, creer que no lo merece y empezar  a  reprimir  esas  necesidades. Luego empezará a esconder la verdad, a empezar a sentirse culpable para prote- gerse, a olvidar lo que pasó, diciendo que lo hicieron por su propio bien y, como no, exculpando a los padres. De este modo tan sencillo, la rabia inconsciente hacia los padres  que  tenemos  que  obedecer,  se transforma luego en sumisión y miedo a decidir,  el  miedo  a  ser  libres,  miedo  a luchar para cambiar las cosas, etc. Y así, ese miedo que nos pone de rodillas, es un reflejo del miedo al castigo de la infancia. La gente tiene miedo a perder el trabajo porque necesita seguridad, la que no tuvo y ahora se conforma con sucedáneos.

La sumisión continúa ahora en otro padre, es decir, en un líder político, y la enmascara ideológicamente en un partido político, una religión, un totalitarismo, y si es nece sario descargará esa rabia contenida en algún chivo expiatorio. La gente no se mueve, porque cumple un mandato inte- riorizado en el inconsciente: para ser bue- nos hay que obedecer y hacer lo que nos digan. Sin embargo, miedo y cobardía no tienen por qué ir unidos y se puede ser sumiso cuando toca y luego matar en nombre de la Patria o de Dios. Los mismos que   gritaban   “V ivan   las   caenas”   a Fernando VII, mataban a los liberales de la época y los mismos que gritaban “todo el poder para el pueblo” en nombre del comunismo, mataban a los libertarios y críticos que se les cruzaban. Los líderes y los  poderosos  de  ahora  usan  el  miedo para desmovilizar y usan las grandes pala- bras como Dios, Patria y sobre todo Democracia y Libertad, para manipular miedos y creencias infantiles que llevan ala gente a la resignación desmoviliza- dora. Alimentan la ilusión de ser libres, cuando en realidad somos súb- ditos. Pero no creamos que esto lo hacen así por ser muy listos, simple- mente es que sus neurosis se adaptan como un guante a las de los que les obedecen. Por todo esto y volviendo al principio, podemos decir que la servidumbre voluntaria, en realidad no

 El miedo, ¿qué es el miedo? ¿para qué sirve? miedo a la inseguridad, a la diferencia, a la soledad, a la incertidumbre. Miedo a lo que puede venir. Miedo al miedos voluntaria, sino aprendida, o mejor dicho, sentida a base de castigos o manipulaciónes. Todos los miedos están en el inconsciente, en la caja negra de la infancia y no existen recetas para deso- bedecer que no pasen por abrir esa caja negra. Los miedos son experiencias emocionales y por lo tanto no pueden resolverse tra- tando de concienciar a la gente, sin convivencias per- sonales que posibiliten un duelo respecto a la infancia perdida. Los que se arrodi- llan, los que no se mueven, los que tienen miedo al futuro, es decir, los que tie- nen miedo a la libertad, es porque no son capaces de detectar las manipulacio- nes de los de arriba y pro- yectan en ellos sus miedos infantiles,  no  son  capaces de tomar las riendas de su vida. Apelar al amor, la razón o la anarquía, es inútil y  tropezamos contra una pared de sentimientos reprimidos. Combatir el odio y la sumisión con argumentos es imposible si no vamos al origen del problema, solamente con una base afectiva buena y de respeto, se pue- den ordenar unos muebles en la cabeza que te permitan dirigir tu vida, tu afectividad y tu ética por la senda de la razón en primer lugar, y luego del anarquismo. Porque podemos decir que a pesar de todo la utopía con mayúsculas, que ha dado más hombres y mujeres sin miedos, es sin duda el anarquismo, por lo que tam- bién es la que más enemigos ha tenido y la que no está manchada de sangre inocente. Aquí están puestas las esperanzas de un cambio futuro, sin miedos, si son ciertas las palabras de Durruti al decir que llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones.

 

CARLOS GONZÁLEZ

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