 “Mientras la columna Durruti avanzaba hacia Aragón, encontró en el camino un campamento de gitanos. Familias enteras acampadas al aire libre. Era inquietante porque a esta gente no le preocupaba en lo más mínimo la posición del frente y pasaban de un lado a otro cuando se les ocurría. No se excluía la posibilidad de que fueran utilizados como espías a favor de Franco. Durruti reflexionó sobre el problema. Después fue a ver a los gitanos y les dijo: `Para empezar, señores, os cambiaréis de ropa y os vestiréis como nosotros´. Por aquel entonces los milicianos usaban monos, a pesar del calor del mes de julio. Los gitanos no estaban precisamente entusiasmados. `¡Sacaos esos trapos! Llevaréis la misma ropa que llevan los obreros´. Los gitanos notaron que Durruti no estaba para bromas, y se mudaron sin chistar. Pero eso no fue todo. `Ahora, ya que lleváis ropas de trabajador, también podéis trabajar´, prosiguió Durruti. Y allí fue el llanto y el rechinar de dientes. `Los campesinos del lugar han fundado una colectividad y han decidido construir un camino para que su pueblo pueda comunicarse con la carretera principal. Aquí tenéis vuestras palas y picos, ¡vamos!´. A los gitanos no les quedaba otra alternativa. Y de cuando en cuando venía Durruti a ver cómo seguía el trabajo. Se alegró infinitamente de haber logradio que los gitanos usaran las manos. `Allí está el señor Durruti´, susurraban los gitanos con su acento andaluz, y levantaban la mano con el saludo antifascista, es decir, levantaban los brazos con el puño cerrado, y Durruti comprendía muy bien lo que querían decir con eso”.
“Mientras la columna Durruti avanzaba hacia Aragón, encontró en el camino un campamento de gitanos. Familias enteras acampadas al aire libre. Era inquietante porque a esta gente no le preocupaba en lo más mínimo la posición del frente y pasaban de un lado a otro cuando se les ocurría. No se excluía la posibilidad de que fueran utilizados como espías a favor de Franco. Durruti reflexionó sobre el problema. Después fue a ver a los gitanos y les dijo: `Para empezar, señores, os cambiaréis de ropa y os vestiréis como nosotros´. Por aquel entonces los milicianos usaban monos, a pesar del calor del mes de julio. Los gitanos no estaban precisamente entusiasmados. `¡Sacaos esos trapos! Llevaréis la misma ropa que llevan los obreros´. Los gitanos notaron que Durruti no estaba para bromas, y se mudaron sin chistar. Pero eso no fue todo. `Ahora, ya que lleváis ropas de trabajador, también podéis trabajar´, prosiguió Durruti. Y allí fue el llanto y el rechinar de dientes. `Los campesinos del lugar han fundado una colectividad y han decidido construir un camino para que su pueblo pueda comunicarse con la carretera principal. Aquí tenéis vuestras palas y picos, ¡vamos!´. A los gitanos no les quedaba otra alternativa. Y de cuando en cuando venía Durruti a ver cómo seguía el trabajo. Se alegró infinitamente de haber logradio que los gitanos usaran las manos. `Allí está el señor Durruti´, susurraban los gitanos con su acento andaluz, y levantaban la mano con el saludo antifascista, es decir, levantaban los brazos con el puño cerrado, y Durruti comprendía muy bien lo que querían decir con eso”.