ÁFRICA COMO NUEVO LUGAR DE ENFRENTAMIENTO DE OCCIDENTE CON CHINA

África como nuevo lugar de enfrentamiento de Occidente con China

x Alberto Cruz
El continente africano necesita separarse de los actores tradicionales anteriores y neocoloniales y de la importante influencia del régimen estadounidense

La constatación del desastre capitalista occidental como consecuencia de la pandemia del coronavirus, la acelerada pérdida de influencia por la mala imagen que está dando (especialmente EEUU) y las debilidades manifiestas de su sistema sanitario en comparación con China está dejando casi sin margen de maniobra a Occidente. Casi porque mientras EEUU intenta afianzar su control sobre América Latina, Europa intenta hacer lo propio con África -y con la disputa en Oriente Próximo-. Son claros y evidentes movimientos de corte neocolonial, pero que encubren su debilidad al tiempo que un desesperado intento de lanzar una “contra-narrativa” que haga frente al papel solidario de China en estos tiempos de pandemia.

EEUU, Gran Bretaña y Francia son los países que están coordinando los movimientos para esa “contra-narrativa”. Mientras que los dos primeros siguen insistiendo en que “China mintió” e intentan relanzar la guerra comercial contra el país asiático, desde Francia ya ha situado el terreno desde donde lanzarla: África.

El continente africano se va a convertir en crucial para decantar la historia de este siglo XXI, ya claramente girando sobre el eje de Eurasia. En África EEUU tiene intereses, por supuesto, pero no tiene la influencia que tienen Francia o Gran Bretaña (sobre todo Francia) como antiguas potencias coloniales.

Cuando la Organización para la Unidad Africana (OUA) pidió ayuda a China con la pandemia, el pasado 18 de marzo, sólo las antiguas colonias francesas se abstuvieron de respaldar la iniciativa, mientras que las británicas se dividieron. Entonces se había detectado coronavirus en 43 de los 54 países africanos y de esos 43 fueron 24 los que solicitaron la ayuda de China.

Según el Centro para la Prevención y Control de Enfermedades de la Unión Africana no llegan a los 20.000 los casos de COVID-19 en el continente y pasan por poco de las mil muertes. Pero como en todos los países, y más en África, son cifras ante las que hay que tener muchos reparos. En cualquier caso, son los países del África Meridional los más afectados y después los del Magreb árabe.

Por esta razón, e intentando lograr una unidad de acción, la OUA decidió que todos los países, teniendo en cuenta sus filias o sus fobias, tenían que hacer un frente común en lo relativo a la deuda externa dado que ante la situación mundial que reseña el FMI en su informe de primavera de este año y que, en síntesis, refleja una significativa caída del producto interior bruto de todos los países (menos de India y de China) en porcentajes que van desde el -4% de África hasta el -5% en América Latina o el -7% en Europa (siempre haciendo una media) es insostenible el pago de la deuda externa. Un poco más tarde, fue el Banco Mundial quien abundaba en el pesimismo y situaba al continente en recesión por primera vez en 25 años, situando la pérdida económica por el coronavirus entre un mínimo de 37.000 millones de dólares y un máximo de 79.000 millones dependiendo de cómo se extendiese la pandemia y cómo se enfrentase la misma.

Si se tiene en cuenta que la deuda externa del continente africano se estima en un total de 75.000 millones de dólares, se pone de manifiesto la envergadura de la crisis y el por qué de la decisión de la OUA de apostar por denunciar su debilidad post-pandemia si hay que pagar la deuda externa.

Por esta razón, y también para solicitar ayuda ante la extensión de la pandemia, es decir, para cuestiones sanitarias, se nombraron cuatro «enviados especiales» de la OUA (de Nigeria, Ruanda, Costa de Marfil y Sudáfrica) «para solicitar un apoyo rápido y concreto» para los países africanos de todo el mundo, especialmente del G-20. Esta es la razón por la que el G-20 decidió a primeros de abril conceder un «alivio temporal» a los países para que paguen su deuda externa.

En el G-20 están todos los países que tienen intereses en África, por lo que es el vehículo perfecto para que pro-chinos y pro-occidentales (simplificando) lleguen a acuerdos. Hay que hacer notar que en los enviados especiales, dos serían pro-chinos (Sudáfrica y Ruanda), y dos pro-occidentales (Nigeria, ex colonia británica, y Costa de Marfil, ex colonia francesa), aunque Nigeria tiene también una importante presencia china.

Esta unidad no solo se ha producido por el tema de la deuda externa, sino ante los ataques que está recibiendo la Organización Mundial de la Salud, presidida por un etíope y que ha despertado una casi unánime campaña de solidaridad con él ante los ataques, incluso personales, de que ha sido objeto bajo la acusación de ser “pro chino”. Los presidentes de Nigeria, Sudáfrica, Kenia, Ruanda, Etiopía, Namibia, Angola, Mozambique y otros expresaron su solidaridad personal y política de forma expresa y criticaron la campaña occidental contra él.

Porque, en paralelo, la OUA ha vuelto a insistir en que no solo es necesario el «alivio temporal» que se les ha ofrecido para el pago de la deuda, sino «la creación de un fondo global para prevenir el colapso de los sistemas de salud en África», llegando a reclamar “una acción coordinada y un liderazgo internacional en la batalla contra el COVID-19 bajo los auspicios de un papel fortalecido de la OMS”. Al recalcar este aspecto sobre la OMS, la OUA se está colocando de forma clara en contra de toda la narrativa occidental que acusa a esta agencia de la ONU de supuesta ineficacia con el añadido de “sumisión a China”.

Y aquí, por ejemplo, desde el continente africano se resalta lo ocurrido con un país, Nigeria, al que en 2016 el FMI concedió un crédito de 3.600 millones de dólares pero de ellos sólo 82 millones fueron destinados a sanidad, es decir, el 2’27% exactamente. Eso en un país en el que 87 de sus 200 millones de habitantes viven en condiciones de pobreza absoluta y en condiciones sanitarias totalmente precarias. Para Occidente la salud nunca ha sido prioritaria, ni siquiera en los años de la crisis del ébola.

Son las formas clásicas de actuación no solo del FMI (aunque ahora se dé algún golpe de pecho por ello afirmando textualmente que “defiende” la iniciativa del G-20 de ”alivio temporal” del pago de la deuda y mostrando su “compromiso para tomar todas las medidas posibles para apoyar a los países pobres»), sino del Banco Mundial y de su estructura local, el Banco Africano de Desarrollo. Estas tres instituciones, que no dejan de ser apéndices unas de otras, no perdieron tiempo tampoco en afirmar que “están trabajando para configurar líneas de crédito de emergencia”, pero eso no es otra cosa que más de lo mismo porque supone una nueva y más pesada hipoteca para el futuro del continente africano porque siempre estos “paquetes de ayuda” llegan condicionados a reformas drásticas en la economía, los famosos “planes de ajuste” que son los que están detrás del desastre generalizado por la pandemia al destruir, entre otras cosas, los sistemas públicos de salud.

Francia como adalid

En este contexto, la actitud china de ayuda y solidaridad no puede ser pasada por alto puesto que tiene, además, un alto componente geopolítico. Mientras EEUU y la UE están colapsadas, China se ha repuesto y está llevando claramente la iniciativa. Por ello el único lugar donde Occidente puede responder es, precisamente, en África, un continente que apenas ahora está comenzando a verse afectado por la pandemia. Y por eso quien lleva la voz cantante es Francia. Porque la UE (8 de abril) decidió «responder» al llamamiento de ayuda de los enviados especiales de la OUA con una simple afirmación de que ya ofrece financiación al continente africano por valor de 3.250 millones de euros y que lo que hay que hacer es «completar los programas en curso». Es decir, no hay dinero extra. África se tiene que apañar con lo que tiene.

Y al rescate de la UE salió quien únicamente podía hacerlo, Francia, que ha decidido ofrecer 1.200 millones de euros a través de la Agencia Francesa para el Desarrollo a todas sus ex colonias, especialmente Senegal, Burkina Faso, Guinea y Madagascar. Pero lo más interesante es el discurso de Macron: «esto tiene una perspectiva estratégica, el juego no es solo desarrollar una contra-narrativa [a China] sino poder confiar en un equilibrio elocuente». Pero, al mismo tiempo, se vuelve a lo de siempre porque se recuerda que ese dinero no es una donación sino un préstamo (solo 150 millones de euros son donación), es decir, que tiene que devolverse con intereses aunque, eso sí, «500 millones de euros deberían destinarse al tratamiento de diversas enfermedades infecciosas». Dar con una mano, quitar con la otra y hacerse la foto sonriendo con la cuestión sanitaria. La Francia colonial ha vuelto.

Es un intento claro por parte de Occidente de dificultar el «Camino de la Salud» africano de la Nueva Ruta de la Seda que se inició el 18 de marzo y que sigue desarrollándose semanalmente desde entonces. La OUA ha sido concisa y clara al respecto: «China está movilizada [con África], su apoyo es crucial y salvífico». Y se recuerda que China, junto con Cuba, fue el país que más personal sanitario envió al continente africano para combatir el ébola en los años 2013-2016 (especialmente a Guinea, Sierra Leona y Liberia).

Es evidente que nadie da euros a céntimos, ni siquiera China, pero lo que sí es evidente también es que las relaciones de China con África con «más suaves» (expresión de la OUA) que las de Occidente en comparación con las condiciones de pago de las deudas contraídas.

Son aproximadamente 143.000 millones de dólares la cantidad que China ha concedido en calidad de préstamos a los países africanos en el período 2000-2017. El día 30 de abril, China ofreció a los países africanos extender la suspensión del pago de los intereses y/o una reprogramación de los mismos no solo en tanto en cuanto dure la pandemia sino más allá, sin descartar el perdón completo de la deuda.

La lucha geopolítica que vivimos, ahora a gran escala, afecta a todo el planeta y África no es una excepción. Lo que se comienza a ver en África es una muestra de esa lucha. Está claro que los equilibrios geopolíticos podrían cambiar para el continente africano como resultado de la gestión de la pandemia y sus consecuencias económicas, separándolo aún más de los actores tradicionales anteriores y neocoloniales y de la importante influencia estadounidense.

CEPRID

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