Colin Ward: una visión de la anarquía o la anarquía como semilla bajo la nieve

GI A N N I S A R N O    L i b e r t a r i o

Fuente:  http://librepensamiento.org/

Revista 101: http://librepensamiento.org/wp-content/uploads/2020/05/LP%20N%C2%BA%20101.pdf#new_tab

¿Quién es Colin Ward?

ANARQUISMO (del griego an-, y arke, contrario a la autoridad), es el nombre que se da a un principio o teoría de la vida y la conducta que concibe una sociedad sin gobierno, en que se obtiene la armonía, no por sometimiento a ley, ni obediencia a autoridad, sino por acuerdos libres establecidos entre los diversos grupos, territoriales y profesionales, libremente constituidos para la producción y el consumo, y para la satisfacción de la infinita variedad de necesidades y aspiraciones de un ser civilizado.
(Pedro Kropotkin ANARQUISMO Definición para la Enciclopedia Británica 1905)

Colin Ward nació el 14 de agosto de 1924, cerca de Londres y murió en 2010. Era hijo de un maestro laborista y de una estenógrafa. Dejó la escuela a los 15 años y empezó a trabajar en un estudio de arquitectos. Ahí entró en contacto con el movimiento «arts and crafts movements», entre cuyos antepasados estaba William Morris. En 1942 es alistado en el ejército y enviado a Glasgow, donde entra en contacto con las ideas anarquistas y empieza su colaboración con la revista anarquista War Commentary. Entre sus redactores se encontraban Richard Vernon, Maria Louise Berneri, George Woodkoc, Alex Comfort y también Herbert Reed.

En esa época visitó a un anarquista escocés en la cárcel, que estaba en huelga de hambre, sin otra ropa que la única que tenía: el uniforme militar. Como castigo por
este acto es enviado a las islas Orcadas. En 1947 acabó el servicio militar y empezó su colaboración con la revista anarquista Freedom, antigua Ward Commentary.

Trabajó como técnico arquitecto y urbanista, y durante una temporada fue profesor también en la London school. En 1961 fundó Anarchy, una revista moderna, publicada
hasta 1970, que supo afrontar con una mirada libertaria todos los temas de actualidad. Escribió más de 30 libros y solo dos sobre anarquismo en un sentido más estricto.
Colaboró con numerosos periódicos y revistas en distintos países del mundo, no solo anarquistas. Escribió centenares de artículos, caracterizados por una escritura
poco ideologizada y muy pragmáticos. Siempre tuvo en cuenta ejemplos reales y concretos: «Su esfuerzo metodológico fue el de buscar en la realidad ejemplos y testimonios que mostrasen que las soluciones libertarias son mejores y más eficaces que las autoritarias» (F. Codello, Il seme sotto la neve, p. 72). Debemos buscar y dar respuestas libertarias a los problemas concretos que vivimos y que viven las personas, afirmaba. Para difundir el método anarquista es necesario basarse en la experiencia de las redes de relaciones informales, temporales, autogestionadas, que de hecho hacen posible la comunidad humana (C. Ward, La pratica della libertà). En resumidas cuentas,
debemos transformar en realidad las potencialidades que ya existen en esta sociedad.

Al igual que el pensador anarquista Kropotkin, creía en la necesidad de identificar nuevas formas de organizaciones que sustituyan las funciones que el estado realiza
mediante la burocracia.

Los temas que más le interesaron fueron la ocupación de tierras y casas abandonadas o utilizadas para la especulación, el problema de la vivienda y el control por parte de sus arrendatarios (fue favorable a la autoconstrucción popular y propuso el sistema de cooperativas de arrendatarios como alternativa al de las casas populares, con un
control colectivo en lugar de uno individual, porque esto garantiza una mayor responsabilidad). Otros focos de su interés fueron los squatters en la Inglaterra de los años 40 y 50, la escuela (en particular la desescolarización, con una fuerte influencia de Paul Goodman), el control obrero (sobretodo de unidades de trabajo), el sistema penal y la ecología. De hecho, a partir de los años 60 empezó a interesarse y a estudiar este tema, influenciado por la ecología social de Muray Bookchin, y con un ojo muy crítico
hacia la ecología profunda.

Y para acabar esta primera parte, quiero señalar que Ward se interesó siempre por las acciones directas, aquí y ahora, en las formas que «liberan la gran red de la cooperación entre los seres humanos» (D. Goodway, Conversazioni con Colin Ward. Lo sguardo anarchico, p. 25).

Su anarquismo o la anarquía como una realidad que ya existe Macdonald:

el anarquismo quiere volver al individuo y a la comunidad, eso no es práctico pero es necesari (es decir revolucionario).

«Yo recibo y doy, así es la vida humana. Cada cual dirige y es dirigido a su vez. Por lo tanto, no hay autoridad fija y constante, sino un continuo intercambio de autoridad
y subordinación mutua, temporal, y, sobre todo, voluntaria». (M. Bakunin, ) Podríamos empezar afirmando que para Ward el anarquismo es una teoría de la organización caracterizada por un acto de libre voluntad y una ética libertaria, que se basa en la autodeterminación individual y en la norma de reciprocidad: haz lo que quisieras que te hicieran (F. Codello, Il seme sotto la neve, p.72).

Para Ward, una sociedad anarquista, una sociedad que se organiza sin autoridad, existe desde siempre como una semilla bajo la nieve, enterrada bajo el peso del estado y
de la burocracia, del capitalismo y sus despilfarros, del privilegio y sus injusticias, del nacionalismo y su lealtad suicida, de las religiones y sus supersticiones y separaciones.

Relaciones igualitarias, solidarias y libres ya existen —afirmaba Ward—, y hay que estimularlas y desarrollarlas para construir desde ahora sociedades distintas. Se deben ampliar los espacios de autonomía hasta que ocupen gran parte de l a vida social. Se deben construir muchas sociedades experimentales, y no una sola. De la misma manera que Paul Goodman creía que «una sociedad libre no puede ser la sustitución del viejo orden por un ‘nuevo orden’; ella debe ser la extensión de la esfera del libre actuar, hasta que haya cambiado la mayor parte de la vida social».(C. Ward ¿Qué significado tendrá mañana el anarquismo?, p. 4) De hecho, creía que las alternativas ya
están presentes en los intersticios de las estructuras de poder.(C. Ward, La pratica della libertà).

En lugar de un anarquismo apocalíptico que miraba a «todo o nada» él empezó a desarrollar -a partir de los años 40 y 50- la idea de un anarquismo «pragmático», «radicada en el presente, que utilizara el difícil material de nuestra vida cotidiana»; y que diera vida a comunidades nuevas (S. White, L’anarchismo pragmatico di Colin Ward). Es importante remarcar que empezó a elaborar este pensamiento a partir de los años 40. Hoy en día hay muchos más colectivos y movimientos libertarios y antiautoritarios de acuerdo con esta reflexión. Pero en los años 40 la mayor parte de la izquierda revolucionaria influenciada por los bolcheviques aún optaba por la toma del poder, mientras que la mayor parte del movimiento anarquista aún consideraba la insurrección como el momento para que empezara la revolución. Creo que esto no quiere decir que no vaya a haber más insurrecciones, sino sólo que estas son una parte del proceso revolucionario, y que hay que empezar a construir las alternativas desde aquí y ahora.

Ward siempre fue escéptico con la concepción insurreccional, consideraba que un cambio social debería nacer de anteriores cambios de la personalidad y de las relaciones sociales. La libertad hay que conquistarla centímetro a centímetro. Antes de que podamos actuar como seres responsables es necesario quitarnos las cadenas
que nos auto-imponemos. Igual que el filósofo alemán Gustav Laundauer, creía que «el Estado no es algo que se pueda destruir con una revolución; el Estado es una condición, una cierta relación entre seres humanos, una forma de comportamiento humano; que destruimos estableciendo otras relaciones, comportándonos de manera

diferente, con uno y con el otro» (S. White, L’anarchismo pragmatico di Colin Ward, p. 6).

Ward consideraba que el anarquismo -en todas sus formases una afirmación de la dignidad y de la responsabilidad de los seres humanos. No es un programa de cambios
políticos, sino un acto de autodeterminación social (C. Ward, La pratica della libertà).

Otros elementos de su anarquismo son la acción directa individual que se hace cargo de la vida de uno mismo y de su alrededor y el apoyo mutuo que, como Kropotkin, consideraba connatural en los seres humanos.

Ward tiene con el autor ruso otros dos puntos en común:

La descentralización político-económica, con la creación de consejos de barrios, federaciones de consejos, federaciones de ciudades. Y, dentro de un mismo barrio, la creación de huertos urbanos comunitarios, talleres comunitarios… «Se podría decir que el anarquismo es una descentralización extrema. Yo creo en una sociedad descentralizada. Lo que deseo realizar es cambiar una sociedad de masa por una masa de sociedad» (F. Codello, Il seme sotto la neve, p. 71).

La fusión entre la producción agrícola y la industrial, para superar así la división entre el trabajo intelectual y el manual. Además, como él era partidario de un anarco-comunismo, creía que la propiedad de la tierra, de los recursos naturales y de los medios de producción deberían estar bajo el control mutuo de comunidades federadas.

Pero a diferencia de Kropotkin, nunca habló de una economía post-monetaria. Podríamos decir que su anarquismo es una aproximación imperfecta a la sociedad del
otro. Ward individua el cambio anarquista en la acción de los grupos cooperativos y en la instauración de nuevas formas de agregaciones, así como en la secesión continua
(S. White l’anachismo pragmatico).

Como todo el movimiento anarquista, fue contrario a la participación estatal, porque entendía la anarquía como una mutualidad autogestionada. Por ese motivo sostenía la necesidad de crear unos servicios sociales cooperativos y autogestionados. El aumento de organizaciones de apoyo mutuo entre las personas paradas, enfermas, y en todas las categorías de marginación representa la palanca más potente para transformar
el estado asistencial en una sociedad que se dedica a la asistencia mutua; la palanca para construir la asistencia comunitaria en una comunidad responsable (C. Ward, La
pratica della libertà). Así, consideraba que las organizaciones libertarias deberían ser voluntarias, funcionales, temporales y pequeñas.

Su visión organizativa era distinta de la del anarcosindicalismo. Creía que se había dado demasiada importancia a las grandes industrias como palanca de cambio, minusvalorando los pequeños talleres y su importancia en el ámbito económico. Tampoco creía que los grandes sindicatos, que a menudo reproducen el mismo esquema organizativo de las grandes industrias, fueran las organizaciones capaces de crear comunidades cooperativas,libres y basadas en la libre voluntad. Unas organizaciones que tuvieran los elementos que hemos visto más arriba, que para él son necesarios para no transformarse en una herramienta vacía y arraigadas a un pasado
mítico, que ya no existe. Es por ese motivo que hablaba de organizaciones temporales, una vez que las condiciones cambian o que se han alcanzado los objetivos, la organización tiene que desaparecer o ser sustituida por una nueva, más adaptada a las nuevas circunstancias. La característica de pequeñez que puede parecer un inconveniente, permite el control por parte de sus miembros, unas relaciones más informales y, sobretodo, menos burocráticas.

Siguiendo la huella de otros pensadores/as anarquistas, consideraba que en la historia humana siempre hubo luchas entre tendencias libertarias y autoritarias, entre federalismo y centralismo, entre populares e imperiales. Pero también creía que no existe una lucha final entre solución libertaria y autoritaria, sino una serie de combates que se han dado y que siguen dándose en la sociedad humana (C. Ward, La pratica
della libertà). Por ese motivo era escéptico en cuanto a la posibilidad de realizar una sociedad anarquista, no porque no sea factible la anarquía, sino porque en la
sociedad siempre ha existido y existe una mezcla de distintas tendencias, a veces en contradicción entre ellas.
«Y nosotros, los anarquistas, no podemos imponer con la fuerza nuestra visión; sería un contrasentido. Pero si no es posible una sociedad anarquista, seguramente
es posible una sociedad más anarquista.» (F. Codello, Il seme sotto la neve)

no se trata sólo de una liberación individual de los seres humanos, sino también de cambiar las estructuras y las actividades sociales. Se deben construir sociedades
más libres. Como diría él mismo, «puede parecer poca cosa, pero, sea como sea, es una etapa importante delcamino que hay que cumplir».

Me gustaría acabar esta breve presentación de Colin Ward con unas reflexiones que su pensamiento me ha suscitado. Considero que sus propuestas y su recorrido son
los más acertados para construir sociedades más justas y libres; de hecho, una parte del movimiento y del pensamiento anarquistas se mueven en esta dirección. Pero, si
el Estado y el sistema capitalista han desarrollado la capacidad de asimilar, vaciar de contenido e institucionalizar las alternativas, ¿cómo podemos evitar que se den estas
situaciones? ¿Qué podemos hacer para que las comunidades más anarquistas que construimos no se integren en el sistema y pierdan totalmente su contenido? Y, sobretodo, ¿hasta cuándo el Estado nos permitirá ampliar nuestros espacios de autonomía y autogestión antes de intervenir con sus medios: la violencia y la represión?

 

Share