Para la mayoría de manifestantes, activistas y periodistas, su teléfono inteligente es una herramienta esencial para organizarse con sus compañeros, acceder y distribuir información, y ayudar a otros. También representa un gran riesgo, ya que es una herramienta que las autoridades pueden usar fácilmente para la vigilancia masiva y selectiva.
Caso Scala: jaque mate al anarquismo español
En 1980 fueron juzgados los tres implicados. Un testigo que vio llegar a un hombre a la discoteca con un maletín horas antes del atentado -regentaba un kiosko de prensa frente a la sala- murió de un tiro en su puesto de trabajo. Nadie vio a los implicados, no había pruebas ni testigos, la policía “limpió” la sala con la rapidez de un rayo, en solo 24 horas y sin mandato judicial. Denegaron la petición que hizo la CNT de enviar a peritos independientes para revisar la sala. Sin pruebas, sin mayores indicios fueron condenados a 17 años de los 300 que pidió el fiscal. El mismo fiscal que comentó lo injusto de la condena por falta de pruebas e indicios, pero que él no se jugaba la carrera por defender a tres inocentes que fueron cabeza de turco.