Para la mayoría de manifestantes, activistas y periodistas, su teléfono inteligente es una herramienta esencial para organizarse con sus compañeros, acceder y distribuir información, y ayudar a otros. También representa un gran riesgo, ya que es una herramienta que las autoridades pueden usar fácilmente para la vigilancia masiva y selectiva.
LA CONTRACULTURA ES TORTURA ORWELLIANA
Las fuerzas dominantes siguen determinándonos la vida y en que términos la vivimos, por eso no ha cambiado nada. Fue una gran fuerza ilusoria y optimista a la que sucedió nuestra incertidumbre por precariedad. Algunos movimientos arraigados en la conciencia con afecto, al final concluyeron siendo una moda y una mercancía. Esto nos vuelve pesimistas además del dato de que un legado de la contracultura es que su fantasía y lemas han sido empleados por la publicidad comercial: Funeraria “La alegre vida”. Hoy, mentar la contracultura, es una tortura orwelliana.